– Mmm -gruñó el anciano.

– Y cuida de mi huerto, Berikos. Mis huesos son casi tan viejos como los tuyos. No me gusta ir arriba y abajo, arrancando malas hierbas, sachando, trasplantando. Cailin ahora lo hace por mí. Aprende de prisa. Nuala la ha llevado a cuidar de las ovejas. Cailin también cuida de Brenna. Kyna la educó bien. Es una buena chica, pero debemos encontrarle un marido. Brenna no vivirá mucho, y cuando muera, a Cailin le parecerá que no tiene a nadie.

– Nos tiene a nosotros -replicó Berikos con aspereza.

– No será suficiente -declaró Ceara.

– Bueno -dijo el jefe dobunio, -al menos se está ganando el pan, si puedo creerte, Ceara.

– No soy esposa proclive a mentir, Berikos -espetó Ceara. -Debes mirar a tu catuvellaunia si quieres encontrar mentiras.

– ¿Por qué no puedes llevarte bien con Brigit? -rezongó él.

– Porque ella no me tiene respeto, y tampoco a Maeve. Se aprovecha de ti, Berikos, y tú dejas que lo haga. Apela a tu lado oscuro y te incita a hacer cosas que jamás habrías hecho antes de casarte con ella. Es malvada y demasiado ambiciosa para ser la esposa de un jefe dobunio. Pero ¿por qué malgasto palabras ha blando contigo? Tú no quieres oírlas. Jamás te he mentido, Berikos. Cailin es una buena chica -finalizó Ceara con suavidad.


A mediados de junio la espelta, una especie de trigo temprano, fue recogido. A finales de julio se recogió el einkorn, una variedad de trigo de un solo grano, junto con la cebada, el centeno y el mijo. El grano que había que conservar para sembrar o permutar era colocado en silos de piedra subterráneos, cerrados con arcilla. El grano para uso cotidiano se guardaba en los graneros. El heno se cortaba y se ponía a secar sobre rejillas de madera.

Nuala y Cailin recogían hojas de glasto, llenando con cuidado sus toscos cestos; aplicándoles un tratamiento, se convertían en un maravilloso tinte azul por el que los celtas eran célebres. También desenterraban raíces de rubia, que producían un excelente tinte rojo. Cuando se mezclaban los dos, el resultado era un color púrpura muy solicitado. Los colores serían utilizados en las prendas de vestir confeccionadas con el lino y cáñamo que también recogían.

El 1 de agosto se celebraba la fiesta del gran dios del sol celta, Lug. Era señalado en toda Britania por una tregua militar general entre las tribus. Hecha la principal recolección, habría una gran reunión de todos los dobunios de la colina, con juegos, carreras, música y recitales de poesía. Cailin estaba familiarizada con el festival, pues en Corinio también se celebraba una fiesta en honor del Lug.

Se preguntó si alguna vez volvería a ver la ciudad. Poco después de la muerte de su familia, sus tíos Epilo y Lugotorax habían viajado a Corinio para enterarse de lo que se decía de las muertes de Gayo Druso y su familia. Se detuvieron en la principal taberna y mencionaron al tabernero la villa arrasada por el fuego que habían visto a unos kilómetros de la ciudad.

– Parece que ha habido un incendio reciente -dije Epilo con indiferencia.

– ¿Alguien resultó herido? -preguntó Lugotorax.

El tabernero, alma chismosa con poco trabajo aquel día soleado, respiró hondo y respondió.

– Fue una gran tragedia. La villa pertenecía a Gayo Druso Corinio. Su familia se remontaba a la época de emperador Claudio, cientos de años atrás. Gente agradable. Una familia muy respetable, en verdad. Tenía tres hijos, dos chicos y una chica. Y también vivía con ellos la madre de la esposa. Ahora todos están muertos. La villa se incendió en el último Beltane y toda la familia pereció.

– Entonces ¿la tierra está en venta? -pregunto Epilo.

– No -respondió el tabernero. -Lo que fue mal; suerte para Gayo Druso Corinio fue buena para su primo Quinto Druso. Ese joven vino de Roma hace un par de años y se casó con la hija del magistrado jefe de Corinio, una mujer rica. Ahora él ha heredado las tierras que pertenecían a Gayo Druso Corinio. Bueno, y; saben lo que se dice, amigos: la riqueza llama a la riqueza, ¿eh?

Cuando viajaban de regreso a su aldea, Epilo comentó:

– Me gustaría esperar una noche oscura a ese tal Quinto Druso y rebanarle la garganta. Asesinar a la familia fue algo horrible, pero recuerda lo que nos contó Brenna que le hicieron a nuestra hermana Kyna antes de morir.

– Matar a Quinto Druso no devolverá a nuestra hermana y su familia al mundo de los vivos -replico Lugotorax a su hermano. -Ahora tenemos que pensar en Cailin. Ceara dice que Brenna no vivirá mucho. Hemos de encontrar un buen marido para nuestra sobrina.

– Quizá en los festejos en honor de Lug-observó Epilo pensativo, -cuando todos los dobunios de la colina estén reunidos. ¿Crees que alguno de los hijos de nuestros hermanos sería adecuado para la muchacha? Quienquiera que sea, ha de ser un hombre con propiedades. A pesar de lo que padre diga, Cailin lleva nuestra sangre.

Un grupo de extranjeros, gente oscura con ropa de colores, que viajaba en tres carretas cerradas, llegaron a la aldea de Berikos la noche antes de la festividad de Lug. Debido a la fecha, fueron recibidos cálidamente e invitados a quedarse a los festejos.

– Gitanos -dijo Nuala. -Son muy buenos con los caballos, y se dice que algunos incluso poseen el don de la profecía.

A la mañana siguiente, cuando comenzaron las celebraciones, una anciana arrugada del grupo de gitanos se instaló bajo un pequeño toldo y se ofreció a adivinar la fortuna a cambio de otras cosas.

– ¡Oh! -exclamó Nuala excitada. -¡Vamos a que nos adivinen el futuro, Cailin! Quiero saber si tendré un marido joven y guapo sediento de mí. -Al ver la expresión asombrada de Cailin, Nuala ahogó una risa traviesa. -Los celtas hablamos sin rodeos -explicó a su prima.

– No tengo nada que ofrecer a la anciana -dijo Cailin. -De no ser por tu abuela, sólo tendría la túnica que llevaba cuando llegué. Las únicas joyas que poseo son los pendientes y el broche de oro y esmaltes que llevaba en la fiesta de Beltane. Ve tú, Nuala, a que te adivinen el futuro. Yo escucharé.

– Dale un bote de ese ungüento que te enseñé a hacer -dijo Nuala. -Será más que suficiente, te lo aseguro. Iremos juntas, pero yo entraré primero y le daré esta aguja de bronce y esmaltes. Es realmente hermoso, pero ya no me gusta.

Las dos primas se acercaron al toldo. La mujer que estaba debajo era sin duda una criatura de aspecto anciano. Sus negros ojos las examinaron cuando llegaron a ella. Parecía una tortuga asoleándose sobre una roca a principios de primavera, pensó Cailin.

– ¡Venid! ¡Venid, guapas! -les saludó. -¿Queréis que la vieja abuelita os adivine el futuro?

Sonrió, mostrando una boca sin dientes.

Nuala le tendió el alfiler y la anciana lo cogió, lo examinó con atención e hizo un gesto de asentimiento.

– Nadie hace un mejor trabajo de esmaltes que vosotros los celtas -dijo con admiración. -Dame la mano, muchacha. Veremos qué te reserva la vida. -Cogió la mano de Nuala y miró con atención la palma. -¡Ahhh! -exclamó, y volvió a mirar la mano. -¡Sí! ¡Sí!

– ¿De qué se trata? -preguntó Nuala. -¿Qué ves, anciana?

– Un hombre fuerte y guapo, muchacha, y no sólo uno. Serás esposa de dos hombres. Tendrás muchos hijos y nietos. ¡Ay! Vivirás muchos años, niña. No siempre será una vida fácil, pero no serás infeliz.

La gitana soltó la mano de Nuala.

– ¿Dos maridos? -Nuala parecía perpleja y ahogó la risa. -Bueno, si uno es suficiente, estaré encantada de tener otro. ¿Y muchos hijos, dices? ¿Estás segura?

La anciana asintió con vigor.

– Bueno -prosiguió Nuala, -es un buen destino y seré feliz. ¿Qué mejor para una muchacha que casarse y tener hijos? -Empujó a Cailin con suavidad. -¡Ahora dile el futuro a mi prima! Tiene que ser al menos tan bueno como el mío. ¡Dale el ungüento, Cailin!

Cailin entregó el pequeño bote de piedra a la gitana, quien cogió la mano de la joven y la examinó.

– Hace poco has burlado a la muerte -dijo la adivinadora. -La burlarás más de una vez, muchacha, antes de que llegue tu hora. -Miró a Cailin a la cara y ésta se estremeció. La gitana volvió a mirarle la palma. -Veo a un hombre; no, más de uno. -Meneó la cabeza. -Torres doradas. ¡Ay, aquí hay demasiada confusión! No veo lo que necesito ver. -Dejó la mano de Cailin. -No puedo adivinar más, muchacha. Lo siento. Toma tu ungüento.

– No -repuso Cailin. -Guárdalo si puedes decirme una sola cosa, anciana. ¿Perderé pronto a un ser querido?

La gitana volvió a coger la mano de Cailin y dijo: -Recientemente has perdido a varios seres queridos, muchacha, y sí, el último lazo que te une a tu antigua vida pronto será cortado por la muerte. Lo siento por ti.

– No lo sientas -le dijo Cailin. -No has hecho más que confirmar lo que mi voz interior me dice. Que tus dioses te protejan.

Se dio la vuelta y se alejó, Nuala detrás de ella.

El rostro de la muchacha más joven mostraba preocupación.

– Es Brenna, ¿verdad? -preguntó.

Cailin asintió.

– Trato de poner buena cara por ella -dijo. -En mi presencia todos fingen que no se dan cuenta, pero todos lo sabemos, incluso la abuela. He vivido con ella toda mi vida. Me salvó de la muerte y me trajo a un lugar seguro. Deseo tanto que se ponga bien y viva muchos años más, pero no será así, Nuala. Se está muriendo cada día, y a pesar de todo mi amor no puedo ayudarla.

Nuala rodeó los hombros de su prima e intentó consolarla.

– La muerte no es más que el umbral entre esta vida y la siguiente, Cailin. Tú lo sabes, entonces ¿por qué te apenas antes de que Brenna siquiera haya dado el primer paso para cruzarlo?

– Me apeno porque no puedo dar ese paso todavía, Nuala. Me quedaré sola a este lado de la puerta mientras mi familia vive en el otro. Echo de menos a mis padres y mis hermanos.

No había nada que Nuala pudiera decir para consolar a Cailin, y por tanto se quedó callada. Ella tenía a toda su familia con ella. Apenas podía imaginar cómo sería vivir sin la familia de una, y ese pequeño esfuerzo de la imaginación estuvo a punto de hacerla llorar. Para cambiar de tema, sugirió:

– Vamos a ver las carreras. Mi hermano Corio es muy rápido. Todos los jóvenes de las otras aldeas intentarán ganarle.

– ¿Y no lo conseguirán? -preguntó Cailin con una leve sonrisa. El amor de Nuala por su hermano rozaba la adoración.

– Nadie puede ganar a Corio -sentenció Nuala con orgullo.

– ¡Yo puedo! -exclamó una joven voz, y las primas se volvieron sorprendidas. Era un muchacho de cabello oscuro sujeto en la nuca con una correa de cuero.

– Bodvoc el fanfarrón -se burló Nuala. -No pudiste vencer a mi hermano en las últimas fiestas de Lug. ¿Por qué crees que ahora puedes hacerlo?

– Porque este año soy más rápido -respondió Bodvoc, -y cuando gane la carrera, Nuala, me recompensarás con un beso.

– ¡Claro que no lo haré! -replicó Nuala indignada, enrojeciendo, pero Cailin observó que su protesta en realidad no era tan firme como quería aparentar.

Bodvoc sonrió, seguro de sí mismo.

– Sí lo harás -dijo; luego se alejó para reunirse con los otros jóvenes que se preparaban para participar en la carrera.

– ¿Quién es? -preguntó Cailin.

– Bodvoc. Su padre es Carvilio, jefe de una de las aldeas de nuestro abuelo. Tu madre tenía que haberse casado con Carvilio, pero cuando ella eligió a tu padre, él se casó con una mujer catuvellaunia. Bodvoc es el último de sus hijos.

– A Bodvoc le gustas, Nuala -bromeó Cailin.

Nuala ahogó una risita.

– Bueno -concedió, -es guapo.

– Y sospecho que tiene una insaciable sed de tu cuerpo. ¿Podría ser el primero de tus maridos?

– Oh, no comentes a nadie que la gitana ha dicho que tendré dos maridos -rogó Nuala. -Ningún hombre querrá arriesgarse conmigo si cree que eso le acortará la vida. ¡Y entonces moriré solterona!

– No lo diré -prometió Cailin, -pero vayamos a ver la carrera y comprobemos si realmente le debes un beso a Bodvoc.

Nadie creía que Corio pudiera ser derrotado, pero para sorpresa de todos, Bodvoc terminó un cuerpo por delante del campeón. Vestido sólo con unos calzoncillos de cuero, empapado de sudor su musculoso pecho a causa del esfuerzo, se acercó con grandes pasos a una Nuala sorprendida.

– Me debes un beso, Nuala de los ojos azules -dijo con voz suave mientras una lenta sonrisa iluminaba sus bonitas facciones.

– ¿Por qué iba a besar a un hombre que ha superado a mi hermano favorito? -replicó ella sintiendo un poco de debilidad en las rodillas. Bodvoc era tan apuesto…

Bodvoc no discutió con ella, sino que se limitó a atraerla contra su cuerpo e inclinarse para besarla. Nuala exhaló un hondo suspiro y cedió a él un largo momento mientras sus labios se ablandaban bajo los de él. Estuvo a punto de caer cuando él la soltó suavemente. La pálida piel de Nuala enrojeció cuando los participantes en la carrera, incluido su propio hermano, rieron divertidos.