Hasta que conoció a Jackson.

En aquel momento, había comprendido lo mucho que se había perdido todos aquellos años, trabajando de sol a sol en el diseño de Zantoid en vez de salir con hombres. No se arrepentía de su sacrificio, porque su dedicación a Gametek había dado sus frutos. La empresa estaba por fin abriéndose camino en la industria informática.

Sin embargo, aquella fantasía, gloriosa y desinhibida, de una semana de placer, era su oportunidad para hacer que un hombre la deseara. Él le daría sensuales recuerdos para atesorar toda una vida.

Con aquellos pensamientos, salió del probador para mostrarle el primer modelo a Jackson. A pesar de que estaba sentado de un modo muy relajado sobre una de las butacas, observó atentamente cómo Alex subía los tres escalones que llevaban a la pequeña plataforma. Ella lo observó y le devolvió la mirada. Era tan guapo, que le parecía imposible que fuera todo suyo.

Respiró profundamente para relajarse y sintió que sus pechos luchaban por escapar de la prisión del corpiño del vestido. Aquel detalle no pasó desapercibido a Jackson, que le miró fijamente el escote.

– Tengo que admitir que yo nunca habría elegido un vestido como este.

– Estás muy hermosa con él. El vestido es suave, romántico, femenino… Como tú.

Alexis sintió un intenso calor en el vientre y también un poco más abajo.

– Los halagos te llevarán muy lejos.

– Eso es lo que espero, pero lo que he dicho es la pura verdad. Eres una mujer muy sensual y la ropa que te pones debería reflejarlo.

Alexis consideró aquel cumplido y trató de verse a través de los ojos de Jackson. En el probador, se había convencido de su atractivo sexual, pero, mientras se miraba de nuevo en los enormes espejos, descubrió otra nueva etapa de su transformación. Efectivamente, había un aura de sensualidad que brillaba alrededor de ella, una luminosa luz que le acariciaba la piel y le encendía la mirada. Le gustaba lo que veía y lo utilizó en provecho propio cuando miró a Jackson con descarada coquetería.

– Bueno, creo que ayuda el hecho de que tengas un gusto excelente.

– Sé lo que me gusta en una mujer y tú tienes una figura muy voluptuosa digna de verse ensalzada, no ocultada.

– Estoy dispuesta a ponerme manos a la obra.

– Me alegro. Explícame, ¿por qué no habrías elegido un vestido como ese?

Lo primero que se le vino a Alexis a la cabeza fue que no era su estilo. A pesar de que era verdad, era también una conveniente excusa. En realidad, era más bien no saber lo bien que se sentiría llevando puesto algo que acentuaría tanto su figura.

– Nunca me he planteado ponerme algo que muestre tanta…

– ¿Piel?

– Sí -respondió Alex, sincerándose completamente con él-. Después de que murieran mis padres, me crié con mi tío, un hombre soltero que no sabía cómo despertar el lado femenino de una niña. Optó por educarme de un modo práctico, que no incluía vestidos bonitos.

Alex sonrió levemente. A pesar del modo poco convencional en el que su tío la había criado, ella no había tenido nunca ninguna duda de que el hombre la quería mucho. Se había ocupado de ella lo mejor que había sabido, aceptando la responsabilidad de educar a una niña cuando él siempre había disfrutado de una existencia solitaria. Alex había aprendido a adaptarse al modo de vida de su tío.

– Yo no iba vestida nada más que con vaqueros y camisetas. Crecí más como un chicote que como una niña acostumbrada a volantes y encajes.

Aquel aspecto tan austero de su vida se había extendido también a otra parte de su infancia. Las muñecas se habían visto reemplazadas por los juegos de ordenador. A través de las largas conversaciones que tenía con su tío, había aprendido el negocio informático y había empezado a compartir el sueño de su tío. No había habido influencia femenina en su vida que le explicara los secretos del maquillaje y de la peluquería, ni las sutilezas de vestirse adecuadamente para atraer la mirada de un hombre.

– Me parece que tienes muchos Placeres de Seducción de los que resarcirte -dijo Jackson.

– Es todo parte de esas oportunidades perdidas de las que te hablaba antes.

– Entonces, pruébate otra prenda y veamos adonde nos lleva todo esto.

Alex sintió que el pulso se le aceleraba. Otro desafío. Jackson era un maestro en aquel tipo de comentarios. A pesar de que a Alex no le gustaba apostar fuerte, le resultaba imposible resistirse.

Volvió al probador con un rápido giro de las piernas. Como sentía que la mirada de Jackson le quemaba el trasero, sonrió y se decidió a hacerle perder aquella fría compostura.

Mientras se probaba cada una de las prendas que él había elegido se iba haciendo más osada en la intimidad del vestidor. Coqueteaba con Jackson como no había hecho nunca con un hombre. Si su sonrisa y la dilatación de sus pupilas significaban algo, era sin duda que estaba sacándole partido a sus esfuerzos. La animaba a ser desinhibida, la elogiaba constantemente y hacía que ella gozara con su nueva sensualidad y que estuviera más segura de su atractivo sexual.

Sin embargo, aparte de rebullirse ocasionalmente en el asiento, Jackson no hacía nada. No se levantaba ni parecía perder el control…

Como se sentía muy inquieta y frustrada sexualmente porque Jackson no estuviera experimentando lo mismo que ella, cuando regresó al probador, Alex decidió buscar una nueva estrategia para excitar a Jackson hasta el punto de que no pudiera controlarse más. Quería, necesitaba, una prueba tangible de que le parecía irresistible.

Examinó las prendas que todavía no se había probado. Supo que había encontrado lo que estaba buscando cuando vio el camisón de raso y la bata a juego que él le había dado. Durante la última hora, había evitado probarse aquella sensual prenda de lencería, pero acababa de darse cuenta de que aquello era lo que necesitaba.

Se quitó rápidamente el top morado y los pantalones que acababa de probarse y los colocó sobre la pila de lo que se iba a comprar. Entonces, se deslizó dentro del suave camisón y tembló al notar la deliciosa tela contra la piel. Era un camisón precioso, desde las finas hombreras hasta la jareta que le acariciaba los tobillos. El encaje ajustaba el cuerpo, haciendo que la tela le moldeara los pechos y que se le vislumbraran los rosados pezones. Una gran abertura a un lado mostraba gran cantidad de pierna.

Alcanzó la bata a juego y se envolvió en ella, ajustándosela después con el cinturón. Entonces, respiró profundamente y salió al vestidor. Lenta, seductoramente, se subió a la plataforma.

Se miró en el espejo y, poco a poco, se volvió para contemplar el reflejo de Jackson. Aunque permanecía sentado, no cabía duda alguna de la sorpresa que había en sus ojos. Sus rasgos estaban tensos y su cuerpo irradiaba una tensión viril y primitiva. Alex sintió que debía apuntarse una victoria.

– No creíste que me lo probaría, ¿verdad?

– No estaba seguro -admitió él con voz profunda.

Alex se enroscó el borde del cinturón de raso alrededor de un dedo, con un gesto muy provocativo. Nunca habría creído que su propio descaro pudiera excitarla tanto.

– ¿Te gusta?

– ¿Cómo no me va a gustar? -susurró él, mirándola con los ojos medio cerrados-. Lo importante es que te guste a ti.

– Sí, me gusta. Y también me gusta el modo en que me estás mirando.

– ¿Cómo?

– Con ojos hambrientos -respondió ella, tras humedecerse los labios-. Como si estuvieras dispuesto a devorarme si pudieras.

– Me estás provocando…

Alex completó la representación de su seducción agarrando la goma que le sujetaba la trenza y soltándosela.

– Entonces, ¿está funcionando? -musitó, mientras se iba soltando lentamente el cabello. Al terminar, se lo peinó con los dedos y dejó que su oscura melena le cayera en ondas sobre los hombros-. No estaba segura de que te estuviera afectando, teniendo en cuenta que no te has movido de esa butaca desde que empecé a probarme toda esa ropa que tú has elegido para mí.

De repente, Jackson se puso de pie y se subió a la plataforma. Alex se volvió para mirarlo y se preguntó qué sería lo que iba a hacerle. Finalmente, había conseguido que respondiera. Contempló la imponente erección que estaba aprisionada por la cremallera de los pantalones y no pudo evitar preguntarse si se habría excedido en su insistencia.

Jackson era tan seductor, tan masculino… La salvaje energía que parecía contener su cuerpo se centraba exclusivamente en ella. Estaba a pocos centímetros de su cuerpo y la miraba fijamente. Era tan algo, tan fuerte…

– El problema es que me afectas demasiado…

– ¿Y por qué es eso un problema? A mí me parece que es algo de lo que nos podríamos beneficiar mutuamente.

– ¿Me estás sugiriendo una aventura? ¿Es eso lo que quieres, Alexis?

– Sí, eso es lo que quiero -dijo ella, confesando la mitad de su fantasía en voz alta-. ¿Y tú, Jackson? ¿Es eso lo que quieres tú también?

Él le acarició el cabello. Tomó una onda entre los dedos, aparentemente fascinado de la textura.

– Estar contigo es exactamente lo que quiero.

El aliento que, sin darse cuenta, Alex había estado conteniendo, se le escapó en aquel momento de los pulmones. Así, tan fácilmente, quedó establecida su relación. Ya no habría dudas ni inseguridades. Aquel atractivo hombre sería el que le diera el tipo de placer y pasión de los que solo había disfrutado en sueños. Si todo iba tal y como había planeado, él sería el padre del hijo que tanto había deseado, un niño que completaría su vida y le permitiría tener la familia que había perdido a una edad tan temprana.

Sin embargo, no podía dejar de pensar que sus deseos parecían una proposición algo unilateral.

– ¿Qué es lo que vas a sacar tú de todo esto?

– Cinco días con una mujer que me intriga, que me excita y que me hace querer descubrir sus más profundos e íntimos secretos. Quiero seducir tu mente, tu cuerpo, tu alma… -susurró Jackson, mientras le acariciaba suavemente la mandíbula, seguía la línea de las solapas de la bata y terminaba por colocar la mano sobre el cinturón.

– Sí…

Ella deseaba lo mismo. Jackson sonrió con satisfacción. Con un ligero movimiento de los dedos, el resbaladizo cinturón se soltó y dejó que la bata se abriera ligeramente para mostrar el camisón que ocultaba.

Alex tragó saliva. Le resultaba imposible concentrarse en nada que no fuera el deseo que le abrasaba el cuerpo. Lentamente, sintió cómo Jackson la hacía girar sobre sí misma para que volviera a contemplarse en el espejo. Él se colocó detrás, dejando que ella sintiera su cuerpo a lo largo de la espalda, el trasero, los muslos… Estaba ansiosa por ver qué ocurría a continuación.

Jackson inclinó la cabeza, de modo que la boca acarició suavemente la oreja de Alex.

– Ábrete la bata -susurró.

Ella tembló ante una petición tan directa, pero, sin dudarlo, obedeció inmediatamente. Dejó que la bata se le deslizara por los hombros y le cayera en el suelo, rodeándole los pies. Se quedó solo vestida con aquel ligero camisón. Al sentir que Jackson le empezaba a acariciar la cintura, contuvo el aliento. Las sensaciones fueron haciéndose más intensas cuando él le tocó suavemente los costados y fue subiendo, poco a poco, hasta rozarle la parte inferior de los senos con la punta de los dedos. En aquel momento, Alex sintió que las rodillas se le doblaban. Un fuerte calor se abrió paso a través de ella, recorriéndole todo el cuerpo. Cuando perdió el equilibrio, Jackson le proporcionó un firme apoyo sobre el que apoyarse.

Entonces, colocó las manos sobre las de él, que eran mucho más grandes. Deseó tener el coraje de hacerlas subir para que pudieran acariciarle los erguidos pezones que, tensos y duros, se dibujaban claramente contra el encaje del cuerpo del camisón.

Ella cerró los ojos y, por fin, se armó de valor e hizo que Jackson subiera las manos. Él no se opuso y acogió los rotundos pechos entre las manos. Apretó y acarició la tersa carne para luego aprisionar el pezón entre el índice y el pulgar. Alex gimió de placer.

– ¿Te has tocado alguna vez? -murmuró él.

– Claro… -respondió ella, a pesar de que era una pregunta muy personal.

Jackson movió los dedos nuevamente sobre los erguidos senos. Ella gimió de necesidad. Echó la cabeza hacia atrás y dejó que descansara sobre su hombro.

– ¿Íntimamente?

– Sí… -admitió ella. Sin embargo, nunca había supuesto un tormento tan exquisito como aquel, tan agudo y delicioso.

– ¿Lo hacías mientras llevabas puesto algo tan sensual y suave? -insistió Jackson, mordisqueándole suavemente el cuello y saboreándole la piel con un ligero movimiento de la lengua.

– No… -musitó ella a duras penas.

– Ahh… Entonces esta será la primera vez que lo hagas -afirmó. Rápidamente, cambió la posición de las manos y atrapó las de Alex entre las suyas. Entrelazó los dedos con los de ella para que él también pudiera tocarla-. Acaricia el raso, Alexis -añadió, haciendo que ella moviera las manos sobre la tela-. Frótatelo contra la piel, contra el vientre, contra los muslos…