– ¿Sí?

– Me estaba preguntando si te gustaría cenar conmigo esta noche.

Aquella petición despertó un sentimiento de alegría en Alex. ¡Por fin!

– Me encantaría -contestó rápidamente. No estaba dispuesta a dejar escapar aquella oportunidad.

– ¿Estás segura de que no necesitas tiempo para pensar en la respuesta?

– No. Estoy absolutamente segura de que me encantaría pasar una velada contigo.

– Estupendo. Pasaré a recogerte a tu habitación a las siete.

Alex se sentía algo mareada mientras se dirigía de vuelta al hotel, no para hablar con Merrilee sino para hacer una reserva para por la tarde en la exclusiva boutique del hotel. Quería que le aconsejaran para comprarse un nuevo y sensual guardarropa. Jackson la hacía sentirse muy deseable, pero quería que su aspecto revelara plenamente sus sensaciones, aunque no tenía ni idea de cómo hacerlo.

Al entrar en el vestíbulo del hotel, se dio cuenta de que no le había dado a Jackson el número de su habitación. Entonces, se echó a reír. Si era verdaderamente el hombre de su fantasía, tendría otros medios de averiguarlo.

Capítulo Cuatro

– Aquí está, señor Witt -dijo Christy, la amable dependienta.

Se había pasado una hora ayudando a Jackson a seleccionar unos modelos femeninos y terminaba de acompañarlo a una espaciosa sala que había en la parte posterior de la boutique.

– Pase. Puede esperar en el vestidor privado hasta que llegue la señorita Baylor. He puesto los artículos que usted ha seleccionado sobre esa percha y encima de la mesa. Si necesita algo más, solo tiene que apretar el botón de este intercomunicador y vendré enseguida.

– Gracias, Christy.

Jackson nunca había estado en el interior de un probador femenino con anterioridad y encontró que la experiencia le resultaba muy estimulante. Miró a su alrededor. La sala estaba bellamente decorada en tonos malvas y azules y había un enorme estrado en el centro. Una de las paredes estaba cubierta de espejos de arriba abajo, para que la dama en cuestión pudiera verse desde todos los ángulos. Por último, jarrones de rosas rojas completaban la deliciosa estancia.

Aquel decorado era perfecto para lo que Jackson tenía en mente.

– Me gustaría que mi presencia fuera una sorpresa para la señorita Baylor -le dijo a Christy.

– Sí señor. La enviaré aquí después de que haya seleccionado ella misma algunas prendas.

Cuando Jackson se quedó a solas, se sentó en una de las cómodas butacas para esperar a que llegara Alexis. Recordó que cuando llegó a su bungalow, después de su baño en la piscina, un mensaje en el contestador le había informado de que Alexis tenía una cita en Placeres de Seducción, la boutique del hotel.

En el momento en el que había entrado en la tienda, se había visto rodeado por seda y encaje, atractivas prendas y todos los femeninos detalles que estaban garantizados para mimar el cuerpo de una mujer… y despertar la libido de un hombre. No podía negar que tocar aquellas delicadas telas, los provocativos vestidos e imaginárselos puestos en Alexis habían despertado cada uno de sus cinco sentidos.

Tenía la intención de mimar el cuerpo y el alma de Alexis. Aquella tarde había flirteado con ella para establecer que también lo deseaba. En la boutique, pensaba tentarla aún más y dejarla deseando mucho más.

Se oyó el sonido de unas voces femeninas provenientes de la parte principal de la tienda. Aunque no podía distinguir lo que decían, la hora que vio en su reloj le confirmó que Alexis debía de haber llegado para su cita. Unos cuantos minutos más tarde, la puerta del vestidor se abrió y Alexis entró detrás de Christy, que llevaba algunas prendas sobre el brazo. Ninguna de las dos miró en la dirección de dónde Jackson se encontraba.

Christy colgó las prendas del perchero y estiró los vestidos, faldas y blusas que Alexis había seleccionado.

– Si necesita algo más, hágamelo saber.

– Estoy segura de que esas prendas serán solo el principio de la transformación de la modesta y práctica Alexis en una más sexy y seductora.

– Estoy segura de ello -dijo Christy con una sonrisa en los labios.

Una vez que Christy se hubo marchado, Alexis se volvió para mirar la percha. Entonces, sin prestar atención a las prendas que ella había seleccionado, se fijó en las que él había elegido. Aunque él no podía ver la expresión de su rostro, no le pasó desapercibido el modo en que se quedó rígida. Seguramente, creía que se estaba entrometiendo en la selección de otra mujer.

Rápidamente apartó la mano y se dirigió al pequeño cubículo en el que una cliente podría cambiarse en privado antes de contemplarse sobre la plataforma.

– ¿Hola? -dijo-. ¿Hay alguien más utilizando el probador?

– No -respondió Jackson desde el otro lado de la sala-. Esas prendas son también para que tú te las pruebes.

Alexis se dio la vuelta, sobresaltada. Sin embargo, cuando lo vio, el placer que reflejó su rostro era inconfundible.

– Jackson, ¿qué estás haciendo aquí?

– Tú requeriste ayuda para seleccionar un nuevo guardarropa para tu estancia aquí, y yo estoy encantado de poder colaborar.

– ¿Cómo supiste que estaría aquí?

– Si un hombre desea algo con fuerza, encontrará un modo de conseguir lo que quiere.

Aquella afirmación tenía un doble significado para Jackson, pero para Alexis solo parecía tener una connotación. «Y te deseo a ti». Respiró profundamente y demostró a Jackson que, evidentemente, no estaba acostumbrada a ser la destinataria de una insinuación tan directa. De nuevo, se producía aquella contradicción. La empresaria despiadada que se había imaginado contrastaba con aquella mujer tan insegura que tenía delante de sus ojos.

– ¿Por qué estás haciendo esto? -preguntó ella con una mezcla de vulnerabilidad y sospecha.

– ¿Que por qué quiero ser parte de tu transformación? -replicó él, repitiendo la misma palabra que había utilizado con Christy momentos antes. Cuando ella lo animó con un gesto de la cabeza para que siguiera hablando, no le costó mucho encontrar las palabras adecuadas que ella estaba esperando-. Porque quiero hacer que te sientas deseable y hermosa, y qué mejor modo de hacerlo que pasarme una agradable tarde contigo en esta boutique viendo cómo me presentas todos esos modelos.

– ¿Que me vas a mirar? -exclamó Alexis, incrédula.

– Bueno, hay un probador privado, pero me gustaría ver cómo te sientan todas esas prendas, ya que las he escogido yo personalmente. También se me ocurrió que te podría interesar la perspectiva masculina sobre lo que resulta sexy.

Alexis se volvió y contempló las prendas que él había seleccionado. Todas tenían un diseño muy elegante, aunque de acentuada sensualidad. Se detuvo para mirar un traje de pantalón corto, color chocolate y beige, y se mordió el labio inferior. A pesar de que resultaba conservador si se le comparaba con algunas otras de las prendas que había visto en la boutique, le preocupaba el hecho de que los pantalones cortos terminaran varios centímetros por encima de la rodilla.

– Tengo que admitir que tu gusto y el mío son muy diferentes -comentó ella, sonriendo.

– Tal vez solo sea porque yo te veo de un modo muy diferente al que tú te ves. Sé osada y déjate llevar, Alexis.

– ¿Es que sabes lo que estoy pensando? -preguntó la joven, de repente.

La cautela se apoderó de él. ¿Habría metido la pata y habría dicho algo que no debería?

– ¿Por qué me preguntas eso?

– Porque pareces saber exactamente en lo que he estado pensando desde que llegué a la isla.

Jackson se encogió de hombros y decidió aferrarse a las anteriores conversaciones que habían tenido.

– ¿Acaso no dijiste que estabas aquí para resarcirte de toda una vida de oportunidades perdidas en una sola semana?

– Sí.

– Bueno, pues aquí tienes la oportunidad de hacer eso exactamente.

– Supongo que, cuando llega el momento de ponerse manos a la obra, los hábitos de antaño tardan en perderse -susurró ella, mientras acariciaba con la mano un top de seda de un brillante color morado.

– Este es el lugar adecuado para dejar atrás las inhibiciones y disfrutar de lo que se te cruce en el camino.

– Tienes toda la razón -replicó ella, armándose repentinamente de confianza en sí misma.

– Claro que la tengo -le aseguró Jackson. Entonces, extendió la mano para tocarle suavemente la sien y descubrió que su piel era cálida y suave. Aquel contacto le hizo preguntarse si tendría una piel tan suave en todas las partes de su cuerpo-. Y para que lo sepas, Alexis, quiero estar en el interior de tu cabeza. Quiero saberlo todo sobre ti -añadió, con la esperanza de descubrir así a la mujer que lo había utilizado a él para conseguir el éxito.

En aquellos momentos, Alexis lo miraba con un deseo tan evidente que se centró exclusivamente en despertar sus sentidos. Con suave lentitud, le acarició la mejilla, el cuello, la clavícula y deslizó la mano suavemente sobre la trenza hasta alcanzar la parte superior de sus pechos. Resistió el impulso de ir más allá, de sentir cómo el cuerpo de Alexis reaccionaba a sus caricias, porque, de hecho, su propio cuerpo se mostraba inquieto y excitado.

– Quiero saber lo que deseas -añadió, con una profunda y masculina voz-. Quiero saber quién eres, lo que te gusta y lo que te hace sentir bien.

Sintió que Alexis temblaba y se inclinaba sobre él, con los ojos oscurecidos por el deseo.

– Tú me haces sentir bien -susurró ella.

Jackson ahogó un gemido de placer y deseó que los labios de Alexis no estuvieran tan cerca de los suyos. También quiso no desearla con tanta intensidad, de un modo que desafiaba la razón y sus deseos de venganza.

– Es un comienzo excelente -dijo, dando un paso atrás y metiéndose las manos en los bolsillos de los vaqueros. El hechizo había quedado roto-. Ahora, ¿por qué no te pruebas algo que te guste sentir contra tu piel?

Ella sonrió muy seductoramente y, sin decir ni una palabra, le comunicó que eran sus manos lo que le gustaba sentir contra la piel. Jackson apretó los puños dentro de los vaqueros y trató de no pensar en las sensaciones que experimentaría al rozar su cuerpo desnudo contra el de Alexis.

– La ropa… -murmuró, señalando la percha.

– Claro, las ropas -comentó ella. Estaba empezando a disfrutar de aquel coqueteo. Entonces, se volvió y consultó la etiqueta de uno de los vestidos que él había elegido-. ¿Cómo has sabido que utilizo una talla doce? Afirmas tener gran imaginación, pero, ¿es que tienes también una visión de rayos x?

– No, no hay nada sobrenatural -comentó Jackson, riendo-. Cuando reservaste una cita en la boutique, le diste a la dependienta tu talla. Lo único que he hecho ha sido utilizar mis recursos.

– Veo que estás lleno de sorpresas… -dijo Alexis mientras se colgaba unas cuantas prendas sobre el brazo.

Jackson añadió un camisón de encaje y raso, color melocotón, con una bata a juego.

Se preguntó si ella se atrevería a probarse aquel conjunto para él.

– Espero que todas sean agradables.

– Hasta ahora, no tengo queja.

Alexis examinó el camisón que él le había dado, tan sensual y provocativo. A Jackson no le quedó duda alguna que había entendido su tácita invitación, lo que hizo que algo se despertara dentro de él. Era una combinación de deseo y anticipación. Estaba deseando ver si Alexis aceptaba su desafío, que la despojaría de sus reservas físicas y le permitiría llegar a ella emocionalmente.


* * *

La transformación había comenzado. A pesar de que Alex reconocía su trenza de cabello oscuro, sus pálidos ojos azules y sus rasgos corrientes, no estaba familiarizada con la mujer que se reflejaba en el espejo vestida con un vestido muy corto.

Con una sonrisa, se dio la vuelta y se contempló en el pequeño probador. Le encantaba el tacto y la caída del ligero material que le envolvía y le acariciaba suavemente las piernas. El vestido estaba realizado en un suave crepé de color amarillo limón, en un estilo que destacaba sus curvas y le embellecía pechos y pantorrillas de un modo que ninguna otra prenda lo había hecho antes.

Estaba empezando a descubrir la sensualidad que se escondía en el cuerpo de una mujer, en su cuerpo, y cómo un cambio de aspecto podía hacerla sentirse deseable y tentadora. Era una experiencia muy excitante.

Como se había pasado la vida bajo la tutela de su tío y aprendiendo el negocio de los ordenadores, que le interesaba mucho, nunca se había tomado tiempo para cultivar su lado más sensual. Nunca se había abandonado a los placeres físicos ni había experimentado una pasión verdadera ni se había dejado llevar por la excitación del sexo. Además, ningún hombre la había animado a explorar aquel aspecto de su feminidad.