– ¿Traspasar? ¡No pueden hacer eso!
– Están locos, y pueden hacer todo lo que les plazca.
– No sin echar a perder la temporada. -Molly se anudó la sudadera a la cintura y, con paso firme, se plantó ante él-. Dime exactamente qué ha ocurrido. Palabra por palabra.
– No quiero -dijo Kevin con un nudo en la garganta. Y consciente de la torpeza de su lengua, añadió-: Antes quiero decirte lo guapa que estás.
Molly le miró con suspicacia.
– Estoy exactamente igual que la última vez que me viste, excepto que se me ha quemado la nariz por el sol.
– Eres hermosa. -Kevin se acercó a ella-. Y quiero casarme contigo. De verdad. Para siempre.
Molly pestañeó.
– ¿Por qué?
Las cosas no estaban yendo como él había planeado. Quería tocarla, pero al verla fruncir el ceño con tanto énfasis se lo pensó dos veces.
– Porque te quiero. En serio. Más de lo que jamás habría podido imaginar.
Un silencio perfecto.
– Molly, escúchame. Siento lo ocurrido, siento haber tardado tanto en darme cuenta de lo que quiero, pero mientras estaba contigo me lo pasaba demasiado bien como para pensar. Cuando te marchaste, sin embargo, las cosas no fueron tan bien, y ví que todo lo que habías dicho sobre mí era cierto. Tenía miedo. Dejé que el fútbol se convirtiera en toda mi vida. Era la única cosa de la que estaba seguro, y por eso este año estaba tan desasosegado. Notaba un vacío en mi interior que intentaba llenar, pero seguía equivocándome. Aunque te aseguro que ya no siento ese vacío, porque estoy contigo.
El corazón de Molly latía con tanta fuerza que temió que él pudiera oírlo. ¿Hablaba en serio? Su aspecto así lo indicaba, parecía preocupado, molesto, más serio de lo que le había visto nunca. Y si hablaba realmente en serio, ¿qué?
Como niña víctima de abusos emocionales, tenía un gran instinto de supervivencia, y no pensaba dejar de guiarse por él.
– Háblame de lo del traspaso.
– No quiero hablar de eso ahora. Hablemos de nosotros. De nuestro futuro.
– No puedo hablar del futuro a menos que comprenda el presente.
Kevin debería haber sabido que no iba a cejar en su empeño, pero aun así intentó despistarla.
– Te he echado tanto de menos. Sin ti, dejé de ser feliz.
Era todo lo que Molly quería oír. Y aun así…
– Lo único que tengo que hacer es llamarla.
Kevin caminó hacia la valla.
– De acuerdo, lo haremos a tu manera -dijo agarrándose a la baranda con una mano-. Quise arreglar las cosas con ellos de una vez por todas, así que fui a su casa. Dan no estaba, pero hablé con Phoebe. Le dije que te amaba y que te iba a pedir que te casaras conmigo de verdad. Le dije que quería su bendición.
Molly necesitaba algo donde sujetarse, pero no había nada cerca, así que se dejó caer sobre la hierba, se llevó las rodillas al pecho y se concentró en respirar.
Kevin la miró.
– Podrías alegrarte un poco.
– Cuéntame el resto.
– A Phoebe no le gustó -dijo apartándose de la valla-. A decir verdad, se mostró muy disgustada. Me acusó de utilizarte como póliza de seguros para mi retirada.
– No lo comprendo.
– Todo el mundo sabe que quiero acabar de entrenador, y he hablado con Dan sobre su trabajo en el despacho principal.
Y entonces Molly lo comprendió.
– Te dijo que me estabas utilizando para garantizarte un futuro con los Stars, ¿es eso?
Kevin estalló.
– ¡No necesito ninguna garantía! ¡Hace tiempo que vengo demostrando lo que valgo! No hay ningún jugador en la liga que sepa tanto de fútbol como yo, pero Phoebe me miró como si fuera un parásito y un don nadie. Molly, comprendo que quieras a tu hermana, pero el fútbol es un deporte en el que lo importante es ganar, y tengo que decirte que en estos momentos le he perdido todo el respeto.
Las piernas de Molly habían recuperado la fuerza suficiente como para incorporarse.
– Hay algo más, ¿no?
La expresión de Kevin era una mezcla de ira y confusión, como si no pudiera alcanzar a comprender cómo una vida hecha de oro había podido deslustrarse.
– Me dijo que te podía tener a ti o a los Stars, pero no ambas cosas. Me dijo que si volvía a verte, mi carrera con el equipo se había terminado. Si seguía lejos de ti, conservaría mi trabajo.
Molly sintió que algo cálido se abría en su corazón.
– ¿Y la creíste?
– ¡Pues por supuesto que la creí! ¡Y ella se lo pierde! No necesito a los Stars. Ni siquiera quiero seguir jugando con ellos.
Su tierna y entrometida hermana…
– Te estaba tomando el pelo, Kevin. Todo esto es una tomadura de pelo.
– ¿Qué quieres decir?
– Quiere que yo tenga una Gran Historia de Amor como la que tuvo ella con Dan.
– Le ví la cara. No era ninguna tomadura de pelo.
– Se le da muy bien.
– Esto no tiene sentido. ¿Qué quiere decir que quiere que tengas una historia de amor? Ya le dije que te amo.
– Es una romántica. Tanto como yo. Una historia de amor corriente no le basta. Quiere que yo tenga algo que pueda recordar toda la vida, algo que pueda sacar y examinar si te olvidas de enviar flores en nuestro aniversario o te enfureces porque he abollado el coche.
– Seguro que tú entiendes de qué estás hablando, pero yo no tengo ni idea.
– Si fueras mujer, lo entenderías.
– Pues perdóname por tener un…
– Las palabras son maravillosas, pero de vez en cuando algunas pocas mujeres tienen la suerte de tener algo más, algo inolvidable. -Aquello era algo tan básico para ella que tenía que hacérselo comprender-. ¿No lo ves? ¡Dan le salvó la vida! Estaba dispuesto a dejarlo todo por ella. Y por eso Phoebe siempre sabe que ella es lo primero, por delante del fútbol, de su ambición, de todo. Y quería que yo tuviera lo mismo contigo, por eso te convenció de que tenías que elegir.
– ¿Se supone que tengo que creerme que puso en peligro a todo el equipo sólo para obligarme a realizar algún tipo de gran gesto romántico? -Kevin estaba empezando a gritar-. ¿Se supone que tengo que creerme eso?
¡Kevin la amaba! Lo pudo ver en sus ojos, lo oyó en su frustración. Estaba dispuesto a dejar el equipo por ella, y su corazón cantó de alegría. Pero el sonido quedó ahogado casi por completo por otro ruido, un ruido tan inesperado como inevitable.
El estruendo de una alarma de incendios.
Molly intentó no hacer caso. Incluso sabiendo que la carrera de Kevin con los Stars estaba tan segura como siempre, él no lo sabía y la realidad era que estaba dispuesto a hacer ese sacrificio.
Sí, definitivamente, el corazón de Molly cantaba. Sí, aquél era un momento que podría pasarse toda la vida rememorando. Un momento perfecto.
Excepto por la alarma de incendios.
Molly no quiso escucharla.
– Pareces un poco enfadado.
– ¿Enfadado? Qué va, ¿por qué iba a estarlo?
– Porque creías que Phoebe te había echado de los Stars.
– Olvidas que los Stars ya no me importan. ¡Olvidas que quiero jugar con un equipo cuyo propietario comprenda que el objetivo del juego es ganar, y no arriesgar millones de dólares para que su mejor quarterback pueda jugar a Sir Galahad!
El estruendo de la alarma de incendios iba en aumento.
– En tal caso, no has hecho ningún sacrificio.
Kevin era un campeón, así que podía ver llegar el bombardeo a una milla de distancia, y su expresión se volvió cauta.
– ¿Eso es importante para ti? ¿La cosa esta del gesto romántico?
Clang… clang… clang…
– Tengo que ir a preparar el té.
– ¿No he hecho lo suficiente? ¿Quieres algo más?
– En absoluto.
Tras soltar un taco, Kevin la rodeó con los brazos y empezó a llevarla hacia el bosque.
– ¿Qué te parece esto como gesto romántico?
Molly cruzó los brazos sobre su pecho y luego cruzó los tobillos; era el retrato perfecto de la petulancia, pero sintió asco.
– Si implica cuerpos desnudos, es sexo, no amor.
Por desgracia, él la tumbó en el suelo en vez de besarla hasta ahogar el sonido de mil alarmas de incendios.
– ¿Crees que no conozco la diferencia entre sexo y amor? ¿Crees que, como soy un hombre, soy obtuso?
La Gran Historia de Amor de Molly estaba entrando en barrena por culpa de una alarma de incendios cuyo sonido era ya tan estridente que Molly estuvo a punto de taparse los oídos.
– Supongo que sólo tú puedes responder a esa pregunta.
– Vale, pues te diré lo que haré. -Kevin respiró profundamente y la miró directamente a los ojos-. Ganaré la Super Bowl para ti.
Molly vio que lo decía en serio, y sintió en su interior un estallido de felicidad… que el sonido de la alarma interrumpió. Justo en aquel momento, comprendió que se enfrentaba a la cuestión fundamental de su vida, una pregunta que tenía sus raíces en el corazón de una niña que abandonaron emocionalmente cuando era demasiado pequeña. Kevin Tucker era lo bastante fuerte como para matar dragones, y lo bastante fuerte también como para ganar la Super Bowl para ella, pero ¿era lo bastante fuerte como para amarla incluso cuando no fuera amable? Necesitaba una respuesta que silenciara su alarma de incendios para siempre.
– Sólo estamos en julio, perdedor -se burló-. Para el domingo de la Super Bowl me habré olvidado de tu nombre.
– Eso lo dudo mucho.
– Da igual. -Molly se rascó una picadura de mosquito, puso cara de aburrimiento y dijo lo más feo que había dicho en su vida-. Estaba equivocada. En realidad creo que después de todo no te quiero.
Horrorizada, intentó cazar las palabras al vuelo, pero se paró cuando vio que Kevin no parecía molesto, sino calculador.
– Mentirosa. ¿Has oído hablar alguna vez de la gorga del río Saxeten?
– Creo que no. -¿Había perdido unos decibelios la alarma de incendios?-. Parece algo aburrido. ¿Has oído que te decía que no te quiero?
– Sí. Pues eso, que está en Suiza y es un lugar peligroso como el que más. Pero estoy dispuesto a bajar haciendo rappel hasta el fondo y, una vez allí, grabar tus iniciales en la roca.
Sí, definitivamente el estruendo había aminorado. Molly dio unas pataditas en la hierba.
– Conmovedor, pero Suiza está casi tan lejos como la Super Bowl. Además, una vez hayas bajado hasta el fondo, lo que piensas hacer es un grafito o algo así, ¿no?
– Hay un deporte llamado parapente. Te lanzas en paracaídas desde lo alto de una montaña…
– A menos que vayas a escribir mi nombre en el cielo durante el descenso, no hace falta que te molestes.
Los ojos de Kevin se iluminaron.
– Aunque, pensándolo mejor -añadió Molly rápidamente-, probablemente lo escribirías mal. Y las montañas más cercanas están en la otra punta del estado, así que ¿por qué no hablamos del aquí y el ahora? Vale, tal vez sí que te quiero, pero la verdad es, campeón, que todas estas bobadas de Hombre de Hierro pueden impresionar a los muchachos en el vestuario, pero no te darán bebés ni comidas caseras.
¡Bebés y comidas caseras! Una familia que sería toda suya. Y un hombre que la satisfaría hasta lo más hondo de su alma.
Y de pronto la alarma de incendios se calló para siempre.
– Entonces, tendremos que jugar duro -dijo Kevin.
Kevin la comprendía mejor que nadie más en el mundo. La comprendía tan bien que todavía no había bajado los brazos ni se había marchado furioso. Molly escuchó el glorioso silencio que se había hecho en su interior y quería llorar de alegría sabiendo que no tendría que ganarse el amor de aquel hombre con un buen comportamiento perpetuo.
– Estaba dispuesto a dejar los Stars por ti -le recordó Kevin, con expresión sagaz-. Pero supongo que eso no basta…
– Sí que basta… -Kevin sin los Stars era algo impensable.
Kevin no le quitaba la mirada de encima.
– Así que tendré que darte algo más.
– No es necesario -dijo expresándole todo su amor con una sonrisa-. Has superado la prueba.
– Demasiado tarde -dijo cogiéndola de la mano y llevándola de nuevo hacia el campamento-. Ven conmigo, cariño.
– No, de verdad, Kevin. Ya es suficiente. Era sólo que… Era eso de la alarma de incendios. Ya sé que es neurótico, pero quería asegurarme de que me amas realmente. Yo…
– ¿Podrías andar un poco más deprisa? Me gustaría acabar con esto para poder empezar a trabajar en uno de esos bebés que has mencionado.
Un bebé… Y esta vez, todo iría bien. Molly se dio cuenta de que Kevin la arrastraba hacia la playa.
– No hace falta que…
– Será mejor que cojamos una de las barcas de remos.
– No es que no me fíe de tu habilidad para llevar una canoa, pero, la verdad, tienes un historial de aúpa.
– ¿Quieres salir a navegar por el lago? ¿Ahora?
– Tenemos un asunto pendiente -dijo llevándola hacia el embarcadero-. Tú todavía esperas un gran gesto romántico.
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