Doug gruñó. Aquella afirmación acababa de darle una razón para no tratar de dejar al descubierto a Barnes y a su congresista a cualquier precio. Un artículo de esas características con Juliette como testigo destruiría a su padre, y cualquier cosa que afectara al senador Stanton mataría a Juliette. Aquello era algo que nunca sería capaz de hacer. El duro reportero que había sido antes de conocer a Juliette ya no existía. Doug tendría que aceptar aquel hecho…

Tenía que conseguir preparar un plan enseguida. Y pronto. Aunque tenía motivos personales para tratar de dejar a Barnes y a Haywood en evidencia, le quedaba una razón mucho más importante: no podía permitir que sus actividades ilegales siguieran produciéndose. Tenía que dejarlas al descubierto antes de que Barnes fuera elegido senador. Existía la posibilidad de que el hecho de que Juliette lo hubiera dejado abandonado en el altar le ganara cierto voto de simpatía. Tenía que detenerlo sin herir a Juliette ni a su familia.

– Te has quedado muy callado. Veo que te he dejado muy sorprendido.

– No. Siempre supe que tú eras especial, pero saber de lo que fuiste capaz para proteger a tu padre, el modo en que los medios de comunicación han hablado sobre ti…

– Él habría hecho lo mismo por mí sin dudarlo, por eso necesito preparar un modo de impedir que Stuart pueda llegar a ser senador. No puedo consentir que lo sea sabiendo lo que sé. Estoy segura de que juntos se nos ocurrirá una idea, aunque esperaba que, primero, pudiéramos hacer algo más juntos.

La temperatura de la habitación subió algunos grados. En cuestión de segundos, Doug pasó de estar preocupado a excitado. Aparentemente, Juliette sentía lo mismo, porque se estaba acercando a él para colocarle las manos en los hombros y susurrarle al oído.

– ¿Te das cuenta de la importancia de este secreto? ¿Comprendes que no lo compartiría con cualquiera?

– Juliette… -susurró él. Si ella supiera con quién lo había compartido…

– Doug, me has hecho sentirme como si pudiera confiarte cualquier cosa. Eso tiene que significar algo en el esquema de tu fantasía.

– Las fantasías son complicadas…

– No tienen por qué serlo -susurró ella, mordisqueándole el cuello detrás de la oreja.

Aquello era una ironía en el grado más alto. Ella le había revelado todo para hacer que se unieran más. Si se marchaba para decidir cuál era el mejor modo de utilizar aquella información, le haría casi tanto daño como sus secretos, unos secretos que no podía revelar hasta que no hubiera ideado un modo de ayudarla, de salvar la reputación de su padre y de asegurar su futuro como pareja.

– Doug, si tu fantasía trata de verdad sobre anteponer las necesidades de una mujer a las propias, entonces… hazme el amor.

Toda la contención que Doug había estado ejerciendo sobre sí mismo se desvaneció en aquel instante. Ella lo había liberado mental y emocionalmente y él se negaba a mirar atrás. Tendría que encontrar aquella salida… después de hacer lo que ella le estaba pidiendo.

– Llevas torturándome varios días -susurró Doug, tomándola entre sus brazos y colocándola encima de la cama. Después, la empujó suavemente por las caderas y la tumbó encima del colchón. Luego, se echó encima de ella.

– ¿De verdad? Sé que lo he intentado. Ya estaba empezando a creer que no estaba teniendo demasiado éxito.

– Estoy seguro de ello. Lo que ocurre es que tengo eso que se llama disciplina.

– A mí me parece que ya la has perdido…

Juliette levantó la pelvis, presionando su feminidad contra la firme erección. Al notarla, lanzó una exclamación de apreciación.

– Vaya, veo que no me he equivocado.

– Llevas puesta demasiada ropa…

– Entonces, quítamela.

Aquélla era la sugerencia más provocativa que Doug había escuchado nunca. Ella extendió los brazos para provocarlo aún más si aquello era posible. La blusa revelaba que debajo había una prenda de encaje, una suave tela de araña que le recordaba la lencería sexy y las cálidas noches de pasión.

De repente, le pareció que la temperatura de aquella noche en particular iba a subir varios grados.

Juliette miró a los profundos ojos azules de Doug, incapaz de creer lo juntos que estaban en aquellos momentos y lo íntima que iba a ser su unión a los pocos segundos. Ella le había confiado sus secretos más íntimos, por lo que no le cabía duda alguna de que la ayudaría a saber cuál era el siguiente paso que debía dar, igual que ella le había ayudado a cumplir su fantasía.

La suya estaba a punto de cumplirse. El corazón le latía a toda velocidad pensando en el erotismo que las manos de Doug le iban a transmitir. Aquellas manos se estaban perdiendo poco a poco bajo su blusa y se habían detenido al encontrar la camisola de encaje…

Con hábiles dedos, él siguió tocando hasta que le encontró los pechos, erguidos y llenos, esperando sus caricias.

– ¿No llevas sujetador? -le preguntó él.

– No es necesario con tantas capas…

– Mejor. Más fácil para mí.

– Ese era el plan…

Doug la sorprendió al darle un suave beso en las acaloradas mejillas. Entonces, se levantó un poco y alineó sus cuerpos tanto como le fue posible, a pesar de la barrera de la ropa. Firme y pesada, su erección la tentaba con infinitas posibilidades.

– ¿Cómo te gustaría, Juliette? ¿Lento o rápido?

– Creo que ya nos hemos tomado las cosas con demasiada calma, ¿no te parece?

Como respuesta, Doug le agarró la camisa y tiró de ella. Los botones se esparcieron por todas partes, al tiempo que se escuchaba el sonido de la tela rasgada.

– Estoy aquí para cumplir tus deseos. Después de todo, se trata de que consiga que tus sueños se hagan realidad.

– ¿Sabías que existe la opinión de que toda mujer fantasea con la época de las cavernas?

– Entonces, hagamos que la tuya se haga realidad -dijo Doug, admirando los pechos a través del encaje de la camisola-. ¿Qué haría tu cavernícola después de haberte llevado arrastrando a tu cueva?

– Me besaría -susurró ella, sintiendo un deseo más fuerte que nunca.

– ¿Dónde? Ya sabes que no puede satisfacerte si no sabe lo que te gusta -replicó Doug. Mientras esperaba que ella respondiera, empezó a dibujar círculos alrededor de uno de los pezones, torturándolo, excitándolo…

– Pensé que habíamos acordado que sería rápido.

– Si me dices lo que te gusta, te prometo que te lo daré rápido, con fuerza y profundo -musitó él. Al escuchar aquellas palabras un suave gemido se escapó de los labios de Juliette, lo que excitó aún más a Doug-. Bueno, ¿dónde te gustaría que te besara?

– Creo que mi cavernícola me besaría los pechos -musitó ella, avergonzada de decir lo que más deseaba.

Tal y como había prometido, Doug besó ligeramente uno de los pezones, para después humedecerlo repetidamente con la lengua. Entonces, empezó a estimularlo más rápidamente, lo que le provocó a Juliette una intensa sensación de placer entre las piernas e hizo que se retorciera bajo él. Doug le estaba dando todo lo que había prometido.

Juliette no se había dado cuenta de que había cerrado los ojos hasta que sintió que le levantaba la camisola y que se la quitaba por la cabeza La sensación de la tela deslizándose sobre su piel fue exquisita.

– Eres tan hermosa… -musitó él. Avergonzada, Juliette desvió la mirada, pero Doug le agarró la barbilla y la obligó a mirarlo-. Yo no soy tu ex. No deseo ni el escaño de tu padre ni ninguna otra cosa. Sólo te deseo a ti. Cada vez que te miro, veo a la mujer que… admiro -añadió mientras comenzaba a acariciarle ambos pechos con las manos-… la mujer por la que siento algo muy especial.

¿Sería la mujer que amaba? A Juliette se le ocurrió aquella pregunta sin previo aviso, sin haberlo pensado antes. En realidad, tenía la sensación de que era en sus propios sentimientos en los que estaba pensando, a pesar de que las sensaciones físicas impedían todo proceso mental. Su cuerpo pedía tanto…

Extendió una mano y se agarró la cinturilla de la falda. Doug comprendió enseguida lo que le quería decir y se levantó. Entonces, se quitó los vaqueros que llevaba y ella hizo lo mismo con la falda.

– Tampoco llevas braguitas… -susurró él.

– Ya he dicho que quería facilitarte el trabajo. Además, tú tampoco llevas ropa interior.

Doug estaba gloriosamente desnudo frente a ella. Era todo músculo y acero. Juliette no pudo evitar tragar saliva.

– La diferencia es que yo sí la llevaba.

– Ahora no…

En un abrir y cerrar de ojos, Juliette sintió que él la cubría con su cuerpo desnudo. Su propio cuerpo se moldeó para adaptarse a los contornos de su masculinidad. Doug le agarró la cabeza entre las manos y sus labios se fundieron con los de ella en un apasionado beso. La lengua descubrió como si fuera por primera vez los contornos de la boca de Juliette, haciendo que aquello fuera el preludio de lo que estaba por venir.

Lentamente, él fue bajando las manos e introdujo un dedo en su resbaladiza feminidad. El gruñido de placer que emitió resonó en toda la habitación.

– Te prometí que sería duro, rápido y profundo…

Juliette levantó las caderas, haciéndole saber que estaba lista. Como respuesta, Doug le dedicó una atractiva sonrisa.

– Y yo siempre mantengo mi palabra.

Entonces, sin decir nada más, le separó las piernas y la penetró de un solo empujón. Juliette cerró los ojos y se rindió a las intensas sensaciones. Lo sentía dentro de ella, deteniéndose lo suficiente para permitir que su cuerpo se adaptara a él.

Ella estuvo a punto de alcanzar el placer en aquel momento y, si servían de indicación los guturales sonidos que salían de la garganta de Doug, a él le había ocurrido lo mismo.

Sin embargo, la reacción emocional de Juliette era mucho más potente que las sensaciones físicas que sacudían su cuerpo.

No era virgen, pero casi se sentía como si lo fuera. Sensaciones y sentimientos eran completamente nuevos para ella. Amor…

No tuvo tiempo de procesar lo que significaba aquello, dado que él se incorporó lentamente, dejando que ella gozara con los movimientos de su miembro entrando y saliendo de su cuerpo, para darle así tiempo a que ella pudiera acomodarse a su tamaño, longitud e intenciones.

Instintivamente, Juliette flexionó las piernas para mantenerlo dentro de ella.

– Doug… -susurró, mientras él se movía duro, profundo y rápido, tal y como le había prometido.

– ¿Es esto lo que tenías en mente? -preguntó, mientras salía de ella, sólo para penetrarla con más fuerza que antes.

– Sí.

Había estado esperando tanto tiempo aquel momento, a aquel hombre, que sentía que el orgasmo no estaba muy lejos. Las sensaciones iban creciendo, más y más rápido, adueñándose de todo su ser hasta que se encontró más allá de la capacidad de poder razonar.

Doug había encontrado el ritmo perfecto. Aquella vez, se alzó sobre ella, sujetando el peso de su cuerpo sobre las manos para hacer que lo único que ella sintiera fuera a él entrando y saliendo de su cuerpo, duro y caliente, grueso y firme…

Las caderas de Juliette se alzaron para acoger todos y cada uno de sus movimientos. Entonces, abrió los ojos. La emoción que vio en los de él, la tensa expresión de su rostro, igualaba todo lo que ella estuviera sintiendo.

– Doug, por favor -susurró. Ni siquiera estaba segura de qué más podía desear.

– ¿Más profundo?

– Oh, sí…

– En ese caso, ayúdame, cielo.

Juliette le rodeó la cintura con las piernas, empujando su feminidad hacia él, tanto que cada uno de los movimientos hacía que Doug se hundiera más dentro de ella.

– Más rápido… -gimió, con el último aliento que le quedaba.

Él le dio lo que pedía y se movió más rápidamente dentro de ella, hasta que provocó un estallido de luz y un interminable placer en su cuerpo. Doug dejó escapar un gemido. El orgasmo de Juliette provocó el suyo. Tal vez la había estado, esperando, pero lo importante fue que alcanzaron el clímax al unísono…

Minutos después, entre los brazos de Doug, fue cuando por fin los latidos de su corazón volvieron a la normalidad. Sin embargo, Juliette estuvo completamente segura de que todo lo demás había cambiado.

Después de la traición de Stuart, el amor había sido la última cosa que había creído que volvería a desear o a encontrar. Su fantasía era sólo para superar el dolor y saber que era deseable, no sólo por su familia o por sus contactos políticos, sino sólo por ella misma. Sin embargo, a pesar de todo, se había enamorado.

Al comprender aquello, decidió que se negaría a tomar una actitud pasiva ante su vida y su futuro. Tal vez la recién encontrada determinación tenía algo que ver con el hecho de que Stuart le hubiera exigido que guardara silencio y la total seguridad que él había tenido de que haría lo que le pedía. Tal vez tenía más que ver con amar a un hombre muy especial, al que se negaba a perder después de aquellas vacaciones. Al menos, si así ocurría, no sería porque ella no lo hubiera intentado.