Exhausta, apoyó su maleta sobre la alfombra, se sentó sobre ella y se apoyó contra la puerta. Simplemente tendría que pasar la noche allí. Doblando las rodillas apoyó en ellas los brazos y luego la mejillas sobre ellos. Si por lo menos le hubiera dado un beso de verdad…, los ojos se le cerraron.

Con una suave exclamación, cayó hacia atrás cuando se abrió la puerta a su espalda. Poniéndose en pie, se preparó para enfrentarse a Bobby Tom. Como él parecía particularmente sorprendido de verla, sospechó que había estado mirando por la mirilla, esperando que ella se fuera.

– ¿Qué crees que haces? -preguntó con exagerada paciencia.

– Trato de dormir.

– No pensarás pasar la noche delante de mi puerta.

– Si alguien me ve, sólo pensará que soy una de tus admiradoras.

– ¡Pensarán que eres una loca, eso es lo que pensarán!

Para alguien que era tan amable con todos los demás, ciertamente se había puesto borde con ella. A veces, ella también hacía eso con algunas personas.

– Si me das tu palabra de honor que no te irás sin mí por la mañana, pediré una habitación.

– Gracie, ni siquiera sé lo que haré dentro de una hora, así que mucho menos mañana.

– Entonces mucho me temo que me quedaré aquí.

Él se frotó la barbilla con el pulgar, un gesto que ella ya había notado que significaba que él había tomado una decisión sobre algo pero que quería que pareciera que aún estaba pensándolo.

– Mira. Es demasiado temprano para dormir. Podemos entretenernos juntos.

A pesar de que estaba agradecida, se preguntó qué consideraría entretenimiento para él.

Entró su maleta en la suite y cerró la puerta. Cuando ella pasó, percibió una amplia sala decorada en colores verde y melocotón.

– Esto es precioso.

Él miró alrededor como si lo viera por primera vez.

– Supongo que es agradable. No lo había notado.

¿Cómo podía no haber notado algo tan maravilloso? Había un grupo de sofás y de sillas ocupando el centro de la habitación. Había un escritorio delante de un gran ventanal y montones de flores llenaban la estancia de color. Ella lo contempló con deleite.

– ¿Cómo es posible que no lo hayas notado?

– He estado en tantos hoteles que supongo que ya no me fijo.

Ella apenas lo oyó mientras se acercaba a las ventanas y miraba el agua oscura que corría por debajo y las luces centelleantes.

– Ese es el río Mississippi.

– Ajá. -Él se quitó el stetson y entró en el dormitorio.

La admiración la embargó mientras trataba de asimilar que iba a permanecer en una habitación con una vista tan maravillosa. Se paseó de un lado a otro, probó la comodidad del sofá y las sillas, abrió los cajones del escritorio y tocó el material que tenía encima. Fijó la atención en el imponente mueble que contenía la televisión. Sus ojos automáticamente leyeron la guía de las películas de la semana y se detuvieron en una que se llamaba Red Hot Cheerleaders [10].

Las palabras la llamaron. Las pocas ocasiones que se había alojado en un hotel, había estado tentada en ver una de esas películas para adultos, pero pensar que podía aparecer en su cuenta, donde cualquiera lo podría ver siempre la desalentaba.

– ¿Quieres ver algo?

Levantó la cabeza de golpe cuando Bobby Tom apareció detrás de ella.

Ella dejó caer la guía de películas.

– Oh, no. Ya no es hora. Es demasiado tarde. De verdad, deberíamos… tendríamos que madrugar…

– Gracie, ¿estabas mirando el titulo de una peli porno?

– ¿Una peli porno? ¿Yo?

– Tú. Eso es exactamente lo que estabas haciendo. Apuesto algo que nunca has visto una peli porno en tu vida.

– Por supuesto que sí. Un montón.

– Dime algún título.

– Una proposición indecente es bastante erótica.

– ¿Una proposición indecente? ¿Es esa tu idea de una peli porno?

– Lo es en New Grundy.

Él sonrió ampliamente y miró la guía TV.

– Pit stop for passion [11] acaba de empezar, ¿quieres verla?

Su moralidad apenas pudo más que su curiosidad.

– No apruebo ese tipo de cosas.

– No te he preguntado si la apruebas. Te he preguntado si la quieres ver.

Ella vaciló demasiado tiempo.

– Creo que no.

Él se rió, tomó rápidamente el mando y encendió la tele.

– Acomódate en el sofá, señorita Gracie. No me perdería esto por nada del mundo.

Él ya estaba presionando los botones para acceder a la película de adultos. Ella intentó parecer renuente y remilgadamente cruzó las manos sobre su regazo.

– Quizá vea un poco. Siempre me han gustado las películas de carreras de coches.

Bobby Tom se rió tanto que casi se le cayó el mando. Él continuaba riéndose cuando la pantalla se llenó con cuatro cuerpos desnudos y contorsionantes.

Ella sintió como comenzaban a llamearle las mejillas.

– Oh, Dios. -Bobby Tom se rió entre dientes y se sentó a su lado-. Dime si tienes algún problema para coger la trama. Estoy seguro de haberla visto antes.

No había trama; Se dio cuenta de eso en pocos minutos. Sólo unos cuerpos desnudos pasándoselo bien encima de un deportivo rojo.

Bobby Tom apuntó hacia la pantalla.

– ¿Ves a esa morena con el cinturón de herramientas rodeando su cintura? Es la mecánica principal. La otra mujer es su ayudante.

– Y ese chico con esa gran…

– Sí -susurró Gracie-. El de la derecha.

– No, cariño. Ese no. Te hablo del que tiene las manos bien grandes. Como sea, es el dueño del coche. Él y su amigo lo han llevado para que las chicas le arreglen la válvula.

– ¿Arreglar la válvula?

– Y una manguera que tiene un agujero que requiere atención.

– Ya veo.

– Les preocupa la junta de la culata. Y la inclinación de la varilla del aceite.

Gracie se giró rápidamente y vio que su pecho se estremecía.

– ¡Te lo estás inventando!

Él soltó una carcajada y se enjugó las lágrimas.

Ella alzó la barbilla.

– Podría coger la trama yo sola si dejaras de hablar.

– Si, señora.

Gracie se giró hacia la pantalla y tragó con dificultad cuando el hombre de las manos grandes sumergió una en una lata de aceite y después dejó que goteara sobre el pecho desnudo de la mecánica principal. Su pezón se arrugó cuando las gotitas de aceite resbalaron sobre el montículo blanco. Los mismos pezones de Gracie se tensaron en respuesta.

Los juegos sexuales continuaron y Gracie no pudo apartar los ojos de la pantalla, aunque era dolorosamente consciente de que no estaba sola. Se lamió los labios resecos. Su corazón latía con fuerza. Nunca había pasado tanta vergüenza ni había estado tan excitada en toda su vida; quería hacer cada cosa que estaba viendo en la pantalla con el hombre que estaba sentado a su lado.

El actor de las manos grandes comenzó a jugar con el cinturón de herramientas de la mujer. Su boca siguió el camino de sus dedos, más abajo y más abajo. La humedad surgió entre los pechos de Gracie cuando su lengua se paseó por una grieta justo a la izquierda del conector.

Ella apretó los muslos y se retorció. Bobby Tom cambió de postura. Ella lo miró por el rabillo del ojo y vio para su alivio que la miraba a ella en vez de a la pantalla. Y ya no se reía.

– Tengo unas cosas que hacer -dijo él bruscamente-. Apágala cuando quieras. -Cogiendo con rapidez el maletín del ordenador, entró en el dormitorio.

Gracie lo siguió con la mirada desconcertada. ¿Por qué estaba tan gruñón de repente? Y luego su mirada regresó a la pantalla.

¡Oh, Dios!


*****

Bobby Tom permaneció de pie en el dormitorio a oscuras y miró ciegamente por la ventana. De fondo, oía los gemidos y susurros de la televisión. Jesús. En los últimos seis meses no había tenido ni el más leve interés en hacer el amor con ninguna de las bellas mujeres que se le ponían por delante como trofeos, pero hacía un momento, Gracie Snow, con su cuerpo delgado, sus feas ropas, el peinado más horroroso que había visto en una mujer y unos modales tan mandones que hacían rechinar sus dientes lo había puesto duro.

Apoyó los nudillos contra el marco de la ventana. Si no fuera tan ridículo, se reiría. Esa película no era ni siquiera totalmente pornográfica, pero en cinco minutos, ella estaba tan absorta que podría haber explotado una bomba y no se habría enterado.

Por un momento mientras la estaba observando, había realmente considerado aceptar lo que ella parecía ofrecer, y eso era lo más estúpido de todo. Él era Bobby Tom Denton, por el amor de Dios. Puede que estuviera retirado, pero eso no quería decir que tuviera que rebajarse a estar con un caso de caridad como Gracie Snow.

Dándole la espalda a la ventana, él caminó hacia el escritorio, enchufó el modem del portátil a la línea telefónica y se sentó. Pero dejó caer las manos antes de meter las contraseñas de su correo electrónico. No estaba de humor para ninguno de sus contratos.

Él seguía viendo la expresión de la cara de Gracie cuando había visto el río Mississippi. ¿Cuánto había pasado desde que él había sentido un entusiasmo similar? Durante todo el día, Gracie le había mostrado cosas en las que no se fijaba desde hacía años: la forma de una nube, el conductor de un camión que se parecía a Willie Nelson, un niño que los saludaba desde la ventanilla trasera de una caravana familiar. ¿Cuándo había dejado de disfrutar de esos placeres simples?

Él miró el teclado y recordó cuánto le solía gustar los regateos. Al principio le había divertido la bolsa, pero luego había comprado acciones de una pequeña empresa de deportes. Después, había invertido su dinero en una emisora de radio y de un equipo de tercera. Había cometido algunos errores, pero también había hecho mucho dinero. Ahora no podía recordar en qué punto había dejado de disfrutar. Había pensado que hacer una película podía ser una buena manera de distraerse, pero tampoco parecía emocionarle mucho la idea.

Se frotó los ojos con el pulgar y el índice. Esta noche le había prometido a Shag ayudarle en su nuevo restaurante. Le había prestado dinero a Ellie y le había dicho a AJ que su sobrino podría entrevistarle para el periódico de su colegio. Tal y como lo veía, cualquier persona que tenía su suerte, no tenía derecho a decir que no, pero algunas veces se sentía agobiado por todas las demandas que le hacían.

Ahora tenía que ir a Telarosa para resolver otra deuda que tenía con el pequeño pueblo que lo había visto crecer, y lo temía. A pesar de haber insistido en que la película se rodara allí, no estaba preparado para enfrentarse a todo eso. Él sabía que estaba acabado, pero ellos no lo sabían y aún esperaban mucho de él.

Su presencia revolvería las cosas, como siempre hacía, y no todo el mundo le daría la bienvenida con los brazos abiertos. Se había recuperado de un sucio enfrentamiento con Way Sawyer hacía unos meses por el plan de Sawyer de cerrar Tecnologías Rosa, la empresa electrónica que movía la economía de Telarosa. Ese era un hombre despiadado y Bobby Tom no tenía ningunas ganas de verlo otra vez. Tendría que tratar también con Jimbo Thackery, el nuevo jefe de policía y enemigo de Bobby Tom en sus días de colegio. Y sobre todo, tendría detrás un montón de mujeres que no tenían ni la más remota idea de que su carrera sexual se había enterrado junto con su carrera futbolística y, que costara lo que costase, debían seguir en la ignorancia.

Miró ciegamente el teclado. ¿Qué iba a hacer el resto de su vida? Llevaba tanto tiempo viviendo con la gloria que no tenía ni idea de cómo vivir sin ella. Desde niño siempre había sido el mejor: del estado, de los Estados Unidos, de la liga Profesional. Pero ya no era el mejor. Se suponía que los hombres de éxito tenían este tipo de crisis a los sesenta años. Pero él se había retirado con treinta y tres y no tenía ni idea de qué iba a hacer. Sabía como ser receptor, como ser el mejor jugador, pero no tenía ni idea de cómo ser una persona normal.

Un gemido femenino particularmente prolongado llegó desde la televisión e interrumpió sus pensamientos; frunció el ceño al recordar que no estaba solo. La diversión genuina se había vuelto rara poco a poco en su vida, pero Gracie Snow lo había entretenido durante todo el día. Sin embargo, al recordar la reacción de su cuerpo ante su deseo, ya no se reía. Excitarse ante un caso de caridad como Gracie, era -y no quería examinarlo más detenidamente- de alguna manera la indignidad final, un símbolo tangible de hasta dónde había descendido. No es que ella no fuese una señora realmente agradable, pero definitivamente no era el tipo de Bobby Tom Denton.

En ese mismo momento tomó una decisión. Ya tenía suficientes problemas en su vida y no necesitaba más. A primera hora de la mañana, se desharía de ella.