A lo largo de todo el día, Bobby Tom se había ido irritando cada vez más. Tener que llevar el pecho artificialmente aceitado y ensuciado, y unos pantalones que no se podían cerrar y que no dejaban nada a la imaginación, lo habían conducido a una justa indignación. ¡Lo consideraban un objeto sexual! Y tenía que comportarse como tal, a eso se había visto reducido, a unos pectorales aceitados y un culo apretado. Joder. Doce años en la NFL para caer tan bajo. Pectorales y culo.
Salió disparado hacia su caravana, los tacones de sus botas levantaban nubes de polvo. Tenía la intención de darse una ducha rápida, irse a casa y echar la llave a la puerta después de visitar a Suzy. Esperaba que Gracie no le buscara las cosquillas, pues no tendría ningún inconveniente en disipar su frustración en ella. Cerró con fuerza la puerta de la caravana al entrar en el “hogar, dulce hogar” sólo para detenerse bruscamente cuando vio que estaba llena de mujeres.
– ¡Bobby Tom!
– ¡Hola, aquí, Bobby Tom!
– ¡Hola, vaquero!
Seis mujeres corrían hacia él como cucarachas. Llevaban comidas caseras, pasteles y jarras de cerveza fría. Una de ellas era una vieja conocida, a otras tres recordaba habérselas encontrado ese día en el rodaje y a las otras dos no las reconoció. Y toda esa actividad estaba siendo dirigida por una séptima mujer, una bruja morena con un vestido horroroso dorado y negro, que le dirigió una sonrisita con una oculta satisfacción mientras se quedaba en medio de toda esa conmoción y repartía cumplidos.
– Shelley, eso parece delicioso; Estoy segura que Bobby Tom va a disfrutar de cada bocado. Marsha, yo no recuerdo haber visto en toda mi vida un pastel semejante. Qué buena idea que lo hornearas. Hiciste un trabajo maravilloso con el suelo, Laurie. Sé que Bobby Tom lo aprecia. Es muy estricto sobre sus suelos, ¿no es cierto, Bobby Tom?
Lo miró con la serenidad de una madonna, pero sus ojos grises brillaban intensamente por su triunfo. ¡Ella sabía al dedillo que una manada de gansas con fines matrimoniales era lo último a lo que quería enfrentarse en ese momento, pero en vez de deshacerse de ellas, ¡las había animado a que se quedaran allí! Finalmente, comprendió la misión de Gracie en su vida. Era un castigo divino.
Una mujer con una gran mata de pelo sujeto por una diadema le dio una lata de cerveza.
– Soy Mary Louise Finster, Bobby Tom. La sobrina de la esposa de Ed Randolph es mi prima hermana. Ed me dijo que debía pasarme para saludarte.
Él tomó la cerveza y sonrió automáticamente, si bien le dolió la cara por el esfuerzo.
– Me alegra conocerte, Mary Louise. ¿Cómo está Ed?
– Pues genial, gracias por preguntar. -Señaló a la mujer que estaba a su lado-. Y ésta es mi mejor amiga, Marsha Watts. Salió con el hermano de Riley Carter, Phil
Una por una las mujeres se presentaron. Repartió buenos deseos y adulación por doquier, mientras, le dolía la cabeza y le picaba la piel por el aceite y la suciedad. Había suficiente perfume en el aire como para hacer un nuevo agujero en la capa de ozono y contuvo el deseo de estornudar.
La puerta se abrió a sus espaldas, golpeándole el trasero. Él automáticamente se hizo a un lado, acción que desafortunadamente permitió que otra mujer entrara a empujones.
– ¿Te acuerdas de mí, Bobby Tom? Soy Colleen Baxter, Timms antes de casarme; pero ahora estoy divorciada de ese hijo de puta que trabaja en Ames Body Shop. Hicisteis juntos la secundaria, yo iba dos cursos detrás.
Él sonrió a Colleen a través de la neblina roja que el enfado formaba ante sus ojos.
– Te has puesto tan guapa, cariño, que apenas te reconocí. Como si no lo fueras ya bastante.
Su aguda risa nerviosa mostró ligeramente sus dientes y vio que el lápiz de labios había manchado uno de sus incisivos.
– Eres demasiado, Bobby Tom.
Ella le dio un golpecito juguetón en el brazo, luego miró a Gracie y le pasó una bolsa de plástico de la tienda de comestibles de la IGA.
– Cogí el helado napolitano que me dijiste que le gustaba a Bobby Tom, pero será mejor que lo metas en el congelador de inmediato. El aire acondicionado de mi coche está estropeado, y temo que se haya derretido.
Bobby Tom odiaba el helado napolitano. Como la mayoría de sus compromisos, no le gustaba.
– Gracias, Colleen. -Cuando Gracie tomó la caja de cartón de la bolsa de IGA, su sonrisa de maestra de escuela lucía en contraste con las chispitas diabólicas que brillaban en sus ojos grises-.Bobby Tom, ¿no es encantador que Colleen haya ido hasta el pueblo sólo para que puedas disfrutar de helado?
– Realmente encantador. -Mientras hablaba, la mirada que le dirigió mostraba tal promesa de venganza que él medio se sorprendió de que no la fulminara en el acto allí mismo.
La chica lo tomó del brazo, pero su mano continuó deslizándose sobre el aceite Johnson, frotando la arena sobre su piel.
– He estado estudiando mucho sobre fútbol, Bobby Tom. Espero tener la posibilidad de hacer el examen antes de que dejes Telarosa.
– Yo he estudiado también -dijo su amiga Marsha tocándolo también-. La enciclopedia de fútbol de la biblioteca de cabo a rabo.
Él ya había agotado la paciencia, y con un suspiro de puro arrepentimiento, colocó una mano en el hombro de cada mujer.
– Siento haceros esto, señoras, pero lo cierto es que Gracie pasó el examen ayer mismo y se ha ganado ser la señora de Bobby Tom.
Un silencio profundo cayó en la caravana. Gracie se quedó paralizada en el lugar, con el medio litro de helado napolitano comenzando a gotear entre sus dedos.
Todas las mujeres fijaron sus ojos en ella, y luego en él y fue Colleen la que sonó ahogada:
– ¿Gracie?
– ¿Ésta Gracie? -dijo Mary Louise, revisando las ropa de Gracie y percatandose de todos los fallos.
Bobby Tom le dirigió la que pretendía ser la mejor sonrisa falsa y tierna que podía dirigir a alguien a quien tenía intención de asesinar a sangre fría.
– Esta misma señorita tan simpática. -Apartó a Reba McEntire para llegar a su lado-. Te dije que no seríamos capaces de mantenerlo en secreto mucho tiempo, querida.
Pasándole el brazo alrededor de los hombros, la acercó contra su pecho desnudo todo lo que pudo para que su cara quedara bien manchada por la suciedad y el aceite.
– Tengo que deciros, señoras, que Gracie sabe más sobre la historia de la Super Bowl que cualquier otra mujer que haya conocido. Señor, es pura magia en lo referente a hablar sobre records de juegos. La manera en la que dijiste esos porcentajes anoche, cariño, hizo que los ojos se me llenaran de lágrimas.
Ella hacía soniditos ahogados contra su pecho, y la apretó más. ¿Por qué no lo había pensado antes? Hacer pasar a Gracie por su prometida era la manera perfecta de conseguir un poco de paz y tranquilidad mientras permaneciera en Telarosa.
La cambió de posición contra su cuerpo para poder mancharle el otro lado de la cara, luego contuvo el aliento cuando un envase de helado napolitano muy frío le dio en medio del estómago.
Pareció como si Mary Louise Finster se hubiera tragado un hueso.
– Pero Bobby Tom, Gracie no es…, es estupenda y todo eso, pero no es exactamente…
Él aspiró profundamente para afrontar al frío y metió los dedos en el pelo de Gracie, clavándolos en su cabeza, donde nadie lo podía ver.
– ¿Hablas de la manera en que Gracie está vestida ahora mismo? Se pone a veces esas cosas, porque yo se lo pedí. De otra manera los tíos la miran demasiado, ¿no es así, cariño?
Su respuesta se perdió contra su pecho mientras trataba de clavarle la caja de cartón. Él apretó más los dedos, impidiendo que levantara la cabeza y sonriendo a más no poder.
– Algunos de esos chicos del equipo de rodaje son algo salvajes y me temo que la acosarían.
Tal como él había esperado, el anuncio de su compromiso hizo desaparecer el espíritu festivo de las mujeres. Ignorando lo mejor que pudo el frío helado que goteaba por su estómago, sostuvo a Gracie a su lado mientras se despedía. Cuando la puerta de la caravana finalmente se cerró tras la última de ellas, la soltó y la miró.
La suciedad y el aceite manchaban su cara y la mayor parte del frente de su vestido, mientras el helado derretido goteaba bajo la tapa del envase aplastado y corría en regueros de chocolate, fresa y vainilla por sus dedos.
Él esperaba un acceso de ira, pero en lugar de exhibir cólera, sus ojos se entornaron con determinación. En ese momento recordó que Gracie casi nunca reaccionaba de manera previsible, justo cuando su mano salía disparada y agarró el borde de la abertura en forma de V de sus vaqueros. Antes de que él pudiera reaccionar, había metido el helado derretido en la parte delantera de sus pantalones.
Él aulló de dolor y dio un salto en el aire.
Ella dejó caer la caja de cartón al suelo con un golpe y cruzó los brazos sobre el pecho.
– ¡Eso -dijo- es por hacerme comprar condones delante de tu madre!
Debió ser realmente dificil gritar, saltar de un lado a otro, maldecir y reírse al mismo tiempo, pero Bobby Tom de alguna manera lo consiguió.
Mientras él sufría, Gracie permaneció mirándolo, con el helado derritiéndose en el suelo. Con justicia admiró su actitud. Él se había equivocado al incordiarla sin cesar y ella había tomado represalias, y, con excepción del despliegue de palabrotas, él lo estaba llevando realmente bien.
En ese momento, Gracie percibió que movía la mano hacia la cremallera y supo que se había relajado antes de tiempo. Dio un paso instintivo hacia atrás para pisar la caja del helado. Lo siguiente que supo fue que estaba tumbada en el suelo sobre el helado.
– Bueno, bueno, ¿qué tenemos aquí? -Un brillo diabólico centelleó en sus ojos mientras la miraba desde arriba, una mano permanecía todavía en la cremallera y la otra estaba posada en la cadera. Sentía el frío en la parte posterior de los muslos, donde se le había subido la falda. Apoyó las manos en el suelo para intentar ponerse de pie al tiempo que Bobby Tom se agachaba a su lado.
– No tan rápido, cariño.
Ella lo miró con suspicacia mientras intentaba apartarlo.
– No sé lo que tienes en mente, pero sea lo que sea, olvidate.
La comisura de su boca se curvó perversamente.
– Oh, tardaré mucho en olvidarlo.
Ella siseó con alarma cuando sus manos pegajosas se posaron sobre sus hombros y la volvió sobre su estómago. Cuando su mejilla aterrizó sobre un montículo de vainilla fundida, ella comenzó a gritar. Antes de que pudiera gatear, algo que parecía su rodilla se posó sobre su espalda.
– ¿Qué haces? -gimió ella al encontrarse inmovilizada sobre el suelo.
Él comenzó a bajar la hebilla de su cremallera.
– Ahora, no te preocupes, cariño. Llevo desnudando mujeres más de lo que puedo recordar, no me llevará más que unos segundos deshacerme de este vestido.
Cuando había imaginado un montón de recuerdos, eso no era precisamente lo que había tenido en la mente.
– ¡No quiero que me quites el vestido!
– Claro que quieres. -Siguió bajando la cremallera-. Las rayas no son divertidas. A menos que planees arbitrar un partido, te sugeriría que las evitaras en el futuro.
– ¡No necesito una lección de moda! ¡Ah! ¡Deja esa cremallera! ¡Para! -El abrió el vestido, levantó la rodilla e ignorando sus chillidos de protesta, comenzó a bajarlos por sus caderas.
– Ya está, cariño. Caramba, tienes una ropa interior bien bonita. -Con un movimiento limpio, le quitó el vestido y la giró sobre su espalda, pero miró demasiado tiempo su diminuto sujetador blanco y su minúscula braga.
Ella cerró la mano sobre un montoncito de chocolate semisólido y se lo tiró.
Él gruñó sorprendido cuando le golpeó en la mandíbula, luego se abalanzó sobre la caja de cartón.
– Eso ha sido como un penalty injusto.
– Bobby Tom… -Ella chilló cuando él tomo un gran trozo de helado y dejándolo caer sobre su estómago, empezó a extenderlo sobre su piel con la palma de la mano. Boqueando ante el frío, luchó por escaparse.
Él sonrió ampliamente mientras la miraba.
– Pídele perdón a Bobby Tom por haberle causado todos ‘sos problemas y promete que harás hasta la más simple cosa que te pida a partir de ahora. Amén.
Ella repitió únicamente las palabrotas más rudas que recordaba, y él se rió, dándole a ella una excelente oportunidad de restregarle parte de la fresa por el pecho.
Desde ese momento, fue una pelea a vida o muerte. Bobby Tom tenía ventaja puesto que llevaba los vaqueros y resbalaba menos sobre el suelo que ella. Además era un deportista bien entrenado que sabía demasiadas jugadas sucias para alguien que había sido nombrado una vez “Deportista del año”. Por otra parte, él seguía distrayéndose cuando extendía helado por diversas partes de su cuerpo y ella aprovechaba para mancharlo con todo lo que podía agarrar. Ella seguía gritando agudamente, riéndose, e implorándole que se detuviera al mismo tiempo, pero él tenía más aguante que ella y no pasó demasiado tiempo antes de que se agotara.
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