O al menos lo había sido hasta el atentado. Era increíble que hubiese sobrevivido, y quién sabía cuáles serían las secuelas al final. Era demasiado pronto para saberlo. Stevie miró a Carole y vio que estaba llorando. Stevie tocó su mano.
– Lo lamento. No quería contártelo. Era un hombre encantador.
– Me alegro de que me lo hayas dicho. Es muy triste. Perdí a un marido al que debí querer, y ahora ni siquiera le recuerdo. Es como perder todo lo que tenías, todo lo que te importaba. He perdido a todas las personas de mi vida y nuestra historia en común. Ni siquiera recuerdo la cara de ese hombre o cómo se llamaba, ni mi matrimonio con Jason. Ni siquiera recuerdo cuándo nacieron mis hijos.
Aquello le parecía una tragedia aún mayor que el impacto real del atentado. Los médicos le habían explicado lo del atentado. Sonaba muy irreal, aunque todo lo demás también. Como si fuese la vida de otra persona y no la suya.
– No has perdido a nadie, salvo a Sean. Todos los demás siguen aquí. Y viviste momentos maravillosos con él que algún día volverás a recordar. Los otros están aquí, de una u otra forma. Tus hijos, Jason, tu trabajo. Tu historia también está ahí, aunque aún no puedas recordarla. El vínculo que tienes con ellos sigue ahí. Las personas a las que quieres no se van a ninguna parte.
– Ni siquiera sé quién era yo para ellos, quién soy… o quiénes eran ellos para mí -dijo Carole tristemente, antes de sonarse la nariz en el pañuelo de papel que le dio la enfermera-. Me siento como si un barco se hubiera ido a pique con todo lo que poseía.
– El barco no se ha hundido. Está ahí fuera, entre la niebla, en alguna parte. Cuando la niebla se despeje, encontrarás todas tus cosas y a todas las personas que iban en él. De todos modos, la mayor parte es solo equipaje. Tal vez estés mejor así.
– ¿Y tú? -preguntó Carole-. ¿Qué soy para ti? ¿Soy una buena jefa? ¿Te trato bien? ¿Te gusta tu empleo? ¿Qué clase de vida tienes?
Deseaba saber quién era Stevie como persona, no solo en relación con ella misma. Le importaba de verdad. Incluso sin su memoria, Carole seguía siendo la mujer extraordinaria que siempre había sido y a la que Stevie quería.
– Me encanta mi trabajo y te aprecio. Tal vez demasiado. Prefiero trabajar para ti que hacer cualquier otra cosa. Quiero a tus hijos. Me gusta muchísimo el trabajo que hacemos juntas y las causas que defiendes. Me gusta quién eres como ser humano, y por eso te admiro tanto. Eres una buena persona, Carole, y también una buena madre. No dejes que Chloe trate de convencerte de lo contrario.
Stevie estaba disgustada. Chloe había contribuido más de la cuenta a todos los problemas que habían tenido. Se portaba mal con su madre y en ocasiones se mostraba resentida. En opinión de Stevie, la joven habría debido pasarlo por alto y no había hecho bien sacándolo a colación.
– No sé si Chloe recibió de mí un trato tan genial -dijo Carole en voz baja-, pero me alegro de que pienses que soy buena; es horrible no saberlo. No tener ni idea de quién eres, ni de qué le has hecho a la gente. Por lo que sé, podría ser una mala persona y que tú simplemente estuvieses siendo amable conmigo. Es insoportable que no recuerde nada, ni siquiera a las personas que significaban mucho en mi vida. Me da miedo pensarlo.
Le asustaba de verdad. Era como volar a oscuras. No tenía ni idea de cuándo podía chocar contra un muro, tal como había hecho cuando estalló la bomba.
– ¿Y tu propia vida? -le preguntó a Stevie-. ¿Estás casada?
– No. Vivo con un hombre -dijo esta, e hizo una pausa antes de añadir más.
– ¿Le quieres?
Carole sentía curiosidad por ella. Deseaba saberlo todo, sobre todos ellos. Necesitaba saber quiénes eran y descubrir quién era ella.
– A veces -dijo Stevie con sinceridad-, pero no siempre. No estoy segura de lo que siento por él, y por eso nunca nos hemos casado. Además, estoy casada con mi trabajo. Se llama Alan y es periodista. Viaja mucho, cosa que me viene bien. Lo que tenemos es conveniente y cómodo. No estoy segura de poder llamarlo amor. Y cuando pienso en casarme con él, me entran ganas de correr como alma que lleva el diablo. Nunca he pensado que el matrimonio sea algo tan genial, sobre todo si no quieres hijos.
– ¿Por qué no? ¿Lo sabes?
– Te tengo a ti -bromeó Stevie, antes de ponerse seria-. Creo que siempre ha faltado una pieza en mi composición química. Nunca he sentido la necesidad de ser madre. Soy feliz tal como estoy. Tengo un gato, un perro, un trabajo que me encanta y un tipo con el que duermo a veces. Puede que para mí sea suficiente. No me gusta complicar las cosas.
– ¿Es suficiente para él?
Carole sentía curiosidad por ella y por la vida que describía. A ella le sonaba limitada. Era evidente que Stevie tenía miedo, aunque Carole no conseguía entender de qué.
– Seguramente no a largo plazo. Dice que quiere hijos. Pero no puede tenerlos conmigo -dijo Stevie con sencillez-. Va a cumplir cuarenta años y cree que deberíamos casarnos. Eso podría acabar con nosotros. Yo nunca he querido tener hijos. Tomé esa decisión hace mucho tiempo. Yo tuve una infancia de mierda y me prometí que no le haría eso a otra persona. Soy feliz siendo una adulta, sin estorbos ni alguien que me reproche más tarde todo lo que hice mal. Mira lo que te pasa con Chloe. Si sirve de algo, a mí me parece que has sido una madre estupenda para ella y de todos modos está cabreada. Nunca quise eso en mi vida. Prefiero dedicarle tiempo a mi perro. Y si pierdo a Alan por eso, de todas formas tenía que pasar. Le dije desde el principio que no quería hijos y le pareció bien. Ahora puede que su reloj biológico esté haciendo tictac. El mío no. No lo tengo. Tiré el mío hace años. De hecho, estaba tan segura de ello que me hice una ligadura de trompas cuando estudiaba en la universidad. Tampoco quiero adoptar. Me encanta mi vida tal como es.
Parecía muy segura de lo que decía y Carole la miró intensamente, tratando de separar lo que era miedo de lo que era verdad. Había mucho de ambos.
– ¿Qué pasará cuando me ocurra algo a mí? Soy mayor que tú. ¿Y si muero? O cuando muera, mejor dicho. Podría haber muerto en cualquier momento de las últimas tres semanas. Y luego, ¿qué? Si soy lo más importante de tu vida, ¿qué te pasará cuando yo desaparezca? Te pones en una situación aterradora.
Era cierto, tanto si Stevie quería afrontarlo como si no.
– Es aterrador para todo el mundo. ¿Qué pasa cuando muere un marido o un hijo? ¿Y cuando tu marido te deja y acabas sola? Todos tenemos que afrontar eso, tarde o temprano. Puede que yo muera antes que tú. O puede que te enfades y me despidas algún día, si meto la pata. No hay garantías en la vida, salvo que todos saltemos de un puente juntos cuando tengamos noventa años. En la vida se corren riesgos. Tienes que ser sincero y saber lo que quieres. Soy fiel a mis principios. Fui sincera con Alan. Si no le gusta, puede irse. Nunca le mentí diciendo que quería hijos. Le dije al principio que no quería casarme y que mi trabajo lo era todo para mí. Nada ha cambiado. Si no puede vivir con eso, o no le gusto, tiene que salir a buscar lo que quiere. Es lo único que podemos hacer todos. En ocasiones las piezas solo encajan durante algún tiempo. Eso debió de pasar entre Jason y tú, o seguirías casada con él. La mayoría de las relaciones no duran toda la vida. Estoy dispuesta a aceptar eso en un plano global y a esforzarme al máximo. No puedo hacer otra cosa. Y sí, a veces pongo a Alan por detrás de ti y de mi empleo. A veces es él quien antepone el suyo. A mí me viene bien, pero puede que a él no. En ese caso, estamos perdidos, y estuvo bien mientras duró. No busco al príncipe azul ni la historia de amor perfecta. Solo quiero algo práctico y real que me venga bien. Que nos venga bien a ambos. El no es mi prisionero, ni yo quiero ser prisionera suya. El matrimonio me da esa impresión.
Era tan sincera como siempre. Stevie nunca mentía, y tampoco se engañaba. Tenía una visión práctica de su vida, su trabajo y los hombres. Eso la convertía en una persona sólida, real y simpática. Carole se daba cuenta de que Stevie siempre hablaba con el corazón en la mano.
– ¿Me daba esa impresión a mí? -preguntó Carole desconcertada de nuevo.
– Creo que tú también te has sido siempre fiel a ti misma, por lo que yo sé. Me parece que pudiste recuperar a Jason cuando volvió a verte después de París y, por la razón que fuese, no quisiste. Creo que estás más dispuesta a hacer concesiones que yo, y por eso el matrimonio te viene bien. Pero nunca te he visto sacrificar tus valores o tus principios, o quién eres, por nada ni por nadie. Cuando crees en algo, luchas por ello hasta el final. Me encanta eso de ti. Estás dispuesta a defender aquello en lo que crees, por muchas veces que te derriben. Ese es un rasgo estupendo en una persona. Quién eres como ser humano es lo que más importa.
– Para mí es fundamental saber si he sido una buena madre -dijo Carole en voz baja. Pese a haber perdido la memoria, Carole sabía que esa era una gran pieza de su persona.
– Lo eres -dijo Stevie con mirada tranquilizadora.
– Tal vez. Me da la impresión de que tengo que compensar a Chloe por muchas cosas. Estoy dispuesta a aceptar eso. Tal vez antes no podía verlo.
Ahora que volvía a empezar, Carole estaba dispuesta a mirar más de cerca y hacer las cosas mejor esta vez. Tener esa oportunidad suponía un gran regalo y quería estar a la altura de ese regalo. Al menos Anthony parecía satisfecho con lo que había recibido de ella, o simplemente se mostrase más cortés. Tal vez los chicos no necesitasen tanto de sus mamás. Pero era evidente que Chloe sí, y al menos Carole podía tratar de acortar la distancia entre ellas. Deseaba intentarlo.
Hablaron hasta que anocheció sobre piezas de su vida que Stevie conocía y recordaba, sus hijos, sus dos maridos, y Carole le preguntó si había habido algún hombre mientras vivió en París. Stevie dijo distraídamente que creía que sí.
– Pasara lo que pasase, no acabó bien. No hablabas mucho de ello. Y cuando cerramos la casa estabas impaciente por abandonar París. Durante todo el tiempo que estuvimos aquí parecías muy desolada. No quedaste con nadie y, tan pronto como acabaste de darme instrucciones, dejaste el hotel y volviste a Los Ángeles. Fuera quien fuese él, creo que tenías miedo de volver a verle. No tuviste ninguna relación seria durante los primeros cinco años que trabajé para ti, hasta que te enamoraste de Sean. Siempre tuve la sensación de que te habían hecho sufrir mucho. No sabía si fue Jason u otra persona, y no te conocía lo suficiente para preguntar.
Ahora Carole pensaba que ojalá lo hubiese hecho. No tenía ninguna otra manera de saberlo.
– Y ahora no hay forma de averiguarlo -dijo Carole con tristeza-. Si hubo alguien en París, está perdido para siempre en mi memoria. Aunque puede que ya no importe.
– Eras bastante joven. Tenías treinta y cinco años cuando volviste, y cuarenta cuando empezaste en serio con Sean. Los otros con los que te vi antes de él eran pura fachada, gente con la que salías. Entonces solo te importaban tus hijos, el trabajo y las causas. Pasamos un año en Nueva York, mientras interpretabas una obra en Broadway. Fue divertido.
– Ojalá pudiese recordar algo al menos -dijo Carole, frustrada. Aún no podía acceder a nada de aquello.
– Lo recordarás -dijo Stevie con confianza, y luego se rió-. Créeme, hay muchas cosas que me encantaría olvidar de mi vida. Mi infancia, por ejemplo. ¡Menudo desastre! Tanto mi padre como mi madre eran alcohólicos. Mi hermana se quedó embarazada a los quince y acabó en un centro de acogida para chicas rebeldes. Entregó al niño en adopción, tuvo dos más con los que hizo lo mismo, le dio una depresión nerviosa y cuando tenía veintiún años acabó en un hospital psiquiátrico. Se suicidó a los veintitrés. Mi familia era una pesadilla. Sobreviví por los pelos. Supongo que por eso el matrimonio y la familia no me parecen tan geniales. Los asocio con la congoja, los quebraderos de cabeza y el dolor.
– No siempre -dijo Carole con ternura-. Lo siento. Parece muy duro.
– Lo fue -dijo Stevie con un suspiro-. Me he gastado una fortuna en terapia para superarlo. Creo que lo he hecho, pero prefiero no complicarme la vida. Soy feliz viviendo indirectamente a través de ti. Trabajar para ti es bastante emocionante.
– No puedo imaginar por qué. A mí no me da esa impresión. Supongo que lo del cine debió de ser apasionante. Pero divorcios, maridos moribundos y penas en París no me parecen muy divertidos. Más bien suena a la vida real.
– Es cierto. Nadie escapa a eso. Aunque seas famosa, sigues teniendo que aguantar las mismas desgracias que todos, o tal vez incluso más. Llevas la fama de forma extraordinaria. Eres increíblemente discreta.
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