Obligándose a ignorar la sed y la ampolla que se le había formado en el talón, intentó decidir que hacer. Su cuenta bancaria era penosamente exigua. Aunque su madre la había animado a quedarse con la mayor parte del dinero de la venta del asilo, Gracie se había negado porque quería asegurarse que su madre tenía dinero de sobra para el resto de su vida. Ni siquiera ahora lamentaba no haberse quedado con algo más. Pero tendría que regresar a New Grundy inmediatamente.

Se le torció el tobillo en la irregular calzada, pero siguió andando. Sentía como si llevara algodón en la garganta y estaba bañada en sudor. Oyó un coche llegando por detrás y automáticamente levantó el brazo para proteger sus ojos del polvo.

El coche, un Lexus plateado, se paró a su lado y la ventanilla del copiloto se bajó.

– ¿Quiere que la lleve?

Gracie reconoció al conductor, era la rubia que había visto abrazada a Bobby Tom algunas horas antes. Era mayor de lo que había pensado, algo más de cuarenta años. Parecía rica y sofisticada, del tipo que bebía agua de vichy entre los partidos de tenis del club de campo y dormía con un receptor cuando su marido estaba de viaje. Gracie no quería tener que tratar con otra de las mujeres Bobby Tom, pero estaba demasiado acalorada y cansada para negarse.

– Gracias. -Cuando abrió la puerta y se acomodó en el fresco interior gris, se vio envuelta por el aroma de un perfume caro y la música rítmica de Vivaldi.

A excepción de una alianza, las manos de la mujer estaban libres de joyas, pero unos enormes diamantes del tamaño de guisantes brillaban intensamente en los lóbulos de sus orejas. Llevaba el suave pelo peinado a lo paje, el estilo preferido de las ricas y un cinturón dorado cinchaba holgadamente un traje de chaqueta blanco. Era delgada y hermosa y las débiles arruguitas de los ojos únicamente la hacían parecer más sofisticada. Gracie nunca se había sentido más desaliñada.

La mujer oprimió el boton del volante para elevar la ventanilla.

– ¿Va a Telarosa, Señorita…?

– Snow. Sí, voy. Pero por favor, llámeme Gracie.

– De acuerdo. -Su sonrisa era acogedora, pero Gracie sintió cierta reserva. La correa de su reloj de oro brilló bajo la luz del sol cuando bajó el volumen de la radio.

Sabía que la mujer debía sentir curiosidad de por qué estaba andando por la carretera y se reafirmó en la creencia de que no tenía por qué darle explicaciones. Por otra parte, su infelicidad personal no era excusa para comportarse con descortesía.

– Gracias por recogerme. Estaba más lejos de lo que había pensado.

– ¿Dónde quieres que te deje? -Su acento era claramente sureño, pero no era más que un deje. Si no hubiera presenciado personalmente como su rescatadora se abalanzaba sobre Bobby Tom, Gracie hubiera creído que esa mujer representaba la clase y la educación.

– Voy al Hotel Cattleman, si no la pilla demasiado lejos.

– Por supuesto que no. Asumo que trabajas en la compañía de la película.

– Trabajaba. -Tragó saliva, pero no pudo contener las palabras-. Me acaban de despedir.

Pasaron unos largos segundos.

– Lo siento.

Gracie no quería su compasión, así que habló con brío.

– Y yo. Había esperado que resultara de otra manera.

– ¿Te gustaría hablar sobre ello?

Su rescatadora logró sonar compasiva y respetuosa, y Gracie sintió como respondía a su amabilidad. Ya que tenía mucha necesidad de desahogarse, decidió que, siempre que no revelase demasiado, sería un alivio hablar con alguien.

– Trabajaba como ayudante de producción para Windmill Studios -dijo con cautela.

– Suena interesante.

– No es un trabajo demasiado importante, pero necesitaba cambiar mi vida y me sentí afortunada de que me contrataran. Había esperado aprender el negocio y ascender. -Apretó los labios-. Desafortunadamente, topé con un mujeriego egocéntrico, irresponsable y egoista y me despidieron.

La mujer giró bruscamente la cabeza y miró a Gracie con desilusión.

– Oh, por el amor de Dios, ¿qué hizo Bobby Tom esta vez?

Gracie clavó los ojos en ella. Estaba tan alarmada que pasaron unos segundo antes de que pudiera decir:

– ¿Cómo ha sabido de quien hablaba?

La mujer arqueó suavemente una ceja.

– Tengo experiencia. Créeme, no ha sido dificil deducirlo.

Gracie la miró con curiosidad.

– Lo siento. ¿No me he presentado? Soy Suzy Denton.

Gracie trató de pensar. ¿Era posible que esa mujer fuera su hermana? Al mismo tiempo se acordó de la alianza de su dedo. Una hermana casada no tendría el mismo apellido.

El estómago le dio un vuelco ¡Esa serpiente mentirosa! Y después de toda esa conversación sobre los exámenes de fútbol.

Luchando contra el mareo, dijo:

– Bobby Tom no mencionó que estuviera casado.

Suzy la miró con ojos amables.

– No soy su esposa, querida. Soy su madre.

– ¿Su madre? -Gracie no se lo podía creer. Suzy Denton parecía demasiado joven para ser su madre. Y demasiado respetable-. Pero usted no es una… -se detuvo al darse cuenta de lo que había estado a punto de decir.

La alianza de Suzy sonó contra el volante cuando dio un duro golpe.

– ¡Voy a matarlo! ¿Anduvo contando otra vez esa historia de que yo era puta, no?

– ¿La historia de que era puta?

– No te preocupes de herir mis sentimientos. Ya la he oido antes. ¿Te contó que lo ponía en evidencia cuando iba borracha a sus partidos de secundaria o que lo avergonzaba haciéndole proposiciones a su entrenador delante de todos sus compañeros de equipo?

– No dijo nada de su entrenador.

Suzy negó molesta con la cabeza y luego, para sorpresa de Gracie, sus labios se curvaron en una sonrisa.

– Es culpa mía. Sé que dejaría de decirlo si insistiese, pero… -un atisbo de tristeza se coló en su voz-. siempre he sido, tan, pero que tan respetable.

Alcanzaron un cruce, y Suzy frenó ante un stop. En el valle de la derecha, Gracie vio varios edificios industriales cubiertos por un letrero negro con letras doradas que ponía Tecnológias Electrónicas Rosa.

– Y para que conste, estuve felizmente casada con el padre de Bobby Tom durante treinta años hasta que él se mató en un accidente de coche hace cuatro años. Mientras mi hijo crecía, actué como una buena madre; cuando estuvo en los Scouts, en los cumpleaños y en los partidos. Contra todo lo que dice, Bobby Tom tuvo una educación muy convencional.

– No parece lo suficientemente mayor para ser su madre.

– Tengo cincuenta y dos años. Hoyt y yo nos casamos una semana después de que acabé la secundaria y Bobby Tom nació nueve meses más tarde.

Parecía casi diez años más joven. Como siempre, estar con alguien tan diferente de sí misma avivó la curiosidad de Gracie y no pudo evitar preguntar:

– ¿Lamentó haberse casado tan joven?

– Nunca. -Le dirigió a Gracie una sonrisa conocedora-. Bobby Tom es el vivo retrato de su padre.

Gracie la entendió por completo.

Suzy estaba muerta de curiosidad. Gracie casi la veía preguntarse cómo el rompecorazones de su hijo se había enredado con una simple ratoncita con las ropas desaliñadas y mal pelo. Pero ahora que Gracie sabía con quien hablaba, ya no podría quejarse de su comportamiento.

Atravesaron las vias del tren y entraron en el centro del pueblo. Gracie inmediatamente vio que Telarosa estaba ocultando sus carencias lo mejor que podía. Dejando aparte el hecho de que muchas de las tiendas estaban cerradas, el consejo municipal utilizaba los escaparates para su exposición. Había proyectos artesanales en lo que había sido una zapatería y carteles anunciando coches en una librería abandonada. El toldo del cine cerrado anunciaba: ¡FESTIVAL DE HEAVEN, EN OCTUBRE TODO EL MUNDO ESTARÁ AQUÍ! Por otra parte, varias de las tiendas parecían nuevas: Una galería de pintura con una exposición del viejo oeste, una joyería anunciando plata hecha a mano, una casa victoriana que había sido convertida en un restaurante mexicano llena de mesas de hierro forjado en el porche.

– Bonito pueblo -comentó Gracie.

– En Telarosa va mal económicamente, pero nos queda Tecnologías Electrónicas Rosa para mantenernos. Pasamos por delante al entrar en el pueblo. Desafortunadamente, su nuevo dueño parece decidido a cerrarla y llevar el trabajo a otra planta cerca de San Antonio.

– ¿Qué pasará entonces?

– Telarosa morirá -dijo Suzy con sencillez-. El alcalde y el consejo municipal están tratando de promocionar el turismo para que eso no ocurra, pero estamos tan aislados que será muy dificil.

Pasaron un parque con grandes macizos de flores y un antiguo roble dando sombra a la estatua de un héroe de la guerra. Gracie se sintió increíblemente egoísta. Sus problemas parecían pequeños comparados con el desastre que se avecinaba sobre ese agradable pueblo.

La carretera se curvó y Susy se detuvo en el camino de acceso a la entrada del Hotel Cattleman. Apagó el motor y quitó el pie del freno.

– Gracie no sé que ha pasado entre Bobby Tom y tú, pero sé que él no es malo. Si te ha molestado de alguna manera, estoy segura de que te pedirá perdón.

Ni en sueños, pensó Gracie. Cuando Bobby Tom supiera que la habían despedido daría un salto de alegría e invitaría a cenar a todo el pueblo.

capítulo 6

Bobby Tom se quitó el stetson, se pasó los dedos por el pelo y echándose hacia atrás miró a Willow con ojos fríos y penetrantes.

– Dime si no le he entendido bien. ¿Me estás diciendo que has despedido a Gracie porque no me trajo el lunes?

Estaban al lado del remolque de producción. Eran las seis pasadas, y acababan de terminar el rodaje por ese día. Bobby Tom se había pasado la mayor parte del día sudando por el calor o con alguien arreglándole el pelo. Por ahora el trabajo no le atraía, esperaba que al día siguiente se pusiera más interesante. Lo único que él había rodado había sido salir por la puerta trasera de la casa, mojarse la cabeza con un cubo de agua y caminar hacia el corral. Lo habían fotografiado desde cada ángulo posible y el director, David Givens, parecía satisfecho.

– Tenemos un presupuesto muy ajustado -contestó Willow-. No hizo su trabajo, así que la despedí.

Bobby Tom inclinó la cabeza y se frotó la ceja con el pulgar.

– Willow, me temo que no has entendido algo que Gracie comprendió desde que me conoció.

– ¿El qué?

– Soy completamente irresponsable.

– Por supuesto que no.

– Lo soy. Te aseguro que soy inmaduro, indisciplinado y egocéntrico, más un niño que un hombre, aunque apreciaría que no lo comentases por ahí.

– Eso no es cierto, Bobby Tom.

– Lo cierto es que nunca pienso en nadie salvo en mí mismo. Probablemente te lo debería haber contado desde el principio, pero mi agente no me dejó. Voy a ser honesto contigo. Si tengo que tener a alguien a mi alrededor para mantenerme bajo control, me temo que hay muchas posibilidades de que tú no puedas.

Ella toqueteó su pendiente, algunas mujeres lo hacían cuando estaban nerviosas.

– Supongo que Ben podría hacerlo. -Señaló a uno de los chicos.

– ¿Ese que parece bobo con un sombrero de los Rams? -Bobby Tom la miró con incredulidad-. ¿Piensas en serio que haría caso a un hincha de los Rams? Cariño, gané mis anillos de la Super Bowl jugando en un equipo de verdad.

Claramente, Willow no sabía que hacer.

– Pareces haber impresionado a Maggie. Te la asignaré.

– Es una chica agradable, esa Maggie. Desafortunadamente, saltan chispas entre nosotros cada vez que nos miramos, cada vez que me enredo con una mujer, puedo hacer que haga cualquier cosa. No lo digo por jactarme, entiéndeme, sólo para informarte. Dudo que Maggie pueda encargarse de mí mucho tiempo.

Willow lo miró con ojos perspicaces.

– Si estás intentando que vuelva a contratar a Gracie, te puedes ir olvidando. Es evidente que ella no te puede controlar.

Bobby Tom la miró boquiabierto como si ella hubiera perdido el juicio.

– ¿Estás bromeando? Esa mujer podría dar lecciones a un guardia de prisión. Mira, si dependiese de mí, probablemente no hubiera llegado aquí hasta octubre. Lo cierto es que tuve que visitar a un tío en Houston, y pensamos que era antiamericano pasar por Dallas sin visitar el rodeo de Mesquite. También necesité un corte de pelo, y el único barbero en el que confío está en Tallahassee. Pero la Señorita Gracie siguió insistiendo y no pude deshacerme de ella. Ya la has visto. No me digas que no es como una de esas solteronas que dan inglés en secundaria.

– Ahora que lo dices… -Willow pareció percatarse que la había acorralado e inmediatamente retrocedió-. Entiendo lo que tratas de hacer, pero me temo que no te servirá de nada. He tomado una decisión. Gracie está despedida.