Y Jessie estaba sobre la cama, de cara a la pared.

Ni siquiera se había dado cuenta de que tenía visita.

Molly tomó la silla del escritorio y la acercó hacia la cama. Se sentó, tomó aire y le tocó a Jessie en el hombro.

– ¡Ay! -gritó la niña, y se dio la vuelta hacia Molly-. Caramba, ni te había oído entrar.

– No me sorprende. ¿Puedo bajar la música? -le preguntó Molly, señalando los altavoces del iPod.

Jessie asintió.

– Supongo que sí. Pero eso no significa que vaya a hablar de Seth.

– ¿Y por qué piensas que quiero preguntarte por él?

– Entonces, ¿para qué has venido?

– Tu mejor amigo ha desaparecido. Me parece que debes de estar muy preocupada, así que he venido a verte, eso es todo. Es algo que hacen las hermanas, como compartir la ropa -dijo Molly, e inspiró profundamente-. Creía que habíamos llegado a ese punto. ¿Me equivoqué?

Jessie negó con la cabeza.

– Me caes bien.

– No sabes lo mucho que eso significa para mí.

– Creo que sí. He conocido a tu madre, ¿no te acuerdas?

Pese a todo, Molly se rió.

– Bueno, ¿cómo estás?

Jessie se incorporó, dobló las rodillas y apoyó en ellas la barbilla.

– Estoy preocupada y asustada.

– Deja que te pregunte una cosa. Eres la mejor amiga de Seth. Tienes que saber más de lo que parece. Sólo quiero que me digas algo: ¿está en un lugar seguro?

Jessie asintió lentamente.

– Bueno, eso está bien.

– Ahora deja que yo te pregunte algo.

– Adelante.

– Si supieras algo que podía hacerle daño a alguien a quien quieres, pero que pudiera ayudar a alguien a quien también quieres, ¿lo contarías y harías daño a una persona con tal de ayudar a la otra? -inquirió Jessie con una mirada solemne.

– Esa es la pregunta más enrevesada que he oído nunca, pero creo que la entiendo.

– ¿De verdad? -preguntó Jessie con los ojos llenos de lágrimas.

Molly se inclinó hacia su hermana.

– Sabes algo, y si me lo dices, vas a traicionar la confianza de tu amigo.

– Es peor que eso. Si te lo digo, Seth podría sufrir de verdad. Pero si no te lo digo, puede que sufra otra persona. ¿Cuánto confías en Hunter?

Molly sacudió la cabeza.

– No cambies de tema, Jessie. Estoy confusa. Tienes que decírmelo. Seth está por ahí solo, y nadie puede ayudarlo.

– No lo había pensado así. Entonces, ¿puedo decírtelo y no sentirme mal, porque es por el bien de Seth?

– Escucha, hubo una cosa que no le dije a Hunter y debería haberle dicho. Él se enfadó conmigo. Me costó bastante que me perdonara.

– ¿Y lamentas no habérselo dicho?

Molly asintió.

– Sí.

– Quizá si te lo digo, Seth no me lo perdone nunca.

– Es un riesgo que debes correr. Pero lo estás haciendo porque te importa. No le dije nada a Hunter porque no confié lo suficiente en él. Me equivoqué. Tú no deberías equivocarte.

– ¿Por qué eres tan agradable conmigo? -le preguntó Jessie de repente.

– ¿Porque me gustan las niñas mimadas? -dijo Molly, y sonrió-. No, en serio. Porque eres de mi familia, y yo nunca había tenido una familia. Sólo quiero caerte bien y que confíes en mí.

– ¿En serio? -preguntó Jessie-. ¿De verdad te importa lo que piense de ti?

De repente, cuando Molly miraba a Jessie, se vio a sí misma, sus inseguridades y sus miedos, y todo lo demás. No era raro que Jessie hubiera actuado como lo había hecho cuando ella había llegado a su casa. Molly había creído que entendía los sentimientos de Jessie, pero se dio cuenta de que no tenía ni idea de cuáles eran. Sin embargo, en aquel momento, no sólo entendía a Jessie, sino que le tenía mucho cariño.

– Cuéntamelo, Jessie.

– ¿Me prometes que no lo dirás a menos que yo te dé permiso?

Molly asintió. No tenía otro remedio.

Jessie tomó aire y dijo:

– Seth dice que mató a su padre accidentalmente. Sólo quería proteger a su madre, y contaba con que Hunter podría poner en libertad a papá. Cuando oyó a Hunter decir que el caso era difícil, y se fijó la fecha para la vista, a Seth le entró miedo y se marchó.

Molly intentó tragar saliva, pero no pudo.

– ¿Puedes repetirlo? No, espera, no lo repitas -dijo. Alzó una mano e intentó recuperar la respiración-. Necesito un minuto para asimilarlo.

¿Seth había matado a su padre? Oh, Dios Santo.

– Tenemos que hablar con Hunter. No sólo por el bien de papá, sino también por el de Seth.

– ¡No! -exclamó Jessie, sacudiendo las manos frenéticamente en el aire-. No puedes decírselo a nadie -dijo. Le agarró el brazo a Molly y se lo apretó-. ¿Me lo prometes?

Molly no podía hacer semejante promesa sin traicionar todo aquello en lo que creía. Sin embargo, le había prometido a Jessie que no revelaría su secreto sin permiso. Se mordió el labio. ¿Qué haría su padre si estuviera en su lugar?, se preguntó.

Sin duda, si el general supiera la verdad se confesaría responsable del crimen con tal de proteger a Seth. Pondría a su familia por delante. Aquél era su código moral, y Molly lo entendía.

Sin embargo, sentía el impulso irrefrenable de salir corriendo a decirle a todo el mundo la verdad. La justicia lo exigía. La honestidad lo exigía también.

Hunter se lo exigiría, pensó.

Miró la mano de Jessie, que aún la agarraba del brazo. Lentamente alzó los ojos y vio la cara de su hermana, llena de lágrimas. La cara de una niña que finalmente había depositado en Molly su fe y su confianza.

Lealtad hacia alguien de su familia u honestidad y confianza en Hunter. De nuevo, Molly se enfrentaba a una de las decisiones más difíciles de su vida, salvo que en aquella ocasión sabía lo que debía hacer. Y hacerlo, posiblemente, destruiría la familia que significaba todo para ella, y la vida por la que había trabajado tanto.

– ¿No lo dirás? -le preguntó Jessie.

Molly suspiró.

– No lo diré -respondió, mirando a los ojos a su hermana mientras le mentía.


Hunter se pasó una mano por los ojos y bostezó. Estaba agotado, pero sabía que lo peor estaba por llegar. Se estiró en la silla del escritorio, en su habitación, y comenzó a hacer una lista de cosas por hacer, comenzando con una petición para que se retrasara la vista. Nadie de aquella casa podía enfrentarse a algo tan importante con Seth desaparecido. Tomó el teléfono y llamó a su oficina para decirles que prepararan la solicitud rápidamente.

– Esta familia no tiene descanso -murmuró después de colgar.

– Los descansos son para los cursis -graznó Ollie.

Hunter miró hacia la jaula del pájaro.

– Se me había olvidado que estás ahí.

– Vivo aquí, vivo aquí -dijo el guacamayo.

Alguien llamó a la puerta, y Molly entró un segundo después. Al ver la palidez de su rostro, Hunter supo que algo no marchaba bien.

– ¿Qué ocurre? -le preguntó.

– Creo que voy a vomitar.

Él se levantó y se acercó a ella rápidamente. La tomó de la mano y la llevó hasta el sofá.

– Explícame qué ocurre.

Ella tomó aire.

– Si lo hago, voy a traicionar la confianza de Jessie y destruiré los progresos que hemos hecho en nuestra relación, y seguramente también cualquier esperanza de tener un lazo fraternal con ella.

Hunter suspiró. El hecho de que Molly le estuviera revelando que tenía algo que decir era un gran avance. La última vez se había mantenido en silencio y no había confiado en absoluto en él. Sin embargo, Daniel no debía dejarse llevar por el entusiasmo en aquel momento. Se concentró en la situación.

– ¿Qué pasa si guardas el secreto?

– Devastación completa -respondió ella-. Dios, qué horror.

– No puedo decirte lo que tienes que hacer, pero me alegro de que hayas venido directamente a verme en vez de guardártelo todo -dijo él, y le apartó el pelo de la cara-. ¿Dónde está Seth?

– No sé dónde está Seth.

Él permaneció en silencio, con la esperanza de que ella le contara la verdad por sí misma.

– Seth mató a Paul Markham. Jessie me ha dicho que fue accidental, pero cuando se fijó la fecha de la vista, a Seth le entró pánico y huyó -dijo Molly.

Hunter no necesitó tiempo para asimilar la noticia. Lo entendió todo al instante.

– Dios mío, ¿el chico mató a su propio padre?

Molly asintió. Tenía una expresión de tristeza en el semblante, de preocupación y de angustia por haber traicionado la confianza de Jessie.

Él le apretó la mano.

– No te quedaba más remedio que decírmelo.

– Cuéntale eso a Jessie.

– No te molestes. Lo he oído por mí misma -dijo Jessie desde la puerta.

Molly sacudió la cabeza. La mirada abatida y asombrada de su hermana daba a entender cómo debía de sentirse.

– Jessie, no tenía elección.

– Yo sí. Yo pude elegir y elegí confiar en ti. Soy idiota por haberlo hecho. Eres una mentirosa.

– Eh, eso está fuera de lugar -dijo Hunter, que salió en defensa de Molly-. Ésta es una situación complicada…

– No te molestes en defenderme. Jessie tiene todo el derecho a estar dolida y enfadada.

Hunter hubiera querido librarle de su sufrimiento, pero sabía que Molly debía hacerle frente al enfado y el dolor de Jessie para resolverlos. Tuvo que resignarse a permanecer en silencio, al menos por el momento.

– Entonces, toda esa historia de que lamentabas no haberle dicho algo a Hunter era mentira, ¿no? Sólo querías que te dijera mi secreto -dijo Jessie, cruzándose de brazos y lanzándole a Molly una mirada de resentimiento.

– No, eso era cierto. Todo. Tú tenías que decirme la verdad. No es posible que pensaras permitir que papá fuera a la cárcel por un asesinato que no ha cometido -le dijo Molly suavemente.

La adolescente negó con la cabeza.

– Pero Seth tampoco puede ir a la cárcel -dijo con la voz temblorosa. Se apoyó en la pared y se deslizó hasta quedar sentada en el suelo con las rodillas encogidas.

Hunter decidió que era hora de intervenir.

– Eso no va a pasar, si es que yo tengo algo que ver. Pero, para protegerlo, necesito saber dónde está. Tengo que oír la historia de sus labios y pensar en la mejor estrategia.

Se acercó a Jessie y se arrodilló a su lado.

– Eres demasiado joven como para llevar a solas un secreto así. Lo sabes. Por eso confiaste en Molly, porque tenías que decírselo a alguien. Y ella no podía ocultar algo tan importante, porque os quiere a Seth y a ti, y también a tu padre. ¿Entiendes lo que te estoy diciendo?

Jessie asintió sin mirarlo.

– Eso no significa que no esté enfadada.

Hunter entendió que la niña necesitaba tener la última palabra con su hermana.

– ¿Crees que puedes decirme dónde está Seth?

– Está en la iglesia que hay junto a la oficina de papá -murmuró Jessie, apoyando la frente en las rodillas. Hunter la oyó de todos modos.

– Gracias -le dijo, y le tocó el hombro para reconfortarla-. Has sido muy valiente al contárnoslo todo.

Él miró a Molly, que también lo estaba mirando a él con los ojos muy abiertos. Lentamente, se levantó de su posición y le hizo un guiño, intentando decirle sin palabras que todo iba a salir bien.

Sólo esperaba que pudiera cumplir su promesa.


Le dijeron a Frank y a Sonya que sabían dónde estaba Seth, pero Hunter insistió en ir solo a buscar al chico para poder hablar con él y después llevarlo a casa. Molly se imaginó que quería aproximarse a Seth como amigo y como abogado, para que el niño no siguiera viviendo en un estado de pánico y culpabilidad. Nadie mencionó todavía el papel de Seth en el asesinato de Paul. Era él mismo quien debía contarlo.

Molly estaba ansiosa, pero aceptó quedarse en casa. Después de todo, si Sonya podía esperar a que llevaran a su hijo a casa, Molly no iba a ser menos.

Quería ser una buena chica y quedarse con su familia hasta que Hunter abrió la puerta principal, con las llaves del coche de Molly en la mano. Su madre entró en la casa sin invitación, vestida como una diva de telenovela, con un vestido rojo y unos zapatos de altísimo tacón, y unos pendientes de diamantes colgándole de las orejas bajo el gran peinado.

– ¿Es que en esta familia nadie tiene modales? -preguntó Francie al grupo que estaba reunido en la sala de estar-. He llamado y he dejado mensajes en el contestador. Incluso he hablado con la madre de Frank, y le pedí que Molly me llamara. ¿Y he tenido noticias de alguien?

Frank se acercó a ella.

– Creo que todo el mundo tiene preocupaciones más importantes en este momento.

Molly no estaba dispuesta a soportar el comportamiento insensible de su madre en aquel instante.

– He recibido los mensajes, pero no he tenido tiempo de responderte.

Francie caminó hacia ella, imperturbable.

– Bueno, pues me alegro de haber decidido venir aquí y hablar contigo, o quién sabe cuándo te habrías puesto en contacto conmigo.