– Espera -murmuró él-. Despacio…

– Llevo esperando once años -dijo ella-. No puedo esperar más -desenrolló el látex en el miembro y se sentó a horcajadas sobre sus caderas hasta sentir el extremo de su sexo. Entonces, con un hondo suspiro, descendió sobre él.

La sensación de estar colmada por Jake fue como una revelación celestial, perfecta, maravillosamente íntima. Estaban más unidos de lo que nunca habían estado antes, pero todo parecía deliciosamente natural, como si sus cuerpos estuvieran hechos el uno para el otro.

Jake empezó a moverse dentro de ella, mirándola fijamente a los ojos y con las manos entrelazadas. Caley se inclinó hacia delante y le pasó la lengua por los labios, y él levantó la cabeza para devorarla con una pasión desesperada, comunicándole su deseo sin necesidad de palabras.

Era sexo, pero también algo más. Era pasión, instinto, una necesidad que los había consumido durante años. Era el pasado y el presente. Eran los dos ahogándose en un mundo de placer. Ahora comprendía por qué no había ocurrido años atrás. Ninguno de los dos había estado preparado para la intensidad de su unión.

Jake metió la mano entre ellos para tocarla, pero ella se la agarró y la sujetó a su costado. Estaba a un suspiro del orgasmo, y una mera caricia de Jake bastaría para hacerla explotar. En vez de eso incrementó el ritmo, meciéndose más y más rápido y sintiendo cómo aumentaba la tensión en su interior. Era casi imposible contenerla, pero sabía que, si esperaba un poco más, todo sería mucho más intenso. Quería llegar al orgasmo, pero también quería que fuese la liberación más poderosa que jamás hubiera experimentado.

Pero Jake no quería seguir interpretando un papel pasivo. Se incorporó y se rodeó la cintura con las piernas de Caley. Y cuando empezó a moverse de nuevo, ella supo que estaba perdida. Cada embestida, cada roce, era una tortura exquisita.

Sintió que alcanzaba el éxtasis, tan cercano que casi podía tocarlo. Y finalmente lo experimentó como una cascada de sensaciones incomparables. Gritó de placer mientras su cuerpo reaccionaba descontroladamente, sacudido por un espasmo tras otro.

Y entonces, de repente, Jake presionó la cara entre sus pechos, aferró las manos a sus hombros y la acompañó en el orgasmo hasta vaciarse por completo.

Cuando las convulsiones cesaron, los dos se derrumbaron a la vez y Jake la tomó en sus brazos. Todo había pasado muy deprisa, pero Caley se sentía completa y exhausta. Sus músculos, tan tensos unos segundos antes, estaban lacios y flácidos.

– Oh, Dios mío -murmuró.

– ¿Por qué hemos esperado tanto tiempo? -preguntó él, dándole un beso bajo la oreja.

– Hace once años no habría sido tan especial.

– No me refiero a entonces. Me refiero a los dos últimos días -le pasó la mano por el pelo enmarañado y la miró a los ojos-. Esto lo cambia todo.

Caley frunció el ceño.

– ¿Por qué lo dices?

– ¿Cómo se supone que voy a estar ahora cerca de ti? ¿Cómo voy a contenerme para no tocarte y besarte? Quiero estar contigo esta noche. Y mañana por la noche. Todo el tiempo que tú me desees.

– Entonces, ¿esto no es una aventura de una sola noche?

– No -dijo él, sacudiendo la cabeza-. Nada de eso. No puedes resistirte a mí.

– Y tú no puedes resistirte a mí -replicó ella con una sonrisa de satisfacción.

– ¿Por qué iba a intentarlo?

Caley se acurrucó contra su cuerpo fuerte y cálido.

– Podemos quedarnos aquí esta noche. Conozco al dueño… -lo besó en el pecho y suspiró.

– Nadie nos está esperando -dijo Jake.

– Salvo Emma. Pero puede esperar -se apoyó en el codo y le apartó un mechón de pelo de la frente-. ¿Podríamos hacerlo otra vez?

– Desde luego -respondió él, pero entonces maldijo en voz baja-. No. Sólo tenía un preservativo.

– Hay otras cosas que podemos hacer -sugirió ella.

– ¿En serio? Siempre me ha encantado tu afán aventurero.

La agarró por la cintura y tiró de ella hacia él para besarla. Caley se abandonó de nuevo a las sensaciones. Había muchas cosas que nunca había probado en la cama. Pero toda sus inhibiciones se disolvían en cuanto Jake la tocaba. Con él no se sentía vulnerable, sino poderosa. No tenía que preocuparse de lo que él quisiera o necesitara, porque él sólo quería darle placer. Podía disfrutar de su cuerpo sin sacrificar una parte de sí misma.

Primero habían sido amigos y ahora eran amantes. No había vuelta atrás.


– No, no te vayas -dijo Jake, tirando de ella otra vez-. Aún no. Quédate un poco más.

Caley lo miró por encima del hombro, arropado en la cama del cobertizo.

Oficialmente eran amantes desde las últimas veinticuatro horas, y cada vez era más difícil escabullirse sin levantar sospechas. Después de la cena en casa de los Lambert, Caley se había inventado una excusa ridícula, alegando que tenía que preparar los brindis para la boda. Bajaron al cobertizo de las barcas, y en cuanto la puerta se cerró tras ellos, empezaron a arrancarse la ropa frenéticamente mientras avanzaban con dificultad hacia la cama.

Habían pasado la noche anterior en la habitación de Caley en el hotel, y Jake había vuelto al cobertizo con las primeras luces del alba, antes de que nadie se percatara de su ausencia. Eran adultos, pero había momentos en los que Jake se sentía como si fueran adolescentes.

– ¿No te parece extraño?

– ¿El qué? -preguntó ella mientras seguía vistiéndose.

– Somos dos personas adultas, lo que estamos haciendo es perfectamente legal, y tenemos una gran variedad de lugares para elegir. No nos debería preocupar que nos sorprendieran.

– Sólo serviría para complicar las cosas -dijo Caley-. Provocaría muchas preguntas y expectativas. Quiero que esto sea algo entre tú y yo, sin que nuestras familias intervengan para nada. ¿De acuerdo?

Jake asintió.

– Entonces, ¿quieres que me cuele en tu cama esta noche?

Caley agarró su abrigo, sacó una llave del bolsillo y la hizo oscilar frente al rostro de Jake.

– Te he hecho una copia. Pero ten cuidado de que Emma no te vea entrar. Se acuesta muy temprano, así que puedes venir en cuanto puedas escabullirte -le dio un rápido beso y se puso las botas-. ¿Estás de acuerdo con nuestro plan?

Habían ideado una estrategia para poner a prueba el compromiso de Sam y Emma. Habían discutido todos los problemas y dificultades que una pareja se encontraba en el camino al amor eterno, y habían trazado una carrera de obstáculos para la joven pareja.

– La Operación Antiboda está en marcha.

– Recuerda que nuestra intención no es acabar con su boda -dijo Caley-. Simplemente vamos a comprobar hasta dónde llegan sus sentimientos… Lo mismo que haría cualquier consejero matrimonial.

– Salvo que no tenemos titulación profesional ni experiencia práctica en asuntos matrimoniales.

– No. Pero sí tenemos experiencia en las relaciones -dijo Caley-. Y eso debería servir para algo -se sentó en el borde de la cama, completamente vestida con la ropa de abrigo-. Mañana por la noche llevaré a Emma a Tyler's. Está lleno de solteros con los que bailar, y me aseguraré de que tome unas cuantas copas de más.

– Y yo me llevaré a Sam a buscar un poco de diversión. Hay un club de striptease en la interestatal. Pensaba llevarlo allí.

Caley abrió los ojos como platos.

– ¿En serio? ¿Es uno de esos clubes donde se quitan toda la ropa?

– Casi toda la ropa -dijo Jake-. Chicas bailando en un poste con billetes de un dólar en los tangas.

– ¿Has estado allí otras veces?

Jake sacudió la cabeza.

– No, pero he oído hablar del local. Brett y unos amigos de la universidad fueron allí a celebrar su veintiún cumpleaños. ¿Te molesta que esté mirando a mujeres desnudas?

– Claro que no.

– Porque a mí sí me molestaría que estuvieras mirando a hombres desnudos.

– Tal vez debería buscar un club de striptease masculino para ir con Emma. Tiene que haber uno en alguna parte.

– Sólo hay un cuerpo que yo quiera ver desnudo -dijo él-. Y es el tuyo. No tienes de qué preocuparte. Después de lo que hemos hecho, ni cien mujeres desnudas podrían excitarme.

– Buena respuesta -dijo ella. Se tumbó sobre él y lo besó en la boca-. Lo verás más tarde…

– Cuento con ello.

Caley se dirigió hacia la puerta y le dedicó una sonrisa antes de salir. Jake escuchó sus pisadas en los escalones y se levantó de la cama, envolviéndose con el edredón, para mirar a través de la cortina cómo Caley atravesaba el césped nevado hacia la casa de los Lambert.

El cobertizo era un refugio muy agradable y acogedor. La calefacción estaba encendida durante todo el día, la madre de Jake le había dado un edredón nórdico y Brett había abierto la llave de paso para que pudiera usarse el cuarto de baño. Las comodidades eran casi perfectas, y además tenían una intimidad casi total.

Jake volvió a la cama y cerró los ojos. Había hecho el amor con muchas mujeres, y en todas había buscado aquella conexión especial, aquella chispa que le dijera que había encontrado a la mujer adecuada. En las últimas veinticuatro horas se había dado cuenta de que esa conexión existía con Caley. Quizá siempre hubiera existido entre ellos.

Pero ¿qué significaba eso? Vivían en mundos diferentes. Jake quería creer que el amor podía con todo, pero era realista y sabía en qué consistía una relación. Caley había dejado muy claro que su aventura acabaría en cuanto ella volviese a Nueva York, y aunque él estaba dispuesto a hacer todo lo que estuviera en su poder para convencerla, tenía que prepararse para que todo acabara al final de la semana.

Siempre había sabido que sería difícil, pero ahora que se habían convertido en amantes, era imposible. Para ella tampoco sería fácil, desde luego. Su deseo por él era tan fuerte como el suyo, y Jake sentía que con cada beso y caricia el lazo que los unía se iba haciendo más fuerte.

Y si Caley lo abandonaba, si las cosas llegaban a su fin, Jake no creía que ninguna otra mujer pudiera ocupar su lugar. En el fondo de su mente siempre había comparado a todas las mujeres con Caley, pero no había sido consciente de ello hasta ahora. Había conocido a mujeres muy listas, pero Caley lo era aún más. Había conocido a mujeres muy hermosas, pero Caley poseía una belleza única y especial. Jake había crecido deseándola, y sólo a ella. Y ahora que por fin era suya, tenía que enfrentarse al miedo de perderla.

Se echó el brazo sobre los ojos y maldijo en voz baja. En ese momento, llamaron a la puerta y se incorporó de un salto, sorprendido de que Caley hubiera regresado tan rápidamente. Esperó a que ella entrase, pero volvieron a llamar a la puerta. Jake se puso los calzoncillos y fue a abrir, pero no fue Caley a quien se encontró, sino a su hermano Sam.

– ¿Puedo pasar?

– Claro -dijo Jake, apartándose para permitirle el paso-. ¿Qué ocurre? Es tarde.

Sam empezó a dar vueltas por la habitación, con los hombros tensos y una expresión adusta en el rostro. Se sentó en el borde de la cama y se retorció nerviosamente los dedos.

– Hice lo que me dijiste. Esta noche llevé a Emma al hotel y le dije que era el momento de ser honestos el uno con el otro. Le dije que teníamos que acostarnos antes de casarnos.

– ¿Y se negó?

– No -dijo Sam-. Tuvimos sexo -sacudió la cabeza-. Y fue horrible.

Jake frunció el ceño.

– ¿Cómo de malo?

Sam se echó hacia atrás y se cubrió el rostro con las manos.

– Todo lo malo que podía ser. Ella estaba tan excitada como yo… al principio. Yo quería que fuera algo romántico y especial, pero todo lo que hice parecía forzado. Y entonces no, no pude… ya sabes.

– ¿No se te levantó?

– No conseguí mantener la erección -respondió él. Se giró y miró a Jake-. ¿Crees que necesitaré tomar Viagra?

Jake se echó a reír.

– Nunca habías tenido ese problema, ¿verdad?

– ¡No! Nunca. Pero nunca me había acostado con una chica con la que fuera a casarme. ¿Y si es así con Emma? ¿Qué pasará si no puedo… cumplir en la cama?

– A todos los hombres les ocurre de vez en cuando.

– ¿A ti te ha ocurrido alguna vez?

– Bueno… No. Pero yo nunca he soportado la presión que tú estás soportando. Cuando te animé a que tuvieras sexo con ella, no me refería a que tuvieras que hacerlo porque fuese una obligación. No es como cortar el césped o cambiar el aceite del coche. Es mucho más que eso.

– Te refieres a los juegos y los preliminares -dijo Sam-. Ya lo sé. Lo intenté, pero ella quería hacerlo cuanto antes. Al principio pensaba que tendría que convencerla, pero parecía más impaciente que yo. Supongo que Caley le dijo que era muy importante ser sexualmente compatible con tu pareja -hizo una pausa-. Creo que Emma dijo la palabra «crucial». Y entonces empecé a ponerme nervioso.