Llamaron del hospital a las seis de la mañana. Al oír el teléfono a Stevie se le cayó el alma a los pies. Era Jason. Le habían llamado a él primero. Una llamada a esas horas solo podía significar una cosa. Cuando Stevie respondió, Jason lloraba.

– ¡Dios mío!… -exclamó Stevie aún atontada, aunque se puso alerta al instante.

– Está despierta -dijo él entre sollozos-. Ha abierto los ojos. No habla, pero tiene los ojos abiertos y le ha dicho que sí con la cabeza al médico.

– ¡Dios mío!… ¡Dios mío!… -Era todo lo que podía decir Stevie. Había pensado que había muerto.

– Voy para allá. ¿Quiere venir? Dejaré dormir a los chicos. No quiero que se hagan ilusiones hasta que veamos cómo está.

– Estaré vestida en cinco minutos. Creo que Carole debió de oírme.

Stevie se echó a reír a través de sus propias lágrimas. Sabía que el despertar de Carole no se debía a su monólogo de ocho horas. Dios y el tiempo habían hecho su trabajo por fin. Pero tal vez sus palabras no habían estado de más.

– ¿Qué le dijo? -preguntó él, enjugándose las lágrimas de alivio.

Jason había perdido la esperanza en la reunión con los médicos. Pero ahora estaba despierta. Era una respuesta a sus oraciones.

– Le dije que estábamos hartos, que se pusiera las pilas y volviese al trabajo. Algo así.

– Buen trabajo -dijo él entre risas-. Tendríamos que haberlo intentado antes. Debió de hacer que se sintiera culpable.

– Eso espero.

Aquel sería un regalo increíble de Acción de Gracias para todos.

– Llamaré a su puerta dentro de cinco minutos -dijo Jason, y colgó.

Cuando lo hizo, Stevie vestía vaqueros y un suéter, y sostenía sobre el brazo un grueso abrigo. Llevaba las botas que utilizaba para trabajar, compradas en una tienda de ropa usada. Eran sus botas de la suerte. Desde luego lo habían demostrado el día anterior.

Charlaron con entusiasmo de camino hacia el hospital. Tenían unas ganas enormes de verla y Jason le recordó a Stevie que el médico había dicho que aún no hablaba. Podía tardar en hacerlo, pero estaba despierta. Las cosas habían mejorado mucho de la noche a la mañana. En el hospital silencioso corrieron hacia su habitación, en cuya puerta se hallaba el guardia de seguridad. Este les saludó con un gesto de la cabeza, suponiendo que no era buena señal que viniesen tan temprano. Era una mañana fría y soleada, y el día más bonito de toda la vida de Stevie. Para Jason se situaba solo por detrás del nacimiento de sus hijos. Carole había vuelto a nacer. ¡Estaba despierta!

Cuando entraron, Carole yacía en la cama con los ojos abiertos. La doctora que llevaba su caso se hallaba junto a ella. Acababa de llegar. La habían llamado primero y acudió directamente. La doctora sonrió a Stevie y Jason, y luego a su paciente. Carole miró a los ojos a la doctora mientras esta le hablaba en inglés con un fuerte acento, pero no respondió. No hizo ningún sonido ni sonrió. Se limitó a mirar, pero apretó un poco su mano cuando la doctora se lo pidió. Al oír a sus dos visitantes volvió la mirada hacia ellos, pero tampoco les sonrió. Su rostro era inexpresivo, como una máscara. Stevie le habló con naturalidad, y Jason se inclinó para darle un beso en la mejilla. Carole tampoco reaccionó a eso. Al cabo de unos momentos cerró los ojos y volvió a dormirse. La doctora, Jason y Stevie salieron de la habitación para hablar fuera.

– No responde -comentó Jason, preocupado.

Stevie estaba entusiasmada, decidida a mostrarse positiva. Aquello era un principio, y muchísimo mejor que la situación en la que Carole estaba hasta entonces.

– Esto es solo el principio -le dijo la doctora a Jason-. Es posible que aún no les reconozca. Puede que haya perdido mucha memoria. Se han visto afectados la corteza cerebral y el hipocampo, y ambos almacenan recuerdos. No podemos saber con seguridad qué queda ni lo fácil que le resultará volver a acceder a ellos. Con suerte, recuperará la memoria y el funcionamiento cerebral normal. Pero tardará. Ahora tiene que recordarlo todo. Cómo moverse, cómo hablar, cómo caminar… Su cerebro sufrió un shock tremendo. Pero ahora tenemos una oportunidad. Es como empezar de nuevo.

La doctora parecía muy animada. Casi había perdido la esperanza de que recuperase la conciencia. Aquello les demostraba a todos que los milagros sucedían de verdad, cuando menos te lo esperabas. Entonces le sonrió a Stevie.

– Las enfermeras me han dicho que ayer se pasó el día hablándole. Nunca se sabe qué oyen o qué cambia las cosas.

– Creo que simplemente había llegado el momento -dijo Stevie con modestia.

En realidad, debía de haber ocurrido hacía tiempo, desde su punto de vista. Habían sido tres semanas de pesadilla para Carole y una semana de angustia para ellos. Pero al menos ella no era consciente de lo que pasaba. Ellos habían tenido que afrontar plenamente conscientes el terror de perderla. Habían sido los peores días de la existencia de Stevie. Aquello le daba una nueva perspectiva del sentido de la vida.

– Hoy queremos hacer varios TAC y resonancias más, y enviaré a una logopeda para ver cómo responde. Es posible que simplemente aún no recuerde las palabras. Le daremos un empujoncito para que vaya comenzando. Quiero encontrar a alguien que hable inglés -dijo la doctora.

Aunque Stevie les había dicho que hablaba francés querían reeducarla en su propio idioma, lo cual sería mucho más fácil.

– Yo puedo trabajar con ella si alguien me enseña -se ofreció Stevie, y la doctora volvió a sonreírle. Aquello era una enorme victoria para ella.

– Creo que ayer hizo usted un gran trabajo con ella.

La doctora era generosa con sus elogios. ¿Quién sabía qué la había despertado?

Jason y Stevie volvieron al hotel para decírselo a Anthony y Chloe. Su padre les despertó y ellos tuvieron la misma reacción que Stevie. Tan pronto como reaccionaron, su rostro y sus ojos expresaron puro terror.

– ¿Mamá? -dijo Anthony, aterrorizado.

Tenía veintiséis años y era un hombre, pero Carole continuaba siendo su mamá.

– Está despierta -dijo Jason, llorando de nuevo-. Aún no puede hablar, pero nos ha visto. Se pondrá bien, hijo.

Anthony estalló en sollozos. Ninguno de ellos sabía aún hasta qué punto se pondría bien, pero estaba viva y había salido del coma. Desde luego, era un comienzo y un enorme alivio para ellos.

Chloe echó los brazos al cuello de su padre y se puso a reír y llorar a la vez, como una niña. Luego saltó de la cama y bailó un poco. A continuación salió corriendo para darle un abrazo a Stevie.

Desayunaron entre risas y charlas, y a las diez regresaron para verla. Ya volvía a estar despierta y les miró con interés mientras entraban en la habitación.

– Hola, mamá -dijo Chloe con desenvoltura.

Se acercó a la cama, cogió la mano de su madre y se inclinó para besarla en la mejilla. No hubo respuesta visible por parte de Carole. En cualquier caso, pareció sorprendida, aunque ahora incluso sus expresiones faciales eran limitadas. Hacía varios días que le habían quitado el vendaje de la mejilla. El corte había dejado una cicatriz muy fea, aunque ese era el menor de sus problemas. Todos se habían acostumbrado ya, aunque Stevie sabía que Carole se disgustaría al verla. Sin embargo, para eso faltaba algún tiempo. Además, como había dicho Jason, un buen cirujano plástico podría ocuparse de eso cuando volviesen a casa.

Carole yacía en la cama observándoles y volvió la cabeza varias veces para seguirles con la mirada. Anthony también le dio un beso, y los ojos de Carole se llenaron de preguntas. A continuación Jason fue a situarse junto a ella y la tomó de la mano. Stevie se apoyó en la pared sonriéndole, pero Carole no pareció fijarse en ella. Era posible que aún no pudiese enfocar desde lejos.

– Hoy nos has hecho muy felices -le dijo Jason a su ex esposa con una sonrisa cariñosa, sin soltar su mano.

Ella le miró inexpresiva. Tardó mucho, pero al final formó una sola palabra y se la dijo:

– Caa… nn… sa… da… cansada.

– Sé que estás cansada, corazón -dijo él con ternura-. Has dormido mucho tiempo.

– Te quiero, mamá -añadió Chloe, y Anthony se hizo eco de sus palabras.

Carole se quedó mirándolos como si no supiese qué significaba eso, y luego volvió a hablar:

– Aaa… gua.

Señaló el vaso con una mano débil y la enfermera se lo llevó a los labios. Stevie se acordó de pronto de Anne Bancroft en El milagro de Ana Sullivan. Estaban empezando por el principio. Pero al menos ahora avanzaban en la dirección correcta. Carole no les dijo nada directamente a ninguno de ellos ni pronunció ninguno de sus nombres. Se limitó a observarles. Permanecieron con ella hasta el mediodía y entonces la dejaron. Carole parecía agotada, y su voz, las dos veces que habló, no parecía la suya. Stevie supuso que aún debía de tener la garganta irritada por el respirador, que le habían retirado hacía poco. Sus ojos se veían enormes. Había perdido mucho peso, y antes ya estaba delgada. Pero seguía estando hermosa incluso ahora. En cierto modo más que nunca, a pesar de su palidez. Su aspecto recordaba al de Mimi en La Bohème. Parecía una heroína trágica allí tendida, pero, si todo iba bien, pronto podría considerarse que la tragedia había terminado.

Jason volvió a reunirse con la doctora al anochecer. Chloe había decidido ir de compras otra vez, en esta ocasión para celebrarlo. Terapia de tiendas, como Stevie lo llamaba. Anthony estaba en el gimnasio, haciendo ejercicio. Se sentían mucho mejor y menos culpables por regresar a las actividades normales y a la vida. Incluso habían tomado un enorme almuerzo en Le Voltaire, que, como bien sabían, era el restaurante favorito de Carole en París. Jason dijo que era un almuerzo de celebración por ella.

La doctora explicó que ni las resonancias ni los TAC mostraban signos de alarma. No se veían lesiones en el cerebro, lo cual resultaba extraordinario. Los pequeños desgarros iniciales en los nervios habían sanado ya. Por otra parte, no había forma de evaluar cuánta pérdida de memoria había sufrido, ni de predecir cuántas de sus funciones cerebrales normales recuperaría. Solo el tiempo lo diría. Seguía saludando a las personas cuando le hablaban y había dicho unas cuantas palabras más esa tarde, la mayoría relacionadas con su estado físico y nada más. Había dicho «frío» cuando la enfermera abrió la ventana, y «ay» cuando le sacaron sangre del brazo, y otra vez cuando le ajustaron el gotero. Respondía al dolor y a las sensaciones, pero no daba muestras de entender las preguntas de la doctora cuando requerían una respuesta que fuese más allá de sí y no. Cuando le preguntaron su nombre, negó con la cabeza. Le dijeron que era Carole y se encogió de hombros. Al parecer, eso no tenía interés para ella. La enfermera decía que cuando la llamaban por su nombre no respondía. Y dado que no reconocía su propio nombre, era poco probable que recordase el de otros. Además, la doctora creía que por el momento Carole no recordaba quiénes eran.

Jason se negó a desanimarse y, cuando se lo contó a Stevie más tarde, dijo que solo era cuestión de tiempo. Volvía a tener esperanza. Tal vez demasiada, pensó Stevie. Ella ya había admitido la posibilidad de que Carole nunca volviese a ser la misma. Estaba despierta, pero quedaba un largo camino antes de que Carole fuese ella misma, si alguna vez volvía a serlo. Aquella seguía siendo una pregunta sin respuesta.

Al día siguiente la prensa informó de que Carole Barber había salido del coma. Aunque ya no se hallaba en estado crítico desde hacía varios días, seguía siendo noticia. A Stevie le resultaba evidente que alguien del hospital filtraba a la prensa noticias sobre Carole. En Estados Unidos tampoco habría sido raro, pero aun así le parecía repugnante. Se pagaba un precio muy alto por ser una estrella. El artículo aludía a la posibilidad de que sufriese lesiones cerebrales permanentes. Sin embargo, la foto era preciosa. Databa de diez años atrás, cuando Carole estaba en su mejor momento, aunque a su edad seguía siendo una belleza, al menos antes del atentado. Y mirándolo bien, tenía un aspecto estupendo para haber sobrevivido a una bomba.

Unos policías vinieron a interrogarla al saber que estaba despierta. La doctora les dejó hablar con ella brevemente, pero a los pocos minutos resultó evidente que no tenía recuerdo alguno del atentado ni de nada más. Se fueron sin que ella les aportase más información.

Jason y los chicos continuaban visitando a Carole, al igual que Stevie, y ella continuaba añadiendo palabras a su repertorio. «Libro.» «Manta.» «Sed.» «¡No!» Recalcaba mucho esta, sobre todo cuando venían a sacarle sangre. La última vez apartó el brazo, miró a la enfermera con furia y la llamó «mala», cosa que hizo sonreír a todo el mundo. Le sacaron sangre de todos modos, se echó a llorar, pareció sorprendida y dijo «lloro». Stevie le hablaba como si todo fuese normal, y a veces Carole se pasaba horas sentada mirándola sin decir nada. Ya lograba incorporarse, pero seguía sin poder formar frases o decir sus nombres. La víspera del día de Acción de Gracias, tres días después de su despertar, estaba claro que ignoraba por completo quiénes eran ellos. No reconocía a nadie, ni siquiera a sus hijos. Todos estaban disgustados, pero Chloe era la más afligida.