– Si no tienen cuidado, tus admiradores invadirán el hospital. ¿No le has reconocido? -dijo Stevie, sabiendo que era una pregunta tonta.

Nunca se sabía. Tarde o temprano surgirían algunos recuerdos del pasado. Stevie esperaba que eso sucediese cualquier día.

– Por supuesto que no -contestó Carole-. Si no recuerdo a mis propios hijos, ¿por qué iba a reconocerle a él?

– Solo preguntaba. Le diré al guardia que tenga más cuidado. Por cierto, son unas flores bonitas.

Stevie había observado algunos fallos de seguridad y se había quejado. Cuando el guardia de servicio hacía un descanso, nadie le sustituía, y cualquiera habría podido entrar. Al parecer, alguien lo había hecho. Todos querían que Carole estuviese más segura.

– El hombre que las ha traído era agradable. No se ha quedado mucho rato. Dice que también conoce a mis hijos.

– Cualquiera puede decir eso.

Debían protegerla de los curiosos, los paparazzi, los admiradores y los chalados. Al fin y al cabo, ella era quien era, y el hospital nunca se había ocupado de una celebridad. Jason y Stevie habían hablado de contratar a un vigilante privado para ella, pero el hospital había insistido en que podían arreglárselas. Stevie iba a recordarles que debían endurecer las normas. Lo último que querían era que entrase un fotógrafo. La intrusión, ahora desconocida, habría trastornado a Carole, aunque antes estuviese acostumbrada.

– Nos vemos mañana. Feliz día de Acción de Gracias, Carole -dijo Stevie con una cálida sonrisa.

– Jódete -dijo Carole alegremente, y ambas se rieron.

Mejoraba a cada hora que pasaba. Por un momento casi pareció la que siempre había sido.

8

Al día siguiente Jason, Chloe y Anthony fueron al Louvre y después salieron de compras una vez más. Luego regresaron al hotel para almorzar en el bar de la planta baja. A continuación, los dos hombres volvieron a sus habitaciones para llamar al despacho y trabajar un poco. A ambos se les estaba acumulando el trabajo. Sin embargo, las circunstancias eran extraordinarias y los clientes se mostraban comprensivos. Varios de los socios de Jason les sustituían en el trato con diversos clientes. Ambos tenían previsto ponerse al día a su regreso.

Chloe fue a nadar y se dio un masaje mientras su hermano y su padre trabajaban. Había pedido unos días de permiso en su propio empleo. Sus jefes, conscientes de la situación, le dijeron que se quedase en París con su madre tanto tiempo como hiciese falta. Esa tarde tuvo ganas incluso de telefonear a Jake, un chico que había conocido hacía poco en Londres y que le había caído bien. Charlaron durante media hora. Chloe le contó lo del accidente de su madre y él fue muy amable y simpático. Prometió llamarla pronto y dijo que quería verla cuando volviese a Londres. Tenía pensado llamarla y le alegraba mucho que ella le hubiese llamado a él.

Como los demás estaban ocupados, Stevie tuvo la oportunidad de estar a solas con Carole. Los médicos le habían aconsejado que le contase todos los detalles posibles acerca de su vida. Confiaban en que de ese modo se le refrescase la memoria. Stevie estaba dispuesta a hacerlo, pero no quería disgustar a Carole recordándole cosas tristes, y en su vida había habido bastantes.

Stevie, que traía un bocadillo, se sentó frente a Carole para charlar. No tenía en mente nada en particular y Carole había hecho muchas preguntas, como sobre sus padres el día anterior. Partía de cero.

Stevie llevaba ya la mitad del bocadillo cuando Carole le preguntó por su divorcio. Stevie hubo de reconocer que no sabía gran cosa de aquello.

– Entonces no trabajaba para ti. Sé que él estuvo casado con otra persona después de ti, creo que una supermodelo rusa. Se divorció de ella más o menos un año después de que volvieras de Francia. Yo estaba contigo, pero era nueva y no me contaste gran cosa. Me parece que él vino a verte un par de veces, y sospeché que te pidió que volvieras con él. Era solo una sensación mía; nunca me lo dijiste. Jamás te reconciliaste con él. En aquellos tiempos estabas bastante enfadada. Las cosas tardaron un par de años en calmarse. Hasta entonces siempre estabais discutiendo por teléfono sobre los niños. Lleváis diez años siendo buenos amigos.

Carole se había dado cuenta y asintió mientras escuchaba, buscando torpemente en su mente algún recuerdo de su matrimonio con Jason. No encontró nada. Tenía la memoria en blanco.

– ¿Le dejé yo o me dejó él a mí?

– Eso tampoco lo sé. Tendrás que preguntárselo a él. Sé que viviste en Nueva York mientras estabas con él. Estuvisteis diez años casados y luego te fuiste a Francia, donde hiciste una película importante. Para entonces ya te estabas divorciando, creo. Y después de la película te quedaste en París durante dos años, con tus hijos. Compraste una casa y la vendiste un año después de trasladarte a Los Ángeles. Era una casita preciosa.

– ¿Cómo lo sabes? -Carole puso cara de perplejidad-. ¿Trabajabas para mí en París?

Volvía a sentirse confusa. Había muchos acontecimientos que poner en orden cronológico.

– No, fui a cerrarla por ti. Viniste durante un par de días, me dijiste qué querías conservar y enviar a Los Ángeles, y yo me ocupé de lo demás. La casa era pequeña, pero magnífica. Del siglo XVIII, creo, con boiseries y suelos de parquet, grandes cristaleras que daban a un jardín y chimeneas en todas las habitaciones. La verdad es que me dio pena que no te la quedases.

– ¿Por qué no lo hice? -preguntó Carole, frunciendo el ceño.

Carole quería recordar todas esas cosas, pero no lo conseguía.

– Dijiste que estaba demasiado lejos. Además, entonces trabajabas mucho. No tenías tiempo para escaparte a París. Ahora sí, pero entonces no. Creo que no querías volver aquí. -Stevie no se atrevió a sugerir lo demás-. Tratabas de pasar más tiempo con tus hijos entre película y película, sobre todo con Chloe. Anthony siempre fue más independiente que su hermana.

Stevie, que le conocía desde que tenía once años, sabía que ya entonces se contentaba con estar a solas o con sus amigos, además de visitar a su padre en Nueva York durante las vacaciones. En cambio, Chloe exigía más de su madre y nada de lo que esta hiciera le parecía suficiente. En opinión de Stevie era una niña muy necesitada de atención, y seguía siéndolo, aunque menos. Ahora Chloe tenía su propia vida y exigía menos tiempo de su madre. Sin embargo, seguía gustándole ser el centro de atención cuando estaba con Carole.

– ¿Tenía razón Chloe en lo que dijo ayer?

Carole parecía preocupada de verdad. En realidad quería saber si era o no una buena persona. Resultaba aterrador no saberlo.

– No en todo -dijo Stevie, tratando de ser justa-. Tal vez en parte. Cuando era pequeña, debías trabajar mucho. Cuando nació, tenías veintiocho años y estabas en la cima de tu carrera. Yo no te conocía entonces. Llegué siete años más tarde. Pero ella ya estaba enfadada contigo. Tengo entendido que te llevabas a los niños a la mayoría de los rodajes, cuando podías, con un profesor particular, salvo que fuese en países como Kenia. Sin embargo, si la película se rodaba en un país civilizado te los llevabas, incluso cuando empecé a trabajar para ti. Con el tiempo, Anthony empezó a no querer ir, y luego, cuando comenzaron el instituto, ya no podían perder clase. Pero antes de eso iban casi siempre contigo y los directores de sus colegios daban la tabarra, aunque Chloe también la daba cuando no te la llevabas.

Cuando Chloe se hizo mayor, a Stevie le hubiera gustado ser su madre. Pero Stevie no le dijo eso a Carole.

– Estoy segura de que no es fácil tener una madre famosa, pero siempre me ha impresionado lo mucho que te esforzabas y el tiempo que pasas con ellos, incluso ahora. Nunca viajas a ninguna parte sin pasar por Londres y Nueva York para verles. No sé si Chloe se da cuenta de lo poco corriente que es eso o del esfuerzo que requiere por tu parte. No reconoce muchas cosas, como el tiempo que le dedicaste durante su infancia. Y por todo lo que sé lo hiciste muy bien. Supongo que, sencillamente, ella quería más.

– ¿Por qué?

– Hay personas así. Aún es joven y puede arreglarlo si quiere. En el fondo es una buena chica. Lo único que me disgusta es que se porte mal contigo. No creo que sea justo para ti. En muchos aspectos continúa siendo una niña. Tiene que madurar -dijo Stevie con sensatez-. Y además, la has mimado -añadió con una sonrisa-. Le das todo lo que quiere. Lo sé porque pago las facturas.

– Debería darme vergüenza -dijo Carole en tono bondadoso-. ¿Por qué supones que hago eso?

Ya hablaba correctamente. Había encontrado las palabras, aunque no la historia que las acompañaba.

– Por sentimiento de culpa y generosidad. Quieres a tus hijos. Te ha ido bien en la vida y quieres compartir tu suerte con ellos. A veces Chloe se aprovecha, tratando de hacer que te sientas culpable, aunque en ocasiones siente de verdad que la estafaron de pequeña. Creo que le hubiese gustado tener una madre que fuese un ama de casa aburguesada y corriente que se pasara el día llevándola de un lado para otro y no tuviese nada más que hacer. La recogías cada día a la salida del colegio cuando estabas en la ciudad, pero no solo hacías películas. Tenías una vida muy ajetreada.

– ¿Qué más hacía?

Escuchar a Stevie era como escucharle hablar de otra persona. Carole no tenía la sensación de que se refiriese a ella. La mujer que Stevie estaba describiendo era una extraña.

– Llevas años trabajando a favor de los derechos de las mujeres. Has viajado a países en vías de desarrollo, has hablado ante el Senado y las Naciones Unidas, has pronunciado discursos. Cuando crees en algo, predicas con el ejemplo, y eso me parece estupendo. Siempre te he admirado por ello.

– ¿Y Chloe? ¿También me admira ella? -dijo Carole con tristeza. Por lo que Stevie decía, no parecía que fuese así.

– Pues no. Creo que, si le resta a ella tiempo o dinero, le cabrea. Puede que sea demasiado joven para que le preocupen esas cosas. Además, también viajabas bastante por eso entre una película y otra.

– Tal vez debería haberme quedado más tiempo en casa -dijo Carole, preguntándose si el daño entre ellas resultaría reparable a esas alturas. Esperaba que así fuese. Le daba la impresión de que tenía que recompensar a su hija por algunas cosas, aunque estuviese un poco mimada.

– No habrías sido tú misma -dijo Stevie con sencillez-. Siempre andabas metida en muchos asuntos.

– ¿Y ahora?

– No tanto. En los últimos años te tomaste las cosas con más calma.

Stevie se mostraba prudente. No sabía si Carole estaría preparada para saber lo de Sean y afrontar los sentimientos que surgiesen si le recordaba.

– ¿De verdad? ¿Por qué me tomé las cosas con más calma?

Carole pareció preocupada mientras trataba de recordar.

– Puede que estés cansada. Eres más exigente con las películas que haces. Llevas tres años sin hacer ninguna. Has rechazado muchos papeles. Quieres interpretar papeles que tengan sentido para ti, no solo algo llamativo y comercial. Estás escribiendo un libro, o intentándolo. -Stevie sonrió-. Por eso viniste a París. Pensaste que volver aquí podía darte una mejor comprensión.

Y en lugar de eso había estado a punto de costarle la vida. Stevie siempre lamentaría que Carole hubiese hecho ese viaje. Ella misma aún se sentía traumatizada por haber estado a punto de perder a aquella mujer a la que tanto quería y admiraba.

– Creo que volverás a hacer películas cuando acabes el libro. Es una novela, pero debe tener mucho de ti. Quizá te bloqueaste por eso.

– ¿Son los únicos motivos por los que empecé a trabajar menos?

Carole la miró con los ojos inocentes de una niña y Stevie hizo una larga pausa, sin saber qué hacer. Decidió decir la verdad.

– No, no lo son. Hubo otro motivo -dijo Stevie con un suspiro. No le gustaba decírselo, pero alguien lo haría tarde o temprano. Mejor que fuese ella-. Estuviste casada con un tipo estupendo y simpático.

– No me digas que volví a divorciarme -dijo Carole, apenada. Dos divorcios le parecían demasiado. Uno solo ya era triste.

– No te divorciaste -la tranquilizó Stevie, si podía llamarse así. Haber perdido al hombre que amaba era mucho peor-. Estuviste casada durante ocho años. Se llamaba Sean. Sean Clarke. Te casaste con él cuando tenías cuarenta años y él tenía treinta y cinco. Era un productor de mucho éxito, aunque nunca trabajasteis juntos en una película. Era un hombre increíblemente amable, y creo que ambos fuisteis muy felices. Tus hijos le querían. No tenía hijos propios ni los tuvo contigo. De todos modos, cayó muy enfermo hace tres años. Cáncer de hígado. Estuvo en tratamiento durante un año, y se lo tomó con mucha filosofía y tranquilidad. Aceptó lo que le ocurría con una gran dignidad. -Stevie inspiró antes de seguir-. Murió, Carole. En tus brazos. Un año después de caer enfermo. Eso fue hace dos años. Has tenido que hacer un esfuerzo para adaptarte. Has escrito mucho, has viajado un poco y has pasado tiempo con tus hijos. Has rechazado unos cuantos papeles, pero dices que volverás a trabajar cuando hayas escrito el libro. Yo creo que vas a escribir el libro y volver al cine. Este viaje formaba parte de todo eso. Creo que has madurado mucho desde su muerte. Ahora eres más fuerte.