– No creo que haya mucho peligro con los gatos. Los tiene alergia. Así que tendrá que ser el matrimonio. No sé cómo no se nos ha ocurrido antes.

– Seguramente sea capaz de pensar por sí mismo -intervino John.

Dora entrelazó el brazo con el de él.

– El pobre Fergus ha estado tan ocupado cuidándonos toda su vida y haciendo lo posible por mantenernos alejadas de los problemas que apenas ha tenido tiempo de buscar una esposa adecuada. Además, él no es el tipo de hombre al que le pilla una tormenta en mitad de la noche, es demasiado organizado para eso. ¿Y qué tipo de chica sería tan temeraria como para asaltar Marlowe Court?

– Quizá deberíais poneos las dos a la tarea de encontrarle una -sugirió Richard-. Después de todo, en cuanto encontréis a la chica adecuada, no tardará mucho.

– ¿Por qué no? -preguntó John.

Richard sonrió.

– ¿Quieres decir que Dora no te lo ha contado? El amor a primera vista es algo genético en la familia Kavanagh. Una vez que se han fijado en ti ya no hay escape. ¿Y sabéis que se me acaba de ocurrir?

Los tres esperaron mientras Richard les rellenaba las copas.

– ¿Qué? -apremió Poppy.

– Que dicen que las cosas siempre vienen de tres en tres. Y no veo razón por la que no puedan ser también las bodas -alzó la copa-. ¿Por qué brindamos?

– ¿Por las bodas en general? -sugirió Poppy.

– Por la nuestra en particular -dijo John.

– Por bodas por todas partes -concluyó Dora con una sonrisa-. Y cuanto antes mejor.

Liz Fielding

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