– Me gustaría proponer un brindis -dijo-. Por todos nuestros amigos y por la familia que tanto significa para mí. Especialmente, por mi madre, Lilly, que entró en mi vida en el momento más oportuno. Y por mi cuñada, Phoebe, que es casi tan buena casamentera como dirigente de un equipo de fútbol. -Kevin se volvió, carraspeó, y dijo con la voz rota por la emoción-: Y por mi mujer… El amor de mi vida.

Victoria Phoebe oteó por encima del hombro de su madre.

«Ya empiezan otra vez con los besos. Ahora al menos sólo es entre ellos, pero seguro que enseguida vendrán a por mis mejillas.»

Y, efectivamente, eso hicieron.

Daphne suspiró, rebosante de felicidad.

– Ahora viene la mejor parte de esto de estar en el negocio editorial.

– El final feliz -dijo Melissa, asintiendo con la cabeza. -Demasiado besuqueo -gruñó Benny, pero se le iluminó la cara-. Tengo una idea. ¡Vamos a jugar al fútbol!

Y eso hicieron. Y siguieron felices por siempre jamás.

Susan Elizabeth Phillips


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