No, aquello era una locura. Manny veía espejismos, pero tendría que contárselo a Rafe cuando volvieran.
Bañó y dio de comer a Katy, y después la acostó un rato. Al mirarla desde el umbral de la puerta recordó su propio embarazo, y las esperanzas y sueños que había tenido sobre su bebé. Lo cierto era que después de haber conocido a Katy, el dolor de aquellos recuerdos se había suavizado. Odiaba pensar que el amor por otro bebé le haría olvidar el que perdió.
Entonces sus ojos se llenaron de lágrimas y supo que aquellos sentimientos nunca desaparecerían por completo. Siempre habría un huequecito en su corazón para el bebé que le arrebataron, pero había que vivir la vida según venía.
El teléfono volvió a sonar. Se quedó mirándolo un momento antes de contestar. Aquel día parecía estar lleno de malas noticias y tenía el presentimiento de que aquella llamada no le iba a gustar.
Una voz masculina preguntó por Kurt y no pareció gustarle la idea de que no fuera a estar disponible en todo el día.
– ¿Eres su secretaria? Bien. Entonces déjale este mensaje: han aprobado el préstamo a falta del cara a cara. Son una empresa a la antigua y el papeleo está en orden, pero con un préstamo cuantioso como éste, querrán comprobarlo personalmente antes de firmar. Quieren conocer al hombre y ya sabes a qué me refiero. Si puede llamar y concertar una cita, será la entrada.
– Le daré el mensaje.
Jodie apuntó el número de teléfono del hombre y colgó. Después se sentó, con un terrible dolor de estómago. Kurt había pedido un préstamo muy cuantioso. ¿Eso podía encajar de algún modo en la descabellada historia de Manny?
Las ideas volvieron a su mente, aunque ya las había apartado de allí y había decidido ignorarlas. Se acordó de lo que había dicho Tracy el día que Jodie escuchó su discusión con Kurt. Había dicho algo sobre que Kurt devolvería a la familia a su posición natural en la ciudad. ¿Por qué no se había ocupado de eso antes?
Porque había querido hacer como si no lo hubiera escuchado.
Era una idiota. ¿Cómo podía haber caído en la trampa de un McLaughlin, otra vez?
Capítulo 10
Hacia última hora de la tarde, Rafe dejó a Kurt en su casa. Jodie lo estaba esperando. Le habían quitado la escayola y su paso era casi normal. Al verlo, sintió una oleada de emoción. Amaba a aquel hombre, pero ¿qué debía hacer? ¿Enfrentarle a sus sospechas? ¿Contárselo a Matt y Rafe primero? De un modo u otro, era una traición, o al hombre que amaba o a su familia.
Cuando él abrió la puerta, ya tenía sus cosas recogidas y las llaves del coche en la mano. Tenía que encontrar un lugar en el que pensar en todo aquello. Después de todo, ya no la necesitaría. A pesar de que eso le rompía el corazón, sabía que tenía que alejarse de su influencia para poder meditar con calma.
Había estado en lo cierto desde el principio. Tenía que haber sido más lista y no involucrarse tanto con él y con su hija. Pero eso era algo que siempre había sabido, y había intentado apartarse, sin éxito. Ella era consciente en su fuero interno de que aquello sólo la llevaría a una ruptura y un desengaño amoroso. Y eso justamente era lo que había pasado.
Kurt miró a Jodie salir a toda prisa hacia su coche. No tenía ni idea de qué la había enfurecido tanto.
La expresión de su rostro mientras se marchaba no era la de una traición. Esa mirada ya la conocía, pues la había visto a menudo en los ojos de Grace y la tenía grabada a fuego en la memoria.
No, la mirada de Jodie reflejaba la pérdida. Era una mirada de despedida.
Pero no el adiós de Grace, furtivo y traidor, «me voy con otro», sino más bien el de «me he enterado de algo sobre ti que no me gusta». ¿Qué sería?
Katy estaba llorando. Kurt fue rápidamente por ella y la levantó, susurrándole para calmarla. Ella era todo lo que tenía en el mundo y él, todo lo que ella tenía, pero los dos necesitaban algo más. La niña no paraba de llorar como si se le hubiese partido el corazón. No solía llorar de ese modo. Ya debía de estar echando de menos a Jodie, y tal vez sintiera la tensión. La paseó hacia delante y hacia atrás, pero tenía la mente fija en Jodie y en la expresión de sus ojos.
Jodie siempre parecía tener alguna razón oculta para hacer las cosas. Desde el día del parque, cuando era una niñita y despreció el helado que él le había ofrecido, se había colado en su pensamiento como un zumbido. Ella era todo misterio e intriga. Después la había visto en el rodeo, con el top rojo, y la atracción sexual se había sumado al cuadro, aumentando su fascinación por ella. Pero entonces era muy joven, y la había dejado sola. Siempre había pensado que más tarde, cuando fuera mayor…
Pero ella desapareció de Chivaree y él conoció a Grace, y la vida siguió su curso. A pesar de todo, cuando Jodie entró en su despacho un mes atrás, todos aquellos sentimientos habían vuelto como una ola. Siempre había tenido algo que había atrapado su atención, y aquello aún estaba vivo y fuerte.
Ahora, por supuesto, era una persona diferente. Había experimentado el amor, la muerte y la traición. Siempre pensó que aquello lo había ayudado a crear una barrera protectora alrededor de su corazón y que nunca volvería a permitir que otra persona rigiese sus emociones. Ni siquiera Jodie.
Pero cuando vio su mirada al pasar a su lado aquella tarde, se le había hecho un nudo en el estómago. ¿Qué habría pasado? ¿Qué había hecho que se marchara? Echó un vistazo a la sala, pero lo único que pudo ver fue una nota en el bloque de papeles al lado del teléfono. Jodie debía de haber respondido a una llamada y haber apuntado el mensaje. Era Gerhard Briggs diciéndole que el préstamo había sido aprobado. Genial, pero aquélla era la menor de sus preocupaciones en aquel momento.
Se quedó mirando la nota y observó la letra de Jodie. Le encantaba. Ella era tan perfecta… Tan perfecta para él. Algo hizo que le diera un vuelco el corazón.
¿La había perdido?
No, aquello era inaceptable. No la dejaría salir así de su vida.
Las últimas semanas habían sido las más felices de su vida. Katy lo había llenado de felicidad, pero Jodie, y entonces lo supo, podría darle la paz interior. No había otra como ella.
¿Pero qué podía ofrecerle?
En el pasado también había amado a Grace, y eso era lo que le hacía poco partidario de enamorarse. Echando la vista atrás, se dio cuenta de que habían sido como dos extraños hasta que Katy había irrumpido en escena y entonces, la brecha que había entre ellos se había transformado en un cañón infranqueable y las diferencias se habían hecho irreconciliables.
Un antiguo amigo de Grace había aparecido un día en su puerta, pocos meses antes de que Katy naciera. Acababa de llegar a Nueva York y necesitaba un lugar para quedarse unos pocos días, así que Kurt le ofreció una cama en su casa. Así, los días se transformaron en semanas. Estaba buscando trabajo, decía, y empezó a salir con una pandilla que a Kurt no le gustaba. Kurt le dijo que se marchara.
Grace se había enfadado mucho con él por ello, pero estaba a punto de dar a luz y con los nervios del momento, él apenas se había dado cuenta. Demonios. Lo cierto era que ya no le prestaba atención a Grace. Estaba contento por el nacimiento del bebé, pero Grace y sus cambios de humor pronto se le hicieron bastante molestos, así que los ignoraba.
Tenía mucho por lo que lamentarse en aquel matrimonio. Desde luego, no había sido el marido perfecto, y se sentía culpable por ello. Podía haberse esforzado más en tener contenta a Grace o, al menos, en intentar entender lo que deseaba. De algún modo, el amor que había entre ellos se había convertido en veneno.
¿Amaba a Jodie? Y si así era, ¿duraría más de lo que le había durando el amor por Grace?
Dejó a Katy dormida en su cuna y empezó a caminar por la casa de arriba abajo sin descanso. Se hacía tarde, pero tenía que salir. Pero estaba Katy. Tenía que encontrar a alguien que se quedara con ella. Tal vez un vecino.
Entonces sonó el timbre. Jodie había vuelto, pensó Kurt. El corazón le dio un brinco en el pecho y dio un salto hasta la puerta, sin hacer caso del pinchazo de dolor de la rodilla. Abrió la puerta de par en par y vio a Manny Cruz en el umbral.
– Escucha -dijo Manny sin más preámbulos señalándolo con el dedo-. Tengo que hablar contigo.
La desilusión que había sentido Kurt al principio se desvaneció rápidamente.
– Pasa, Manny -dijo, y empezó a buscar su cartera por todas partes-. Menos mal que has aparecido. Te necesito -Manny podía cuidar a Katy, y además era un experto en bebés.
– ¿Para qué? -dijo Manny, pillado por sorpresa-. Oye, vuelve aquí. He venido para pelearme contigo.
Kurt apenas levantó la vista.
– ¿De qué estás hablando?
– No voy a dejarte robar el negocio de los Allman, ¿te ha quedado claro? -le espetó con tono amenazador-. No voy a dejar que arruines a una buena familia. Por fin he descubierto tu juego, pero yo te voy a detener.
Kurt se sintió más irritado que nunca y se detuvo para mirar al hombre a la cara.
– Manny, escucha. No tengo ninguna intención de arruinar a la familia Allman o de quitarles su negocio.
– ¿Cómo que no? -Manny levantó la barbilla en actitud beligerante.
– Como que no.
– ¿Y qué hacen todos esos tíos paseándose por los viñedos?
– Son científicos. Botánicos. Están recogiendo muestras para solucionar el problema de los viñedos.
A Manny le cambió la cara.
– Oh.
– Hablé con mi antiguo profesor -dijo Kurt, encontrando por fin su cartera y colocándosela en el bolsillo trasero de los vaqueros-. Cree que tal vez pueda encontrar un diagnóstico y entonces podremos empezar a curar la plaga. Parece bastante optimista.
– Entonces ¿no estás intentando arruinar el cultivo?
Kurt miró a Manny como si no creyera lo que estaba oyendo.
– ¿Por qué iba a querer hacer eso?
– Para poder comprar la compañía más barata.
Kurt parpadeó y soltó un juramento en voz baja.
– Manny, no intento comprar la empresa de los Allman y echarlos de ella.
Manny frunció el ceño.
– Pero lo intentaste hacer al principio.
– No. Lo que hice fue invertir una buena cantidad de dinero en la empresa. Eso es cierto. Y ahora he pedido un préstamo para ayudar a pagar un par de nuevas máquinas embotelladoras. Estoy comprometido hasta el final con esta compañía y creo que va a ayudar a que esta ciudad se convierta en un lugar próspero. Pero siempre pertenecerá a los Allman.
Manny arrugó los labios mientras intentaba digerir las novedades.
– Entonces creo que te había juzgado mal -dijo, poniéndose como un tomate-. Lo siento.
– No pasa nada -contestó Kurt.
Manny carraspeó ligeramente.
– ¿Entonces crees haber encontrado la cura para mis viñas?
– Es posible. Un día de estos el profesor vendrá a hablar contigo -estaba deseando salir a buscar a Jodie lo antes posible. Tomó las llaves del coche y echó un vistazo a su alrededor por si se dejaba algo-. Pero ahora mismo, tengo otro problema que resolver.
Se detuvo en el acto, levantó una ceja y miró a Manny. Un sentimiento desagradable lo invadía.
– Manny, ¿le has contado todo esto a alguien más?
– Hablé con Jodie, y como estaba tan enfadado se lo conté todo. Oye, tendrás que explicarle que estaba equivocado.
La cara de Kurt se quedó petrificada y su corazón se detuvo por un instante. Así que había sido eso el desencadenante del mal humor de Jodie.
– Claro que se lo diré -pero dejó a un lado las llaves del coche y cambió de idea en lo de pedirle a Manny que se quedara con Katy.
Hablaron unos minutos y después Manny se marchó. Kurt se quedó donde estaba, con la mirada perdida en la oscuridad. ¿Por tan poca cosa había desconfiado Jodie de él? Unas palabras de Manny y cambiaba de idea con respecto a él. Él era un McLaughlin, y no se le concedía el beneficio de la duda, pero le costaba creer que no le hubiera dejado explicar su punto de vista. Era casi como si hubiera aprovechado la excusa para marcharse. Tal vez se pareciera más a Grace de lo que él creía.
Se había marchado. Cerró los ojos y se enfrentó a la realidad. Sí, se había marchado. No iba a salir corriendo tras ella ni a suplicarla que volviera. Sabía por experiencia que esas cosas no duraban mucho tiempo. Sólo retrasaría la agonía.
Pero le dolía. Aunque había tratado de protegerse a sí mismo de sentir ese tipo de dolor de nuevo, allí estaba. Y junto con el dolor llegó una ira ardiente que llegaba desde muy adentro. ¿Cómo había pensado tan rápidamente que era un tramposo y un mentiroso?
Tal vez fuera lo mejor. Y desde luego, mejor entonces que después de haberse comprometido a algo. Pero entonces pensó que no volvería a besarla de nuevo, o a verla sonreír de felicidad, y eso le dolía como un puñal clavado en el corazón.
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