– Ya es algo, gracias a Dios. ¿Soy una persona religiosa? -preguntó con curiosidad.

– No mucho. Un poquito cuando Sean estuvo enfermo y justo después de que muriese. Por lo demás, no vas mucho a la iglesia. Te criaron como católica, pero creo que eres más espiritual que formalmente religiosa. Lo vives, eres buena persona. No te hace falta ir a la iglesia para eso.

Se había convertido en el espejo de Carole, para mostrarle quién había sido y quién era.

– Creo que me gustaría ir a la iglesia cuando salga del hospital. Tengo mucho que agradecer.

– Yo también -dijo Stevie con una sonrisa.

Entonces le deseó buenas noches y volvió al hotel, pensando en todo lo que habían dicho ese día. Carole se sentía agotada y se durmió antes de que Stevie llegase al hotel. Tratar de reconstruir una vida que se había esfumado requería una increíble cantidad de energía.

9

El sábado siguiente, la familia fue a hacerle a Carole una breve visita. Esta se sentía cansada. La larga conversación con Stevie del día anterior, en la que le había hecho un millón de preguntas acerca de su vida, su historia y su personalidad, la había dejado exhausta. Todos se dieron cuenta de que necesitaba descansar, por lo que no se quedaron mucho rato. Carole volvió a dormirse antes incluso de que salieran de la habitación. Stevie se sentía culpable por haberse extendido tanto la tarde anterior, pero había muchas cosas que Carole quería saber.

Chloe y Anthony tenían previsto pasar el domingo en Deauville y convencieron a Stevie para que les acompañase. A ella le pareció divertido. Además, Jason le había mencionado que quería pasar algún tiempo a solas con Carole. Esta volvía a encontrarse mejor después de descansar y se alegraba de tener a Jason para ella sola. También había muchas cosas que quería saber por él, muchos detalles de la vida que una vez compartieron.

Jason llegó a la habitación, le dio un beso en la mejilla y se sentó. Al principio hablaron de sus hijos y de lo buenas personas que eran. Él dijo que Chloe parecía entusiasmada con su primer empleo y que Anthony trabajaba mucho para él en Nueva York, lo cual no era de extrañar.

– Es un chico estupendo -dijo Jason, orgulloso-. Responsable, amable. Fue un estudiante fantástico. Jugaba al baloncesto en la universidad. Pasó la adolescencia sin enterarse. Siempre estuvo loco por ti. -Jason le sonrió con ternura-. Cree que eres perfecta. Iba a ver cada una de tus películas unas tres o cuatro veces. Fue a ver una de ellas diez veces, y llevó a todos sus amigos. Cada año proyectábamos tu última película en su fiesta de cumpleaños. Eso es lo que quería. No creo que haya tenido ni un minuto de resentimiento en su vida. Sencillamente acepta las cosas tal como vienen, y si ocurre algo malo sabe arreglárselas. Ese es un rasgo formidable. Tiene una actitud genial ante la vida y siempre gana. Es curioso, pero creo que fue bueno para él que tú estuvieses tan ocupada. Eso le hizo ingenioso y muy independiente. No puedo decir lo mismo de Chloe. Creo que tu carrera no resultó fácil para ella cuando era pequeña. Chloe nunca tiene suficiente. Para ella, el vaso siempre está medio vacío. Para Anthony, está rebosante. Es curioso lo distintos que pueden ser dos hermanos.

– ¿Es que siempre estaba fuera? -preguntó Carole preocupada.

– No. Pero pasabas fuera mucho tiempo. Muchas veces te llevabas a Chloe a los rodajes. Más de lo que a mí me parecía bien. La sacabas del colegio y contratabas a un profesor particular. Pero ni siquiera eso sirvió de nada. Sencillamente, Chloe está muy necesitada. Siempre lo estuvo.

– Puede que tenga derecho a estarlo -dijo Carole, tratando de ser justa-. No veo cómo pude hacer todas esas películas y seguir siendo una buena madre.

Esa idea pareció disgustarla mucho y Jason quiso tranquilizarla:

– Te las apañabas, y de hecho muy bien. Creo que eres una madre estupenda, no solo buena.

– No si mi hija, nuestra hija -rectificó con una sonrisa-, es infeliz.

– Ella no es infeliz; es que necesita mucha atención. Tratar de satisfacer sus necesidades sería un proyecto a tiempo completo. Nadie puede dejar todo lo que está haciendo y centrar toda su atención en un niño. Cuando estábamos casados yo mismo habría querido que estuvieras más pendiente de mí. Sí, estabas ocupada cuando eran pequeños, pero les prestabas mucha atención, sobre todo entre una película y otra. Hubo un par de años duros cuando ganaste los Oscar. Tenías un rodaje tras otro, pero te los llevabas. Hiciste una película épica en Francia y estuviste con ellos todo el tiempo. Carole, si hubieses sido doctora o abogada habría sido peor. Conozco a mujeres con empleos normales, por ejemplo en Wall Street, que nunca dedican tiempo a sus hijos. Tú siempre lo hiciste. Me parece que Chloe quería una mamá a tiempo completo, alguien que no trabajase, se quedase en casa horneando galletas con ella los fines de semana y no hiciese otra cosa que llevarla y traerla del colegio. Y eso habría sido muy aburrido.

– Puede que no tan aburrido -dijo Carole con tristeza-, si era eso lo que necesitaba. ¿Por qué no abandoné el cine cuando nos casamos?

Ahora le parecía sensato, pero Jason se echó a reír.

– Creo que aún no comprendes lo famosa que eres. Tu carrera se estaba disparando cuando te conocí, y aún subió más. Estás muy arriba, Carole. Habría sido una lástima que renunciases a una carrera así. Conseguir lo que tú has conseguido supone un logro increíble, y además te las arreglas para apoyar causas que son importantes para ti y para el mundo y dar buen uso a tu nombre. Y aun así lograste ser una buena madre. Creo que por eso está Anthony tan orgulloso de ti. Todos lo estamos. Tengo la sensación de que, hicieras lo que hicieses, Chloe habría pensado que había recibido escasa atención. Ella es así. Puede que de ese modo consiga lo que quiere o necesita. Créeme, nunca descuidaste a tus hijos, ni mucho menos.

– Es que me gustaría que Chloe se sintiese mejor. Parece muy triste cuando habla de su infancia.

Eso hacía que Carole se sintiese culpable aunque no supiese lo que había o no había hecho.

– Lleva un año acudiendo a un terapeuta -dijo él-. Superará todo eso. Puede que este accidente le ayude a darse cuenta por fin de la suerte que tiene de tenerte. Eres una madre estupenda.

E incluso ahora, sin memoria, se inquietaba por sus hijos y agradecía la tranquilidad que él le infundía. Mientras le escuchaba se preguntó si a Chloe le gustaría que, cuando estuviese mejor, fuese a Londres para pasar allí unas semanas. Eso podía demostrarle que se preocupaba de verdad por ella y quería pasar tiempo en su compañía.

No podía revivir el pasado ni reescribir la historia, pero sí tratar de hacer las cosas mejor en el futuro. Estaba claro que Chloe sentía que la habían estafado de pequeña. Y tal vez aquella fuese una oportunidad para Carole de compensarla y darle lo que sentía que nunca había tenido. Estaba dispuesta a hacerlo. No tenía planes más importantes. El libro que había estado intentando escribir podía esperar, si alguna vez lo retomaba. Desde el atentado sus prioridades eran distintas. Aquello había sido una tremenda llamada de atención, tal vez la última ocasión para hacer bien las cosas. Quería aprovechar esa oportunidad mientras aún estuviese a tiempo.

Hablaron durante un rato de diversos temas. Luego ella le miró con serenidad. Jason estaba sentado en la silla que ocupó Stevie el día anterior y, como ella, le hablaba de su vida. Sin embargo, Carole también quería conocer la parte de él.

– ¿Qué nos pasó? -preguntó con tristeza.

Era evidente que su historia no había tenido un final feliz.

– Menuda pregunta…

No estaba seguro de que estuviese preparada para oírlo todo, pero ella dijo que sí. Necesitaba saber quiénes habían sido, qué les había ocurrido y por qué se divorciaron, así como qué había sucedido desde entonces. Ya sabía lo de Sean, por Stevie, pero sabía muy poco de su vida con Jason, salvo que habían estado casados durante diez años, que vivían en Nueva York y que tuvieron dos hijos. El resto era un misterio para ella. Stevie no conocía los detalles y Carole no se habría atrevido a preguntarles a sus hijos, que de todos modos debían de ser demasiado pequeños en aquella época para saber qué había pasado.

– Para ser sincero, no estoy seguro -respondió él por fin-. Me pasé años tratando de entenderlo. Supongo que la respuesta más sencilla es que yo pasaba por la típica crisis de los cuarenta y tú tenías una carrera muy importante. Ambos elementos colisionaron y nos hicieron explotar. Sin embargo, fue más complicado. Al principio era genial. Cuando me casé contigo ya eras una estrella. Tenías veintidós años y yo treinta y uno. Yo llevaba cinco años siendo afortunado en Wall Street y quise financiar una película. No suponía un gran beneficio económico; simplemente parecía divertido. Era un crío y quería conocer chicas guapas. Nada más profundo. Conocí a Mike Appelsohn en una reunión en Nueva York. El era entonces un gran productor y actuaba como agente tuyo desde que te descubrió. Aún lo hace -dijo para ponerla al tanto-. Me invitó a Los Ángeles. Estaba preparando un contrato. Así que fui, puse mi nombre en la línea de puntos para financiar una película y te conocí.

»Eras la chica más hermosa y simpática que había visto en mi vida, dulce, joven e inocente, típicamente sureña todavía. Llevabas cuatro años en Hollywood y seguías siendo una cría adorable e inocente, aunque ya eras una gran estrella. Era como si toda aquella fama no te hubiese afectado. Eras la misma persona buena, cálida y sincera que debías de ser mientras crecías en la granja de tu padre en Mississippi. Entonces aún tenías acento del Sur. Eso también me encantaba. Mike hizo que te librases de él. Siempre lo eché de menos. Formaba parte de la dulzura que me encantaba de ti. En realidad, no eras más que una cría. Me enamoré perdidamente de ti, y tú también de mí.

»Fui hasta allí una docena de veces mientras rodabas la película, solo para verte. Acabamos saliendo en todos los diarios sensacionalistas. Joven promesa de Wall Street intenta ganarse a la estrella más sexy de Hollywood. Eras maravillosa. Estabas llena de encanto. Aún lo estás -dijo con una sonrisa-, pero entonces no estaba acostumbrado. Creo que nunca me acostumbré. Me despertaba por las mañanas y me pellizcaba, incapaz de creer que estaba casado con Carole Barber. ¿Podía haber algo mejor?

»Nos casamos seis meses después de conocernos, cuando terminaste la película. Al principio dijiste que eras demasiado joven para casarte, y seguramente tenías razón. Te convencí, pero fuiste sincera. Dijiste que no estabas dispuesta a renunciar a tu carrera. Querías hacer películas. Te lo pasabas en grande, y yo también al estar contigo. Nunca en mi vida me he divertido tanto como entonces.

»Mike nos llevó a Las Vegas un fin de semana en su avión y nos casamos. El fue nuestro testigo, junto con una amiga tuya. Era tu compañera de habitación y, por más que lo intento, no consigo recordar cómo se llamaba. Fue la dama de honor. Y tú eras la novia más guapa que he visto en mi vida. Pediste prestado un vestido de vestuario de una película de los años treinta. Parecías una reina.

»Fuimos a México de luna de miel. Pasamos dos semanas en Acapulco y luego volviste al trabajo. Entonces hacías unas tres películas al año. Eso es muchísimo. Los estudios te obligaban a rodar sin parar con grandes estrellas y productores importantes. No dejabas de recibir guiones. Eras una auténtica industria. Nunca he visto nada igual. Eras la estrella más sexy del mundo y yo estaba casado contigo. Salíamos constantemente en la prensa. Eso es muy emocionante para dos críos, aunque supongo que con el tiempo puede cansar. Sin embargo, a ti no te ocurrió. Disfrutabas cada minuto y ¿quién podía reprochártelo? Eras la niña mimada del mundo, la mujer más deseable del planeta… y me pertenecías a mí.

»Te pasabas casi todo el tiempo rodando, y entre película y película vivíamos juntos en Nueva York. Teníamos un piso genial en Park Avenue. Y siempre que podía, iba a verte a los rodajes. La verdad es que nos veíamos mucho. Hablamos de tener hijos, pero no había tiempo. Siempre había otra película que hacer. Y un buen día llegó Anthony por sorpresa. Para entonces ya llevábamos dos años casados. Te tomaste unos seis meses de descanso, tan pronto como empezó a notarse el embarazo, y volviste al trabajo cuando el bebé tenía tres semanas. Estabas rodando una película en Inglaterra y te lo llevaste con una niñera. Pasaste allí cinco meses y yo iba a veros cada dos semanas. Era una forma loca de vivir, pero tu carrera era demasiado intensa para ensombrecerla. Además, eras demasiado joven para querer dejarlo. Yo lo comprendía por completo. Llegaste a tomarte unos meses de descanso cuando te quedaste embarazada de Chloe. Anthony tenía tres años. Le llevabas al parque como hacían todas las demás mamás. Eso me encantaba. Estar casado contigo era como jugar a las casitas, pero con una estrella de cine. La mujer más bella del mundo era mía.