– Te lo agradezco. A veces se me olvida que era algo más que el chivo expiatorio de Paul. Metafóricamente hablando.

– A veces.

Ella se quedó inmóvil.

– Tienes razón. Ya no es necesario negarlo más. Supongo que es la fuerza de la costumbre.

Él le tomó una mano.

– Va a llevarte tiempo ajustarme a la nueva normalidad.

– Me va a llevar más tiempo averiguar qué es eso.

Frank inspiró profundamente.

– Con suerte, tenemos todo el tiempo del mundo para averiguar eso. Y esperemos que Hunter haga un milagro, porque, para mí, las cosas tienen mal aspecto.

Frank no lo había dicho en voz alta todavía, pero permanecía despierto por las noches, temiendo que Hunter no pudiera demostrar su inocencia y que tuviera que pasar el resto de sus días en una celda.

Sólo con pensarlo, comenzó a sudar.

– Todo saldrá bien -le dijo Sonya, inclinando la cabeza hacia él-. No vas a ir a la cárcel por un crimen que no has cometido.

Cuando Sonya pronunciaba aquellas palabras, Frank casi podía creerlo.


Molly estaba acurrucada en su cama, en casa de su padre. No era su casa, pero ella había pensado que había llegado a ser su hogar, si definía hogar como el lugar que estaba dentro del corazón de una persona. Había creído que la aceptación de su padre le había curado las viejas heridas, pero cuando su madre había aparecido, Molly se había dado cuenta de que estaba equivocada. La presencia de Francie le había recordado todo lo que se había perdido en la vida, y aquello que no había podido conseguir. Ganarse el afecto y la aprobación de su madre había sido uno de sus objetivos. Y un gran fracaso.

¿Y no era eso lo que había intentado decirle Hunter el otro día? ¿Que todavía tenía asuntos sin resolver en lo referente al amor y la aceptación? Ella había rebatido sus argumentos, pero parecía que Daniel tenía razón.

Alguien llamó a la puerta de su habitación y Molly se puso en pie de un salto. Sacó un pañuelo de papel de la caja de la mesilla de noche, se sonó la nariz y se secó los ojos.

– Adelante -dijo.

Hunter entró, dejando la puerta entreabierta.

– No quiero que Jessie se haga una idea equivocada. Si ella tiene que dejar la puerta abierta, nosotros también -dijo, y miró a Molly fijamente-. ¿Estás bien? -le preguntó con preocupación.

Ella asintió.

– Pero has llorado -dijo él, mientras se sentaba a su lado.

Molly se encogió de hombros.

– Soy una mujer. Las mujeres lloran, a veces.

Él soltó una carcajada.

– Qué tontería. Mi Molly no diría eso.

– ¿Quieres decir la Molly a la que conoces? -preguntó ella con amargura.

Él sacudió la cabeza.

– Ése ha sido el error de tu madre, no el mío. Yo no finjo que lo sé todo de ti, pero sé que tú no crees en los estereotipos de las mujeres débiles.

– Está bien, lloraba porque siento lástima por mí misma. ¿Te parece propio de mí?

Él volvió a negar con un gesto.

– Cariño, todo el mundo tiene momentos bajos, y después de conocer a tu madre, me extraña que tú no tengas más.

Molly lo miró.

– ¿Has hablado con ella?

– La he llevado a su hotel -dijo Daniel, e hizo una pausa para dejar que ella asimilara la noticia-. En la moto.

Molly se rió a carcajadas.

– Ojalá lo hubiera visto.

– Protestó y se quejó porque iba a estropeársele el traje, a arrugársele el forro, a manchársele de grasa la falda, y porque el viento iba a arruinarle el peinado. Sin embargo, lo que más detestó fue el casco.

Molly comenzó a reírse con más fuerza, y al instante, el llanto se le mezcló con la risa. Hunter la abrazó hasta que ella se calmó. Cuando dejó de llorar, alzó la cabeza, miró a Hunter y sonrió.

– Gracias. Ahora me siento mejor.

– Me alegro.

– Como ya se ha ido mi madre, ¿crees que deberíamos poner a mi padre al corriente de lo que ha sucedido en Atlantic City? -le preguntó Molly.

– Ya lo he hecho. Entiende que va a ser difícil exculparlo declarando otros sospechosos.

Molly tragó saliva con un nudo en la garganta.

– Difícil, pero no imposible, ¿no?

Él inclinó la cabeza.

– Necesito que escuches esto y lo entiendas. El caso de tu padre no es precisamente pan comido.

De repente, oyeron un ruido desde el pasillo, y él volvió la cabeza hacia la puerta.

– Es Jessie -le dijo Molly-. Probablemente está con Seth.

Hunter asintió.

– ¿Y qué estabas diciendo sobre el caso?

– Que no es pan comido, pero que no voy a rendirme. Haré todo lo que pueda por él, pero no quisiera darte falsas esperanzas.

– Confío en ti, Hunter. Admito que estoy preocupada, pero sé que tú lo conseguirás. Estoy segura.

– Una cosa más -dijo él, mirándola fijamente.

– ¿Qué?

– Tu madre se aloja en el Hilton, y le gustaría pasar un rato contigo mientras esté aquí.

– Te refieres a que quiere que vaya a decirle que no se preocupe, que encontrará otro millonario idiota que le pague las cuentas. No puedo hacerlo más -dijo, y se cruzó de brazos-. Llevo así desde siempre, pero ahora sé lo que es importante en la vida. Su búsqueda de un marido rico no lo es.

– Es tu madre -le dijo Hunter, que se sintió obligado a recordárselo.

– Biología -respondió Molly.

– Hechos -repuso Hunter-. Y hay otra cosa. Quizá no te caiga bien, pero la quieres. Y va a seguir apareciendo en tu vida cuando le resulte conveniente a ella, no a ti. No puedes conseguir que desaparezca, por mucho que quieras. Te dejaría un enorme agujero en el corazón. No serías tan feliz como piensas -añadió él con una expresión sombría.

– ¿Es eso lo que sientes tú? ¿Un gran agujero?

Al pensar en que tenía que hablar de su pasado, el pánico se adueñó de Hunter. Sin embargo, supuso que no era justo darle consejo a Molly sobre lo que debería hacer con su madre cuando se negaba a hablar de sí mismo.

– Sí. Eso es lo que se siente -admitió-. Un gran agujero en el pecho, que nunca podré llenar. Tengo a Lacey y a Ty, y a la madre de Ty, Flo, y un lugar para ir de vacaciones ahora, no como cuando era niño. Pero no tengo definida la situación con mis padres, y eso es algo que no le deseo a nadie, y menos a ti. Habla con ella -le recomendó Hunter.

Molly ladeó la cabeza.

– ¿No es eso lo que acabo de hacer? Y ha sido como hablar con la pared. Ella no entiende lo que le digo, sólo piensa en lo que quiere y cómo conseguirlo.

Hunter asintió.

– Estoy de acuerdo contigo. Lo único que digo es que siempre va a ser así. Seguirá apareciendo y dejándote helada a menos que le pongas normas ahora.

– Ella es quien es. No va a cambiar y yo tampoco. Hoy he dado un paso muy grande al enfrentarme a mi madre. No entiendo qué otra cosa quieres de mí.

– Nada -respondió Daniel, aunque sabía que era una mentira.

Lo quería todo de Molly. No obstante, sabía que la única forma de que las cosas funcionaran entre los dos era que ella pusiera orden en su vida, y hasta el momento, no había conseguido hacérselo entender. Como su madre, Molly sólo se enfrentaba a lo que quería en el momento, pero Daniel no creía que debiera decírselo.

Sin embargo, Molly tenía que controlar la relación con su madre. De lo contrario, el miedo de perder a su familia y de no ser aceptada continuaría estropeándole la vida.

Por mucho que la quisiera, Hunter no tenía más remedio que dar un paso atrás para protegerse a sí mismo. No iba a decir basta a su relación; por el contrario, quería que Molly supiera exactamente cómo era estar con él. No iba a presionarla, porque no quería ser otra complicación en su vida en aquel momento.

Su objetivo, porque Hunter era un hombre que siempre perseguía un fin, era que Molly se diera cuenta de lo que era formar parte de una pareja, que supiera lo vacía que se sentiría si lo dejaba marchar.

Porque Daniel temía que eso era lo que iba a ocurrir si él no era capaz de conseguir la libertad de su padre.


Jessie y Seth estaban en el pasillo, escuchando a escondidas la conversación entre Molly y Hunter. No era su intención, pero cuando habían pasado junto a la puerta de la habitación de Molly para visitar a Ollie en el despacho, los habían oído hablando sobre el caso del general. ¿Cómo iban Seth y Jessie a dejar de escuchar lo que los adultos tenían que decir?

Cuando el tema cambió hacia Molly y su madre, Seth tiró de la mano a Jessie y los dos siguieron su camino hacia el despacho. A ella le hubiera gustado oír lo que su hermanastra decía acerca de su madre, pero Seth no se lo permitió.

Entraron en la oficina.

– Hola, Ollie -le dijo Jessie.

El pájaro agitó las alas.

Jessie sonrió.

– ¿Te aburres? -le preguntó.

Después se volvió hacia Seth, que estaba mirando por la ventana hacia la calle. Llevaba todo el día nervioso, algo corriente desde que su padre había muerto.

Jessie no lo culpaba. No se imaginaba cómo conseguía superar el día a día. Lo único que podía hacer era sacar temas de conversación que pudieran distraer a su amigo.

Aquel día tenía algo perfecto de lo que hablar.

– Vaya, la madre de Molly es una bruja, ¿verdad? -le susurró, por si acaso había alguien en el pasillo.

Seth se encogió de hombros sin volverse, y no respondió.

– Seth, sé que es una pregunta estúpida, ¿pero te ocurre algo hoy, aparte de lo evidente?

– ¿Puedo hablar contigo? -le preguntó Seth repentinamente. Se dio la vuelta, y al mirarlo, Jessie se dio cuenta de que tenía una expresión de miedo. Se le encogió el estómago.

– Siempre puedes hablar conmigo -le dijo. Se sentó en el sofá y le señaló el sitio de al lado.

Seth sacudió la cabeza.

– No puedo sentarme. No puedo dormir. No puedo seguir así.

Entonces, el estómago no se le encogió a Jessie, sino que le dio tres vueltas de campana.

– Me estás asustando. ¿Qué pasa?

– Oh, Dios mío, Dios mío. ¿Has oído al abogado? Ha dicho que el caso de tu padre no es pan comido.

Jessie asintió.

– También he oído que no abandonaría, y Molly ha dicho que confiaba en él.

– ¿Y eso te parece suficiente? ¿Desde cuándo haces tanto caso de lo que ella dice? -le preguntó Seth, asombrado.

– No sé. Quizá no le había dado una oportunidad justa cuando llegó, y quizá no sea tan mala como yo pensaba.

Después de todo, parecía que Molly la entendía al menos un poco, y no había tenido en cuenta su mal comportamiento; le había prestado su jersey amarillo pese a su fisgoneo y su intento de chantaje.

Seth se puso a caminar de un lado a otro.

– Hunter dijo que no quería darle falsas esperanzas a Molly. No está seguro de que pueda sacar a tu padre de la cárcel, y eso me asusta.

– A mí también, pero intento no pensar en ello.

Seth apretó las manos.

– No puedo dejar de pensar en ello. Vivo con ello todos los días.

– Tenemos que creer en la justicia -le dijo Jessie, intentando actuar como haría Molly. Intentando calmar a Seth.

– Hay muchas cosas que pueden salir mal. Si tu padre va a la cárcel, será culpa mía.

Aquello no tenía sentido.

– No lo entiendo. ¿Por qué iba a ser culpa tuya? Tú no…

– ¡Sí! Yo lo hice. Maté a mi padre, e iba a contarlo, pero me asusté. Y entonces llegó el amigo de Molly, y todo el mundo confiaba en él y yo pensaba que iba a sacar a Frank de la cárcel. Pero ahora, ni siquiera él mismo lo ve claro.

Jessie se quedó helada.

– ¿Tú mataste a tu padre?

Él asintió.

– Fue un accidente. Volvió a pegar a mi madre. Engañó a tu padre y destruyó el negocio, y mi madre le dijo a gritos que yo no podría ir a la universidad y que había destrozado nuestra vida. Él le pegó. Yo tomé su arma, sólo para asustarlo. Quería ser un hombre por el bien de mi madre -dijo entre lágrimas.

Jessie no podía creerse lo que estaba oyendo. Sintió náuseas y escalofríos.

– ¿Qué ocurrió? -le preguntó.

– Tomé la copia de la llave de su oficina y fui hasta allí. Cuando llegué, mi padre estaba muy borracho. Así que cuando aparecí con el arma se rió de mí. Me dijo que no tenía agallas para usar la pistola. Y tenía razón. Él fue quien tiró del cañón del arma, y yo también tiré hacia atrás. Sólo quería quitársela, no apretar el gatillo. No quería hacerlo. Me asusté tanto que salí corriendo. Volví a casa. Tu padre estaba allí con mi madre. Ellos ni siquiera me oyeron llegar.

Jessie no podía tragar saliva.

– ¿Qué hiciste con el arma? -susurró.

– Me sentía tan mal que no sabía qué hacer. Aquella noche la guardé en una bolsa de plástico y la metí bajo la cama. Al día siguiente la eché al contenedor que hay junto a la escuela -explicó él, mirando a Jessie con una expresión de angustia-. Yo quería a mi padre. No quería hacerlo. Y tampoco quiero que tu padre vaya a la cárcel, pero me da mucho miedo que me envíen a mí.