Él acarició su mejilla con el pulgar.

– No te preocupes, cariño. Ya he pasado esta experiencia antes y lo podremos manejar.

Su voz fue un chirrido seco.

– ¿Experiencia con qué?

– Con esto.

– ¿Con una mujer diciéndote que te ama?

– Caray, Gracie, es sólo una de esas cosas. No quiere decir que no podamos ser amigos. Somos amigos. Es probable que seas la mejor amiga que tuve nunca.

La estaba lastimando y ni siquiera lo sabía.

– Mira, Gracie, no tiene que cambiar las cosas. Si hay algo que he aprendido durante todos estos años es que mientras tratemos el tema de manera amistosa, no hay necesidad de ningún tipo de escándalo o escenita. Todavía podemos seguir siendo amigos.

Los cubitos de hielos se clavaron en sus manos palpitantes.

– ¿Sigues siendo amigo de las demás mujeres que te dijeron que te amaban?

– De la mayor parte. Y quiero que sea así contigo. Y ahora, de verdad, no creo que tengamos que seguir hablando de esto. Seguiremos como estábamos y todo se arreglará. Ya lo verás.

La declaración de amor que la había destrozado interiormente no era más que una ridiculez para él. Si había necesitado alguna prueba de lo poco qué significaba para él, acababa de tenerla y se sintió humillada y aturdida.

– ¿Aún piensas que voy a aceptar ese trabajo que me ofreces?

– Estarías loca si no lo hicieras.

– ¿No entiendes nada, verdad? -Las lagrimas brotaron de sus ojos.

– Mira, Gracie…

– No acepto el trabajo -dijo ella con suavidad-. El lunes me vuelvo a New Grundy.

– ¿No estás de acuerdo con el sueldo? Bueno, lo negociaremos.

– Deja de hablar, no sabes nada sobre el amor. -Las lágrimas cayeron y rodaron por sus mejillas. Tomó la cadena que sostenía el anillo de la Super Bolw y la sacó por su cabeza y la puso sobre la palma de su mano-. Te amo, Bobby Tom y te amaré hasta el día que me muera. Pero nunca he estado en venta. Siempre me dí libremente.


*****

Lentamente, Bobby Tom dio unas largas zancadas para atravesar el patio trasero. En la mitad se detuvo para admirar la luna, por si acaso Gracie lo veía por la ventana, pero no podía apurar todo lo que quería porque estaba teniendo problemas para respirar. Siguió caminando hacia la puerta trasera, obligándose a seguir el paso. Incluso trató de silbar, pero tenía la boca demasiado seca. Sentía como si el anillo que llevaba en el bolsillo estuviera haciéndole un agujero en la cadera; Quería coger la jodida cosa y tirarla tan lejos como pudiera.

Cuando entró en la casa, cerró la puerta y se apoyó contra ella, cerrando los ojos con fuerza. La había pifiado y ni siquiera sabía cómo. ¡Maldita sea! Era él el único que precipitaba las cosas. ¡Era él quien decidía cuando era el momento de terminar una relación! Pero ella no lo entendía. Nunca había entendido ese tipo de cosas. ¿Quién seria tan tonto como para rechazar una oportunidad así por regresar a un pueblo de mierda a vaciar orinales?

Se apartó con fuerza de la puerta y miró a través de la cocina. No iba a sentirse culpable por esto. Era Gracie quien lo había alejado y que fuera ella la que se arrepintiera, no él. Así que lo amaba. Por supuesto que lo amaba; no lo podía evitar. ¿Pero se había parado a pensar siquiera un minuto cómo se sentía él? Que él se preocupara por ella no parecía importar. Ella pensaba que era muy sensible, pero no se había parado a pensar ni una sola vez en sus sentimientos. Era la mejor amiga que había tenido nunca, pero ni siquiera le importaba.

La puerta del dormitorio dio contra la pared cuando la abrió bruscamente. ¡Maldita sea! Si Gracie creía que iba a caer rendido a sus pies, podía esperar sentada, porque no iba a ir tras ella. Le había dicho que no se iría hasta el lunes y el supo que estaría en la celebración de la noche siguiente porque era quien dirigía la rifa de la colcha de Arbor Hills y siempre se tomaba muy en serio sus responsabilidades. Bueno, pues que se preparara.

Antes de acostarse, iba a llamar a Bruno para que mandara unos cuantos de sus antiguos ligues. La noche siguiente, en el Hoedown [17], tenía intención de estar rodeado por bellas mujeres. Haría que Gracie Snow viera exactamente qué dejaba atrás. Cuando ella tuviera que quedarse en la línea de fondo como un maldito patito feo mientras él estaba con todos esos trofeos sexuales pendientes de él, recuperaría la cordura. Una dosis de realidad era exactamente lo que ella necesitaba. Antes de darse cuenta, lo buscaría para decirle que lo había reconsiderado. Y como la quería tanto como amiga, ni siquiera la haría arrastrarse ante él.

Miró desoladamente la cama vacía. La noche siguiente ella habría aprendido la lección. Sabría donde estaban los límites. ¡Se enteraría de que ninguna mujer en su sano juicio dejaba a Bobby Tom Denton!

capítulo 23

Gracias a la obstinación de Gracie, Bobby Tom jugó el peor golf de su vida, y también del jodido torneo. Como consecuencia se vio forzado a aguantar la interminable burla de sus amistades. Algunos se contenían sólo por las noticias de la ruptura de su compromiso.

Esa noche, cuando llegó al Hoedown, se sentía totalmente agobiado por la conversación sin fin de los trofeos sexuales que Bruno había enviado desde Chicago. Ambar no dejó de decirle que la carrera de microbiólogo era mucho más aburrida que la de bailarina exótica; Charmaine anunció que era Leo pero que tenía la luna en la casa de las tortitas o una estupidez semejante y Payton sugería que ¡Le hiciera el examen de fútbol! Bobby Tom no quería otra cosa más que regalárselas a Troy Aikman, pero las necesitaba cerca cuando viera a Gracie para pasárselas por las narices.

Tenía que decir a favor de Bruno, que eran autenticos bombones, pero Bobby Tom no sentía ni una pizca de interés por ninguna de ellas. Llevaban sus personales versiones de lo que debía ser ropa del oeste: Ambar estaba embutida en unos vaqueros de plástico y un gran panuelo hacía de top con una estrella de sheriff en el canalillo, Payton llevaba la ropa de una chica de Saloon y Charmaine una falda vaquera muy corta. Cuando vio a Gracie que lucía el mismo vestido que había llevado en la inauguración del día anterior, no pudo dejar de pensar que estaba mejor vestida que las tres juntas, una observación que no hizo nada por mejorar su humor.

El Hoedown se había organizado en un rancho a varios kilómetros del pueblo y era una fiesta medio privada para los participantes del torneo de golf, la gente de la película y la comisión del Festival de Heaven, osea gran parte del pueblo. Por insistencia de Bobby Tom, la fiesta se había cerrado a los turistas para que los famosos pudieran disfrutarla sin ser acosados por los cazadores de autógrafos, algo que tenían prohibido todos los del pueblo. La única ceremonia de esa tarde sería en la que Bobby Tom premiaría a los ganadores del torneo de golf. Los turistas, mientras tanto, no podían ser desatendidos y los habitantes del pueblo estarían yendo y viniendo a lo largo de toda la tarde para que los diversos acontecimientos del pueblo fueran puntuales como un reloj: el desfile de rodeo, el grupo de música country, los servicios de comida.

Se habían llenado los árboles de alrededor de la casa del rancho con luces de colores y había una pista de baile provisional cerca del granero, junto a una plataforma que hacía de escenario para la entrega de premios. Otra vez, los ojos de Bobby Tom regresaron a la mesa que habían situado junto a la pista de baile donde Gracie alienaba los boletos de la rifa de la colcha patchwork que habían hecho a mano los residentes de Arbor Hills. Observarla le produjo una sensación dolorosa que rápidamente rechazó.

– Oye, B.T., me pareció que tuviste un ligero problema después del hoyo nueve. -Bubby apareció con Terry Jo a su lado, los dos con vaqueros y camisas de western y vasos de cerveza en las manos.

– Y antes también -dijo Terry Jo dirigiendo una mirada malévola a los trofeos sexuales para luego mirar a Bobby Tom-. ¿Puedes entretener a las niñitas de B.T. un minutito, Buddy? Necesito decirle a este Pez Gordo unas palabras.

Lo último que Bobby Tom quería en ese momento era mantener una conversación privada con Terry Jo, pero no le dejó mucha elección cuando lo agarró del brazo y lo empujó contra la cerca.

– ¿Qué demonios te pasa? -le espetó en el momento que estuvieron fuera del alcance de oídos curiosos-. Sabes lo que le estás haciendo a Gracie, al romper el compromiso de esta manera, ¿no?

La miró con indignación.

– ¿Te ha dicho ella que yo rompí nuestro compromiso?

– No me ha dicho casi nada cuando hablé con ella esta mañana, sólo que los dos habíais tomado la decisión mutua de terminar la relación.

– Y tú asumiste que quería decir que yo la había terminado.

– ¿No lo hiciste?

– Caramba, no.

– ¿Quieres decir que Gracie te dejó?

Vio demasiado tarde la trampa en la que se había metido él solito.

– Por supuesto que no. Nadie me deja.

– ¿Lo hizo? ¡Te dejó! ¡Dios santo! Por fin una mujer le devuelve a Bobby Tom Denton un poquito de su propia medicina. -Sonriendo ampliamente, levantó el rostro al cielo-. ¡Gracias, Dios mío!

– ¡Déjalo ya! No me dejó. ¡Es imposible que sigas creyendo a estas alturas que estábamos realmente comprometidos! Fue simplemente una táctica para mantener alejado a todo el mundo mientras estaba en el pueblo. -El que Terry Jo se lo tomara a broma le hacía más daño del que quería reconocer.

– Por supuesto que estabais comprometidos. Hasta un ciego puede ver lo mucho que os amais.

– ¡No lo hacemos! Bueno, puede que ella me ame, pero…, yo sólo le tengo cariño. ¿Quién no puede hacerlo? Es una mujer excepcional. Pero ¿amor? No es mi tipo, Terry Jo.

Terry Jo le dirigió una mirada larga y firme.

– Es asombroso. No sabes más ahora sobre mujeres que cuando me dejaste por Sherri Hopper en secundaria. -Lo miró con tristeza-. ¿Cuándo vas a crecer, Bobby Tom?

Sin otra palabra, se alejó de él. Él clavó los ojos en su espalda con una mezcla de resentimiento y sufrimiento. ¿Por qué actuaba como si fuese culpa suya? ¿Y cuándo se había puesto su vida tan patas arriba? Hasta hacía poco él había pensado que el peor día de su vida había sido cuando se lesionó la rodilla, pero ahora se preguntaba si su mayor desgracia no habría ocurrido la noche en que Gracie se presentó en su casa con su striptease.

Natalie se acercó hasta él con Anton, que llevaba a Elvis en brazos. Al saludarlos, pensó en lo bella que era. Y también agradable. La había visto retorcerse desnuda mientras la besaba durante horas. Se había pegado a su cuerpo, había forzajeado con él, le había disparado y el mismo el día anterior habían tenido que saltar juntos al río. Natalie y él habían pasado muchas cosas juntos, pero no sentía por ella ni la más mínima parte de lo que sentía cuando estaba con Gracie.

Los tres charlaron durante un par de minutos y lo siguiente que supo era que estaba con Elvis en brazos para que sus padres pudieran bailar. El bebé agarró el ala del stetson y como no lo pudo coger, decidió chupar el extremo de la bufanda de seda negra que Bobby Tom llevaba al cuello. Aunque siempre había sido muy puntilloso con su ropa no tenía suficientes ganas para rescatarla. Tenía el olor limpio de los bebés y sintió un dolor extraño y profundo en el pecho.

Los trofeos sexuales venían hacia él, pero fingió que no las veía y se agachó rápidamente tras uno de los mostradores para poder estar unos minutos solo. Elvis comenzó a chupar el cuello de su camisa. Cuando se acercó a una de las mesas con comida, vio a su madre a unos diez metros. Vestía de maestra, con una falda oscura y una blusa blanca con el camafeo de su abuela prendido en el cuello alto. Se tensó al observar como Way la abordaba. A la vez notó que Way llevaba vaqueros decolorados, un stetson gastado, botas viejas y camisa de franela.

Su madre pareció a punto de saltar cuando vio acercarse a Sawyer. Él puso la mano sobre su hombro y Bobby Tom se tensó, listo para ir en su rescate cuando vio que ella apoyaba su cuerpo en él.

Por un momento, tuvo la desagradable sensación de que ella se iba a recostar contra Sawyer, pero entonces ella enderezó la espalda y se dio la vuelta.

Way se quedó allí parado. Cuando finalmente se giró, Bobby Tom vio tal desesperación en su cara que supo que no lo podría olvidar nunca. Apretó al bebé entre sus brazos y sintió como comenzaba a sudar. ¿Qué le pasaba? ¿Por qué repentinamente se sentía como si Way Sawyer y él fueran hermanos?


*****

– Estás rompiendo el corazón de Bobby Tom -remarcó Terry Jo. Había sacado a Gracie de la mesa donde vendía los boletos para mantener la conversación que había comenzado hacía unos minutos-. ¿Cómo pudiste dejarlo de esa manera?