Como respuesta a su pregunta, abrió la puerta de la limusina y salió al exterior. Estaba lloviendo muy fuerte y no se sorprendió cuando el conductor prácticamente se materializó a su lado ni cuando Juliette miró el cielo desde el asiento trasero del coche.
– Te has tomado tu tiempo en decidirte. No me importa estar sola. Soy una mujer adulta, por muy infantil que sea el modo en que me he comportado, y he sobrevivido a muchas tormentas sola.
– ¿Estás esperando a que me ahogue? -le preguntó Doug, extendiendo la mano para ayudarla a salir.
– No quiero que entres a hacerme compañía porque te apiades de mí.
Él la tomó entre sus brazos y la sacó de la limusina para apretarla fuertemente contra su pecho.
– ¿Te parece que esto es piedad? -susurró él. Al escuchar aquellas palabras, duras y desesperadas, Juliette abrió mucho los ojos-. No sé por qué te sorprendes. Gracias a esa distracción que necesitabas, te has pasado la última media hora excitándome.
– ¿De verdad estás excitado?
– Claro. Por ti.
Al oír aquellas palabras, Juliette sonrió. Doug no pudo contenerse y la besó en los labios. Ella se echó a reír y le devolvió el beso, abrazándolo con fuerza y abriendo mucho la boca, para dejar que él accediera plenamente a su interior. Como ruido de fondo, Doug había notado que, discretamente, el conductor se había vuelto a meter en el coche y se había marchado.
La agarró de la mano y la llevó bajo el porche del bungaló, aunque era demasiado pequeño como para proporcionarles cobijo.
– Deberíamos entrar.
– Sí, deberíamos, pero si lo hiciéramos, yo nunca superaría mi miedo a las tormentas. Si consiguiéramos reemplazar mis malos recuerdos por otros más placenteros…
– Entonces, tendríamos una cura para todas las fobias. Podríamos patentarla y ganaríamos millones.
– A mí no me importaría intentarlo si tú quieres.
Doug lanzó un gruñido y reconoció su derrota. Estaba allí y, a menos que quisiera volver andando a su alojamiento, no iba a moverse. Además, tampoco podía regresar dándole la impresión equivocada y dejándola confundida y vulnerable.
Sin poder resistirse, volvió a besarla. Aunque sabía que no podía justificar aquello con la noción de que estaba llevando a cabo su fantasía, en aquel momento no le importaba nada más que sentir y saborear la erótica mezcla de agua de lluvia y de Juliette. Acarició suavemente los labios de ella con los suyos e investigó cuidadosamente los pliegues de su boca, aprendiendo y dando un minuto y devorando al siguiente.
El ruido de los truenos iba siendo cada vez más débil, pero, a pesar de todo, Juliette se ponía rígida cada vez que estallaba uno.
– Tranquila…
No dejaba de acariciarla, tratando de calentarle el cuerpo con el mismo fuego que ardía en su interior. Cuando empezó a temblar de frío, Doug supo que el tiempo que iban a pasar en el exterior estaba a punto de terminar. Sin embargo, no podía entrar hasta que no hubiera conseguido reemplazar sus viejos temores con algo que ella ya no temiera ni olvidara nunca.
Con ese pensamiento, deslizó las manos entre los muslos de Juliette, agarrándola muy íntimamente, esperando una señal de rechazo o de aceptación. Cuando la mano se acomodó allí, ella asintió y entreabrió más las piernas para facilitarle el acceso.
Juliette suspiró, palpitando de excitación. Sintió cómo Doug apretaba la mano contra su parte más íntima, a pesar de la pesada barrera de la tela vaquera, y empezaba a despertar en ella emociones que nunca había experimentado antes, Juliette tembló y se aferró a él, segura de que, si no lo hacía, se desplomaría.
Aquello era el deseo real, las sensaciones que siempre había deseado sentir. Los incansables movimientos de la mano de Doug hacían que el corazón le palpitara, que la garganta se le cerrara…
– ¿Dónde estás ahora? -le preguntó él, apartándole el cabello húmedo de la cara.
– Estoy ahogándome… de deseo.
Había estado a punto de decir «emoción». Decidió no precipitar las cosas, pero sabía que sus sentimientos andaban desbocados.
– ¿No tienes miedo?
– ¿Y de qué podría tenerlo?
Como si quisieran ponerla a prueba, los elementos decidieron manifestarse en aquel momento. Aunque el cielo no se iluminó de luz, los truenos rugieron por encima de sus cabezas. Sin embargo, Juliette se sentía segura.
– De mí nunca. No tienes que tener miedo de mí.
Al mirar aquellos ojos azules, ella creyó sus palabras. Tras aquella breve interrupción, Doug volvió a centrarse en el lugar que estaba excitando con sus expertas caricias. Unas cálidas e intensas sensaciones se abrieron paso dentro de ella, llevándola hacia la consecución del placer.
– ¿Dónde estás? -volvió a preguntarle sin dejar de presionar, de rotar, de juguetear con ella.
Al ver que no contestaba, él interrumpió inmediatamente los movimientos de la mano.
– Doug, por favor -susurró ella. Las sensaciones eran tan exquisitas que casi le impedían hablar.
– Solo dime dónde estás. Abre los ojos y mira a tu alrededor.
¿Acaso los había cerrado? Juliette levantó muy lentamente los párpados y contempló la oscuridad de la noche.
– Estoy fuera de mi bungaló.
Doug recompensó aquella respuesta con el movimiento justo, con la rotación perfecta de la palma y de los dedos de la mano hasta que ella sintió que la liberación de su tensión estaba cerca, más fuerte de lo que la había sentido nunca.
Se aferró a Doug para apoyarse en él y le ofreció las caderas, buscando así una presión más fuerte y más profunda.
– ¿Está lloviendo? -preguntó él. Como sabía lo que ocurriría si no contestaba, Juliette parpadeó y se obligó a contestar.
– Sí.
– ¿Hay relámpagos? -preguntó.
Estaba tan, tan cerca… Su cuerpo temblaba a la espera del movimiento que la catapultara a la cima de placer, y que estaba tan cerca… No quería hablar, quería sentir. Y, sin embargo,…
– No, no hay relámpagos. Ya no.
Rápidamente, Doug cambió de posición y la apoyó contra la puerta, ésta proporcionaba un apoyo más firme para la espalda de Juliette y permitía que él empujara y tocara tan profundamente como deseara, llevándola hasta los límites exteriores del deseo.
– ¿Truena?
– Sí. Oh, sí -susurró ella, sintiendo que el momento estaba cada vez más cerca.
– ¿Qué vas a pensar la próxima vez que llueva?
– En ti -dijo Juliette, al tiempo que su cuerpo explotaba de placer.
Doug besó sus labios y atrapó aquellas palabras en su boca. Justo entonces, un potente trueno estalló en el cielo, pero a ella no le habría importado ni aunque hubiera caído encima de ellos.
Poco a poco, las lánguidas oleadas de placer fueron siendo cada vez más débiles. Juliette fue consciente de que había alcanzado el orgasmo con Doug de un modo que le resultaba completamente extraño. Sin embargo, por mucho que hubiera gozado, se sentía mortificada con sólo pensar cómo iba a poder volver a mirarlo a la cara.
– El café está listo -dijo Juliette, entrando en el pequeño salón del bungaló con dos tazas.
Llevaba puesto un ligero conjunto de seda, que cubría más piel de lo que a Doug le habría gustado, pero que realzaba unas curvas que seguía queriendo sentir plenamente, sin la barrera de la ropa.
– Gracias. Un café caliente es justo lo que necesitaba.
– ¿Sigues teniendo frío?
Aunque ella se había puesto ropa seca, a él no le había quedado más remedio que quedarse con la que llevaba puesta. Los vaqueros no estaban demasiado empapados, pero la camisa estaba chorreando, por lo que se la había quitado y se había envuelto en una toalla para no enfriarse.
– Ya me siento mejor.
Aquello no se debía al café, sino a la visión que tenía de Juliette. El cabello le caía en suaves rizos sobre los hombros y estaba sin maquillar, pero lo estaba excitando más de lo que había conseguido nunca otra mujer.
– Este lugar me sorprende. Tiene todas las comodidades de mi casa y, sin embargo, nunca me he sentido más alejada de mi vida.
– Yo tampoco me siento mucho más cercano a la mía -musitó Doug, sin poder reprimir un escalofrío.
– Ojalá tuviera algo de abrigo que poder prestarte, pero casi no reconozco las prendas que he traído en la maleta. Además, en cualquiera caso, no serían de tu talla.
Juliette no podía mirarlo a los ojos, ni a ninguna otra parte. Doug deseó que ella no se sintiera tan incómoda por la increíble experiencia que acababan de compartir. Deseó tener una camisa que ponerse y poder aliviar así aquella incomodidad. Quería que Juliette se sintiera cómoda con él, vestido o no. Anhelaba repetir la experiencia de fuera, aunque aquella vez en una cálida cama, en la que él podría entrar dentro de su cuerpo.
Se pasó una mano por los ojos. Aquello no podría ocurrir. Ya había llevado las cosas más allá de lo que nunca hubiera debido y la inquietud con la que se comportaba Juliette revelaba lo incómoda que se sentía. El único modo de distraerse era hablar.
– ¿Te compraste toda la ropa para este viaje? -le preguntó él, recordando que ella había comentado que casi no reconocía la ropa que tenía en la maleta.
– No -respondió ella, riendo de una manera que le hizo pensar que aquéllas eran las prendas que se había comprado para su luna de miel.
Sin poder evitarlo, se preguntó si aquellos minúsculos trajes de baño habrían estado destinados para los ojos de otro hombre. Cuando se le ocurrió aquel pensamiento, sintió que el estómago se le hacía un nudo al pensar que otro hombre pudiera haber estado mirándola. Doug quería ser el único hombre que pudiera contemplar las varias facetas de Juliette Stanton… ¡Dios santo! ¿De dónde habían salido aquellos sentimientos de posesión?
– No -reiteró Juliette-, mi hermana me sorprendió con este viaje… y con el guardarropa.
– Tu hermana debe de ser increíble -dijo él, sintiendo una profunda sensación de alivio.
– Sí, es muy especial. En realidad, somos gemelas. ¿Y tú? ¿Tienes hermanos o hermanas?
– No. Mis padres no podían tener hijos, y por eso me aceptaron tan fácilmente. ¿Os habéis llevado siempre tan bien tu hermana y tú?
– Sí. Es mi mejor amiga. Me ayuda siempre en los momentos más difíciles.
Al oír que ella hablaba así de su más reciente pasado, sintió que se le hacía un nudo en el estómago. ¿Cuántas veces había devorado la información cada vez que alguien le había vaciado su alma? Si había sentido escrúpulos, los había acallado con el pretexto de que estaba haciendo su trabajo. Sin embargo, con Juliette todo era diferente.
– Entonces, estáis las dos. Tal vez seáis gemelas, pero tú eres demasiado única como para que alguien se te parezca. Eres demasiado especial -admitió.
– Gracias. Gillian, mi hermana, es mucho más extrovertida que yo, mucho menos reservada…
Su voz se interrumpió bruscamente. Doug supo inmediatamente que estaba pensando en lo que había ocurrido durante la tormenta. Sus pensamientos se vieron confirmados cuando un ligero rubor cubrió sus mejillas.
– Eh… ¿Qué te pasa? Se suponía que debía darte buenos recuerdos para reemplazar los malos, no para hacer que te sintieras demasiado avergonzada como para poder estar conmigo.
– Es sólo que…
– Dilo.
– Es como si te lo hubiera pedido y tú me lo hubieras suministrado. Y tú no sacaste nada a cambio.
¿De verdad no lo entendía? Se había sentido tan afectado por su orgasmo que casi había tenido él uno con sólo mirarla. Nunca había tenido sentimientos tan fuertes con respecto a una mujer, nunca se había preocupado tanto por el placer de otra persona sin ver el suyo correspondido.
– No es así tal y como yo lo recuerdo…
– ¿Me estás diciendo que no fui yo sola la que sintió algo?
– Los dos tenemos nuestras fantasías, Juliette…
¿Qué era lo que le había dicho a Merrilee? «Necesito saber que puedo anteponer las necesidades de una mujer a las mías». En aquellos momentos, aquello sólo habían sido palabras para sacarle del paso y conseguir que Merrilee lo emparejara con Juliette, aunque tenían algo de verdad. Sin embargo, al besarla, al acariciarla, al darle placer, Doug había aprendido que no sólo era posible anteponerla a ella físicamente, sino que quería anteponerla también emocionalmente.
Al volver a mirar a Juliette, vio que ella se había inclinado hacia delante, esperando que él siguiera hablando. Lo que más le extrañó fue que no le importaba contárselo. No había esperado tener que hacerlo, pero ella había hecho que deseara abrirse a ella y compartir.
– Recientemente, hice mucho daño a alguien a quien apreciaba mucho. Desde su punto de vista, yo la estaba utilizando y supongo que esa apreciación no estaba lejos de la realidad. Ahora, quiero demostrar que puedo anteponer las necesidades de una mujer a las mías.
"Fantasía secreta" отзывы
Отзывы читателей о книге "Fantasía secreta". Читайте комментарии и мнения людей о произведении.
Понравилась книга? Поделитесь впечатлениями - оставьте Ваш отзыв и расскажите о книге "Fantasía secreta" друзьям в соцсетях.