Era duro seguir mostrando antipatía ante tamaña e implacable honradez, pero Bobby Tom se recordó que Sawyer ya no era un matón adolescente y que ahora la amenaza sobre su madre seguía siendo real.

– Una cosa es lo que hizo un niño -dijo quedamente-. Y otra lo que hizo un hombre. Dime qué le has hecho.

Bobby Tom realmente no esperaba que le contestara y no se sorprendió cuando Sawyer se giró sin responder y caminó hacia el perchero de madera. Cuando devolvió a su sitio el palo de golf, se apoyó contra el mostrador con una postura casual pero su cuerpo estaba tenso. Bobby Tom se puso alerta, como si estuviera a punto de recibir un golpe.

Way miró al techo y tragó saliva.

– La hice creer que cerraría Tecnologías Rosa a no ser que se convirtiera en mi amante.

Bobby Tom sintió una explosión en su interior. Atravesó velozmente la estancia con intención de matar a ese hijo de puta, para pararse justo delante de él dejando que la frialdad sustituyera la furia. Tomó por las solapas al otro hombre.

– Supongo que te habrá dicho que te fueras al infierno.

Way se aclaró la voz.

– No. No, no lo hizo.

– Voy a matarte -Las manos de Bobby Tom se tensaron sobre la chaqueta, y empujó a Sawyer contra el mostrador.

Way lo agarró por las muñecas.

– Ahora escúchame bien. A ti se te suele dar bien.

Bobby Tom necesitaba conocer el resto, y se obligó a sí mismo a dejar de empujarlo, aunque no lo soltó. Su voz fue baja y mortífera.

– Empieza a hablar.

– Nunca se lo dije, pero es lo que creyó que quería decir. Esperé demasiado para decirle la verdad. Aunque parezca mentira, en el resto del mundo me consideran un tío medianamente decente y pensé que si pasábamos tiempo juntos, ella se daría cuenta. Pero las cosas se me fueron de las manos.

– La violaste.

– ¡No! -Por primera vez apareció la cólera de Sawyer y entrecerró los ojos-. Puedes creer un montón de cosas sobre mi, Denton, pero no eso. Lo que sucedió entre nosotros no es asunto tuyo, pero te diré una cosa: no la forcé.

Bobby Tom estaba irritado. No quería pensar mal de su madre en ninguna circunstancia. Y lo que era peor, no podía soportar la idea de que se hubiera entregado a Way Sawyer voluntariamente, no cuando estaba casada con su padre, no mientras el recuerdo de Hoyt Denton aún estaba vivo.

Tan abruptamente como había aparecido, la cólera de Sawyer se desvaneció.

– No la forcé, pero era demasiado pronto para ella y yo lo sabía. Aún ama a tu padre, muchísimo. Era un hombre intachable y no la puedo culpar por ello. Pero él está muerto y yo no. Y ella está sola. Además a ella le importo, pero no hará nada y creo que principalmente será por ti.

– Eso no lo sabes.

– Eres la persona más importante de su vida y se cortaría el brazo antes que hacerte daño.

– Quiero que te mantengas alejado de ella.

Way lo miró con manifiesta hostilidad.

– Espero que no hayas imaginado que he abierto mi corazón ante ti porque soy masoquista. No me gustas demasiado -por lo que veo eres un bastardo egoísta- pero espero equivocarme. Espero que haya más de tu padre en ti de lo que veo en este momento. He sido honesto contigo porque a no ser que suceda un milagro, sin tu aprobación, no tenemos ni una oportunidad.

– No va a haber ningún milagro.

Era un hombre orgulloso, y no hubo súplica en su voz.

– Todo lo que quiero es tener la oportunidad, Bobby Tom. Sólo quiero eso.

– ¡Tú quieres mi jodida bendición!

– Eres el único que puede hacer que no se sienta culpable.

– ¡Pues es una lástima, porque no voy a hacerlo -Clavó el dedo en el pecho de Sawyer-. Te lo advierto. Deja en paz a mi madre. Si vuelves siquiera a mirarla, lo lamentarás.

Way lo miró con ojos duros y resueltos.

Bobby Tom se dio la vuelta y salió de la habitación, respiraba tan fuerte que tuvo que detenerse y tranquilizarse después de subir las escaleras. Tenía razón sobre eso, lo sabía. Way había lastimado a su madre y costara lo que costara, iba a impedir que sucediera de nuevo.

Uno de sus viejos compañeros de equipo le llamó, y se encontró en medio de la gente que se reunía alrededor de la barra. Fue de un grupo a otro, dando palmaditas en la espalda e intercambiando viejas historias como si no le preocupara nada en el mundo; Pero mientras iba saludando a sus viejos colegas, miraba hacia la puerta buscando a Gracie, necesitándola para serenarse después de su encuentro con Sawyer. ¿En qué demonios se estaba entreteniendo? Ahogó el alocado impulso de correr al aparcamiento para buscarla.

Por el rabillo del ojo, vio a Sawyer de pie en la barra hablando con Luther y no mucho después vio a su madre en la otra punta de la habitación charlando con algunas de sus amigas. Parecía estar pasándolo bien, pero estaba demasiado lejos para asegurarlo. Pensaba ir con ella a ese crucero del que le había estado hablando tan pronto se acabara el rodaje. No pensaba que fuera a disfrutarlo, pero le gustaba estar con su madre y sería un buen escape para ella. Gracie también iría, así no se volvería loco por estar confinado en un barco y los tres se divertirían de lo lindo. Cuanto más lo pensaba, más le gustaba la idea, sentía como se evaporaba su mal humor.

Bruscamente se paralizó al ver como la mirada de su madre se detenía en Way Sawyer. Instantaneamente, sus ojos se llenaron de tristeza y de un anhelo tan grande que apenas pudo soportar verlo. Way se giró y la vio. Lo que estaba apunto de decir a Luther quedó en el olvido. La expresión de la cara de Sawyer se suavizó con una emoción que, Bobby Tom supo en su interior lo que era, pero no quiso darle nombre.

Los segundos pasaron. Ni Way ni Suzy se movieron. Finalmente, se giraron al unísono como si no pudieran tolerar más el dolor.

capítulo 22

Gracie se detuvo tras pasar la puerta del comedor más pequeño del club, donde la fiesta estaba en su apogeo. Mientras deportistas aguerridos y bellas mujeres se arremolineaban a su alrededor, se sintió por un momento como si hubiese sido teletransportada a la noche en que había conocido a Bobby Tom. Aunque no había jacuzzi a la vista, reconoció la atmósfera festiva y parte de la gente.

Su viejo traje azul marino acrecentaba la sensación déja vu, y como había llegado a amar sus hermosas ropas, se sentía todavía más desaliñada y con la ropa más grande que esa noche. También había recuperado sus prácticos zapatos negros, dejando la cara limpia de maquillaje y sujetando el pelo hacia atrás con un par de útiles horquillas. Esa noche, sin más, no había sido capaz de sumergirse en la imagen que había conseguido Bobby Tom, por mucho que le gustara esa imagen de sí misma. Especialmente no se había podido poner el vestido negro de coctel con el que había querido deslumbrarlo. En su lugar se había despojado de todo hasta llegar a ser la persona que había sido antes de que él hubiera jugado a ser Pygmalion con su vida.

Él nunca sabría lo difícil que había sido para ella acudir esa noche y sólo por el hecho de que siempre aceptaba sus responsabilidades se había obligado a ir. Él aún no la había visto. Estaba enfrascado en la conversación que mantenía con una encantadora belleza rubia que a Gracie le recordó a Marilyn Monroe en pleno apogeo. Era un poco mayor que Bobby Tom y lucía un espectacular vestido plateado con una raja hasta medio muslo. Bobby Tom la miraba con tal afecto que Gracie sintió una presión en el pecho. Ese era exactamente el tipo de mujer con el que él se casaría algún día, una mujer tocada por el mismo polvo de estrellas que lo había tocado a él la mayor parte de su vida.

La rubia pasó el brazo alrededor de la cintura de Bobby Tom y descansó la mejilla contra su chaqueta. Cuando él correspondió al abrazo, Gracie la reconoció como a Phoebe Calebow, la encantadora dueña de los Chicago Stars y anterior jefa de Bobby Tom. Recordó las fotos de los periódicos en las que lo besaba antes de los partidos y se preguntó por qué dos personas tan afines no habían terminado juntas.

En ese momento él levantó la mirada y vió a Gracie. La confusión de sus ojos fue reemplazada, casi inmediatamente, por la contrariedad, y quiso gritarle: ¡ésta soy yo, Bobby Tom! ¡Soy así! Una mujer corriente que fue lo suficientemente tonta para creer que le podía dar algo a un hombre que ya tenía todo.

Phoebe Calebow levantó la cabeza y miró en su dirección. Gracie no podía postergarlo más. Enderezando los hombros, se dirigió hacia ellos, un patito feo acercándose a dos cisnes dorados.

El cisne masculino la miraba ceñudamente con sus plumas doradas encrespadas.

– Llegas tarde, ¿dónde te has metido y por qué demonios te has vestido así?

Gracie le ignoró simplemente porque no tenía fuerzas para hablarle directamente. Ignorando las desagradables garras de los celos que se clavaban en su piel, extendió la mano hacia Phoebe.

– Soy Gracie Snow.

Esperaba el helado desprecio que una mujer tan encantadora debería sentir por alguien tan desaliñado como ella, pero la sorprendió ver una combinación de cordialidad y viva curiosidad en sus ojos.

– Phoebe Calebow -dijo devolviéndole el apretón de manos-. Me alegro mucho de conocerte, Gracie. Me enteré de vuestro compromiso la semana pasada.

– Lo cierto es que fue una sorpresa para todo el mundo -dijo Gracie rígidamente, sin saber que hacer con esa mujer que parecía una diosa sexual pero que se sentía tan cálida y acogedora como la Madre Tierra.

– Definitivamente eres un encanto.

Gracie la miró con suspicacia, pensando que estaba haciendo un chiste a su costa, pero Phoebe parecía hablar absolutamente en serio.

– Las gemelas van a estar desoladas. Mis hijas estaban convencidas que él esperaría a que crecieran y entonces, de alguna manera, se casaría con las dos. Tenemos cuatro hijos -explicó-, incluido un bebé de tres meses. Aún le doy el pecho, así que lo hemos traído con nosotros. Está en casa de Suzy con una canguro.

Bobby Tom pareció alarmado.

– Te lo juro, Phoebe, si comienzas a hablar de lactancia, me voy corriendo de aquí.

Phoebe se rió entre dientes y le palmeó el brazo.

– Bienvenido a la vida de casados. Te acostumbrarás a esto.

Gracie apartó con fuerza la imagen que apareció en su mente de los bebés de Bobby Tom, niñitos alborotadores a los que sería tan imposible resistirse como a su padre. Había pensado que no podría sentir más dolor, pero la idea de unos hijos de Bobby Tom que no fueran suyos hizo que la envolviera una fría oleada de sufrimiento.

La gente comenzaba a dirigirse hacia el comedor cuando un hombre grande y guapo que parecía tener alrededor de cuarenta y cinco años, apareció por detrás de Phoebe y la tomó por los hombros.

– Si quieres hacer algún fichaje, cariñito, estás en el lugar adecuado. Esta noche hay un par de jugadores realmente buenos entre toda esa gente y no parecen demasiado satisfechos con su equipo actual.

Phoebe se puso en guardia inmediatamente. Al mismo tiempo, echó la cabeza hacia atrás y miró al hombre con tal ternura que Gracie quiso llorar. Bobby Tom algunas veces la miraba así, pero no significaba lo mismo.

– Gracie, éste es mi marido, Dan Calebow. Era el entrenador de Bobby Tom. Dan, Gracie.

Calebow sonrió.

– Mucho gusto, Señorita. Oí algo interesante. -Miró a Bobby Tom-. Alguien comentó que tu prometida anda por aquí, Don Estrella de Cine. No me puedo creer que por fin hayas decidido a casarte. ¿Cuándo me la vas a presentar?

Phoebe le tocó la mano.

– Gracie es la prometida de Bobby Tom.

Calebow ocultó rápidamente la sorpresa.

– Bien, es todo un placer. Y tú pareces una chica muy agradable. La acompaño en el sentimiento, madam. -Sus intentos de disimular su metedura de pata con humor no aliviaron la tensión. Gracie era normalmente hábil para hablar de cualquier cosa, incluso en los casos más dificiles, pero sentía como si se le hubiera pegado la lengua al paladar y permaneció callada delante de ellos, desafiante, vulgar y silenciosa.

Finalmente habló Bobby Tom.

– Si nos perdonais unos minutos, Gracie y yo tenemos que hablar de unas cosas.

Phoebe los disculpó.

– Adelante. Quiero hacer algún tanteo antes de que todo el mundo se siente.

Bobby Tom asió el brazo de Gracie y empezó a alejarla del comedor para lo que ella estaba segura sería una bronca abrasadora, pero antes de que pudieran estar a solas, un hombre enorme de pelo oscuro, nariz aguileña y boca delicada lo agarró.

– Me has estado ocultando cosas, B.T. Acabo de oír que te casas. ¿Dónde está la afortunada señorita?

Bobby Tom rechinó los dientes.

– Ésta es la afortunada señorita. -Ese hombre no fue tan hábil como Dan Calebow para ocultar sus sentimientos y se mostró claramente escandalizado. Gracie sintió el brazo de Bobby Tom sobre los hombros y, si no lo hubiera conocido mejor, habría pensado que se estaba mostrando protector.