– Ya lo he hecho.

– Soy un hombre de suerte -musitó Jackson mientras le acariciaba suavemente la mejilla con los nudillos-. Toda mi vida he sentido que se me utilizaba para una cosa u otra, pero ahora quiero dar y compartir y hacerlo libremente. Contigo. Si tú me aceptas, claro…

– Quiero al Jackson de verdad, no a un hombre de fantasía. Y solo hay una cosa que yo quiera de ti.

– ¿Y qué es? -murmuró él, tocándole suavemente el labio inferior con el pulgar.

– Tu amor.

– Eso ya lo tienes. Tardé mucho en admitirlo, pero te amo -le aseguró. Entonces, le tomó la mano y se la colocó sobre su pecho, para que ella pudiera notar los rápidos latidos de su corazón-. Te amo, Alexis Baylor, con todo mi corazón, con mi alma y con todo lo que soy.

– ¿Y qué hay de la confianza?

Jackson se acercó un poco más a ella, hasta arrinconarla contra el escritorio, y se colocó frente a frente.

– No estaría aquí si no confiara ni creyera en ti.

– Ya lo sabía, pero quería asegurarme de que tú lo sabías también -comentó Alexis, muy feliz.

– Lo sé.

Entonces, la tomó por la cintura y la hizo sentarse sobre el escritorio. Luego, bajó la cabeza y la besó ligeramente en los labios, demasiado como para poder apaciguar la necesidad que Alex tenía de sus besos.

– Espero que pueda hacer algo que te demuestre mi amor -susurró él entre deliciosos besos-, y en lo mucho que confío en que nosotros estaremos juntos para toda la vida.

– ¿Te refieres a la fusión de nuestras empresas?

Jackson le levantó la tela de la falda, aunque solo lo suficiente para poder colocarse entre los muslos de Alex y presionarse más íntimamente contra ella.

– A nuestra fusión.

– Me gusta mucho como suena eso -ronroneó Alexis, sintiendo que su cuerpo anhelaba sentir la fuerza y el calor del de Jackson.

Entonces, fue ella la que tomó la iniciativa para un beso. Los dos se perdieron en el enorme placer de volver a estar juntos. Unos minutos más tarde, ya sin aliento, Jackson se apartó de ella ante las protestas de Alexis.

– Me estás distrayendo del propósito original de mi visita.

– Sí, estabas hablando de que debíamos fusionarnos -le recordó ella, colocándole descaradamente las manos en el trasero.

– Oh, sí… -musitó él, al sentir que Alexis se frotaba deliberadamente contra él-. Alexis… lo primero es lo primero. Ya hemos fusionado nuestros corazones al confesarnos que nos amamos, pero me gustaría darte algo que fusione nuestras almas.

– ¿Y luego fusionaremos nuestros cuerpos? -preguntó ella, impaciente.

– Claro, eso será la mejor parte, pero permíteme que haga esto en el orden correcto -añadió. Entonces, le entregó una caja dorada, del tamaño de su mano, adornada con cintas también doradas.

– ¿Qué es eso? ¿Otra sorpresa?

– La mejor de todas. Es la prueba de mi amor y mi compromiso contigo. Ábrelo, cariño.

Alexis tiró de la cinta y levantó expectante la tapa de la caja. Al ver el contenido, se quedó boquiabierta. En el centro de la caja de bombones, había un anillo de diamantes.

– Oh, Jackson… Trufas de amaretto -susurró, sin poder contener ya las lágrimas.

– Y un anillo de compromiso -dijo él, para asegurarse de que ella comprendía exactamente por qué le regalaba aquella joya-. Cásate conmigo, Alexis. Te prometo que siempre tendrás llena esta caja de trufas y que, mientras viva, nunca dejaré que se quede vacía.

– Sí, me casaré contigo -musitó ella, con un hilo de voz.

– Se supone que debes estar contenta y no llorando -comentó Jackson, algo preocupado, mientras le colocaba el anillo en el dedo.

– Y estoy muy contenta. Estoy segura de que las lágrimas se deben a las hormonas. Es uno de los síntomas de embarazo…

– ¿Que estás embarazada?

– Sí. Al principio quería que fuera parte de mi fantasía. Quería tener un hijo, alguien al que considerar propio. Quería tener una familia… Jackson, te aseguro que quedarme embarazada era lo último que estaba pensando mientras hacíamos el amor, pero no me arrepiento de llevar a tu hijo en mis entrañas, no cuando te amo tanto…

– Una familia -susurró él, tomándole el rostro entre las manos-. Alexis, me acabas de dar el mejor regalo de todos. Esto es más de lo que había soñado nunca…

– Estoy dispuesta a darte muchos regalos de estos si tú quieres. Personalmente, estaría encantada con media docena.

– Sí -musitó él. Todavía atónito de haber creado tal milagro, metió las manos por debajo de la blusa que Alexis llevaba puesta y tocó el vientre que acogía a su hijo-. ¿Cómo he podido vivir todos estos años sin ti?

– Creo que nos hemos estado esperando mutuamente -respondió Alexis-. El pasado es el pasado, Jackson. A partir de ahora, ninguno de los dos tendrá que pasar un día más solo. Tú has fusionado nuestros corazones, nuestras almas, nuestras empresas… Solo nos queda una cosa más que fusionar para que el trato sea completo.

La mirada que apareció en sus ojos le indicó a lo que ella se refería. Jackson sonrió, encantado de hacer que los deseos de su amada se cumplieran, en aquel momento y durante el resto de sus vidas juntos.

– Sí, señora.

La tomó entre sus brazos y la llevó al sofá que había al otro lado del despacho. Allí se pasaron una hora sellando el trato que iba a regir el resto de sus vidas…

Janelle Denison

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