Alex hizo lo que él le pedía, siguiendo sus indicaciones con descarada facilidad. Con los ojos cerrados, se fue haciendo más osada y saboreó cada nueva sensación. El tacto de la tela era frío, aunque con las caricias le calentaba la piel. Jackson la hacía tocarse y sentir las curvas, la suavidad de su cuerpo, haciéndola que suspirara con la anticipación de algo más erótico. A medida que se fueron retirando las inhibiciones, fue explorando su cuerpo con un abandono que no había conocido nunca. Sintió que la respiración de Jackson se iba haciendo cada vez más pesada y que su erección se apretaba con más insistencia contra su cuerpo. Se sentía voluptuosa y muy deseable…

Rozando los límites de lo prohibido, Jackson le llevó las manos hacia los muslos y las introdujo bajo la abertura que tenía el camisón. Al sentir cómo sus propias manos le acariciaban la piel, Alex contuvo el aliento y gimió al sentir que sus dedos, y luego los de Jackson, se acercaban tentativamente hacia el húmedo calor que le empapaba las braguitas.

Un placer carnal, puro y primitivo, se apoderó de ella. Las rodillas le cedieron, por lo que Jackson tuvo que sujetarla con un fuerte brazo alrededor de la cintura. Él emitió un profundo suspiro y apretó un poco más dentro, incrementando la presión erótica y excitando a Alex hasta más allá de lo que había sentido hasta entonces.

– Abre los ojos, Alexis, y ve tú misma la transformación.

Ella levantó los párpados. Vio una sensual mujer reflejada en el espejo, que era el resultado de los estímulos de Jackson. Asombrada, contempló la cascada de cabello que le enmarcaba la cara, sus oscurecidos ojos, los labios que todavía no habían saboreado el placer de los besos de Jackson y el cuerpo cubierto de encaje y raso. Incapaz de contenerse, sintió que un calor húmedo y sedoso les empapaba un poco más los dedos.

Se mordió el labio inferior y dejó que su mirada se cruzara con la de él en el espejo.

– Jackson -susurró, temblando, a punto de experimentar el que creía sería el orgasmo más increíble de su vida. Quería experimentarlo con él, allí y en aquel momento.

Jackson lo sabía. Los ojos le brillaban con aquel conocimiento y con algo más que ella no podía descifrar. ¿Satisfacción? ¿Triunfo, tal vez?

Antes de que pudiera analizar aquella última emoción, él le distrajo completamente de aquellos pensamientos con una última caricia que sugería un éxtasis más profundo. Entonces, lentamente, fue retirando los dedos y haciendo que ella sacara la mano de debajo de la bata. A continuación, se llevó los dedos de Alex a la boca y le besó las yemas, saboreándolas por completo con suaves movimientos de lengua. Aquel gesto tan íntimo, la agitada respiración de Jackson, su deseo insatisfecho… Todo aquello se combinó en una sobrecarga emocional que llevó la necesidad que sentía a límites casi insoportables. Sin embargo, él no parecía pensar en apaciguarla. Ni allí, ni en aquel momento.

– Esta noche -susurró.

Aquellas dos palabras tenían un universo de significado y de promesas en su interior. Entonces, le dio un casto beso en la sien y la soltó.

Sin más, salió del vestidor, dejando a Alex sola sobre la plataforma, sintiéndose como si el encuentro con Jackson no hubiera sido más que un placentero sueño.

O una fantasía de seducción hecha realidad.

Capítulo Cinco

A las siete menos cinco, Jackson entró en el lujoso vestíbulo del hotel principal de Fantasía de Seducción. Se dirigió al ascensor y, una vez dentro, apretó el botón de la tercera planta, que era donde se encontraba la suite de Alexis. Solo entonces, cuando estuvo solo, empezó a dudar de sus propios motivos personales, de sus fantasías y de su búsqueda de venganza.

Durante toda la tarde, desde que había dejado a Alexis en el vestidor de la boutique, había conseguido evitar su conciencia y las complejas cuestiones que parecían abrirse paso en el interior de su cabeza, cuestiones para las que todavía tenía que encontrar respuestas.

Había estado haciendo ejercicio en el gimnasio, nadando en la piscina y tratando de relajarse en la sauna, pero, desgraciadamente, nada le había hecho olvidarse del deseo que sentía por una mujer que, sin que se diera cuenta, había conseguido llegarle muy dentro, una mujer sobre la que no debería sentir más que un deseo de venganza.

Trató de deshacerse de aquellas incertidumbres que no terminaba de comprender del todo y se culpó solo a sí mismo por su estado de frustración. Nunca había querido que las cosas fueran tan lejos entre ellos. A pesar de que el deseo que ella tenía de tener una aventura había hecho que sus propósitos resultaran más fáciles, su único fin había sido seducirla en cuerpo y alma con tácticas verbales. Acariciarle los pechos, tocarla tan íntimamente y despertar deseos que ni siquiera él mismo sabía que existían no había formado parte de su plan.

Sin embargo, como mujer que acababa de descubrir su atractivo y su sexualidad, lo había provocado de la manera más descarada y él no había podido resistirse a la tentación. En algún lugar entre su deseo de venganza y el tacto de su suave piel, sus planes para desquitarse de ella se habían desvanecido.

En menos de una hora, ella había derribado los muros de reserva y de cautela que habían regido su comportamiento con las mujeres durante la mayor parte de su vida. Se había dejado llevar por el momento y había cruzado la línea con la que se había limitado a sí mismo. Además, le había prometido que aquella noche habría más caricias, más besos… Cumpliría lo que le había dicho, pero no le haría el amor.

El ascensor anunció con un tintineo su llegada al tercer piso. Mientras Jackson salía, reafirmó su inmunidad con respecto a Alexis Baylor y se recordó sus intenciones. Seducir su mente y su alma era su prioridad. Mantener al margen sus sentimientos una necesidad.

Con aquel pensamiento grabado en la mente y sintiéndose de nuevo con el control de la situación, llamó a la puerta blanca que mostraba el número 305. Sin embargo, su resolución se evaporó unos segundos más tarde, cuando Alexis apareció delante de él, ataviada con un maravilloso y pecaminoso vestido rojo que estaba diseñado para atraer la atención de cualquier hombre. El diseño de las mangas dejaba los hombros lánguidamente al descubierto. El cuerpo del vestido era ajustado y con el escote muy bajo. El terciopelo acentuaba sus curvas hasta un poco por debajo de la rodilla. Llevaba las esbeltas piernas embutidas en unas relucientes medias y unas sandalias muy ligeras añadían unos cuantos centímetros a su altura. Hasta se había pintado las uñas de los pies de un tono de rojo que hacía juego con el de las uñas de las manos.

El corazón de Jackson empezó a palpitar a toda velocidad. Tuvo que tragar saliva para humedecerse un poco la boca.

– Estoy buscando a Alexis Baylor -dijo, mientras fingía confusión y se rascaba la sien-. ¿Está aquí?

– Venga ya, Jackson -replicó ella, sonriendo al oír aquellas palabras-. Deja de bromear conmigo.

Entonces, sacudió la cabeza e hizo que su hermoso cabello negro se agitara por encima de su hombro. Jackson notó que lo llevaba un poco más corto de lo que había estado aquella tarde. Además, llevaba un corte a capas que le sacaba el máximo partido. Se había aplicado también un ligero maquillaje que destacaba sus rasgos. Por último, una ligera esencia floral la rodeaba.

Evidentemente, su «transformación» había incluido también un cambio de pies a cabeza que había producido cautivadores resultados. Jackson había visto que ella tenía potencial para convertirse en una cautivadora belleza y así había sido.

Alex lo miraba con expectación, ansiosamente. A él no le costó darle el cumplido que ella se merecía.

– Estás increíble -dijo, extendiendo una mano para acariciarle suavemente la manga del vestido. Luego, lentamente siguió la línea del cuello hasta llegar a sus pechos-. También estás llena de sorpresas. No recuerdo haber elegido este vestido y me acordaría si te lo hubieras probado…

– Entonces, ¿te gusta? -replicó ella, riendo.

– Gustar es una descripción muy pobre para un vestido con el que estás para comerte. Igual que esa fresa que te tomaste esta tarde al lado de la piscina.

Alex se lamió los labios, como si recordara el sabor dulce de la fruta.

– Me probé el vestido después de que tú te marcharas de la boutique, junto con otras cosas que espero que te gusten -añadió, sonriendo sensualmente.

A pesar de su determinación de permanecer físicamente inmune a Alexis, aquel nuevo descaro que ella había descubierto en su interior y del que él era parcialmente responsable lo excitaba de un modo que desafiaba a la lógica. Ella provocaba sensaciones muy agradables dentro de él… muy dentro de él.

En aquellos momentos, lo único que Alexis conocía de él era al hombre, no al rico empresario. El deseo que veía en los ojos de ella le hizo desear que aquella fantasía estuviera más basada en la realidad.

Con un imperceptible movimiento de la cabeza, Jackson se centró de nuevo en aquel momento y se dio cuenta de que estaba disfrutando con aquellas maniobras de seducción más de lo que debía.

– Después de ese comentario tan tentador, será solo culpa tuya que no pueda comportarme como un caballero y que no te quite las manos de encima en toda la noche -susurró, agarrándola suavemente por la cintura-. Quiero descubrir qué es exactamente lo que oculta este vestido.

– Tal vez te permita que lo hagas -replicó Alex, acariciándole suavemente el pecho a través de la camisa.

– Para que lo sepas desde el principio -dijo, agarrándola con fuerza de las caderas y estrechándola contra su cuerpo-, quiero que me des cosas que no le hayas dado a otro hombre -añadió. Aquella era otra verdad que se negaba a analizar-. Quiero hacerte cosas que te escandalizarían…

– Y yo deseo que lo hagas -musitó ella, frotando los muslos contra los de él.

Jackson casi gruñó de placer al sentir que un deseo primitivo, que todavía emanaba de lo ocurrido aquella tarde, se apoderaba de él. Aquel era su juego, pero le estaba costando demasiado llevarle ventaja.

– ¿Harás todo lo que yo quiera o te pida?

– Sí, todo… Cualquier cosa -prometió ella, sin reservas.

Jackson le acarició el trasero con la palma de la mano y lo empujó suavemente, haciendo que muslos, caderas y vientres entraran en un contacto electrizante.

– ¿En cualquier momento, en cualquier lugar? -le preguntó. Quería saber hasta dónde estaba dispuesta a llegar con él.

Alex le rodeó el cuello con los brazos y se apretó contra él. Suavidad contra fuerza. Corazón contra corazón.

– En cualquier momento y en cualquier lugar -susurró ella mientras le acariciaba suavemente la nuca-. ¿Y tú? ¿Harás todo lo que yo quiera o te pida?

Estar a merced de Alexis no era algo que él hubiera considerado como parte de su fantasía, pero no podía negarse a aquella petición.

– Por supuesto, pero espero poder darte todo lo que desees o necesites antes de que me lo tengas que pedir.

– Hasta ahora, te has anticipado muy bien a mis necesidades -musitó ella, dedicándole una seductora e irresistible sonrisa-. ¿Qué es lo que quiero ahora, Jackson?

Él recorrió los hermosos rasgos de su rostro con la mirada. Notó el ligero rubor que le cubría las mejillas y el brillo que tenía en los ojos. Tenía los labios a pocos centímetros de los de él y sintió la tentación de atravesar aquella breve distancia, saborearlos a su antojo y ver dónde acababa todo.

El pulso se le aceleró. ¿Cómo había podido sentirse tan arrebatado por ella, tan enredado en una tela de araña que él mismo había tejido con el único propósito de atraparla entre sus hilos? ¿Se había perdido tanto en necesidades y deseos, que nada le importaba más que agradar a aquella mujer y darles a los dos exactamente lo que deseaban? En lo único en lo que podía pensar en aquellos momentos era en lo que le suplicaba aquella ardiente mirada.

Rodeándole aún la cintura con una mano, le acarició la mejilla suavemente con las yemas de los dedos de la otra.

– Ahora mismo, en estos momentos, quieres que te bese.

– ¡Lo que sabes…!

– Y eso es también lo que yo deseo -admitió, sin poder evitar que aquellas palabras se le escaparan de los labios. Mentir no le resultaba nada fácil, fueran cuales fueran las circunstancias. Siempre había pedido sinceridad, tanto en los negocios como en su vida personal, y él siempre la ofrecía a cambio.

Había esperado que su atracción por Alexis fuera fingida, fabricada con el único propósito de persuadirla y vencerla. Lo que más le sorprendió fue que, hasta aquel momento, muy pocos detalles de su seducción habían sido falsos. Como tampoco lo era el intenso deseo que ardía dentro de él.