– ¡No, de verdad! Ya has hecho el gesto más romántico que podías hacer. Estabas dispuesto a dejar los Stars por mí.

– Cosa que no te ha impresionado.

– Más de lo que imaginas. Nunca he estado tan impresionada.

– No podrás engañarme. -Kevin se metió en la barca que estaba amarrada al final del embarcadero, y luego ayudó a Molly a embarcar-. Aparentemente, todavía no he alcanzado el nivel Dan Calebow.

– Sí lo has alcanzado -dijo, mientras se sentaba-. Sólo estaba siendo… cautelosa.

– Estabas siendo neurótica.

Kevin soltó amarras y se puso a los remos.

– Eso también. ¿En serio que quieres navegar hasta aguas profundas?

– Pues sí -respondió empezando a remar.

– No hablaba en serio. Cuando te he dicho que no te quiero.

– ¿Crees que no lo sé? Y ya me dirás lo romántico que soy cuando lleguemos al medio del lago.

– No es por criticar, pero no puedo imaginar que puedas hacer algo demasiado romántico cuando estemos allí.

– Eso es lo que tú crees.

Molly le quería tanto que no le costó mucho seguirle la corriente.

– Tienes razón. Ir remando hasta el medio del lago es un gesto muy romántico.

– Sé lo que es el romanticismo.

Aquel lisonjero hijo de un predicador no tenía ni idea de romanticismo, aunque sabía todo lo que hay que saber del amor. Daphne, apoyada en su pecho, se estremecía con el movimiento de sus músculos al remar.

– Me gusta tu camiseta.

– Si estás en lo cierto acerca de tu hermana, y espero que lo estés, aunque de todos modos presentaré una queja ante el comisario, mandaré que hagan una para cada uno de mis compañeros del equipo.

– Tal vez no sea una gran idea.

– Y se las pondrán -dijo sonriendo-. Haré una concesión con los defensas, sin embargo, y en sus camisetas pondré a Benny. Y felicidades por haber salvado tus libros. Lilly me lo contó todo por teléfono. Siento que tuvieras que vender tu apartamento, aunque de todos modos habría resultado demasiado pequeño para los dos.

Molly pensó en la antigua mansión victoriana a las afueras de Du Page County. Phoebe le había dicho que estaba en venta y sin duda sería lo suficientemente grande.

– Creo que ya estamos en el medio -dijo Molly.

Kevin miró atrás.

– Sólo falta un poco. ¿Te he hablado alguna vez de lo profundo que es el lago en el medio?

– No me suena.

– Muy profundo.

Aunque estaba de espaldas a él, Molly sintió que se dibujaba en su rostro una sonrisa de oreja a oreja.

– Estoy irremediablemente enamorada de ti.

– Eso ya lo sé. Lo que está en cuestión son mis sentimientos de irremediable enamoramiento.

– Te prometo que jamás volveré a cuestionarlos.

– Habrá que asegurarse de eso.

Kevin desarboló los remos y flotaron a la deriva durante un rato. Miró a Molly y sonrió.

Ella le devolvió la sonrisa. Molly se sintió como si tuviera el corazón en la garganta.

– Eres el hombre más tenaz que conozco, Kevin Tucker. No sé por qué pensé, aunque sólo fuera por un momento, que tenía que ponerte a prueba.

– De vez en cuando, te vuelves loca.

– Phoebe lo llama «incidentes». Y hoy has presenciado el último. Me he arriesgado a echar a perder lo más importante en mi vida, pero no volveré a cometer el mismo error. -Los ojos se le inundaron de lágrimas-. Has dejado a los Stars por mí.

– Y volvería a hacerlo. Aunque, francamente, espero no tener que hacerlo.

Molly se rió.

Kevin sonrió, pero enseguida se puso serio.

– Ya sé que no te gusta el fútbol del mismo modo que a mí, pero, mientras conducía hacia aquí, no dejaba de pensar en salir de la melé y mirar hacia la línea de cincuenta yardas. -Kevin le acarició la mejilla-. Y te veía allí sentada para mí.

Molly también podía verlo.

– Se ha levantado viento -dijo Kevin-. Está refrescando.

El sol brillaba en el cielo, igual que en su corazón, y Molly supo que ya no volvería a sentir frío en toda su vida.

– Yo estoy bien. Perfecta.

Kevin indicó con la cabeza la sudadera que todavía llevaba atada a la cintura.

– Será mejor que te la pongas.

– No me hace falta.

– Estás temblando.

– Es de la emoción.

– Nunca se es demasiado prudente. -La barca se balanceó ligeramente cuando Kevin se puso en pie; ayudó a Molly a levantarse y, después de desatarle la sudadera de la cintura, se la puso. Le venía tan grande que le llegaba hasta las rodillas. Kevin le apartó de la cara un mechón de cabellos y se lo colocó detrás de la oreja-. ¿Tienes idea de lo preciosa que eres para mí?

– Sí, de verdad que sí.

– Bien.

Rápido como una centella, Kevin cruzó las mangas vacías por delante de Molly como si llevara una camisa de fuerza y le ató los puños a la espalda.

– ¿Se puede saber qué…?

– Te quiero.

Kevin acarició sus labios con un beso, la tomó en brazos y la tiró por la borda.

Molly estaba tan sorprendida que tragó agua, y luego tuvo que patalear furiosamente para volver a la superficie. Con los brazos aprisionados, no resultaba fácil.

– Ya estás aquí -dijo Kevin cuando emergió-. Me estaba preocupando.

– ¿Qué estás haciendo?

– Espero a que estés a punto de ahogarte. -Kevin sonrió y se sentó cómodamente en el asiento-. Y entonces te salvaré la vida. Dan lo hizo por Phoebe, y yo lo haré por ti.

– ¡Dan no intentó matarla antes! -gritó Molly.

– Más a mi favor.

– De todas las estupi…

Molly volvió a tragar agua, tosió, e intentó decir algo más. Por desgracia, se estaba hundiendo.

Cuando volvió a emerger, Kevin ya estaba en el agua, esperándola, con los cabellos mojados y pegados a la frente, Daphne ceñida sobre su pecho, y los ojos verdes iluminados por el puro placer de estar vivo, enamorado y pasándoselo tan bien. No había ninguna mujer en el mundo que pudiera entretenerle de la forma en que lo hacía Molly. Y ninguna mujer le amaría más.

Lo que no significaba que fuera a ceder sin combatir.

– Cuando te decidas a salvarme -señaló Molly-, estaré excesivamente cansada para hacer otra cosa que no sea dormir.

Unos segundos más tarde la sudadera se hundió hacia el fondo del lago sin ella.

– Ha sido divertido -dijo Kevin con una sonrisa kilométrica y los ojos empañados con algo más que agua del lago.

– No delante de los niños.

A Molly también se le empañaron los ojos mientras le quitaba la camiseta de Daphne.

Hicieron el amor a la sombra de la barca de remos, sujetándose a la regala y el uno al otro, atragantándose y jadeando, primero uno debajo del agua y luego el otro, dos temerarios que habían encontrado a su pareja perfecta. Cuando hubieron terminado, se quedaron mirándose a los ojos, sin decir nada, sintiendo una tranquila y absoluta perfección.

Epílogo

Descubierto en un cuaderno escondido bajo la glorieta del campamento de Wind Lake. De autor desconocido, aunque hay algunas sospechas.

Todos los animales del Bosque del Ruiseñor se habían reunido para el bautizo. Daphne llevaba su segunda mejor diadema de diamantes de imitación (había perdido la mejor en una carrera de rallys). Benny había estado sacándole el brillo a su bicicleta de montaña hasta dejarla resplandeciente. Melissa estaba deslumbrante con una bufanda de la rue Faubourg Saint-Honoré enroscada al cuello, y su nuevo marido, Leo la Rana Mugidora había creado un hermoso cuadro en honor de la ocasión.

La ceremonia tuvo lugar bajo la sombra de los árboles. Los animales esperaron a que hubiera terminado para salir de debajo de las sombras de las casitas de madera y escabullirse entre los invitados, invisibles para todos los humanos excepto para los más pequeños.

Victoria Phoebe Tucker, encaramada a los hombros de su padre, pestañeó al ver a Benny y, con unos ojos verdes resplandecientes de curiosidad, pareció decir: «¿Qué hay de nuevo, viejo?»

– Lo que hay de nuevo eres tú.

«Oye, me resultas familiar.»

– Conozco bastante bien a tu padre.

Daphne dio un salto hacia delante.

– Bonjour, Victoria Phoebe, y bienvenida al Bosque del Ruiseñor.

Daphne admiró la confección espumosa de encaje blanco y cintas rosas que envolvía a la bebé y el brazo grande y bronceado de su padre. Victoria Phoebe ya tenía buen gusto para la moda.

– Yo me llamo Daphne, y él es Benny. Hemos pasado a presentarnos.

– Y a ver si querías jugar al fútbol -añadió Benny.

Victoria Phoebe se puso una de las cintas rosas de su gorrito en la boca.

«Tal vez hayas observado que ahora mismo estoy un poco liada.»

– Tan sarcástica como su madre -observó Murphy el Ratón.

El papá de Victoria Phoebe alargó la mano para recuperar la cinta. La pequeña fue a por su mano y mordisqueó su mordedor favorito, su recientemente ganado anillo de la Super Bowl. Su papá le dio un beso en la frente e intercambió una sonrisa especial con su mamá, que estaba en pie a su lado. Cerca, su tía Phoebe observaba feliz a la nueva familia que su especial talento para el engaño había ayudado a crear.

– No reconozco a todos los mayores -dijo Leo la Rana Mugidora-, pero a los pequeños sí: los Calebow y los Bonner, los hermanos Deonton de Telaroosa, Tejas, y… ¿no es un Traoveler, ese de ahí?

A Victoria Phoebe le gustaba estar en el ajo, y abandonó el anillo de la Super Bowl para señalar a algunos de los humanos adultos.

«Todos esos gigantones son compañeros del equipo de papá. Y aquellos de allí son los hermanos del tío Cal con las mamás y los hijos. La tía Jane y el tío Dan están hablando. Ella es muy simpática, pero anoche intentó anotar algo en mi pierna mientras me tenía en brazos, y papá tuvo que quitarle el bolígrafo.»

– Ya habíamos oído quejas -dijo Daphne-. Hoy tu madre está particularmente guapa.

«Y huele fantásticamente, a flores y a galletas. Quiero mucho a mi mamá. Es la que cuenta los mejores cuentos.»

– Son la leche -dijo Benny.

Daphne le dio un codazo, pero Victoria Phoebe estaba arrimándose al pecho de su padre y no se dio cuenta. La bebe movió los ojos de abajo arriba.

«Éste es mi querido papá. Dice que soy la cosa más especial para él, pero que no se lo diga a mamá, aunque siempre lo dice delante de ella y los dos se ríen.»

– Tienes unos padres muy buenos -observó educada mente Melissa.

«Ya lo sé, pero me besan demasiado las mejillas. Se me resecará la piel.»

– Recuerdo que Rosie Bonner solía quejarse de lo mismo.

«¡Rosie Bonner! -exclamó indignada Victoria Phoebe. Anoche intentó esconderme en el cubo de la basura porque estaba acaparando demasiado la atención, pero Hannah la distrajo con una galleta. A Hannah la quiero muuuuucho.»

– Siempre ha sido una amiga muy especial -dijo Daphne-. Jugábamos mucho con ella cuando tenía tu edad.

«¿Y ahora ya no jugáis con ella?»

Los animales se miraron entre sí.

– No de la misma manera -dijo Benny-. Todo cambia. Pasan cosas.

Victoria Phoebe era una futura summa cum laude, así que no se le escapaba nada.

«¿Qué tipo de cosas?»

– Los niños sólo pueden vernos cuando son muy pequeños -explicó Melissa amablemente-. Cuando se hacen mayores, pierden ese poder.

«Eso duele.»

– Pero pueden leer nuestras historias en los libros -añadió Murphy el Ratón-, que es casi igual de divertido.

– Unos libros que le están valiendo a tu madre un montón de dinero -señaló Leo-. Aunque no tanto como a mí mis cuadros.

Victoria Phoebe se mostró ofendida.

«Perdóname, pero leer no es algo que me interese por el momento. Todavía trato de evitar los sarpullidos que me producen los pañales.»

– Definitivamente sarcástica -cloqueó Celia la Gallina.

Daphne, gran amante del sarcasmo, decidió que había llegado el momento de más explicaciones.

– Aunque no vas a poder vernos cuando te hagas mayor, Victoria Phoebe, estaremos cerca vigilándoos a ti y a tus hermanos.

«¡¿Hermanos?!»

– Somos una especie de ángeles de la guardia -se apresuró a decir Melissa.

– Ángeles peludos -añadió Benny.

– El caso es -dijo Daphne con paciencia- que nunca estarás sola.

«¿Cuántos hermanos exactamente? -preguntó Victoria Phoebe. Y de repente, en el momento en que su padre se la pasaba a su madre, exclamó-: Ups, tengo que irme.»

Los animalitos observaron a Kevin, que cogía un vaso de limonada de la mesa bajo los árboles.