Mientras se dirigía a Risen Glory montado en la huesuda yegua que había alquilado en una cuadra de librea de Charleston, afrontó la desagradable realidad. Le gustara o no, estaba atado a Kit.
La casa de la plantación apareció ante su vista. Era una hermosa construcción de dos plantas de ladrillo cubierto de estuco que se asentaba al final de un camino de césped demasiado crecido. A pesar el aspecto de negligencia general de la pintura descascarillada y las ventanas rotas, el lugar tenía encanto. La casa era de un cálido color crema con los ladrillos visibles bajo el estuco. Grandes robles daban sombra a la casa y al tejado cubierto de tejas. Azaleas, smilax y acebos cubrían un suelo demasiado alto, mientras las magnolias esparcían sus hojas enceradas hasta sus rodillas en el patio principal.
Pero no fue la casa lo que había llamado la atención de Cain cuando llegó hace dos días. En su lugar había pasado la tarde inspeccionando las ruinas de los alrededores, mirando la maquinaria rota, separando las herramientas oxidadas y parando de vez en cuando en el campo vacío para coger un puñado de tierra tan rica. Se filtraba entre sus dedos como cálida seda. De nuevo se encontró pensando en su vida en Nueva York y cómo empezaba a asfixiarlo.
Cain entregó el caballo a Eli, el viejo y anterior esclavo que lo había recibido con una escopeta el día que Cain había llegado a Risen Glory.
– No se acerque más -le había dicho-. La señorita Kit me ha ordenado que dispare a cualquiera que se acerque a Risen Glory.
– La señorita Kit necesita que le den unos buenos azotes -respondió Cain sin añadir que ya se había encargado él de hacerlo.
– Es posible que tenga razón en eso. Pero todavía debo dispararle si se acerca más.
Cain podría haber desarmado al viejo sin dificultad, pero quería su cooperación de modo que le explicó su relación con Kit y Rosemary Weston. Cuando Eli comprendió que Cain no era uno de los carroñeros que habían estado aprovechándose de lo que quedaba, bajó la escopeta y le dejó pasar a Risen Glory.
El centro de la casa se curvaba en un arco lleno de gracia. Cain caminó por el ancho vestíbulo central que había sido diseñado para dejar entrar la brisa. Los salones, una sala de música y una biblioteca, todo en un estado lamentable y lleno de polvo. La hermosa mesa de teca del comedor presentaba cortes recientes. El grupo de Sherman la había utilizado como matadero, para cuartear los animales que quedaban en la plantación.
Cain percibió el olor a pollo frito. Eli no podía cocinar y por lo que él sabía, no había nadie más en la casa. Los anteriores esclavos tentados por la promesa de cuarenta acres y una mula, se habían marchado detrás del ejército de la Unión. Se preguntó si la misteriosa Sophronia habría vuelto. Eli había hecho alguna referencia a la cocinera de Risen Glory pero Cain todavía no la había visto.
– Buenas, Major.
Cain se paró en seco cuando una figura delgada y familiar apareció al final del vestíbulo. Entonces comenzó a maldecir.
Las manos de Kit se movían nerviosamente a sus lados. No pensaba acercarse hasta que él hubiera tenido la posibilidad de adaptarse a la idea de verla allí.
Había abandonado la casa de Cain en Nueva York de la misma forma como había entrado. Saltando el muro exterior. Había cogido su paquete junto con La vida sibarita de Louis XV que había sido su inspiración para el desesperado plan que había concebido el día que Cain se marchó.
Ahora compuso una sonrisa en su cara tan grande y amplia que le dolían las mejillas.
– Espero que estés hambriento, Major. He cocinado pollo frito y bizcochos de manteca calientes sólo para una persona con gran apetito.
Incluso he limpiado la mesa del comedor para que podamos comer allí. Por supuesto, está un poco quebrada, pero es una genuina Sheraton. ¿Has oído alguna vez hablar de Sheraton, Major? Era inglés y además Baptista por si fuera poco. ¿No te parece extraño? Creía que sólo los sureños podían ser Baptistas. Yo…
– ¿Qué demonios estás haciendo aquí?
Ella sabía que no se alegraría de verla, pero esperaba que no se enfadara demasiado. Aunque en cierto modo no estaba segura sobre eso. Había soportado un viaje en tren hasta Charleston, un paseo en carruaje que casi le disloca los huesos y una caminata de casi veinticinco kilómetros que la habían dejado con ampollas en los pies y quemaduras por el sol. Lo último que le quedaba de dinero lo había utilizado para comprar la comida de esta noche. Incluso se había bañado en la cocina y se había puesto una camisa y unos pantalones limpios, para no oler mal. Estaba asombrada, pero había descubierto que le gustaba estar limpia. Bañarse no había resultado tan malo después de todo, aunque significara tener que verse los pechos desnudos a menudo.
Intentó componer una sonrisa sincera aunque eso estuvo a punto de hacerla vomitar.
– Estoy preparando la cena para tí, Major. Estoy haciendo pollo.
Él apretó los dientes.
– No, lo que estás es preparándote para morir. ¡Porque voy a matarte!
Ella no lo creía exactamente pero no confiaba en que no lo hiciera tampoco.
– ¡No me grites! ¡Tú en mi lugar hubieras hecho lo mismo!
– ¿De qué estás hablando?
– ¡Tú no te habrías quedado en Nueva York mientras alguien trata de destruir la única cosa que te importa en el mundo! Tú no te habrías sentado en ese fantástico dormitorio leyendo y viendo feos vestidos mientras todo se iba al carajo. Tú habrías salido hacía Carolina del Sur tan rápido como te hubieran llevado tus pies. Y después, hubieras estado dispuesto a hacer lo que fuera por conservar lo que es tuyo.
– Y yo tengo una idea bastante clara de lo que has venido a hacer aquí -en dos largas zancadas, él llegó hasta ella.
Antes de que ella pudiera moverse, él comenzó a palpar con sus manos su cuerpo.
– ¡Basta!
– No hasta que te desarme.
Ella respiró con dificultad cuando él le tocó los pechos. Una extraña sensación se disparó dentro de ella, pero él no pareció afectado. Sus manos siguieron hacia su cintura y sus caderas.
– ¡Basta!
Él sacó un cuchillo atado a su bota.
– ¿Pretendías utilizarlo conmigo cuando estuviera dormido?
– Si no tuve las agallas para matarte con una pistola, menos las tendría para hacerlo con un cuchillo, ¿no crees?
– Supongo que llevas esto para abrir las latas de comida.
– Me quitaste la pistola. No podía viajar sin ninguna protección.
– Ya veo -él puso el cuchillo fuera de su alcance-. Entonces, si no piensas matarme, ¿que es lo que tienes en mente?
Esta no era la forma que Kit había esperado. Quería ordenarle que dejara de intimidarla con su tamaño, pero seguramente no le haría el menor caso.
– ¿Por qué no cenamos primero, y después te lo cuento? La comida es difícil de conseguir. No tiene sentido que la comamos fría y seca.
Él se tomó un momento para pensarlo.
– De acuerdo, comeremos. Pero más tarde tendremos una seria charla.
Ella se encaminó deprisa hacía la cocina.
– La cena estará en la mesa en un minuto.
Cain debería haberla encarado inmediatamente, pero estaba hambriento, maldita sea. No había tomado una comida decente desde que había abandonado Nueva York.
Se guardó el cuchillo, y caminó hacía el comedor. Kit apareció con una fuente de pollo frito que colocó sobre la mesa, y él observó finalmente lo que se le había escapado antes. Todo en ella estaba limpio. Desde su pelo corto a la camisa de cuadros – que le faltaba un botón en el cuello- a los pantalones marrones oscuros que le colgaban sin apretar sus estrechas caderas. Parecía brillar tanto como un penique nuevo. No podía imaginarse que se hubiera bañado sin obligarla. Ella obviamente se había preparado concienzudamente para agradarlo.
No es que fuera a tener ningún éxito. Todavía no podía creerse que hubiera hecho esto. ¿Pero, porqué no? Ella no entendía el significado de la palabra prudencia.
– Siéntate y come Major. Yo por supuesto espero que estés hambriento.
Cain debía admitir que fue una gran comida. El pollo frito tenía un color tostado y estaba crujiente y el vapor se elevaba de los bizcochos de manteca cuando los partía. Incluso los dientes de león verdes estaban ricamente condimentados.
Cuando terminó de comer y se sentía lleno, se reclinó en la silla.
– Esto no lo has cocinado tú.
– Claro que lo he hecho yo. Normalmente Sophronia me habría ayudado pero ella no está aquí.
– ¿Sophronia es la cocinera?
– También se ha ocupado de criarme.
– No ha hecho un gran trabajo en eso.
Esos ojos violetas se estrecharon.
– Yo también podría decir algo sobre tu educación.
La comida estaba estupenda quizás ella tuviera sus cosas buenas.
– Todo estaba delicioso.
Ella se levantó para traer una botella de brandy que había dejado preparada en el aparador.
– Rosemary la escondió antes de que los yanquis vinieran. Pensaba que te gustaría tomar una copa para celebrar tu llegada a Risen Glory.
– Creo que mi madre cuidaba mejor del licor que de su hijastra -él cogió la botella y empezó a sacar el corcho-. ¿Por qué se llama esto Risen Glory? Es insólito.
– Ocurrió no mucho después que mi abuelo construyera la casa -Kit se apoyo contra el aparador-. Un predicador Baptista vino a la puerta a pedir comida, y aunque mi abuela era una estricta metodista, le dio de comer. Se pusieron a hablar, y cuando se enteró que la plantación no tenía un nombre aún, dijo que deberían llamarla Risen Glory, ya que era casi domingo de resurrección. Ha sido Risen Glory desde entonces.
– Ya veo -pescó un trozo de corcho de su vaso de brandy-. Creo que es el momento que me cuentes porqué estás aquí.
Su estómago dio un vuelco. Ella lo miró tomar un sorbo, sus ojos mirándola fijamente. A él nunca se le escapaba nada. Se movió hacia las puertas abiertas que conducían desde el comedor al descuidado jardín. Estaba oscuro y silencioso fuera y ella podía oler la madreselva en la brisa de la noche. Amaba tanto todo esto. Los árboles y arroyos, las vistas y olores. Más que nada, le encantaba mirar el baile blanco de los campos de algodón. Pronto, estarían así otra vez.
Despacio se dio la vuelta hacia él. Todo dependía de los siguientes minutos y debía hacerlo bien.
– He venido para hacerte una proposición, Major.
– Dimití del ejército. ¿Por qué no me llamas sólo Baron?
– Si no te importa, seguiré llamándote Major.
– Supongo que eso es mejor que algunas otras cosas que me has llamado.
Él se recostó en la silla. A diferencia de un correcto caballero del Sur, no había llevado corbata en la mesa y el cuello de la camisa lo llevaba abierto. Durante un momento ella se encontró mirando con detenimiento los fuertes músculos de su cuello. Se obligó a apartar la mirada.
– Háblame de esa proposición tuya.
– Bien… -ella trató de tomar aliento-. Como seguro habrás adivinado, tu parte del trato sería quedarte con Risen Glory hasta que yo pueda comprártelo.
– Supongo.
– No tendrías que quedarte con ella para siempre -se apresuró a añadir-. Sólo durante cinco años, hasta que yo pueda coger el dinero de mi fondo fiduciario.
Él la estudió. Ella atrapó su labio inferior entre los dientes. Esta parecía ser la parte más difícil.
– Y comprendo que esperarás algo a cambio.
– Desde luego.
Ella odió el parpadeo de diversión en sus ojos.
– Lo que voy a ofrecerte quizás te parezca poco ortodoxo. Pero si piensas en ello, sé que lo considerarás educadamente -ella cogió aire.
– Continúa.
Cerró los ojos, respiró profundamente y lo dejó salir.
– Me ofrezco a ser tu amante.
Él se atragantó.
Ella consiguió decir el resto de forma rápida.
– Se que te puede haber cogido por sorpresa, pero tienes que admitir que yo soy mucho mejor compañía que esas excusas lamentables de mujer que frecuentas en Nueva York. Yo no me río tontamente ni pestañeo. No podría flirtear contigo ni aunque quisiera, y por supuesto nunca escucharías nada sobre perritos afeminados. La mejor parte es, que no tendrás que preocuparte por ir a las fiestas y cenas a los sitios mal ventilados que a las mujeres les gusta. En su lugar podríamos pasar el tiempo cazando, pescando y montando a caballo. Podríamos pasarlo realmente bien.
Cain comenzó a reír.
Kit anheló tener un cuchillo a mano.
– ¿Podrías decirme que consideras tan gracioso?
Él consiguió finalmente controlarse. Dejó el vaso y se levantó de la mesa.
– Kit, ¿sabes por qué tienen los hombres amantes?
– Desde luego que sí. Estoy leyendo La vida sibarita de Louis XV.
Él la miró socarronamente.
– Madame Pompadour -explicó ella-. Ella era la amante de Louis XV. Me he inspirado en ella para esta idea.
"Imagínate" отзывы
Отзывы читателей о книге "Imagínate". Читайте комментарии и мнения людей о произведении.
Понравилась книга? Поделитесь впечатлениями - оставьте Ваш отзыв и расскажите о книге "Imagínate" друзьям в соцсетях.