Kasey tuvo que reprimir una amarga carcajada. ¡Si Jessie supiera lo absurda que era aquella conversación! ¿Embarazada? ¿Trabajando en ello? Era poco factible que ella concibiera un hijo habiendo compartido el lecho conyugal con su esposo una sola vez. Sin embargo, parte de la teoría de Jessie era correcta. Kasey había echado de menos a Jordan.

– Ya basta, Jessie -Mike amonestó al ama de llaves-. La pobre Kasey está avergonzada. Todo ocurrirá a su debido tiempo.

En ese momento sonó el timbre del teléfono y Jessie fue a contestar la llamada.

Mike y Jordan iniciaron una conversación sobre la aridez de la campiña circundante.

Kasey se apoyó contra el respaldo de su silla, no era capaz de atender a la conversación; sólo era consciente de su propia tensión y de la inquietud que experimentaba ante la profunda y vibrante voz de su esposo.

Jordan volvió a hablar; cruzó una pierna sobre la otra, y se estremeció de deseo. Aquel sentimiento la cogió de sorpresa y tuvo que hacer un esfuerzo para concentrarse en lo que decían los hombres.

– Fui un verdadero tonto -estaba diciendo Mike a su yerno-. Salté de mi caballo como si fuera un mozalbete y lo siguiente que supe fue que me había roto la pierna. Y escogí el momento más inoportuno para mi «hazaña», Peter y su esposa están en los Estados Unidos, y Greg en Winterwood de manera permanente.

Jordan asintió mientras Jessie volvía en ese momento, con otra tetera humeante en las manos. La buena mujer sacudió la cabeza.

– Era la chismosa de Norma Main. El ama de llaves de la granja Winterwood, nuestros vecinos -añadió para información de Jordan-. Me ha llamado con el pretexto de comprobar una receta de cocina que yo le había dado, pero lo único que quería saber era si estaba aquí Jordan. Me ha dicho que alguien le ha comentado que el piloto había dicho que el esposo de Kasey había venido a vernos.

Jordan arqueó las cejas asombrado.

– Las noticias viajan rápido -comentó.

– Y hablando de noticias -dijo Jessie-, Greg y Paula han llegado esta mañana de Perth.

Kasey se puso tensa; intentó no cambiar de expresión bajo la perspicaz mirada de Jessie. No pudo volverse a mirar a Jordan.

– Supongo que te acuerdas de Greg, estuvo en vuestra boda -Jessie se volvió hacia Jordan.

– Sí, lo recuerdo.

– Greg es como un hermano para Kasey y Peter -continuó Jessie-. Paula, la prometida de Greg, lo convenció de que fuera a ver a sus padres para zanjar viejas diferencias. Hace casi doce años que no veía a su familia. Han estado en Perth cerca de una semana -Jessie se volvió hacia Kasey-. Parece que sus padres han accedido a venir a la boda. Paula está encantada.

Aunque no la miró, Kasey supo que la anciana la estaba observando fijamente y se puso lentamente de pie.

– Se está haciendo tarde y necesito ducharme y cambiarme antes de ayudarte a preparar la cena -se encaminó a la puerta.

– También a mí me gustaría ducharme -dijo Jordan, poniéndose de pie a su vez-. Así que podías enseñarme mi habitación.

Kasey miró a Jessie, estaba a punto de preguntarle qué cuarto le había asignado a Jordan cuando Jessie comentó:

– He puesto a Jordan en el cuarto verde -sonrió-. Y también he cambiado tus cosas a esa habitación, Kasey. Estaréis más cómodos en una cama de matrimonio.

Capítulo 9

Kasey miró al ama de llaves sonrojada.

– No deberías haberlo hecho, Jessie -dijo con voz tensa.

¿Cómo diantres iba a enfrentarse a esa nueva situación? Todo se le iba escapando del control.

– ¡Tonterías! -Jessie desdeñó sus protestas.

– Pero Jordan y yo… es decir… -Kasey aspiró profundamente-. Últimamente no duermo muy bien y no quiero molestar a Jordan.

– El cuarto verde estará bien, Kasey -dijo-. No me mimes tanto -y se volvió hacia Jessie-. Siempre es tan considerada -otra vez miró a su esposa con una sonrisa beatífica-. Pero ya sabes que no importa que me despiertes por la noche.

Kasey no pudo decir nada. La seductora sonrisa de su esposo le robó el aliento y sus palabras, encendieron en el interior de la joven un fuego que amenazaba con extenderse por todo su ser. Sería tan fácil dejarse llevar, rendirse a la sensual promesa que él ofrecía. Pretender. ¿Podría ella…?

Jessie estaba encantada. Jordan avanzó y cogió del brazo a Kasey.

– ¿Quieres acompañarme a nuestro dormitorio?

La leve presión de los dedos de su esposo sacó a Kasey de su estupor y avanzó con él hacia la casa. Jordan la soltó en cuanto Mike y Jessie ya no pudieron verlos.

¿Por qué estás aquí? Quiso gritarle Kasey. Una vez más, Jordan aparecía para complicarle la vida.

– Lo siento -Kasey se asombró ante la calma de su voz-. Ni siquiera se me había ocurrido pensar en… -calló e hizo un movimiento de desaliento con la mano.

– En dónde iba a dormir yo -Jordan terminó la frase-. Es natural que hayan supuesto que dormiríamos juntos -añadió con desenfado.

– ¿Pero qué vamos a hacer? -Kasey abrió la puerta del cuarto verde y entró.

La habitación era grande y daba a una terraza. Había dos viejos armarios de cedro en una pared y Kasey percibió el aroma del aceite para muebles que Jessie usaba. El lecho parecía suave y acogedor.

Kasey cerró los ojos, respiró hondo y luego se volvió para enfrentarse a su esposo.

Jordan se estaba desabrochando la camisa; la blancura de la tela hacia un intenso contraste con el bronceado del pecho.

– ¿Qué haces? -preguntó ella.

– Voy a ducharme, y normalmente suelo desnudarme antes de hacerlo -dijo con una semisonrisa irónica-. Supongo que el cuarto de baño está aquí al lado.

– Sí. Pero no puedes… quiero decir… no podemos…

Jordan se sacó la camisa del pantalón y después de quitársela, la dejó sobre el respaldo de una silla.

Kasey no podía quitar la vista del pecho de su esposo.

De repente, Kasey sintió seca la boca y se humedeció los labios con la punta de la lengua. Un deseo desgarrador la impulsaba a recorrer la distancia que la separaba de su esposo para estrecharse contra él y sentir el roce de su cuerpo.

– No iba a sugerir que nos ducháramos juntos -comentó él, interpretando mal la palidez de su esposa. Fue hacia el armario, para coger una de sus camisas limpias que Jessie había colgado allí.

Kasey lo miró en silencio, hipnotizada por el juego de músculos de su espalda.

– ¿O ha sido ese nuestro problema, Kasey? A lo mejor deberíamos habernos bañado juntos desde el principio -se volvió a mirarla, y dejó la camisa en el borde de la cama.

Kasey se ruborizó. Jordan estaba jugando con ella; podía verlo en sus ojos, en el brillo burlón que encendía su profundidad azul.

– Podríamos remediarlo -susurró él.

– ¡No seas absurdo! -Kasey se cruzó de brazos, cuando Jordan deslizó la mirada por el cuerpo de su esposa-. Utilizaré mi propio cuarto de baño y dormiré en mi antiguo dormitorio -declaró. Luego se volvió dispuesta a salir de la habitación.

– ¡Kasey! -el grito de Jordan la detuvo-. A menos que quieras enfrentarte a las preguntas de Jessie, te sugiero que duermas aquí.

– ¿Y tú en dónde vas a dormir?

– Aquí también.

– Pero… yo no puedo…

– ¡Por todos los santos! -explotó Jordan-. Estarás a salvo, no te preocupes -la espetó con irritación-. Te juro que no tengo intención de atentar contra tu pudor -le dirigió una mirada penetrante.

– Yo no he dicho que… pues… que fueras a intentarlo -farfulló Kasey, hundiendo las trémulas manos en los bolsillos de sus vaqueros, mientras el recuerdo de su noche de bodas revoloteaba en su memoria.

– Bien, si eso está claro, lo mejor será que nos comportemos como seres civilizados ¿te parece? -caminó hacia ella, desabrochándose el cinturón y Kasey se volvió y huyó hacia su habitación.

– ¡Adultos civilizados! -masculló la joven para sí.

Se sentía como una adolescente asustada. Cerró los ojos y dejó que el agua de la ducha le cayera sobre el rostro, y en su mente se presentó la perturbadora imagen de Jordan, desnudo, deslizándose en la cama junto a ella.

¿Deberían bañarse juntos? En ese momento casi podía sentir las manos de Jordan recorriendo su cuerpo. Su suave, sensual gemido la sacó de sus fantasías.

¡Debía estar loca! Parecía que la estaba afectando el calor. Furiosa consigo misma, cerró los grifos del agua y salió de la ducha. Sacó una toalla de baño y comenzó a secarse con innecesario vigor.

Se puso unos pantalones cortos de color beige y una blusa a juego. Descalza, bajó a la terraza. Apoyó la mejilla contra el poste de la balaustrada y suspiró.

Hacía menos de un mes, pensaba que nunca se recobraría del dolor que Greg le había infligido. Sin embargo, la vida había seguido su curso. La noche que Greg había ido a verla a su apartamento, la había puesto en el camino que la llevaría al desastroso matrimonio con Jordan. Un error tras otro. ¿Sería ése su destino?

– Hola, Kasey.

El sonido de su nombre la sobresaltó; se incorporó, y se volvió hacia el hombre que acababa de llegar montando a caballo.

– Siento haberte asustado. Creí que me habías visto.

– No… no importa. Debía estar soñando despierta. ¿Cómo estás, Greg?

Greg se encogió de hombros.

– Bien -la miraba con expresión reservada-. Tienes buen aspecto -añadió, recortando las riendas de su montura cuando el animal se inquietó-. Parece que la vida de ciudad te sienta bien.

Kasey inclinó la cabeza. Era evidente que Greg no la podía ver con claridad desde donde estaba.

– Quizá sea la vida de casada -declaró desafiante e inmediatamente se arrepintió al ver a Greg apretar los labios con enfado-. Y hablando de esas cosas, ¿qué tal van tus planes de boda?

– Bien -respondió Greg-. Paula se está encargando de todo. Yo me contentaré con firmar los documentos.

Kasey lo observó detenidamente. Parecía insatisfecho, amargado.

Si no estaba contento con su vida, él era el único culpable, se dijo Kasey. Greg había escogido su propio camino y ya era demasiado tarde para cambiar de idea.

– ¿Cómo está Mike? -preguntó él.

– Bien, aunque un poco fastidiado por tener que quedarse todo el día en casa -aquel tema de conversación era terreno neutral-. Si quieres saludarlo, está en el porche.

Greg frunció un poco el ceño.

– En realidad he venido a verte a ti -bajó del caballo, lo ató bajo la sombra de un árbol y dejó su sombrero en la cabeza de la silla de montar. Mientras ascendía por los escalones hacia Kasey, se pasó los dedos por el pelo. Se detuvo a unos centímetros de ella-. Norma Main me ha dicho que llegaste un día después de que yo me fuera con Paula a Perth.

Kasey retrocedió un paso y se apoyó contra el poste de la balaustrada.

– Sí. Jessie me ha comentado que fuiste a ver a tus padres.

– Fue idea de Paula.

– ¿Se han alegrado de verte? -preguntó Kasey, mientras trataba de analizar sus sentimientos por el hombre que tanto había significado para ella. Su primer amor. Habían cabalgado juntos, nadado en el mismo estanque. Sin embargo, en ese momento le resultaba imposible revivir el pasado.

– Pues… sí. Supongo que sí. Por lo menos, mi madre se ha alegrado. Al principio hubo algo de tensión, pero al final hemos conseguido hacer las paces.

– Me alegro.

– Me ha encantado volver a ver a mi hermano. Se ha casado y tiene tres hijos ya -Greg hizo una pausa-. A todo el mundo le ha encantado Paula -escudriñó con la mirada a su interlocutora, como buscando alguna reacción. ¿Celos, quizá?

En otras circunstancias, Kasey se habría sentido ofendida. ¿Cómo se atrevía a mirarla así?

Le devolvió la mirada con firmeza desafiante y por primera vez advirtió la inmadurez, la debilidad de Greg, que ella había tomado anteriormente como encanto juvenil. El héroe al que durante tantos años había admirado. ¿Cómo podía haber estado tan equivocada?

Greg era guapo, pero su atractivo un tanto blando resultaba insulso comparado con la masculina fuerza de Jordan. Siempre terminaba haciendo comparaciones y, claro, Jordan salía con ventaja. Pero, de no haber sido por Greg, nunca se habría casado con Jordan.

Y el sábado, Greg se casaría con Paula. Kasey había aceptado la invitación a la boda, pero ya no le importaba nada asistir o no.

– A mi padre le ha deslumbrado -decía Greg, sin dejar de mirar a Kasey con fijeza.

– Paula es una chica muy atractiva -dijo Kasey con sinceridad.

– Akoonah Downs ha cambiado mucho desde que te fuiste -susurró Greg, cambiando de táctica. Kasey sonrió.

– Jessie me ha comentado que no te han visto mucho por aquí. Por lo que me han comentado, has estado muy ocupado desde que tomaste las riendas de la granja.

– Henry tiene artritis, así que… -Greg se encogió de hombros y se interrumpió.