– Claro que podemos. ¡Atención! Todos los que quieran jugar al béisbol que levanten la mano.

Un montón de manos se levantaron a su alrededor. Tess y Julie se acercaron corriendo, y Andrew se puso a chillar y a saltar. Incluso los adultos parecieron interesados.

– Un partido de béisbol es una idea fabulosa -gorjeó Charlotte Long desde su tumbona-. Organízalo todo, Kevin.

Kevin sonrió por la intromisión.

– ¿Quieres ser uno de los capitanes, Cody?

– Por supuesto.

Miró a su alrededor en busca de otro capitán y cuando estaba a punto de elegir a Tess, algo en la forma en que Hannah, estaba sentada a los pies de su padre abrazando a los caniches le llamó la atención. Kevin la había visto levantar la mano unos centímetros, pero de inmediato volvió a dejarla sobre su regazo.

– Hannah, ¿qué me dices? ¿Quieres ser tú la otra capitana?

Kevin se quedó de piedra al ver que Dan bajaba la cabeza y soltaba un gruñido.

– ¡No, Kevin! -gritaron al unísono Tess y Julie-. ¡Hanna, no!

Molly fue la que más le sorprendió, aquella conejita aquella conejita a la que se suponía tan sensible con los niños.

– Esto… Tal vez sería mejor si eligieras a otra persona le aconsejó.

«Pero ¿qué le pasaba a aquella gente?»

Por suerte, su crueldad no perturbó a Hannah, que se puso en pie de un salto, se alisó los pantalones y le sonrió con la misma sonrisa de su tía.

– Gracias, Kevin. Casi nunca me dejan ser capitana.

– Eso es porque tú…

Phoebe le tapó la boca a Tess, pero también ella parecía afligida.

Kevin se disgustó con todos ellos. No había nadie más competitivo que él, pero jamás caería tan bajo como para hacer que una niña se sintiera mal sólo por no ser atlética. Intentó darle confianza con una sonrisa.

– No les hagas ningún caso, preciosa. Serás una gran capitana. Incluso puedes ser la primera en elegir.

– Gracias.

Hannah dio un paso adelante e inspeccionó a la gente. Kevin supuso que le elegiría a él o a su padre, y se sorprendió al ver que señalaba a su madre, una mujer que jugaba tan mal que los veteranos del equipo de los Stars se habían habituado a programar visitas al dentista sólo para tener una excusa para marcharse del picnic del equipo antes del tradicional partido de béisbol.

– Elijo a mamá.

Kevin se puso en cuclillas a su lado y bajó la voz.

– Por si no te ha quedado claro, Hannah, puedes elegir a quien quieras, incluidos los hombres. O sea, a tu padre. A mí. ¿Estás segura de que quieres elegir a tu madre la primera?

– Está segura -suspiró Dan detrás de él-. Ya estamos otra vez.

Hannah levantó su mirada hacia Kevin y susurró.

– A mamá le duele mucho que nadie la quiera nunca en su equipo.

Tess habló con la franqueza que sólo se permite hasta los once años.

– Eso es porque es malísima.

Phoebe inspiró con fuerza y le dio una palmadita en el hombro a la capitana de su equipo, olvidando oportunamente su reticencia anterior.

– No le hagas caso, Hannah. Una actitud ganadora es mucho más importante que la habilidad natural -le dijo a su hija.

Al contrario que Hannah, Cody no se anduvo con tonterías y prefirió la habilidad natural a la actitud ganadora.

– Elijo a Kevin.

Dan se levantó de su tumbona y se acercó a su hija.

– Hannah, cariño, estoy aquí. No te olvides de mí. Herirás mis sentimientos si no me eliges.

– No es verdad -replicó Hannah con una bonita sonrisa; se volvió y fijó su mirada en Lilly, que estaba hablando de jardinería con algunas de las mujeres mayores y, si Kevin no recordaba mal, ni siquiera había levantado la mano.

– La elijo a usted.

– ¿A mí? -Lilly pareció complacida y se levantó-. Vaya, no había jugado al béisbol desde que era una adolescente.

– Será un equipo excelente. Hay mucha actitud ganadora -dijo Hannah sonriéndole a su madre.

Cody, que no era de los que dejan crecer la hierba debajo de sus pies, eligió a Dan.

Kevin se acercó nuevamente e intentó ayudar a Hannah señalando al mayor de los hermanos O'Brian.

– Antes me he fijado en cómo lanzaba el balón de fútbol. Scott es un buen deportista.

– Ahórrate la saliva -murmuró Dan; y con mucha razón, porque Kevin supo enseguida cuál había sido la tercera elección de Hannah al ver la alegría del rostro de Andrew.

– Elijo a Andrew. ¿Lo ves, Andrew? Que tengas sólo cinco años no quiere decir que nadie te quiera en su equipo.

– Yo elijo a Tess -se apresuró a decir Cody.

– ¡Y yo elijo a mi tía Molly! -sonrió alegre Hannah.

Kevin suspiró. De momento, Cody tenía en su equipo a un quarterback en activo de la NFL, a un quarterback retirado de la NFL y a una de las adolescentes más atléticas del norte de Illinois. Hannah, por el contrario, tenía a su madre, la peor jugadora de béisbol de la historia; a su hermano pequeño, que tenía un gran entusiasmo, pero, con sólo cinco años, poca habilidad; y a Molly, que era… era Molly, la mujer que hacía volcar canoas, que casi se había ahogado y que en general odiaba el deporte.

Las siguientes elecciones de Cody incluyeron a las dos adolescentes que antes habían estado chutando un balón de fútbol europeo con Tess, al mediano de los O'Brian, fornido como un tanque, y a sus dos padres, físicamente aptos.

Hannah eligió al O'Brian de seis años, un niño al que Kevin juraría haber visto escondiendo su manta de seguridad entre los arbustos. Se redimió eligiendo a su hermana Julie, que al menos era bailarina y coordinaba sus movimientos, y luego a Liam Jenner, aunque su razonamiento no fuera demasiado convincente.

– Porque me ha hecho un bonito dibujo de Kanga y Roo.

Mientras Cody completó su equipo con el resto de adultos más jóvenes, Hannah eligió a todas las ancianas que quisieron jugar.

Aquello iba a ser una masacre.

Los niños corrieron a sus casitas a por el equipamiento, el señor Canfield, afectado de artritis, se ofreció voluntario para arbitrar, y pronto todo el mundo estuvo en su lugar.

El equipo de Hannah era el primero en batear, y Kevin se encontró en el montículo del lanzador ante el niño de seis años que había escondido su manta entre la Forsythia. Ke vin cometió el error de mirar a Molly y no le sorprendió que ella le dijera claramente con los ojos: «Si eres uno de esos hombres capaces de eliminar a Linus, entonces no eres el hombre que creía que eras, y puedes irte olvidando de la posibilidad de verme desnuda en un futuro próximo, comprenez-vous?»

Kevin se lo puso fácil al niño.

Hannah envió a continuación a Andrew, y Kevin le lanzó una bola blanda al plato. Andrew falló, aunque movió muy bien el bate para ser tan pequeño, y al ver aquella expresión de terca determinación en su rostro, supo que acababa de vislumbrar el aspecto que debía haber tenido Dan Calebow a la edad de cinco años. Por ese motivo, su siguiente lanzamiento fue más fuerte de lo que pretendía, aunque Andrew, deportivamente, dio lo mejor de sí.

Molly, en cambio, le lanzó una mirada que llevaba escrita la palabra «cretino».

«¡Tiene cinco años, idiota! ¡Sólo es un chiquillo! ¿Tan importante es ganar que vas a eliminar por tres strikes a un niño de cinco años? ¡Definitivamente, jamás de los jamases volverás a ver unas braguitas de conejita en tu vida! De ninguna manera. Ciao, bambino!»

Kevin le lanzó una tercera bola blanda y Andrew la bateó corto a la derecha. El mayor de los O'Brian no se imaginaba lo peligroso que podía ser un Calebow, aunque fuera de parvulario, y le pilló distraído. Como consecuencia, Linus llegó a la tercera base y Andrew se plantó junto a su padre en la segunda.

Dan se pasó la mano por los cabellos con desesperación.

– ¿Kevin? -gritó Hannah educadamente-. Ahora le toca al señor McMullen. Quiere saber si puede utilizar su bastón como bate.

Y con eso ya estaba todo dicho.

Había llegado el turno de batear para el equipo de Cody, el primero era Kevin. Cerca del montículo del lanzador vio a la pequeña Hannah Buencorazón abrazada a las Cuatro amazonas del Apocalipsis: Molly, Phoebe, Lilly y Julie. Las mujeres se dispersaron, y dejaron por fin a su lanzadora en el montículo.

Molly, la conejita.

Kevin no pudo contener una risilla. Por fin empezaba la diversión. ¿Y sabéis qué, niños y niñas? Que Benny el Tejón no iba a tener piedad con Daphne.

Molly intentó dominarle con la mirada, pero Kevin noto que estaba nerviosa. Por supuesto. Figura nacional. Jugador más valioso. Candidato al premio Heisman. Profesional de pies a cabeza. Un buen motivo para estar nerviosa. Kevin se colocó en el plato y sonrió.

– Intenta no darme con la bola en la cabeza, cielo. Me gustaría que mi hermosa nariz siguiera donde está.

– Eso -dijo Dan detrás de Kevin- ha sido un error.

«Sí, ya…»

Molly dio unos cuantos giros que se suponía que servían de calentamiento. Kevin dio unos golpecitos con el bate en el suelo y esperó el lanzamiento pensando en lo guapa que estaba. Más que guapa. Tenía los labios rosados de habérselos mordisqueado, y sus senos se apretaban contra el top violeta del mismo modo que se habían apretado contra su pecho la noche anterior. Cuando lanzó la bola, su dulce culito se meneó dentro de los vaqueros rosas del mismo modo que se había meneado sobre…

La bola pasó volando mientras él estaba distraído. «¡Eh, qué ha sido eso!»

– ¡Strike uno! -gritó el señor Canfield.

Una chiripa, nada más. Un lapso de concentración provocado por mirar poco a la bola y demasiado a la loba. Kevin salió del plato.

Molly también sabía que había sido chiripa, porque empezó a mordisquearse el labio inferior más nerviosa aún que antes. Era el momento perfecto para unos juegos mentales.

– Buen lanzamiento, Daphne. ¿Crees que podrás repetirlo?

– Lo dudo.

Definitivamente, Molly estaba nerviosa. Y definitivamente sexy. A Kevin le encantaba cómo hacía el amor aquella jovencita, con todo su corazón y todas las partes de su cuerpo.

Su culo se meneó. Kevin recordaba las sensaciones que le había producido aquel meneo, vaya que sí.

La bola venía rápida, pero esta vez Kevin estaba preparado… Si no fuera porque la bola cayó inesperadamente en el último instante y el bate de Kevin golpeó el aire.

– ¡Excelente, tía Molly!

– Gracias, Hannah.

Kevin no se lo podía creer.

– Buen intento -gruñó Dan detrás de él.

Molly se tocó la parte interior de un pecho con el dedo índice. La punta de su lengua lamió su hinchado labio inferior. ¡Dios santo, si le estaba poniendo cachondo! En cuanto terminara el partido, volvería a arrastrarla hacia el bosque, con familia o sin, y allí le enseñaría un juego de verdad.

Molly levantó el brazo, y justo en el momento de lanzar la bola, miró la entrepierna de Kevin, que dio instintivamente un paso atrás para protegerse. En consecuencia, tocó la bola de refilón y ésta salió disparada con muy poca fuerza hacia el montículo. Kevin echó a correr, Molly lanzó la bola a la primera base, y Julie la atrapó al vuelo en lo que pareció una pirueta de El lago de los cisnes.

Kevin estaba eliminado. ¡Eliminado! Su mirada se desplazó de la bailarina a la conejita sin comprender qué había pasado. La mirada de Molly se desplazó de su cara a su entrepierna. Y se rió diabólicamente.

– ¿No te había comentado que fui durante nueve años a campamentos de verano?

– Creo que sí que lo comentaste.

Kevin no podía imaginar ningún campamento de verano donde enseñaran aquel truco en concreto. La reina de las travesuras se lo había sacado de la manga.

Al finalizar la primera entrada, Molly le había hecho a Cody un lanzamiento fácil, más fácil aún a Dan, y había eliminado al mayor de los hermanos O'Brian, y también a su padre.

Deportistas: 0

Los últimos elegidos en clase de gimnasia: 2

Molly pasó lentamente por delante de Kevin mientras su equipo saltaba al campo.

– Bonito día.

– Creía que habías dicho que no se te daba bien el deporte.

– Dije que no me gusta el deporte, guapetón-replicó dándole un golpecito en el pecho.-Hay una pequeña diferencia.

Kevin no podía dejar que se la colara tan fácilmente, y respondió con sarcasmo.

– La próxima vez que me mires la bragueta, guapetona, procura estar de espaldas.

Molly se rió y corrió a reunirse con su equipo.

Lilly era la primera bateadora. Iba toda vestida de Gucci con colores coordinados con los diamantes centelleantes de sus anillos y pulseras. Se quitó las sandalias de leopardo y las gafas de sol y agarró el bate. Practicó un par de golpes y se colocó en el plato como si fuera suyo. En ese momento, Kevin supo que su capacidad atlética no se la debía únicamente al jinete de rodeos.