Jackson se cubrió la cara con las manos y respiró profundamente. Alex sentía todo lo que le había pasado de niño, pero le daba la terrible sensación de que todavía había más. Se recogió los pies junto al cuerpo y se los agarró con las manos para no tener que tocarlo y evitar que él creyera que estaba demostrándole compasión. Dado que estaba hablando, no quería estropear aquel momento íntimo que había entre ellos.

Por fin, Jackson levantó la cara y miró hacia el horizonte.

– Su jefe, evidentemente, no le dio suficiente dinero, porque estuvimos viviendo cinco años en aquel apartamento -confesó, lleno de resentimiento-. Supongo que la aventura tampoco duró, pero eso no impidió que mi madre se buscara otros amantes que pudiera utilizar para que la apoyaran económicamente. Constantemente, me dejaba solo por las noches y se iba a los bares para buscar al siguiente tipo rico que se ocupara de ella. Yo odiaba lo que estaba haciendo mi madre, odiaba que yo fuera en segundo lugar para ella, después de los tipos a los que perseguía tan abiertamente. Recuerdo que, por las noches, la esperaba tumbado en la cama. Durante aquellas largas horas, preparé un plan. Yo quería cuidar de ella y ser el único nombre del que ella dependiera, así que, un verano, acepté pequeños trabajos por el vecindario como limpiar las piscinas o segar el césped por unos cuántos dólares. Aquel verano, conseguí ahorrar unos doscientos dólares. Como era tan joven y tan inocente, creí que aquello sería suficiente para que mi madre nos comprara una casa bonita y todo lo demás que necesitábamos. Yo creí que ella me consideraría un héroe por lo que había hecho.

Entonces, miró a Alex a los ojos. La angustia que aparecía reflejada en los de él la afectó de un modo que la impidió reaccionar.

– ¿Sabes lo que hizo mi madre con ese dinero? -le preguntó él a los pocos segundos. Alex negó con la cabeza-. Se fue a comprar un vestido nuevo, salió aquella noche y volvió pasada la medianoche con un tipo que no se alegró mucho de descubrir a la mañana siguiente que había un niño en la casa.

– Oh, Jackson…

– Aquella fue la primera de las muchas lecciones que aprendí de mi madre -dijo. Aparentemente, no había terminado con su relato-. Cuando cumplí los dieciséis años y encontré un trabajo para después del colegio en una empresa de electrónica, mi madre decidió que yo podía mantenerme por mí mismo mientras ella seguía a la caza de un millonario. Me dejó solo y se pasó meses sin ponerse en contacto conmigo. Cuando me llamó, me dijo cuánto lamentaba haberme dejado solo y haber sido tan mala madre conmigo. Entonces, me pidió dinero. Como un tonto, yo se lo di, esperando que aquella vez todo fuera diferente, pero no fue así. Nunca lo era. Solo me quería, y me sigue queriendo, por una sola cosa, por mi dinero y por lo que puede comprar con él. Lo único que yo he buscado siempre a cambio ha sido su cariño en vez de sentirme utilizado. Cada vez que intento olvidarme del pasado y empiezo a confiar en alguien o en algo, vuelvo a caer en la trampa. Solo con mi madre y mi antigua prometida cualquiera hubiera dicho que yo habría aprendido la lección.

No había sido así. Era un hombre, bueno y sincero, que quería creer lo mejor de cada persona, algo que, en opinión de Alex, resultaba admirable. A pesar de su actitud despreocupada ante la vida, Jackson era una persona muy vulnerable. El dolor que ella había podido ver en la expresión de su rostro revelaba la profundidad de sus heridas.

– Esos son los recuerdos que tengo de mi infancia, Alexis. No son muy agradables, ¿no te parece?

– No, no lo son -susurró ella.

Jackson la miró durante un larguísimo instante. De hecho, pareció casi una eternidad. La luz de la luna resaltaba sus masculinos rasgos y mostraba una extraña combinación de ira, frustración y necesidad. Fue la última de aquellas emociones la que ella comprendió mejor, porque ella misma la sentía.

Entonces, él sacudió la cabeza y, de repente, se puso de pie, como si se acabara de dar cuenta de todo lo que le había contado.

– Voy a darme una ducha -dijo, antes de desaparecer de cubierta.

Alex se apretó un poco más las piernas contra el pecho y descansó la barbilla sobre las rodillas. Se preguntaba si lo que Jackson acababa de compartir con ella tenía algo que ver con su fantasía. Tenía mucho sentido, considerando las experiencias pasadas que había tenido con las mujeres. Sin embargo, no podía estar segura de ello y sintió que no tenía ningún derecho a seguir husmeando. Solo podía especular.

Se quedó allí un rato, pensando en qué hacer. Por fin, decidió levantarse y bajar hacia los camarotes. Aquella vez, no iba a permitir que él siguiera evitándola. Solo había una cosa que ocupaba sus pensamientos, su corazón… Deseaba reemplazar los dolorosos recuerdos de Jackson por otros más placenteros. Así, él también tendría algo que llevarse cuando los dos se marcharan de la isla.


Después de quitarse rápidamente la camisa y el bañador, Jackson se metió en la pequeña ducha, algo que resultaba un verdadero lujo en un barco. Bajó la cabeza para que el chorro de agua le diera de lleno y le limpiara de arena y de sal. Esperaba que el agua ayudara a calmarlo y se llevara sus dudas y su confusión, pero no tuvo suerte.

No sabía en lo que había estado pensando. ¿Cómo había podido contarle los oscuros secretos de su pasado a Alexis, la mujer con la que había jurado mantener la distancia emocional? Nunca antes había compartido aquella parte de sí mismo con nadie. Sin embargo, ella le había ofrecido la comprensión, silenciosa compasión y aceptación que había anhelado siempre. Su interés por su historia había sido sincero, lo que le había hecho ser más consciente de que la estaba engañando y de que le estaba ocultando un secreto, que poco a poco iba haciendo mella en su conciencia.

Agarró el bote de champú y se puso un poco en la mano. A continuación, se frotó el cabello. ¿Cuándo se habían complicado tanto las cosas? Lo que había creído en primer lugar sobre Alexis Baylor se había diluido en los últimos días y le había hecho sentir cosas que no debía sentir. Se estaba enamorando de Alexis, y su corazón y sus sentimientos parecían pender de un hilo.

Recordó los momentos que había pasado con ella. No se acordaba de la última vez que se había divertido tanto con una mujer sin esperar nada a cambio. Ni siquiera había tenido que fingir que disfrutaba de su compañía. Demasiado fácilmente, ella le había hecho olvidar el propósito que lo había llevado a emprender aquel viaje. Además, tras escuchar la desconcertante conversación que había tenido con Dennis sobre Fred Hobson, se sentía inclinado a creer que había mucho más en toda aquella historia de que lo que Alexis sospechaba. Sin embargo, no podía estar seguro, y aquello era lo que más le molestaba.

Se aclaró el cabello y luego se enjabonó el cuerpo con gel. Se preguntó qué era lo que iba a hacer con Alexis, con su fantasía y con la innegable atracción que había entre ellos. Tal vez fuera mejor que regresaran a la isla aquella noche en vez de pasarla en el barco, para evitar caer en la tentación. La soledad le daría la oportunidad de ponerse en contacto con Mike y preguntarle qué era lo último que había averiguado sobre Fred Hobson. Necesitaba respuestas y pruebas concretas que demostraran la inocencia de Alexis.

A pesar de todo, en el fondo de su corazón, sabía que ella no era tan culpable como había pensado en un principio. El instinto le decía que confiara en sus sentimientos y que se fiara de Alexis. Aquel pensamiento le dio miedo porque ya se había visto antes en una situación similar, dando confianza y recibiendo solo traición a cambio.

Cuando terminó de ducharse, estaba resignado a regresar a la isla. Extendió la mano para cerrar el grifo en el mismo momento en el que la cortina de plástico que rodeaba la ducha se abría. Sintió un fuerte deseo al ver a Alexis, de pie junto a él y gloriosamente desnuda. Lo que más le impresionó fue que, aparte de exhibirse físicamente, también parecía estar haciéndolo emocionalmente. Había una cierta vulnerabilidad que le brillaba en los ojos y una súplica silenciosa que causó el caos en la determinación que Jackson había tomado de resistirse a ella. La sangre se le acumuló en la entrepierna con una aguda intensidad. Apretó los dientes, pero no le ayudó al ver que una tierna y seductora sonrisa empezaba a adornar los labios de Alexis. Se había dado cuenta de que él no había podido evitar tener una erección ante ella.

Sin decir palabra, entró en la ducha y lo acorraló contra la pared. El cubículo estaba diseñado exclusivamente para uno, lo que no le dejaba posibilidad alguna de escapar. Estaba tan cerca de su palpitante masculinidad que no pudo evitar rozarla con el muslo. Entonces, cerró los ojos, echó la cabeza hacia atrás y levantó los brazos para soltarse el cabello. Jackson observó, hipnotizado, cómo el agua le mojaba el cabello, el rostro y luego todo el cuerpo. Muy pronto, estuvo completamente mojada.

Él sintió que la respiración se le iba acelerando poco a poco. Alexis le estaba poniendo muy difícil ceñirse a su anterior resolución de no tocarla.

Poco a poco, fue abriendo los ojos. Entonces, le colocó las manos sobre el pecho y las fue bajando por el torso, por el vientre… hasta que rodeó suavemente su erección. Jackson necesitó todo la fuerza de la que disponía para no dejarse llevar por el placer allí mismo.

– ¿Te importa si me ducho contigo? -preguntó ella, tras lamerse el agua que le empapaba los labios mientras empezaba a acariciar suavemente la masculinidad de Jackson.

Él estuvo a punto de alcanzar el clímax en aquel mismo momento. Sin embargo, soltó una maldición y la agarró por la muñeca para detener aquel asalto, aunque no pudo encontrar las palabras necesarias para terminar con aquel delicioso tormento.

– No me rechaces, Jackson -dijo Alexis, como si le hubiera leído la mente. Entonces, lo miró a la suave luz del cuarto de baño con una cándida expresión-. Quiero estar contigo… Yo me preocupo por ti, probablemente mucho más de lo que debería teniendo en cuenta nuestra situación, pero no puedo cambiar mis sentimientos ni fingir que no existen -añadió, acariciándole suavemente el brazo con la mano que tenía libre. Luego, terminó colocándosela en la nuca-. Y creo que tú necesitas esto tanto como yo.

Jackson cerró los ojos al sentir que un temblor lo sacudía por dentro. Desesperadamente, trató de reunir la fuerza de voluntad suficiente para rechazarla. Ya no sabía lo que estaba haciendo, sino solo que anhelaba la calidez de su cuerpo y lo que ella le estaba ofreciendo. Sinceridad, aunque fuera en el sexo. No, mientras hacían el amor. Se sentía demasiado implicado emocionalmente como para que aquello fuera nada menos.

Suavemente, Alexis le acarició los labios con los suyos, con una dulzura propia de una promesa celestial, mientras con el pulgar le acariciaba suavemente el glande.

– Por favor -susurró ella.

Aquellas dos palabras rompieron las barreras. El deseo se apoderó finalmente de él y, con una fuerte sensación de impotencia para resistirse a sus encantos, la tomó entre sus brazos y la colocó contra la pared, aplastándole los pechos y colocándole la erección entre los muslos. Luego, enterró las manos en su cabello y capturó sus labios en un beso apasionado que ella recibió encantada. Le llenó la boca con la aterciopelada humedad de su lengua y la besó muy profundamente, empujando y sintiendo que le resultaba imposible cansarse de su delicado sabor. Alexis provocaba adicción para su deseo, su corazón y sus sentimientos.

La necesidad que sentía se adueñó de él, haciéndole olvidarse de todo menos de aquella mujer que se aferraba desesperadamente a él y de lo mucho que anhelaba hundirse dentro de ella, verse rodeado completamente de su apasionado calor y de su generoso cuerpo. A pesar de sus esfuerzos, sabía que ya no podía resistirse más. La culminación de lo que habían vivido los últimos días sería incendiaria.

La lengua de ella batallaba con la de él. Jackson empujó un poco más y sintió como la rígida longitud de su pene se apretaba contra los suaves pliegues de su feminidad. Alex gimió y se movió para formar parte de aquel juego de placer. Hizo girar las caderas con un lento y erótico movimiento. Si seguían así, se sentiría más allá de donde le resultaría imposible regresar. Sin embargo, no deseaba alcanzar el clímax tan pronto.

Apartó la boca de la de Alexis y consiguió separarse algunos centímetros de ella. Físicamente, ya no se estaban tocando, pero visualmente Jackson no podía abstraerse de los caprichosos caminos que tomaba el agua para deslizarse por el cuerpo de ella.

– Tenemos que tomárnoslo con más calma…

– En ese caso, ¿qué te parece si jugamos un poco? -sugirió Alexis. Entonces, trató de agarrar la botella de gel, pero, antes de que pudiera hacerlo, él se lo impidió.