El móvil empezó a sonar de nuevo, y Caley miró a su alrededor. Se arrastró por el suelo hasta agarrar su bolso y miró a Jake con recelo mientras sacaba el móvil.
– ¿Diga?
Jake le sonrió, recorriendo con la mirada sus largas piernas desnudas hasta sus braguitas negras. Sí, la adolescente desgarbada había dejado paso a una mujer increíblemente sexy.
– Sí, John. Lo entiendo. No, me pondré a ello enseguida y lo tendrás hoy mismo… De acuerdo… Tú también. Adiós.
– ¿Tu novio?
– Mi jefe -murmuró ella-. ¿Has estado en esta cama toda la noche… conmigo?
Jake asintió, tragándose una maldición. Había estado dormida…
– Sí, pero no contigo. Quiero decir, que no hemos hecho nada. Tan sólo estábamos uno al lado del otro. Y luego… bueno, te despertaste -lo último que quería era que Caley saliera corriendo, acusándolo de ser un pervertido-. Eh, no pasa nada… Estaba oscuro. Me confundiste con tu hermana. ¿Cómo podrías haberlo sabido?
Ella lo miró con el ceño fruncido.
– Entonces no estábamos… no estaba… No ha pasado nada, ¿verdad?
Jake puso una mueca.
– Bueno, ha habido algo, pero también se debió a una confusión. Di por hecho que te habías metido en la cama conmigo por una razón, y…
Ella se tocó los labios.
– ¿Me has besado?
– Y tú me devolviste el beso. Luego nos tocamos un poco, pero sin desnudarnos… salvo cuando me metiste la mano por los calzoncillos.
El teléfono volvió a sonar. Caley abrió la boca, pero la volvió a cerrar sin articular palabra. Miró el identificador de llamada y esa vez decidió no responder. En vez de eso, agarró el extremo del edredón y tiró de él para cubrirse, dejando destapado a Jake. Lo miró con desconfianza, esperando su próximo movimiento.
– ¿Creías que era otra persona? -le preguntó él.
– Sí -espetó ella, pero por su expresión de culpa era obvio que estaba mintiendo.
– ¿Algún otro hombre llamado Jake?
– Sí. Conozco a tres o cuatro Jake.
Él agarró un extremo del edredón y se cubrió el regazo. No podía asegurar que «nada había pasado» con una erección delatora bajo los calzoncillos. Se aclaró la garganta y se obligó a sonreír.
– Bueno, ¿y cómo te ha ido en todo este tiempo? Ha pasado… ¿cuánto? ¿Once años?
Ella asintió, aferrándose el edredón contra el pecho. Tenía las mejillas coloradas, respiraba con dificultad, y el pelo le caía suelto y alborotado por los hombros. A Jake nunca le había parecido tan hermosa, y bajó la mirada hacia los dedos de los pies, cuyas uñas perfectamente pintadas asomaban bajo la manta. Se había pasado mucho tiempo mirándole los pies cuando eran jóvenes, simplemente para apartar la vista de sus pechos.
– Tu madre dijo que no llegarías hasta esta mañana -comentó.
– Decidí venir directamente desde el aeropuerto. ¿Cuándo has llegado?
– Ayer. ¿Y bien? ¿Qué me puedes contar de tu vida?
– No mucho -respondió ella-. Nada más que trabajo. Sigo en la misma empresa de relaciones públicas en la que entré al acabar la universidad. Me hicieron socio el mes pasado. ¿Y tú?
– Tengo mi propia empresa de diseño. Me dedico a la arquitectura residencial. Mi especialidad son las casas de vacaciones, basándome en los diseños clásicos.
– Interesante -respiró hondo, como si estuviera cansada de aquella charla intrascendente-. ¿Qué estás haciendo aquí? ¿Qué se te ha perdido en la fiesta de aniversario de mis padres?
Entonces Jake se dio cuenta de que Emma no le había contado nada a su hermana. Se preguntó si debería ser él quien le diera las buenas noticias o si debería enterarse por su familia en el desayuno, y decidió que serviría para desviar la atención de lo que acababa de ocurrir.
– No es una fiesta de aniversario -dijo-. Se trata de Emma y de Sam.
Ella frunció el ceño al oír el nombre del hermano menor de Jake.
– ¿Emma y Sam?
– Van a casarse.
Caley ahogó una exclamación y lo miró con una expresión de absoluta incredulidad. Aquélla era la Caley que él recordaba. Siempre encontrando la manera de estar en desacuerdo con él, aunque estuvieran discutiendo por dónde salía el sol.
– No tiene gracia.
– Es la verdad -afirmó él-. Por eso estamos todos aquí. Va a ser una boda sencilla en la iglesia episcopal del pueblo, el Día de San Valentín. Emma ya tiene el vestido y han conseguido la licencia.
– Ni siquiera han salido juntos -observó Caley.
– Supongo que sí lo habrán hecho. Se han estado viendo en secreto durante los últimos tres veranos. No querían que nadie lo supiera. Ya sabes cómo son nuestras madres y cuánto deseaban que hubiera una unión entre los Lambert y los Burton. Se comprometieron en Año Nuevo y decidieron casarse enseguida, antes de que Fran y Jean pudieran planear una gran ceremonia.
– Pero sólo tienen veintiún años -dijo Caley-. Son muy jóvenes. ¿Qué saben del matrimonio? -respiró hondo y lo miró, como si necesitara tiempo para asimilar la noticia. Bajó lentamente la mirada al pecho y las piernas de Jake, y tiró del edredón hasta la barbilla-. ¿No podrías vestirte y…?
En ese momento se abrió la puerta del dormitorio y asomó la cabeza Teddy, el hermano menor de Caley.
– Hola, Jake. ¿Vas a querer…? -el resto de la frase murió en su garganta al ver la escena-. Hola, Caley. Estás en casa… -miró a Jake y esbozó una sonrisa forzada-. Bueno… el desayuno está listo -murmuró mientras cerraba la puerta.
– Oh, no -gimió Caley, poniéndose en pie-. No, no, no. Ahora será el tema de conversación durante el desayuno. Los dos juntos en ropa interior…
– Y en la misma cama -añadió él-. Podríamos volver bajo las mantas y darles algo en qué pensar… -sugirió, pero levantó las manos al recibir la mirada asesina de Caley-. Lo siento. Ha sido una broma.
Caley emitió un débil gruñido y apartó el edredón.
– No has cambiado nada, Jake Burton. Todo es una broma para ti. Nunca te tomas nada en serio.
Jake la miró mientras ella buscaba sus pantalones.
– No hace falta que te rasgues las vestiduras. Lo explicaré todo… aunque no les daré los detalles.
– Lo que haga con mis vestiduras no es asunto tuyo. Y no recuerdo ningún detalle. ¿Y por qué? Porque estaba dormida.
Jake se echó a reír. Y pensar que había tenido miedo de volver a verla, sabiendo lo incómodo que podría ser… Pero su relación volvía a ser la misma de siempre.
Sacó las piernas de la cama y reprimió el deseo de agarrarla por el brazo y tirar de ella para recordarle cuál había sido su reacción al beso.
Siempre había existido atracción entre ellos, pero Jake nunca la había manifestado. Caley siempre había sido demasiado inocente. Y además estaba enamorada de él. Si se hubieran dejado llevar por la pasión, habrían acabado muy mal. Por eso Jake creía haber hecho lo correcto la noche en que ella le ofreció su virginidad.
Era obvio que aquel rechazo aún dolía. De lo contrario, ¿por qué estaba tan furiosa?
– Si sigues enfadada por…
Caley soltó un grito ahogado y le arrojó un zapato.
– No estoy enfadada por eso. Olvídalo. Era joven y estúpida. Desde entonces me he acostado con muchos hombres, y todos ellos han sido mucho mejores amantes de lo que tú podrías haber sido. Algunas mujeres pueden encontrarte atractivo, pero yo no.
Su teléfono volvió a sonar por cuarta vez. Sin pensarlo, Jake saltó de la cama y la agarró del brazo, tiró de ella hacia él y la besó apasionadamente. Sintió cómo se debilitaba en sus brazos y la sujetó por la cintura cuando las rodillas le flaquearon. Cuando finalmente se retiró, Caley tenía el rostro encendido y los ojos cerrados. Jake volvió a tener una erección. Iba a ser una semana infernal si aquello era el comienzo… Quizá fuera el momento de satisfacer la curiosidad sexual que siempre habían sentido el uno por el otro.
– ¿Vas a contestar al teléfono? -le preguntó.
– Puede esperar -respondió ella sin aliento.
– Sí -murmuró él-. Es lo que pensaba…
Nada había cambiado. La deseaba igual que siempre.
Caley abrió los ojos y lo miró. Un suspiro se le escapó de los labios.
– Se… será mejor que me vista. Nos están esperando para desayunar -agarró rápidamente su bolsa y corrió al cuarto de baño, cerrando la puerta tras ella.
Jake se sentó en la cama y sonrió. Aquello era un comienzo, pero quizá fuera todo a lo que podría aspirar. Miró a su alrededor, se puso los vaqueros y sacó una camiseta limpia de su bolsa. Encontraría la manera de continuar lo que habían empezado…
Cuando bajó las escaleras, la cocina estaba llena de gente. La madre de Caley, Jean, estaba preparando las tortitas para la familia. Su hijo mayor, Evan, sólo era un año mayor que Jake, pero ya tenía esposa y tres hijos. Después de Caley venían Adam y Emma, y por último Teddy, quien se graduaría en el instituto en junio. Evan estaba leyendo las páginas de deportes y hablando de los Bulls con Brett, el hermano menor de Jake.
– Buenos días a todos -dijo Jake, sentándose a la mesa.
– ¿Salchichas o beicon, cariño? -le preguntó Jean.
– Beicon -respondió Jake, y un momento después tenía un plato frente a él. Alargó un brazo hacia la mantequilla y el sirope.
El hogar de los Lambert era tan parecido al suyo que se sentía como en casa. No podía recordar las veces que había comido en aquella cocina, normalmente con varios de sus hermanos. Ni Jean ni Fran, la madre de Jake, se molestaban en separar a sus respectivos hijos a la hora de la comida. Quienquiera que estuviera sentado a la mesa acababa comiendo allí, sin importar a qué familia perteneciera.
Apenas había empezado a comer, cuando Teddy entró por la puerta trasera, cubierto de nieve y con los brazos cargados de leña. Le dedicó una sonrisa de complicidad a Jake y soltó la leña junto a la puerta.
– Buenos días, Jake. ¿Cómo has dormido?
– Teddy, quiero que lleves un poco de leña a casa de Ellis y Fran -dijo Jean-. Nosotros tenemos de sobra. Jake puede ayudarte a cargarla en tu camioneta.
Teddy sonrió.
– Oh, creo que estará demasiado cansado para ponerse a cargar leña, mamá. ¿Has dormido poco, Jake?
– Quería buscar un colchón nuevo para esa cama -dijo Jean-. Ése está lleno de bultos, ¿verdad?
– De bultos no -dijo Teddy-. Quizá de personas…
La madre de Jake frunció el ceño.
– ¿De qué estás hablando, Teddy?
Todos los presentes se giraron para oír la respuesta de Teddy.
– Caley estaba durmiendo con Jake.
Jean ahogó un gemido.
– ¿Caley está en casa? ¿Cuándo ha llegado?
– A las tres de la mañana.
Todos volvieron a girarse, esa vez hacia Caley, que estaba de pie en la puerta de la cocina. Iba vestida con un jersey de lana azul y unos vaqueros desteñidos.
– Creía que era Emma quien estaba en la cama -explicó-. Sólo fue un error. Y no pasó nada.
– Emma está en el hotel -dijo Jean, dándole un efusivo abrazo a su hija-. No te has enterado de la gran noticia, ¿verdad?
– Jack me lo ha dicho. Sam y Emma… ¿Quién lo hubiera imaginado? -se aclaró la garganta y miró las expresiones de curiosidad de sus hermano-. No pasó nada. Fue un error.
– Pues claro que no pasó nada -corroboró Jean-. Jake y tú sois como el agua y el aceite -besó a Caley en la mejilla y le sonrió a Jake-. ¿Cómo pudiste confundir a Jake con Emma?
– Tenía la cabeza bajo la almohada -explicó Caley.
– Bueno, como es evidente que no habéis estado incómodos, quizá debería haceros compartir cama el resto de la semana -bromeó Jean-. Oh, y Emma va a pedirte que seas su dama de honor, cariño, y espero que aceptes… ¿Beicon o salchichas?
– Tomaré sólo las tortitas -respondió Caley, mirando a Jake por encima de la mesa-. Y no tienes que preocuparte por mí. He reservado una habitación en el hotel -hizo una pausa-. Podré echarle una mano a Emma, y Jake puede quedarse con su habitación para él solo.
Buscó un sitio en la mesa y Adam le hizo espacio entre Jake y él. Caley apartó la silla de mala gana y se sentó. Su madre le puso un plato delante y Jake le sirvió un vaso de zumo de naranja. Se lo tendió y ella lo aceptó dubitativamente y lo dejó junto al plato.
Los dos comieron en silencio, fingiendo que escuchaban la conversación de los demás. Jake le rozó el pie con el suyo y ella casi se atragantó con el zumo.
Era delicioso poder tocarla, pensó Jake. Sintió cómo ella le apartaba la pierna con la mano y él metió el brazo por debajo de la mesa para agarrarla, entrelazando los dedos con los suyos. Los ojos de Caley se le abrieron como platos cuando el pulgar de Jake se posó en su muñeca, justo donde le latía el pulso.
– ¿Cuál es el plan para hoy? -preguntó Caley con la voz ligeramente entrecortada.
– Emma te ha elegido un vestido y tienes que ir a la tienda a probártelo. Está nevando mucho. Adam te llevará en su camioneta.
"¿En tu cama o en la mía?" отзывы
Отзывы читателей о книге "¿En tu cama o en la mía?". Читайте комментарии и мнения людей о произведении.
Понравилась книга? Поделитесь впечатлениями - оставьте Ваш отзыв и расскажите о книге "¿En tu cama o en la mía?" друзьям в соцсетях.