– El vestido de Alexis tiene un echarpe a juego monísimo.
Aquel detalle fue la puñalada final.
– Es importante que la dama de honor principal resalte un poco -dijo Gracie, tras tomar un sorbo de su refresco.
– Exactamente -afirmó Vivian con una sonrisa
Alexis dijo algo sobre las flores, su madre sacó otra carpeta más y Gracie hizo todo lo posible por comportarse con normalidad.
No le importaba que Vivian le hubiera pedido a Alexis que estuviera a su lado. Las dos habían crecido juntas y era normal que estuvieran más unidas. Su mente le decía que, ténicamente era un miembro de aquella familia, ella sentía que no lo era en otros sentidos. Había estado catorce años allí. Las cosas habían cambiado mucho. Ella misma había cambiado. Aquél no era su mundo. A pesar de todo, le dolía mucho sentirse excluída.
– Pareces tener todo bajo control -dijo Gracie cuando finalizaron de hablar de las flores, y las mesas-. Yo me voy a marchar. Tengo que ponerme a trabajar.
– ¿Cuándo me vas a hacer algunos dibujos del pastel de boda? -le preguntó Vivían-. Lo quiero enorme. Realmente grande y espectacular con cada centímetro decorado.
Acababa de describir un pastel que no sólo costaría miles de dólares, sino que se tardaría semanas en terminar. Por supuesto, a Vivían no le preocupaba nada de eso.
– Te prepararé algo muy pronto -prometió.
– Te acompañaré a la puerta -dijo Alexis, levantándose también. La acompañó hasta, la puerta-. ¿Y bien? ¿Vais a tratar de descubrir lo que está pasando entre Zeke y Pamela?
– Sí. Riley y yo vamos a salir esta noche para ver qué ocurre.
– No la perdáis a ella cómo perdisteis a Zeke.
– Gracias por el consejo. A mí jamás se me habría ocurrido.
Salió de la casa y se dirigió al coche. Se sentía incómoda, como si algo le hubiera causado mal sabor de boca. La casa en la que había vivido tiempo atrás era tal y como la recordaba pero todo lo demás era diferente. Los cambios la entristecían profundamente.
Riley aparcó frente a la casa de Gracie y descubrió que ella ya lo estaba esperando. Efectivamente, aquella noche estaba completamente despejada, con gran cantidad de estrellas y una luna enorme para proporcionar luz.
Al verlo, Gracie saludó con la mano y se dirigió hacia el coche. Riley la observó atentamente notó que había algo diferente en ella. Algo que no lograba descifrar. No era la ropa, que era oscura como la de la noche anterior, ni el cabello, que llevaba recogido. Portaba su cámara.
– ¿Qué te pasa? -le preguntó Riley en cuanto abrió la puerta.
– Hola -respondió ella con una sonrisa bastante forzada.
– Te he hecho una pregunta.
– ¿Cómo? ¡Ah! ¿Te referías a qué me pasa a mí? Nada -dijo encogiéndose de hombros-. Estoy bien.
– ¿Estás segura? -insistió Riley.
– No quiero hablar al respecto -admitió ella por fin-. ¿Te sirve con eso?
– Por supuesto.
Riley arrancó el coche.
– Pasaremos por casa de Pam para ver si ella está allí. Si está, esperaremos para ver si sale. ¿Te parece bien?
– Sí. Alexis me ha recordado que no perdamos a Pam esta vez. Buen consejo, ¿no te parece?
Riley notó algo en su voz. Era un tono furioso, pero también triste. Prefirió no preguntar.
Quince minutos más tarde llegaron a la calle en que vivía Pam.
– Está en casa -dijo Riley, señalando las luces la ventana y el coche.
– ¿Sabes por qué está aquí? -le preguntó Gracie
– Vive aquí.
– No me refería a por qué está en Los Lobos. Habría dicho que hubiera preferido marcharse a gran ciudad.
– No tengo ni idea ni me importa.
Pam era pasado para él. Ella le había mentido para casarse con él y, tan pronto como Riley había descubierto la verdad, se había marchado
– Ni siquiera sé por qué me pidieron que asistiera a la reunión -comentó Gracie, sin dejar de mirar la casa-. Evidentemente, mis opiniones no cuentan para nada. No lo entiendo. Mi madre no puede estar ganando tanto dinero en la ferretería. Estoy segura de que la casa es suya, pero… Vivian se comporta como si el dinero no tuviera importancia.
– ¿De qué estás hablando exactamente?
– De nada. De mi hermana pequeña. Se va a casar dentro de unas pocas semanas. Por eso he vuelto. Me dijeron que querían mi ayuda, pero no es así. Vivian quiere que le haga el pastel de boda. Uno muy grande y muy decorado. Por supuesto que no me importa hacérselo, pero no tiene ni idea de lo qué me está pidiendo. Estamos hablando de cientos de horas. Además, lo de las damas de honor… Veo que quiere que Alexis esté a su lado, pero no yo.
El dolor que Gracie sentía pareció tomar una existencia tangible, dentro del coche.
– No te preocupes -dijo él sin saber por qué.
Cuando Gracie se giró para mirarlo, él vio que tenía las mejillas cubiertas de lágrimas. En aquellos momentos parecía tan frágil…
– Eso es lo que me digo constantemente, pero ahora sé que es mentira. Ya ni siquiera soy parte de la familia. Tengo que aceptarlo. No es culpa mía. Si no formo parte de nada, es porque mi madre me mandó fuera. Yo no quise marcharme.
– ¿Adónde te hizo marcharte?
– Después de aquel verano. Cuando tú descubriste que Pam no estaba embarazada, te marchaste, pero no fuiste el único. A mí también me hicieron marcharme.
– Ah, ya me acuerdo. Con unos parientes. A Iowa, ¿no?
– Sí, con mi tía -afirmó Gracie. Las comisuras de la boca se le curvaron de un modo que, durante un momento de locura, Riley quiso acercarse a ella y besárselas-. Me hicieron marcharme para que no te estropeara la boda, pero después no regresé a casa. Mi madre dijo que yo tenía problemas tal vez porque mi padre murió cuando yo cumplí doce años y tú te mudaste a la casa de al lado y me obsesioné contigo. Me dijo que no me podía quedar en Los Lobos, incluso después de que te hubieras marchado. La gente no me dejaría olvidar lo que había ocurrido y yo me merecía empezar de cero. Por eso me envió a vivir con mis tíos en Torrance. Yo no quería marcharme -añadió, parpadeando-. Me pareció que se me estaba castigando permanentemente. Sé que lo que te hice no estuvo bien. Estuve en tratamiento psicológico durante un tiempo. Mi psicóloga me ayudó a poner las cosas en perspectiva, pero, después de eso mi madre me dijo que no podía regresar. Por eso, decidí no volver más. Ahora que me han pedido que regrese pensé que lo hacían porque me echaban de menos, pero es sólo para trabajar en la boda. Es como perder a mi familia una vez más.
Riley tardó un segundo en darse cuenta de que Gracie estaba llorando. Sintió una mezcla de compasión e ira. Sabía muy bien cómo se sentía uno al tener que hacer algo que no deseaba. La única razón por la que se había casado con Pam hacía catorce años había sido porque su madre le había obligado a hacerlo. Sin embargo, sabía que aunque se hubiera negado, ella no le habría dado a espalda. Al menos durante mucho tiempo.
– Lo siento -susurró, sin saber qué decir.
Gracie se limitó a asentir porque no podía ni hablar. Él extendió la mano, pero, antes de que ella se la estrechara la tomó entre sus brazos. Al principio Gracie se resistió, pero luego se dejó abrazar. A Riley siempre le había parecido una mujer muy fuerte. Pero pudo comprobar que no era así.
El cuerpo de Gracie era tan cálido. Notó el dulce aroma de su cuerpo, mezclado con un ligero olor a vainilla.
– Lo siento -susurró ella-. En realidad no estoy tan destrozada.
– Te creo -afirmó él. Le frotó suavemente la espalda. Ella le rodeó la cintura con los brazos y lo miró con los ojos llenos de lágrimas. La necesidad que Riley sintió de besarla fue casi insoportable…
– Pam
– ¿Cómo?
– Pam. Acaba de meterse en su coche.
– Oh. ¡Oh! -exclamó Gracie, incorporándose-. Tenemos que seguirla.
– Ya estoy en ello.
Riley esperó hasta que Pam se hubo puesto en marcha para seguirla.
– Podría ir a cualquier parte -dijo Gracie-. Espero que no se dirija a la autopista. Ya ha oscurecido y podríamos perderla a ella también.
– No la perderemos. Pam jamás prestaba mucha atención cuando iba conduciendo. Dudo que eso haya cambiado.
Después de algunos minutos, Pam se detuvo en un pequeño motel que había cerca del mar. Riley aparcó al otro lado de la calle.
– ¿Por qué habrá venido aquí? -preguntó Gracie- Oh… ¿Crees que va a reunirse aquí con Zeke? ¿En un motel? Es tan sórdido… Además, ¿por qué no va él simplemente a su casa?
– Reconocerían el coche.
– Ah, claro. Y aquí nadie se fijaría en él.
– Tenemos que comprobarlo.
Los dos se bajaron del coche y se dirigieron al motel. Gracie llevaba la cámara en la mano. Avanzaban con cautela, moviéndose en las sombras. Cuando estuvieron cerca del edificio, comprobaran que Pam había salido del coche.
– Debe de haber entrado en una de las habitaciones -dijo Gracie-. Tenemos que descubrir en cual. Podríamos mirar simplemente por las ventanas. Muchas de ellas las tienen abiertas.
– Supongo que la de Pam será precisamente de las que estén entrecerradas.
– Tienes razón.
Antes de que pudieran tomar una decisión, las luces se apagaron de repente. La oscuridad se apoderó de ellos de un modo tan repentino que los desconcertó por completo.
– No te muevas -dijo Riley, buscando instintivamente la mano de Gracie- Tenemos que regresar al coche
Los dedos de ella se entrelazaron con los suyos. Riley notó la otra mano en la espalda.
– Guíame tú -susurró-. Yo voy detrás de ti…
A pesar de que sabía que debían salir de allí, Riley deseaba darse la vuelta, tomar a Gracie entre sus brazos y besarla hasta que ella perdiera el aliento. Si aquel apagón no le hubiera dado mala espina, habría cedido a sus impulsos.
– Está aquí -afirmó, mientras se dirigía instintivamente al coche.
Justo en aquel momento la noche explotó con un brillante fogonazo de luz. Riley levantó inconscientemente la mano para repeler un posible ataque pero, inmediatamente, se dio cuenta de que la persona había desaparecido. Oyó que alguien había echado a correr y un portazo. Todas las luces del complejo volvieron a encenderse al tiempo que un coche salía rápidamente del aparcamiento.
– ¿Qué ha sido eso? -preguntó Gracie.
– Alguien acaba de hacernos una foto. Lo que me gustaría saber es quién habrá sido y por qué.
Capítulo 6
– No he sido yo -afirmó Gracie rápidamente.
– Eso ya lo sé. El flash ha saltado delante de nosotros -replicó él, con una cierta impaciencia. Entonces frunció el ceño como si estuviera considerando las posibilidades y la condujo al coche.
Gracie se preguntó si él se habría dado cuenta de que aún iban de la mano. Le gustaba lo cálidos y fuertes que eran los dedos de Riley. Si ella estuviera interesada en él, aquel paseo habría sido bastante emocionante. Sin embargo, no había ni interés ni emoción. Simplemente sentía una vaga curiosidad por lo amable qué Riley era con ella y en ocasiones le parecía muy guapo. Nada más.
Regresaron a su casa. Riley entró con ella sin que Gracie lo invitara, lo que podría haber supuesto un punto más de emoción. Por supuesto no era así.
– Quiero saber lo que ha sido eso -dijo él, mientras entraban en la cocina y Gracie empezaba a parar café-. ¿Nos han tendido una trampa o se trataba simplemente de un tarado al que le ha dado por apagar las luces y sacar fotos para divertirse?
– Las dos posibilidades me parecen completamente alocadas -comentó ella, sacando un pequeño pastel-. ¿Cómo nos iban a tender una trampa?
– Tal vez Pam nos condujo a ese motel con un propósito. La foto. Tiene que serlo. ¿Y por qué?
Riley comenzó a pasear de arriba abajo por la cocina. Entonces se detuvo para estudiar las listas que Gracie tenía prendidos en la pared.
– ¿Qué es esto? -le preguntó-. Trescientos sesenta puntos. Setenta rosas, diecisiete pequeñas, veintitrés medianas y treinta grandes -dijo, leyendo la lista
– Es lo que tengo que hacer para un pastel que tengo que preparar esta semana -respondió ella, mostrándole un dibujo del pastel en cuestión-. Es ay sencillo. Sólo son tres pisos adornados con puntos y rosas. Yo siempre hago los adornos primero. El pastel es lo más fácil.
– Hablando de pastel -comentó él, señalando el que ella había sacado-. ¿Estás guardando ése para una ocasión especial?
– Los cuchillos están en el cajón -respondió ella, con una sonrisa-. Sírvete -añadió. Entonces sacó dos platos, dos tenedores y dos tazas de café
– Pareces muy tranquila -observó él, cuando los dos tuvieron pastel y café y estuvieron sentados la mesa.
– ¿Sobre lo que ocurrió? No estoy segura de que haya nada por lo que estar preocupado. Sin embargo, lo de Pam sí es muy raro. ¿Por qué iba a ir ella a un motel? Sigo pensando que podría haberse reunido con él en su casa.
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