Tras unos segundos, se sintió como una intrusa y se dio la vuelta. Había cumplido con la tarea que le habían asignado: dejar a Maisie en un lugar seguro. Era el momento de marcharse.
– No te vayas, Jacqui.
Se detuvo y miró por encima del hombro.
– Creía que no me habías visto.
– No necesito verte. Siento tu presencia -dijo él. Se levantó, miró una vez más a Maisie y fue hacia la puerta-. No te vayas, Jacqui.
Jacqui estuvo a punto de preguntarle cómo sabía lo que estaba pensando, pero se contuvo. Harry había estado leyendo sus pensamientos desde su llegada a la casa.
– Maisie ya no me necesita -dijo-. Te tiene a ti.
– ¿Y si vuelvo a decirte que yo te necesito?
Ella se recordó a sí misma que no le había hecho ninguna promesa. Que a pesar del inesperado encanto de una colina brumosa debía estar en España. Que todo lo que él necesitaba y pedía era que lo ayudara con Maisie.
– Eres igual que todos los hombres -le dijo, quitándole importancia-. No soportas ir de compras.
– ¿Eso es un sí? -preguntó él, mirándola fijamente.
– Me quedaré un poco más -concedió ella, sabiendo que era una estúpida-. Maisie nunca ha ido al colegio. Tal vez le resulte difícil.
– ¿Es una promesa?
Estaba tan cerca de ella que podía tocarla, besarla… Un solo beso y sería capaz de jurar lo que fuera, y seguro que Harry lo sabía. Pero él no hizo nada.
– Sí, es una promesa -respondió ella.
¿Cuánto tiempo sería «un poco más?», se preguntaba Jacqui. Cuando cada momento era valorado como si fuese el último, el tiempo transcurría a una velocidad endiablada. Había pasado el día con Harry y Maisie comprando ropa normal. El uniforme para el colegio y otras cosas para poder salir al campo. Botas de agua, chaquetas, pantalones, camisetas, calcetines…
– Maisie debe de tener todo esto en casa -protestó cuando añadieron otra prenda «esencial» al carrito.
– ¿En serio? -preguntó él, sacudiendo la cabeza-. No he visto una ropa como ésta en High Tops, ¿y tú?
– No, quiero decir que… -se calló y a punto estuvo de abrazarlo. Pero se contuvo, metió otro par de calcetines en la bolsa y se contentó con una sonrisa.
El no sonrió, sino que se limitó a mirarla fijamente, Ella tragó saliva y se volvió hacia Maisie.
– ¿Tienes hambre?
Intentó conducirlos en la dirección de la comida sana, pero Maisie quería una hamburguesa.
– Sólo por esta vez -aceptó Harry.
Al día siguiente, Harry no quiso escucharla cuando Jacqui insistió en que debería ser él quien llevara a Maisie al colegio.
– Iremos los dos, para que la directora pueda conocerte -dijo él. Era un argumento tan razonable que Jacqui no se pudo negar.
Pero cuando Maisie, encantadora con su falda gris y jersey rojo, se separó de ellos y fue absorbida por una multitud de niñas ansiosas por descubrir quién era, las manos de Jacqui y Harry se entrelazaron y se apretaron fuertemente.
– Estará bien, ¿verdad? -preguntó él.
– Son las otras niñas de quienes deberías preocuparte -respondió ella, reprimiendo las lágrimas.
Al final de las clases, Maisie salió exultante de alegría.
– ¡Es genial! -exclamó-. Tu nombre está en la lista de mamas, y voy a hacer de hada en la obra de final de curso. Los dos tendréis que sentaros en primera fila para verme.
Pero entonces llamó la hermana de Jacqui para que le contara cómo estaba disfrutando de sus vacaciones, y cuando ella le explicó lo sucedido, su hermana se enfadó mucho y le echó un sermón por haber renunciado a su tiempo libre para hacerse cargo de otra niña. Ella no iba a quedarse para siempre. Sólo hasta el final del trimestre escolar. De ningún modo cambiaría el placer de ver a Maisie en su primera función por toda la sangría de España. Y entonces Vickie llamó y comunicó que Selina Talbot había mandado por fax una disculpa desesperada, junto a una autorización para que Maisie pudiera quedarse con Harry.
– No tienes que quedarte ahí ni un día más, querida. He hablado con varias agencias de viajes y esta misma tarde van a enviarme los horarios de los vuelos. Y Selina va a pagarlo todo.
– Es muy amable de su parte, pero creo que voy a olvidarme de España este año -dijo Jacqui-. Me gusta este lugar.
– ¡Pero no puedes quedarte!
– ¿No puedo?
– A Selina no le gustó nada que te quedaras ahí. No te pagará otro día más.
– Vickie, puedo hacer lo que quiera. No trabajo para ti ni para Selina Talbot -declaró, y colgó sin decir más.
Al levantar la mirada, vio a Harry apoyado contra la puerta. Parecía a punto de echarse a reír.
– Sólo será hasta el final del trimestre -se apresuró a decir ella-. No puedo perderme la obra de teatro.
– Maisie estará encantada.
«¿Y tú, Harry Talbot?», se preguntó ella. Pero ninguno dijo nada más. Se acabaron las insinuaciones y el consuelo.
Sólo estaba ahí. Él las llevaba al colegio cada mañana, aunque los baches del camino habían sido allanados y el coche de Jacqui estaba de vuelta en la cochera, de modo que ella podría haber conducido fácilmente. Se encontraban en las comidas, cuando volvía del campo o de la librería, dispuesto a compartir un sándwich si ella le había preparado uno, o listo para hacer uno y compartirlo con ella si Jacqui había estado ocupada ayudando a Susan.
Cuando ella quería ir de compras, él empujaba el carrito en el supermercado, y parecía contento de demostrarle que podía cocinar tan bien como ella. Tampoco desaparecía inmediatamente después de cenar, sino que se quedaba para ayudarla a recogerlo todo mientras le preguntaba a Maisie cómo había pasado el día. Preparaba el café, participaba en el baño de la niña y se turnaba con Jacqui para leerle cuentos en la cama.
Jacqui estaba convencida de que Harry quería aquel momento especial exclusivamente para sí mismo, pero él había insistido en compartirlo. Y una vez que Maisie estaba dormida, pasaban las veladas en la biblioteca, frente al fuego, leyendo y escuchando música suave de fondo. Maisie tenía razón. High Tops era un lugar maravilloso para quedarse, ahora que la niebla se había disipado y el cielo lucía su azul radiante sobre la belleza del valle. Por todas partes se veían narcisos y corderos. Y alguien tenía que vigilar a las gallinas, que ponían huevos por todas partes.
Pero era Harry, mirándola a los ojos mientras pasaba la página de un libro: Harry, ayudando a Maisie con la ortografía: Harry, acompasando sus grandes zancadas a los pasitos de Maisie mientras caminaban por las colinas y él le enseñaba los nombres de las flores… Era Harry quien hacía único aquel lugar, del que Jacqui no quería marcharse jamás.
– He recibido un e-mail de tía Kate esta mañana -anunció Harry. Era el último día de curso y se dirigían hacia el colegio para ver la función. Ninguno había dicho nada sobre su marcha, pero ella había hecho su equipaje para no tener ninguna excusa que la hiciera retrasarse.
– ¿Ha dicho cuándo vuelve a casa?
– No. Le gusta mucho Nueva Zelanda y no quiere dejar a su hermana. Va a quedarse allí definitivamente.
– Oh… ¿Entonces va a vender la casa? ¿Tendrás que buscar otro lugar para vivir?
– ¿Eso te preocupa?
– ¿A mí? ¿Por qué lo preguntas?
– Porque es muy importante para mí. Quiero saber cómo te sientes.
– A Maisie le encanta este sitio.
– Lo sé. Pero ¿y a ti? ¿Te gusta, a pesar de las gallinas?
– Ya me he acostumbrado a las gallinas -dijo ella con cautela-, ¿Qué será de los animales si te marchas?
– La satisfacción de decirle a Sally que tendrá que buscarse otro sitio para sus burros merecerá la pena.
– Desde luego -dijo ella, intentando forzar una sonrisa, sin éxito-. Es un sitio maravilloso para vivir Harry pero son las personas quienes lo hacen especial.
– Opino lo mismo -corroboró él.
– ¿Qué harás si te marchas?
– La pregunta correcta, Jacqui, es qué haré si me quedo.
– Bueno, eso también.
– Estaba pensando en volver a abrir una consulta médica en el pueblo.
– Entonces has respondido a tu propia pregunta. Es la casa de tu familia. Maisie es tu familia. Y hay mucho sitio para que su madre venga de visita cuando…
– ¿Cuando necesite nuevas fotografías para una revista? -sugirió él.
– Cuando el instinto maternal tire de ella. Estoy segura de que quiere a Maisie a su manera.
– Por supuesto que la quiere. Oh, cielos, tendríamos que haber salido más temprano.
El pueblo estaba atestado de coches, vehículos todoterreno y camiones. Incluso el aparcamiento del pub estaba completo, y Harry tuvo que aparcar junto a la iglesia.
– Tengo una pregunta más -dijo, volviéndose hacia ella.
– Harry…
– Después de afirmar que la gente es más importante que los lugares, ¿te quedarás?
El móvil de Jacqui empezó a sonar, evitándole una respuesta.
– Será la agencia -murmuró, buscando en su bolso-, Los he llamado y les he pedido que me encuentren algo temporal para la semana que viene.
– Deshaz el equipaje, Jacqui -dijo él. y le quitó el móvil antes de que pudiera ver quién la llamaba. Lo apagó y se lo guardó en el bolsillo-. No necesitas un trabajo temporal. Te estoy ofreciendo uno para el resto de tu vida. Sólo tienes que decir que sí. Pero no ahora -salió del coche y le abrió la puerta-. Vamos. Maisie no nos perdonaría que llegásemos tarde.
Fue una suerte que la ayudara a bajar, porque le temblaban tanto las piernas que no podía caminar por sí sola. ¿Quedarse? ¿Para el resto de su vida? La tarde fue una delicia. Los pequeños interpretaron canciones infantiles y la obra fue un éxito, aunque algunos disfraces se rasgaron y algún decorado se cayó. Pasó una eternidad hasta que finalmente pudieron marcharse. Todo el mundo quería saludarlos e invitar a jugar a Maisie.
Harry anunció la búsqueda del Huevo de Pascua en High Tops, lo que hizo que Maisie saltara de emoción y no parara de hacer preguntas de camino a casa. ¿Habría una fiesta? ¿Haría Jacqui una tarta? ¿Podrían ir todos? Cuando llegaron a casa, Jacqui se sentía muy dolida. Aquello era muy injusto. Estaba siendo manipulada por Harry. Si él necesitaba que se quedara y cuidara de Maisie debería pedírselo. Y ella podría negarse.
– Parece que tenemos visita -dijo Harry-. La verja está abierta.
– ¿Quién…? -empezó a preguntar Jacqui, pero de repente salió del Land Rover, antes incluso de que Harry lo detuviera, y levantó en brazos a la niña que se arrojó sobre ella-. ¡Emma! ¡Cariño! ¿Qué estás haciendo aquí? -entonces miró a los Gilchrist. que esperaban junto a su coche, y supo la respuesta.
Y en aquel momento. con el corazón encogido, supo que sólo había respuesta a la pregunta de Harry. Quería quedarse allí. pero estaba a punto de que le recordaran una promesa. Dejó a Emma en el suelo, aunque la niña continuó aferrada a su mano. y animó a Maisie. quien había reclamado al instante la otra mano. a que llevara a Emma a ver su poni. Entonces hizo las presentaciones de rigor.
– Harry, éstos son Jessica y David Gilchrist. Yo trabajaba para David cuidando a Emma.
– Jacqui me lo ha contado todo sobre ustedes -dijo Harry con una sonrisa forzada, y los invitó a pasar-. El fuego de la biblioteca está encendido. ¿Por qué no se ponen cómodos mientras preparo un poco de té?
David Gilchrist levantó las cejas, sin dejarse impresionar por un hombre que preparaba té para las visitas cuando él tenía una criada que lo hiciera. La señora Gilchrist, por su parte, parecía desesperada.
– Jacqui -le dijo en cuanto Harry se alejó-, cometí un terrible error. ¿Podrás perdonarme?
– Por supuesto. Pero no tenías que venir hasta aquí para pedirme perdón. Por cierto, ¿cómo sabías dónde estaba?
– La señora Campbell nos lo dijo. Dijo que iba a avisarte por teléfono.
– Mi móvil estaba apagado. Estábamos en la función de Maisie. Espero que no hayáis esperado mucho.
Ella negó con la cabeza, como si la espera no importara.
– Eres tan buena con los niños…
– No hay ningún secreto en eso. Jessica. Son personas, como tú y yo.
– Pero tú haces que parezca muy fácil. Emma… -se miró las manos mientras retorcía su pañuelo-. No puedo tratarla. Me odia. Por eso te pido, te suplico que vuelvas. Ella me dijo que le habías prometido que estarías a su lado si te necesitaba… Tendrás tu propia casa, tu propio coche, te pagaremos lo que haga falta. Hong Kong es un lugar maravilloso…
Jacqui le puso una mano sobre la suya, interrumpiéndola.
– ¿Crees que después de lo que pasó podría volver a hacer esto por dinero?
– Pero estás aquí -dijo Jessica, confusa-. La señora Campbell dijo que sólo era un trabajo temporal. Nosotros te ofrecemos un buen empleo…
– Ya la ha oído, señora Gilchrist. Jacqui no está disponible. Y, a pesar de lo que les haya dicho la señora Campbell. no es la niñera de Maisie.
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