Doug era diferente. No podía estar fingiendo el calor que se reflejaba en sus ojos ni en su expresión. Aunque sólo estuviera allí para hacer que su fantasía se convirtiera en realidad, sentía que también estaba aprendiendo algo sobre él. Su instinto le gritaba que confiara en él de un modo como nunca había sentido con Stuart.
Después de haber cometido un grave error, Juliette no estaba dispuesta a precipitarse. Tendría tiempo suficiente para aprenderlo todo sobre Doug y aprender también a confiar en sí misma. Mientras tanto, pondría sus armas de mujer a prueba. Cuando finalmente hiciera el amor con él, algo que deseaba de todo corazón, la experiencia sería la respuesta a sus sueños.
Mientras tanto, la anticipación era la mitad de la diversión, algo que, evidentemente, Doug comprendía bien. Estaba construyendo su relación muy lentamente, con suaves besos e íntimos gestos, como las flores y el desayuno.
Sin embargo, ella esperaba mucho, mucho más.
Doug necesitaba un respiro. Se dirigió hacia la playa y se sentó en una de las tumbonas, dejando que las olas y que la suave brisa de la mañana le calmaran los nervios y la conciencia.
Después de dejar a Juliette, había llamado a su casa para preguntar por su padre. No le habían dado el alta y le estaban haciendo más pruebas. Su madre había insistido en que Doug siguiera con su trabajo, dado que el estado del padre había mejorado muchísimo desde que se había marchado después de prometerle que regresaría con nuevas noticias. Así que, por el momento, su padre estaba descansando cómodamente. Él, por el contrario, no.
Había visto cómo se le encendían los ojos a Juliette cuando apareció en el umbral de su bungaló, con el desayuno y las flores. Él mismo había sentido que se alegraba mucho de verla, a pesar de que sólo habían pasado una noche separados. Sus sentimientos habían sido muy reales, no parte de una fantasía.
– Buenos días, Doug -dijo Merrilee, de repente, antes de sentarse en otra hamaca a su lado-. ¿Estás disfrutando de la paz y de la tranquilidad?
– Estoy disfrutando de todo lo que ofrece este lugar.
– Gracias. Estoy segura de que te has estado preguntando cuál ha sido es mi decisión.
– Confío en tu buen juicio. Espero que hayas podido conseguir confiar en mí.
– Me parece muy interesante que seas tan astuto como para darte cuenta del hecho de que la confianza debe ir por ambas partes. Cuento con que recuerdes ese detalle cuando estés con Juliette.
– Juliette es muy lista, lo suficiente como para sacarme información sin que yo le haga las mismas preguntas que ella me ha hecho a mí.
Se dio cuenta de que aquello nunca le había ocurrido. La inocencia y la ingenuidad de la joven le atraían de un modo que no comprendía. Si no tenía cuidado, podría terminar deseando más que confiara en él que el que le diera información, algo que no podía permitirse.
– ¿Estás diciendo que has encontrado a tu pareja? -le preguntó Merrilee, riendo.
– ¿Me estás diciendo que me puedo quedar? -replicó él sin contestar.
– Doug, no me perdería esto por nada del mundo, pero no te equivoques. Si le haces daño a Juliette Stanton en vez de hacerla feliz durante el tiempo que pase en mi isla, responderás delante de mí y de mis abogados.
– Te doy mi palabra de que no quiero hacerle daño a Juliette Stanton -prometió él, extendiendo la mano y agarrando la de Merrilee con firmeza.
– De acuerdo. Ven a mi despacho para que puedas firmar los papeles que documentan tu fantasía.
– Encantado. Por cierto, he visto a varias personas que desembarcaban del hidroavión. ¿Está la isla completa esta semana?
– Soy muy afortunada porque, desde que abrí mis complejos turísticos, no he tenido vacantes ninguna semana. Les he hecho un hueco a algunas personas al final de esta semana porque parecen estar más desesperados que la mayoría. Lo hago algunas veces, si la persona me toca un punto sensible.
– Algo me dice que eso ocurre con la mayoría de la gente. Eres una mujer como las que ya no hay, Merrilee. Sincera, cariñosa…
– Y tú eres un seductor -replicó ella, riendo-. En realidad, soy una mujer madura. He vivido y he visto lo suficiente como para comprender la alegría de otras personas… y también el dolor. Lo suficiente como para hacer que este negocio sea un éxito.
– Perdóname por preguntarte esto, pero la primera vez que nos vimos noté cierta tristeza en tus ojos.
– Eres periodista -dijo Merrilee, con una tierna sonrisa-. No espero que pasen muchas cosas desapercibidas a esos ojos de águila, pero tienes razón. Perdí a mi prometido en la guerra de Vietnam. Me casé después, pero no fue lo mismo. Me pasé la vida preocupándome de las necesidades de otra persona a costa de las mías.
– Me parece que el hecho de que hayas abierto estos complejos turísticos supone lo mismo.
– Sí, pero me alegra ver cómo las fantasías de otras personas se hacen realidad. Nueve de cada diez veces el resultado no es lo que habían imaginado, pero, a menudo, es mucho mejor de lo que habían esperado.
– Parece un jeroglífico.
– Vuelve a hablar conmigo cuando haya acabado la semana -dijo Merrilee, mientras se ponía de pie y Doug hacía lo mismo-, pero no dudes en pasar por mi despacho cuando sientas la necesidad. Siento mucha simpatía por ti, Doug Houston.
– El sentimiento es mutuo.
– Entonces, no me desilusiones.
Con eso, Merrilee se marchó, caminando lentamente por la playa. Doug soltó un gruñido. No le había pedido más de lo que tenía derecho a esperar. De hecho, no había requerido más de lo que él pedía para sí mismo. Sin embargo, no podía evitar tener la sensación de que estaba caminando por un terreno muy personal. Y Merrilee lo sabía.
Cuando salía por el edificio principal, se detuvo en recepción para organizar todos los detalles necesarios para una velada muy especial. Cuando tuvo acceso al informe de Juliette en Fantasías Inc., había descubierto más sobre ella de lo que habría soñado nunca. No sólo sabía las cosas de las que tenía miedo, como el esquí acuático, sino también las cosas que le gustaría experimentar, lo que iba desde un viaje en globo a montar a caballo a orillas del mar. Las preguntas de Merrilee siempre eran muy extensas, por lo que Doug contaba con la información necesaria como para asegurarse de que Juliette nunca olvidara aquella experiencia. Estaba seguro de que él mismo no olvidaría ni un segundo.
Después de preparar la velada, se dirigió a la piscina. Había muchas personas allí, pero no le costó ningún trabajo ver a Juliette sobre una de las tumbonas. Ninguna otra mujer tenía su mismo color de cabello ni lo atraía tan intensamente.
Cuando llegó a su lado, se dio cuenta de que estaba dormida. Colocó una silla enfrente de ella y apoyó los pies en su tumbona. Por primera vez en su vida, Doug se sintió satisfecho con contemplar cómo dormía una mujer.
El pecho subía y bajaba lentamente. Sus rotundos senos se ceñían bajo la tela del biquini, que aprisionaba sus pezones con fuerza. En contraste con su sensual cuerpo cubierto con aquel minúsculo traje de baño, el rostro, libre de maquillaje, relucía con el aceite de bronceado. Su rostro, completamente relajado, tenía una inocente apariencia que conmovió su alma más de lo que hubiera querido.
Cruzó las manos sobre el vientre y se preguntó por qué lo atraía tanto. Sin embargo, antes de que pudiera encontrar una respuesta, ella entreabrió los ojos y se rebulló en la hamaca. Se preguntó si estaría soñando o sobre qué lo estaría haciendo. Y con quién.
Minutos más tarde, Juliette se despertó, sobresaltada. Doug la contempló, absorto, mientras ella iba comprendiendo poco a poco dónde estaba.
– Por fin te despiertas.
– ¿Cómo…? ¿Cuándo…? -preguntó ella, todavía algo azorada, con un ligero rubor en sus ya bronceadas mejillas-. No importa. Estoy segura de que no lo quiero saber.
– Sólo llevo aquí unos minutos y, por si es eso lo que te estás preguntando, no roncas.
– Vaya, gracias.
– ¿Has descansado bien? -preguntó él. Ella asintió y luego apartó rápidamente la mirada, lo que hizo que Doug se preguntara una vez más por los sueños que habría tenido-. ¿Sigues interesada en las actividades que ofrece este complejo?
– Claro. Después de nadar un poco y de tomarme una bebida fría. ¿Qué se te había ocurrido?
– Voley playa y luego una sorpresa.
– Me encantan las sorpresas -dijo Juliette con una amplia sonrisa.
– Entonces, dispongámonos a comenzar. Te echo una carrera hasta la piscina -sugirió Doug mientras se quitaba la camisa y la tiraba encima de la bolsa de playa de Juliette. Entonces, al ver cómo ella admiraba su torso desnudo, sonrió-. Si sigues mirándome de ese modo, ni siquiera la piscina logrará enfriarme.
– Hay muchas otras maneras aparte de la piscina para ocuparse de tu problema -ronroneó ella, con los ojos oscurecidos por una pasión que resultaba imposible de confundir.
Por primera vez desde que se conocían, Juliette no apartó la mirada tras lanzar un comentario provocativo. Aunque se ruborizó ligeramente, en sus ojos brillaba una decisión que no había visto antes. Doug se dio cuenta de que estaba cómoda con él, lo suficiente como para que bajara la guardia. Los recelos iniciales habían desaparecido. A partir de aquel momento, Doug sólo podía esperar que el cielo lo ayudara.
Capítulo 4
Juliette se zambulló en la piscina. El agua estaba lo suficientemente fresca como para devolverla a la realidad y hacer que se olvidara del sensual sopor en el que su sueño la había sumido. Se había quedado dormida pensando en él, en sus talentos eróticos, y todos sus sentidos se habían despertado por ello. En su imaginación, Doug la había llevado a un febril e insatisfecho estado de deseo. Cuando se había despertado, sin haber logrado cumplir sus anhelos, había descubierto que él la estaba observando.
Cuando salió de debajo del agua, Doug surgió también a su lado.
– ¿Qué hay de esa bebida? -le dijo Doug, señalando la cascada que había en el centro de la piscina y el bar tropical.
– Creo que esperaré un rato -respondió ella, poniéndose a flotar en el agua. No quería ni imaginarse cómo reaccionaría su cuerpo ante una combinación de alcohol, sol y Doug.
– ¿Qué te parece entonces si compartimos una colchoneta?
Juliette se agarró al lado que él le ofrecía y juntos flotaron en la parte más profunda de la piscina, a la deriva y solos.
– Hay que admitir que esto es vida.
– Con toda seguridad es mucho mejor que la rutina diaria…
– Dijiste que eras escritor.
– Sí, sigo los pasos de mi padre.
– ¿Te importa si te pregunto de cuál de ellos?
– Ted Hou… mi padre adoptivo. En realidad, es el único padre que tengo. Mi padre biológico se marchó, así que no hay razón alguna para acordarse de él.
– ¿Tienes buena relación con tus padres adoptivos?
– Son los mejores que podría tener.
– Eso mismo pienso yo de los míos. Creo que es un regalo maravilloso cuando puedes mirar tu infancia y saber que ha sido muy buena. ¿Sientes alguna vez que debes algo a tus padres por darte mucho más que un simple techo bajo el que cobijarte? Claro, me refiero a tus padres adoptivos…-dijo Juliette.
– Sé que les debo mucho. En mi caso, me sacaron de la calle.
– ¿Cómo fue eso?
– Yo tenía diez años. Hacía días que no había dormido, si no se cuenta descansar sobre el banco de un parque, y no había comido desde hacía el doble de tiempo. Estaba a punto de que me llevaran a una familia de acogida y también a punto de que me arrestaran -dijo Doug. Al oír aquellas palabras, Juliette colocó la mano sobre el brazo de Doug, para así transmitirle que comprendía lo que estaba contando. Entonces, con la mano que le quedaba libre, él cubrió la de ella-. Algunas veces, en medio de la noche, me despierto hambriento y tengo que pellizcarme para recordar que tengo un frigorífico repleto en la planta de abajo y que ya no soy un muchacho de diez años, que se ha quedado sin opciones y que tiene que recurrir a robar carteras para poder comer.
– Lo siento. Cuando te hice esa pregunta estaba pensando en mi padre y en cómo puedo ayudarlo ahora. Nunca imaginé…
Juliette sacudió la cabeza, sin saber qué decir. Había hablado de su padre, aunque sin mencionar el nombre, pero no le importó compartir aquella información con Doug. No cuando él le había contado una etapa tan dura de su pasado.
– Cuando uno sabe lo afortunado que es por tener buenos padres y, créeme, yo sé lo que es, no hay nada que uno no hiciera a cambio de todo lo que se le ha dado. Eso es algo que yo comprendo muy bien.
Juliette asintió. Evidentemente, Doug podía entender perfectamente su deseo de cuidar y de proteger a las personas que la habían criado.
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