Admitir la verdad le dejó un extraño sentimiento de paz. No era el asilo lo que había estado mal en su vida, se percató; Había sido su vida lo que estaba mal. Le había encantado vivir en el asilo, pero había usado su trabajo para aislarse entre personas mayores, porque siempre se había considerado rara. Se había escondido en el asilo, lo había convertido en su vida en lugar de ser sólo un trabajo.

Cuando los aromas tranquilizadores la envolvieron, sintió una peculiar excitación. Tenía treinta años, pero era lo suficientemente joven para llevar a cabo algunos cambios. No los que había imaginado. No iba a escaparse. Iba simplemente a vivir su vida sin temor. Dejaría de protegerse, de ser considerada objeto de burla o rechazo, nada de eso la mataría, e iba a permitirse amar a Bobby Tom con cada célula de su cuerpo.

Su corazón comenzó a latir a toda velocidad. ¿Tendría valor? Cuando esto hubiera terminado, tenía que volver a casa, eso tenía que aceptarlo. Pero mientras tanto… ¿tendría el valor de lanzarse en picado sabiendo que el aterrizaje la podría matar? ¿Tendría el valor de asir ese corto tiempo para estar con él y disfrutar de cada precioso segundo a su lado?

Una oleada exultante explotó dentro de ella cuando tomó la decisión. Iba a aceptar ese trabajo como su ayudante personal y saborear cada instante del tiempo que pudiera disfrutar con el hombre que su corazón había escogido amar tan imprudentemente. Atesoraría cada mirada que él le dirigiera, cada sonrisa, cada gesto. Abandonaría la cautela y se daría a él, tanto como él aceptara. Tal vez él haría el amor con ella. Probablemente no. Pero fuera como fuera, iba a ofrecerse sin condiciones, a saber que cuando todo terminara, tendría lo mejor que podía tener: un montón de recuerdos.

Se lo prometió a si misma. Ese amor tan hondo que sentía por él, no impediría que viera como era él con toda claridad, lo bueno y lo malo, su monstruoso ego y su tierno corazón, su inteligencia aguda y su encanto peligrosamente manipulador. Su amor no la dejaría comprometer tampoco sus principios. Sólo sabía que tendría que ser ella misma y aunque eso no fuera suficiente para él, era todo lo que tenía.

Cerró los ojos y lo vio en su mente, un vaquero cósmico con su gran stetson y su sonrisa amplia y matadora, un hombre que esparcía polvo de estrellas al caminar. Ese polvo de estrellas la había salpicado, insulflándole nueva vida a su deshidratado cuerpo y despertando su marchito corazón.

Supo que no volvería a ser feliz nunca después de Bobby Tom Denton y mientras su corazón volaba, su cabeza necesitaba quedarse firmemente anclada a la realidad. Él no iba a amarla. Los hombres extraordinarios no se fijaban en mujeres insignificantes, y ella era desesperadamente insignificante. La única manera en que podría salir emocionalmente intacta era no olvidar nunca que se había enamorado de un hombre que tenía tanto de leyenda como de hombre. Su sentido del honor no le permitiría tomar nada de él como lo tomaban los demás. Le daría la ternura de su corazón, sin la esperanza de recibir nada a cambio. Y tal y como estaban las cosas, ese hombre que había sido bendecido por los dioses recordaría que Gracie Snow sería la única persona de su vida que nunca había aceptado nada de él.


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Una hora más tarde, todavía intranquila por haber tomado una decisión tan destructiva, Gracie se acercó a la caravana gris que habían asignado a Bobby Tom. Entre el incidente de la noche anterior, su vergüenza y el nuevo conocimiento de sí misma, le iba a resultar dificil enfrentarse a él, pero tenía que hacerlo. Sin embargo, antes de que pudiera subir las escaleras, se abrió la puerta de la caravana vecina y Natalie Brooks bajó los escalones.

Gracie observó el descenso de la morena y delgada actriz que estaba siendo considerada como la “nueva Julia Roberts” y su moral se hundió todavía más cuando recordó las escenas de amor que Bobby Tom rodaría con esa gloriosa criatura. Gracie recorrió con los ojos su oscura y salvaje melena, domada ahora por una coleta que no rebajaba un ápice su belleza. A pesar de llevar la cara lavada, la actriz de veinticuatro años era impresionante. Sus rasgos eran atrevidos: cejas oscuras y gruesas, rasgados ojos verdes, boca ancha y voluptuosa e incluso unos dientes inmensamente blancos. Llevaba pantalones cortos arrugados y una polo también arrugado como si fuera ropa de alta costura.

– Hola. -Le dirigió a Gracie una acogedora sonrisa y extendió su mano-. Soy Natalie Brooks.

– Gracie Snow. -Se sorprendió ante su fuerte apretón cuando le estrechó la mano-. He disfrutado mucho de sus películas, señorita Brooks. Soy una gran admiradora suya.

– Llámame Natalie. Elvis está ahora dormido, así que tenemos tiempo para hablar. -Señaló un par de sillas plegables de aluminio que estaban apoyadas en el lateral del remolque.

Gracie no tenía ni idea de quién era Elvis, pero no iba a perder la oportunidad de charlar con una celebridad como Natalie Brooks, especialmente cuando le daba una buena excusa para posponer su encuentro con Bobby Tom. Tras sentarse, Natalie dijo:

– Sé por Anton que tus referencias son impecables y mi marido y yo apreciamos que hayas llegado tan pronto. Ten por seguro que queremos lo mejor para Elvis.

Si bien Gracie no podía ni imaginarse de qué hablaba, la desesperada seriedad de la actriz era cautivadora.

– Lo primero que debes saber es que Anton y yo no creemos en los horarios. Elvis está alimentándose a demanda, y en cuanto él comience a protestar, quiero que lo traigas de inmediato. No queremos que tome suplementos de ningún tipo. Anton y yo queremos que obtenga todas las inmunidades que la leche materna pueda proveer. Nos preocupa en parte por las alergias existentes en la familia, Anton tiene un primo que es muy alérgico, así que Elvis no tomará más que leche materna durante sus primeros seis meses. Eres partidaria de la lactancia materna, ¿no?

– Oh, sí. -Más de una vez Gracie se había imaginado con un bebé al pecho, y la imagen siempre la llenaba de un anhelo que era casi doloroso-. ¿Pero seis meses no son muchos para que un bebé no tome otra cosa? Creía que necesitaban cereales.

Natalie miró a Gracie como si hubiera sugerido que pensaba darle arsénico a un recién nacido.

– ¡De ninguna manera! La leche materna es justo la comida perfecta para los primeros seis meses de vida de un bebé. Anton debería estar aquí para hablar también contigo. Esto es tan dificil… Pero tiene negocios en L.A., y ya ves, esta es nuestra primera separación. Volará aquí los fines de semana, pero va a ser muy duro.

Gracie decidió que no hablaba muy bien de ella que le molestara más ser confundida con una niñera que con una stripper.

– Lo siento, Natalie. Debería haberte aclarado esto de inmediato, pero estaba tan fascinada por lo que me decías que me distraje. Me pasa algunas veces. A lo que vamos, no soy tu niñera.

– ¿No lo eres?

Gracie negó con la cabeza, sólo para recordar el persistente dolor de sus sienes tras la noche de borrachera. Recuperándose, dijo:

– Soy una de las ayudantes de producción. En realidad, era una ayudante de producción, pero ahora soy la ayudante de Bobby Tom Denton.

Gracie esperaba que Natalie se comportara como cualquier otra persona al mencionarse el nombre de Bobby Tom, pero la actriz solamente asintió con la cabeza. Después levantó rápidamente la cabeza y sus ojos mostraron su alarma.

– ¿Has oído eso?

– ¿Oír el qué?

Salió disparada de su silla.

– Elvis. Está llorando. -Sus largas piernas de estrella de cine subieron rápidamente las escaleras. Poco antes de que desapareciera dentro, dijo:

– Espera aquí y te lo enseñaré.

A Gracie le gustó Natalie Brooks, a pesar de la intensidad con la que estaba viviendo su maternidad, tenía curiosidad por ver a su bebé. Incluso así, sabía que no podía posponer más tiempo sus responsabilidades.

En ese momento, se movió uno de los camiones y vio a Bobby Tom en el corral hablando con varias mujeres jóvenes y atractivas. Era obvio por sus ropas que no eran miembros del equipo y sospechó que las mujeres de Telarosa ya habían comenzado a ponerse en fila para pasar el exámen de fútbol. Él llevaba puesto sólo vaqueros y botas. El sol se reflejaba en la parte visible de su pelo leonado y resplandecía en su pecho desnudo. Su corazón latió con fuerza al verlo.

Una de las maquilladoras lo abordó y comenzó a rociar aceite en su pecho con una botella de plástico para que sus músculos brillaran. Él se miró. Incluso desde lejos, ella se dio cuenta de que él estaba aturdido y ella no pudo evitar sonreír ante su actitud sobre lo que a todas luces consideraba una adorno innecesario.

Natalie reapareció con un manojo envuelto en franela en sus brazos y una apacible sonrisa curvando su famosa boca.

– Este es Elvis -dijo, sentándose en la silla-. Mañana hace cuatro meses. Di hola, precioso. Saluda a Gracie.

Gracie miró fijamente la cara del bebé más feo que había visto nunca. Parecía un luchador de sumo en miniatura. Su nariz estaba aplastada, sus pequeños ojillos casi ocultos por la redondez de sus mejillas, y su barbilla apenas existía.

– Qué… bebé tan guapo -dijo cortesmente.

– Lo sé -asintió Natalie.

– Un nombre inusual.

– Es un nombre con solera -contestó a la defensiva. Luego pareció preocupada-. Acabo de llamar a mi marido para saber lo que había sucedido con la niñera. Se enteró anoche que es partidaria de que los bebés tomen cereales a los cuatro meses, así que de nuevo estamos en el punto de partida. Ahora está entrevistando a una de las niñeras que trabajaron con la familia real británica.

Gracie vio en la expresión de Natalie que era improbable que fuera lo suficientemente buena.

A regañadientes se excusó y caminó hacia Bobby Tom, sólo para perder el coraje en el último momento y desviarse hacia el camión de aprovisionamiento. Tal vez después de otra taza de café estaría preparada para enfrentarse a él.

capítulo 8

Bobby Tom estaba de un humor de perros. Observar crecer la hierba era más interesante que hacer una película. Todo lo que había hecho desde que había llegado allí el día anterior era caminar de un lado a otro sin la camisa al tiempo que bebía té helado de una botella de whisky y fingía arreglar la cerca del corral. Antes de que pudiera siquiera comenzar a sudar gritaban “corte” y tenía que detenerse. No le gustaba estar maquillado, no le gustaba estar bajo el sol sin su stetson y especialmente, no le gustaba que rociaran su pecho con aceite Johnson, ni siquiera cuando lo cubrían de suciedad.

Lo único que quería era protestar. Incluso habían quitado el botón superior de los vaqueros, con lo que no podía cerrarlos del todo. Se abrían involuntariamente en V hasta tal punto que no podía llevar debajo calzoncillos. Los vaqueros además eran pequeños para él y esperaba condenadamente no llegar a ponerse duro porque si lo hacía, todos iban a estar al tanto de lo que le estaba pasando.

Pero lo que lo había puesto de peor humor era que la mitad de la población de Telarosa se había presentado en el lugar de rodaje esa mañana con ánimo casamentero. Le habían presentado a tantas Tammys, Tiffanys y Tracys que tenía la cabeza hecha un bombo. Además allí estaba todo ese asunto con Gracie Snow. A la luz del día, el incidente de la pasada noche ya no le parecía tan gracioso.

Esa chica estaba tan necesitada sexualmente que era sólo cuestión de tiempo que encontrase a alguien que le rascase la picazón y dudaba que tuviese la suficiente presencia de ánimo para indagar en la salud sexual de su potencial amante antes de meterse en la cama con él. En New Grundy sus expectativas podían haber estado limitadas, pero allí, los hombres del equipo de rodaje excedían en mucho a las mujeres y probablemente no tendría que insistir demasiado para que uno de ellos tomara la virginidad de Gracie, especialmente si conllevaba ese dulce cuerpecito que ocultaban esas feas ropas. Resueltamente rechazó ese recuerdo en particular.

Era dificil creer que hubiera llegado intacta a los treinta años; aunque sus modales autoritarios y sus métodos para sabotear motores de coches, probablemente hubieran ahuyentado a gran parte de la población masculina de New Grundy. La había visto con Natalie Brooks hacía un rato. Cuando acabaron de conversar, ella se había dirigido derechita hacia él, pero entonces, repentinamente, había perdido el valor y se había dirigido hacia la caravana de aprovisionamiento, donde imaginó que Connie Cameron, una de sus antiguos ligues la había hecho pasar un mal rato. Ahora acechaba detrás de las cámaras, y, a menos que estuviera muy equivocado, estaba haciendo ejercicios de respiración para relajarse. Decidió acabar con su sufrimiento.