Pero aquello no era lo que ella había planeado. Lentamente, consiguió salir de su hechizo. Tenía que parar cuanto antes o estaría atrapada en su tela de seda para siempre.

– Kurt, para.

Él le puso una mano sobre la mejilla.

– No quiero parar.

– Yo tampoco, pero… Kurt, tienes que parar. No podemos seguir así.

– Claro que podemos, Jodie. Y cuando me quiten esta escayola, podemos ir más allá.

Con sólo pensar en lo que él había mencionado implícitamente, se sintió más fuerte para hacer lo que sabía que era necesario.

– No. Para.

Él se apartó y la miró con una expresión imposible de descifrar.

– ¿Qué ocurre?

Ella se levantó del sofá y lo miró como si hubiera perdido toda esperanza.

– Kurt, esto es una locura. Empezamos siendo muy sinceros el uno con el otro: ninguno de los dos buscaba una relación. No sé muy bien cómo hemos llegado a este punto…

– Te voy a explicar cómo ha ocurrido -dijo él, tomándole una mano en las suyas-. Se trata de un cuento muy antiguo lleno de hormonas y luz de luna. Empezamos a pasar tiempo juntos y nos dimos cuenta de que nos atraíamos el uno al otro. Fin de la historia.

Ella cerró los ojos y sacudió la cabeza antes de abrirlos y mirarlo.

– ¿Ves? Ése es el problema. El «fin de la historia» que acabas de mencionar. Esto no debería ser el final, sino el principio. Y puesto que no lo es, el resto no tiene importancia.

Él la miró confuso.

– ¿A qué te refieres con «el resto»?

Ella suspiró, entristecida.

– A lo de la atracción física.

– Ah, la urgencia de la unión.

– ¡Kurt! -levantó los ojos y las palmas de las manos hacia arriba-. ¿Ves? No tiene ningún sentido. Ni siquiera podemos hablar con sinceridad sobre estas cosas sin comentarios jocosos. No tenemos futuro juntos, ¿verdad?

Ella esperó, hecha un manojo de nervios, su respuesta. Si cambiaba de idea, si ahora tenía un nuevo criterio, aquél era el momento de decirlo. Sentía que el corazón le latía en la garganta mientras esperaba. Siguió esperando. Pero cuando Kurt por fin respondió, no pronunció las palabras que ella había deseado y su corazón se sumió en tinieblas.

– Lo siento -dijo él con serenidad-. De verdad que no me he dado cuenta de que te estabas tomando esto tan en serio.

Ella se quedó mirándolo. ¿Así que aquello no había sido más que un juego para él?

– ¡Oh! -exclamó Jodie. Sin decir más, se dio la vuelta y salió corriendo.

– Pasado mañana Rafe me va a llevar a San Antonio para que me hagan unas radiografías -le dijo Kurt poco después, cuando ambos tomaban una última taza de té en la cocina-. Parece que me van a quitar la escayola.

Entonces, pronto acabaría todo. Ella se volvió para mirarlo. Aún sentía la punzada de dolor que le había provocado su respuesta, y las palabras seguían resonando en su cabeza. Él tenía razón, estaba claro. Jodie sabía desde el principio que aquello no se convertiría en una relación a largo plazo.

– Entonces será mejor que planifiquemos algunas cosas -dijo ella, manteniendo una apariencia externa fría-. Tendremos que encontrar una guardería o a alguien que se ocupe de Katy.

Hasta que vio que él levantaba una ceja, no se dio cuenta de que había dicho «tendremos». Se puso colorada. Bueno, aquello venía a decir que la farsa había terminado. Ella pensaba en ellos tres como un «nosotros», ojalá lo hiciese él también.

– Ni menciones a Olga -dijo-. Prefiero mandar a Katy a una academia militar.

– Pobre Olga. Es una incomprendida -dijo Jodie, sacudiendo la cabeza-. Bien, y si no es Olga, ¿quién?

Él frunció el ceño.

– ¿No conoces a ninguna mujer mayor? -preguntó.

Jodie sacudió la cabeza.

– La verdad es que no.

– ¿Qué me dices de tu hermana?

– ¿Rita? No, ya está muy ocupada con papá -intentaba pensar con rapidez-. Se me había ocurrido… Kurt, ¿qué relación tienes actualmente con tus primos?

– ¿Mis primos? -la miró como si no se acordase de que tenía primos, como si los hubiera olvidado por completo-. Con algunos me llevo genial, con otros bien y con otros, no merece la pena.

Ella lo miró, pero no siguió por ese camino. Estaba pensado en alguien que fuera familia de Katy, mejor que dejarla con un extraño, así que si alguno de sus primos hubiera estado libre, habría podido ser una buena opción.

– ¿Qué pasó con todos esos primos? ¿Queda alguno por la zona?

– Claro. Josh se encarga del rancho e intenta sacarlo del agujero en que lo sumieron mi padre y mi tío. Jason está en San Antonio, al frente de las Gestorías McLaughlin. Kanny y Jake están en Oriente Medio, en el cuerpo de las Fuerzas Especiales. Jimmy y Bobby están en la universidad. Y Jeremy…

Se detuvo. Ella esperó con el corazón en un puño. ¿Qué pasaba con Jeremy?

– Supongo que Jeremy no viene mucho por aquí últimamente -lo que ella quería escuchar es que estaba de safari en África o perdido en medio de la Polinesia.

– No. No creo que se atreviera a volver -dijo Kurt, con un inesperado tono de amargura.

Ella lo miró preguntándose si sabría algo. Kurt tenía la mirada perdida, como si él también tuviese malos recuerdos con Jeremy. Bueno, no le costaba creerlo.

De repente, él se giró, se inclinó sobre la mesa y le tomó la mano mientras la miraba fijamente a los ojos.

– El hombre que te dejó cuando estabas embarazada era mi primo Jeremy, ¿verdad?

El había dicho las palabras con dulzura, pero en ellas había una amenaza mortal que hizo que Jodie se estremeciera.

– ¿Cómo lo sabes? -preguntó, sintiéndose muy sola. Era algo que no le había contado a nadie y que esperaba poder olvidar en algún momento.

– Jeremy me lo dijo. No me dijo tu nombre ni los detalles, pero me dijo lo suficiente para que yo adivinara que eras tú.

Qué idiota. Ni siquiera pudo tener la boca cerrada. Ella asintió.

– Sí, era yo.

– Lo siento, Jodie. Jeremy es el clásico bastardo. Ojalá pudiera compensarte de algún modo -dudó un segundo y después continuó, sin mirarla a los ojos-. ¿Aún estás enamorada de él?

– ¿Enamorada? ¿De Jeremy? No, por Dios.

Él la miró fijamente.

– ¿Estás segura?

– Hace diez años que no lo veo. Y tampoco he querido verlo.

– ¿Se ha puesto en contacto contigo alguna vez?

Ella lo miró y levantó la cabeza.

– No desde la noche en que me dijo que los McLaughlin no se casaban con las Allman.

Kurt se quedó petrificado.

– ¿En serio te dijo eso?

Ella asintió.

– No te preocupes por ello. Ya casi lo tengo olvidado, y no te lo reprocho, en absoluto.

Kurt tiró de ella y la sentó en su regazo.

– Jodie, Jodie. Ojalá pudiera borrar todo lo malo que te ha pasado.

Ella suspiró, deseando lo mismo. Pero el hecho de abrazarla ya mejoraba mucho las cosas.

Él la besó y eso fue aún mejor. Jodie se abrió a él para saborear la sensación de sus labios mientras le hacía cosquillas con la lengua. Después empezaron a sentir calor y la pasión hizo presa de los besos. Su boca estaba en todas partes, marcándola con sus labios, y ella tembló con una sensación que no había tenido hasta aquel momento. Cuando él deslizó la mano bajo su blusa y llegó al sujetador, ella se estiró para facilitarle el paso, y gimió cuando Kurt encontró el pezón y empezó a juguetear con él. Era como si hubieran encendido una hoguera en su cuerpo, una hoguera que la consumiría hasta que lo tuviera dentro de ella para aferrarse a él. El palpitar en sus profundidades había empezado y ella sabía que tenía que parar aquello o…

– Ya es suficiente -susurró él contra su cuello-. Por ahora.

Se separaron y ella lo miró, confusa y sin aliento.

– Vaya… -dijo, incapaz de pensar en algo más inteligente.

Él echó a reír y la abrazó.

– Jodie Allman, eres tremenda.

Pero sus ojos decían que ella era mucho más que eso, y Jodie no pudo evitar sentirse feliz durante las horas siguientes.

Al día siguiente llevaron a Katy al parque y una persona creyó que eran los tres miembros de una familia. Ellos no se molestaron en corregir el error, y eso aumentó el vínculo que se estaba desarrollando entre los dos. Jodie sentó a Katy en su sillita y Kurt la detuvo antes de que entrara en el coche para llevarlos a casa. La besó en los labios y dijo:

– ¿Recuerdas que una vez te dije que sólo conseguiría una madre para Katy contratándola?

– Claro.

– Pues el trabajo es tuyo. ¿Cuánto cobras?

Ella lo miró sorprendida. Sabía que estaba bromeando, pero aquello no le parecía gracioso. ¿Hablaba en serio de pagarle por hacer de madre para su hija?

– Lo digo en serio -dijo él al tiempo que la sonrisa desaparecía de sus labios, como si hubiera pensado mejor la broma y se hubiera dado cuenta de que tenía sentido-. Sé que nunca tendré otra oportunidad de contratar a alguien que se ajuste más al perfil que tú.

Ella lo miró con los ojos muy abiertos.

– ¿Te das cuenta de lo insultante que es eso?

Él pareció sorprendido.

– ¿Por qué? ¿Porque te he hecho una oferta directa? Supongo que habrías preferido que te pidiera que te casaras conmigo.

– Puedes pedirme lo que quieras, McLaughlin. No me voy a casar con nadie, ni por amor ni por dinero, así que guárdate tus estúpidas ideas para ti mismo -y entró al coche.

– Yo tampoco me voy a casar con nadie -gruñó él, entrando al asiento del pasajero.

– Entonces estamos empatados.

– Eso parece.

Todo el viaje de vuelta se lo pasaron lanzándose miradas gélidas.

A la mañana siguiente, Jodie vio a Kurt marcharse hacia San Antonio con Rafe al volante. Ella los despidió con la mano y después entró en la casa y empezó a recoger cosas del salón. El mal humor que había empezado el día anterior aún no la había dejado. Probablemente aquél fuera su último día en la casa. Una vez que Kurt y ella volvieran a la oficina… ¿volvería su relación a la normalidad? Tal vez fuera lo mejor.

Apenas había empezado a recoger cuando sonó el teléfono. Era Manny Cruz.

– Hola, Jodie. ¿Tienes el nuevo número de Rafe? Quiero hablar con él de un asunto.

Rafe acababa de mudarse a un apartamento. Sus hermanos se metían con él por querer más privacidad para las citas. A decir verdad, él no lo negaba.

Le dio el nuevo número de Rafe a Manny y añadió:

– Pero hoy no lo encontrarás en casa. Ha ido a llevar a Kurt al médico a San Antonio.

– Oh -Manny suspiró-. Entonces lo mejor será que te lo cuente a ti.

– Claro. Ayudaré en lo que me sea posible.

– Bien -dijo, aunque no parecía tener muchas ganas de contarlo-. Allá va. Tengo un amigo que siempre está pensando en conspiraciones, y él ha hecho que me ponga a pensar. Y una vez que he empezado a pensar… bueno, no puedo sacármelo de la cabeza.

– ¿Qué pasa, Manny?

– Imagina… Imagina… Una empresa de éxito, pero que está pasando por un bache. El jefe tiene problemas de salud y no está en la posición fuerte donde debería estar. ¿Sabes a qué me refiero?

– Eso me suena mucho a Industrias Allman -dijo Jodie.

– Sí. Bueno… Ahora, llega un hombre que quiere comprar la empresa, pero el propietario no la quiere vender, así que empieza a trabajar desde dentro, minándola, buscando los puntos débiles y haciendo que la gente confíe en él. Entonces tiene una idea brillante. Cree que puede forzar al propietario a vender si hace la empresa más débil.

Ella se quedó muy quieta.

– ¿Y cómo podría ser eso?

– Introduciendo algún tipo de enfermedad rara en los viñedos para que nadie sepa cómo tratarla.

– Manny…

– Tiene que ser algo que él pueda controlar más adelante, una vez que se haga cargo de la empresa, algo que sólo él pueda manejar.

– ¡Manny!

– El dueño, ante la posibilidad de ruina, tendría que vender, y a buen precio, y mientras, el traidor está sentado en una silla cerca de él.

Sus dedos rodearon con fuerza el auricular.

– Manny, ¿qué es lo que intentas decirme?

– ¿Lo quieres en pocas palabras? Te estoy diciendo que un McLaughlin no deja de ser un McLaughlin. Y eso es todo lo que tengo que decir al respecto. Díselo a Rafe, ¿de acuerdo?

– Pero, Manny, espera. Ya sé que estás hablando de Kurt. ¿Qué te hace pensar que quiere comprar la empresa?

– Que ya ha intentado hacerlo.

Otra vez empezaba a sentir aquel pinchazo en el estómago.

– ¿Cuándo?

– Cuando volvió a la ciudad. Así fue como encontró trabajo; él quiso comprar la empresa y tu padre le dijo: «no, pero ¿por qué no trabajas para mí?

Jodie frunció el ceño.

– ¿Estás seguro de eso?

– Desde luego. Rafe me lo dijo en su momento.

Después de colgar el teléfono, volvió a quedarse paralizada. Todo aquello concordaba con sus sospechas iniciales sobre Kurt, pero las había superado, ¿o no?