CUARTA PARTE
Katharine Louise
Nada puede traerte la paz, salvo tú mismo
Ralph Waldo Emerson "Confianza en sí mismo"
15
Estaba sola en la gran cama cuando el ruido del pasillo la despertó. Parpadeó contra la luz del sol y se incorporó al comprender donde estaba. El repentino movimiento le provocó una mueca de dolor.
Sophronia entró precipitadamente sin molestarse en llamar.
– ¡Kit! Cariño, ¿estás bien? Magnus no me ha dejado salir antes, si no hubiera venido más temprano.
Kit no pudo mirar a Sophronia a los ojos.
– Estoy bien -retiró las sábanas. Su bata estaba encima de la cama. Cain debía haberla dejado allí.
Mientras se la ponía, Sophronia se puso rígida. Kit la vio mirar detenidamente la pálida mancha en la sábana.
– ¿Has pasado la noche con Magnus? -dijo rápidamente, tratando de desviar su atención.
Sophronia retiró la mirada de la cama.
– El Major no me dio otra opción. Magnus ha dormido en el porche.
– Ya veo -Kit se dirigió hacía su propia habitación, como si todo estuviera normal-. Una noche agradable para dormir al aire libre.
Sophronia la siguió. Kit comenzó a lavarse con el agua que Lucy le había llevado. Un pesado silencio se instaló entre ellas.
Fue Sophronia quién lo rompió.
– ¿Te ha hecho daño? Puedes contármelo.
– Estoy muy bien -repitió Kit demasiado rápidamente
Sophronia se sentó en la cama sin deshacer.
– Nunca te he hablado de esto. No quería hacerlo, pero ahora…
Kit se alejó de la jofaina.
– ¿Qué pasa?
– Yo… yo sé lo que es… que te haga daño un hombre… -se retorcía las manos en su regazo.
– Oh, Sophronia…
– Yo tenía catorce años la primera vez. Él… él era un hombre blanco. Después deseé morirme, me sentía sucia. Y durante aquel verano siempre me encontraba, no importaba lo intensamente que tratara de esconderme. "Tú, chica, me llamaba, ven conmigo".
Los ojos de Kit se llenaron de lágrimas. Se precipitó al lado de su amiga y se arrodilló a su lado.
– Lo siento. Nunca lo supe.
– No quería que lo supieras.
Kit se llevó la mano de Sophronia a la mejilla.
– ¿No pudiste ir a mi padre y contarle lo que estaba ocurriendo?
A Sophronia le llamearon las ventanas la nariz, y retiró la mano.
– Él sabía lo que estaba ocurriendo. Los blancos siempre sabían lo que les pasaba a las esclavas que poseían.
Kit se alegró de no haber desayunado aún, porque lo habría vomitado. Siempre había escuchado esas historias, pero trataba de convencerse que nada de eso ocurría en Risen Glory.
– No te estoy contando esto para hacerte llorar -Sophronia puso el pulgar en una de las lágrimas de Kit.
Kit pensó en los argumentos sobre los Derechos de los Estados que durante años siempre había esgrimido cuando alguien le decía que la guerra había sido a causa de la esclavitud. Ahora entendía porqué esos argumentos eran tan importantes para ella. Le habían impedido ver una verdad que no estaba preparada para afrontar.
– Es tan perverso. Tan horrible.
Sophronia se levantó y se alejó.
– Estoy haciendo todo lo posible por olvidarlo. Ahora mismo, tú eres quién me preocupa.
Kit no quería hablar de ella. Volvió a la jofaina, comportándose como si su mundo fuera el mismo que el día anterior.
– No tienes que preocuparte por mí.
– Vi la expresión de tu cara cuando te metía en la casa. No se necesita mucha imaginación para saber que lo pasaste mal. Pero, escúchame, Kit, no puedes guardarte todo eso en tu interior. Debes dejarlo salir para que no te afecte.
Kit trató de pensar en algo que decirle, especialmente después de lo que Sophronia le había revelado. ¿Pero cómo podría hablar de algo que no comprendía?
– No importa lo malo que fuera -dijo Sophronia-, puedes hablarme claramente, te entiendo cariño. Puedes decírmelo.
– No, tú no entiendes.
– Lo hago. Sé como es. Lo sé.
– No, no lo sabes -Kit se giró-. No fue tan horrible como lo tuyo. No fue malo en absoluto -terminó suavemente.
– Quieres decir que él no te hizo…
Kit tragó saliva y asintió.
– Sí lo hizo.
El rostro de Sophronia volvió a palidecer.
– Yo… yo no debería tener… -le faltaban las palabras-. Tengo que volver a la cocina. Patsy no se encontraba bien ayer.
Sus enaguas hicieron un suave frufrú mientras salía de la habitación.
Kit miró con detenimiento la puerta, sintiéndose culpable y enferma. Finalmente se obligó a terminar de vestirse. Metió la mano en el armario y sacó lo primero que tocó, un bombasí a rayas rosas y blancas.
Había perdido una peineta, de modo que se ató los rizos con una cinta anaranjada que encontró en el cajón. No hacía juego con el vestido, pero no lo notó.
Cuando llegaba al vestíbulo, se abrió la puerta principal y entraron Cain y Miss Dolly. Kit inmediatamente fue engullida en un abrazo con olor a menta.
– ¡Oh mi dulce, dulce querida! Este es el día más feliz de mi vida, sin duda lo es. Y pensar que tú y el Major estabais enamorados y yo sin sospechar nada.
Era la primera vez que oía a Miss Dolly llamar Major voluntariamente a Baron. La miró más detenidamente, dándole una excusa para evitar mirar a Cain.
– Ya he regañado al Major por haberme mantenido al margen, y también debería regañarte a tí, pero estoy demasiado contenta -la vieja dama se llevó las manos a su corpiño de volantes-. Sólo mírela Major, con su bonito vestido y la cinta en el pelo. Aunque podrías haber escogido otro color, Katharine Louise. Esa de satén rosa que tienes aunque tal vez no esté bien planchada. Y ahora, tengo que ir a pedirle a Patsy que prepare una tarta.
Con un beso rápido en la mejilla de Kit, se dirigió a la cocina. Cuándo el ruido de sus diminutos tacones en el suelo de madera se perdieron, Kit se obligó a mirar a su marido.
Podría haber estado mirando a un extraño. Su rostro estaba carente de expresión y sus ojos distantes. La pasión que habían compartido la noche anterior podría haber estado sólo en su imaginación.
Buscó algún rastro de ternura, algún reconocimiento de la importancia de lo que había ocurrido entre ellos. La recorrió un escalofrío cuando no encontró nada. Debería haber sabido que las cosas serían así con él. Había sido tonta al esperar algo más. Igualmente se sintió traicionada.
– ¿Por qué te llama Major Miss Dolly? -le hizo esa pregunta, ya que no se atrevía con las otras-. ¿Qué le has dicho?
Él dejó el sombrero en la mesa de vestíbulo.
– Le dije que nos habíamos casado. Y añadí que si continuaba creyendo que soy el General Lee, debería resignarse al hecho que tú estabas viviendo con un bígamo, pues el General está casado desde hace años.
– ¿Cómo reaccionó ella?
– Lo aceptó, sobre todo cuando le recordé que mi cartilla militar no era para avergonzarse.
– ¿Tu cartilla militar? ¿Cómo has podido asustarla así? -finalmente tenía un motivo para airear su dolor-. Si la has intimidado…
– No parecía asustada. Se puso bastante contenta al escuchar como serví valientemente a las órdenes del General Beauregard.
– Beauregard luchó por la Confederación.
– Compromiso, Kit. Quizá algún día aprenderás el valor de eso -él se dirigió a los escalones y luego se detuvo-. Me voy a Charleston dentro de una hora. Magnus se quedará aquí por si necesitas cualquier cosa.
– ¿A Charleston? ¿Te marchas hoy?
Sus ojos se burlaron de ella.
– ¿Acaso esperas una luna de miel?
– No, desde luego que no. ¿Pero no crees que va a parecer un poco extraño que te vayas solo un día después de… nuestra boda?
– ¿Desde cuándo te importa lo que piense la gente?
– No me importa. Sólo estaba pensando en Miss Dolly y su tarta -su ira se inflamó-. Vete a Charleston. Por lo que a mí respecta, puedes irte al infierno.
Ella pasó por delante de él y salió por la puerta de la calle. Tenía la esperanza que la siguiera. Quería pelear, entablar una rabiosa pelea para desfogar su tristeza. Pero la puerta permaneció cerrada.
Fue hacía el roble detrás de la casa y se apoyó contra una de las grandes ramas caídas. ¿Cómo iba a sobrevivir siendo su esposa?
Durante los siguientes días, permaneció lejos de la casa tanto como le fue posible. Al amanecer, se ponía los pantalones y montaba a Tentación recorriendo la plantación de lado a lado, evitando la zona del molino. Hablaba con las mujeres sobre sus jardines, con los hombres sobre la cosecha de algodón, y caminaba entre las largas filas de plantas hasta que el sol de la tarde la conducía a su refugio en los bosques o a la orilla del estanque.
Pero el estanque había dejado de ser su santuario. Le había estropeado eso también. Mientras se sentaba bajo los sauces, pensaba como le había quitado todo: su casa, su dinero, y finalmente su cuerpo. Sólo que eso se lo había dado libremente.
A veces los recuerdos la llenaban de rabia. Otras veces se sentía nerviosa e inquieta. Cuando esto ocurría, sacaba a Tentación y cabalgaba hasta acabar extenuada.
Un día seguía a otro. Kit nunca había sido una cobarde, pero no encontraba el coraje para afrontar a sus visitantes, de modo que los dejaba con Miss Dolly. Aunque sabía que los Cogdell nunca revelarían los detalles de su horrible boda, el resto era también bastante deprimente. Se había casado con el enemigo con una prisa que los tendría contando con los dedos los próximos meses. Igual de embarazoso era el hecho que su marido la había abandonado el día después de la boda, y lo peor es que no tenía la más mínima idea de cuándo regresaría.
Sólo una vez había aceptado recibir una visita, y fue el sábado por la tarde cuándo Lucy le anunció que el señor Parsell estaba abajo. Brandon sabía lo que pensaba de Cain, de modo que debía suponer que la había forzado a contraer matrimonio. Quizá había pensado en una forma de ayudarla.
Rápidamente se cambió los pantalones por un vestido que había llevado el día anterior y bajó deprisa al salón. Él se levantó del sofá para recibirla.
– Señora Cain -le hizo una ceremoniosa reverencia-. He venido a extenderte mis felicitaciones así como los mejores deseos de parte de mi madre y mis hermanas. Espero que el Major Cain y tú seáis muy felices.
Kit sintió una histérica burbuja de risa crecer en su interior. Él se comportaba como si no hubiera habido nada entre ellos, como si fueran unos amigos distantes.
– Gracias, señor Parsell -respondió, tratando de poner el mismo tono.
Sostenida por su orgullo, jugó impecablemente el papel para el cual la Academia Templeton la había entrenado. Durante los veinte minutos siguientes, habló de los rosales que crecían cerca de la entrada de la casa, la salud del presidente del Banco de Ciudadanos y Plantadores, y la posibilidad de comprar una nueva alfombra para la iglesia.
Él respondió a cada tema y ni una sola vez intentó referirse a alguno de los acontecimientos que habían compartido menos de una semana antes. Cuándo se despidió, exactamente veinte minutos después de su llegada, se preguntó por qué le había llevado tanto tiempo admitir que era un completo idiota.
Pasó la tarde acurrucada en un sillón en la sala de estar, con su viejo y gastado libro de los Ensayos de Emerson en el regazo. Enfrente tenía el escritorio de caoba donde Sophronia trabajaba con las cuentas de la casa. Cain esperaría que ahora ella asumiera el control, pero Sophronia no apreciaría su interferencia, y Kit no tenía ningún interés en contar manteles. Ella no quería llevar la casa. Ella quería llevar las tierras.
Cuando llegó la noche, Kit se hundió más profundamente en su desesperación. Él podría hacer lo que quisiera con su plantación, y no podría impedírselo. Aunque él se preocupaba más por el molino que por los campos. Tal vez decidiera cortar los campos para hacer un camino. Y además era un jugador. ¿Y si despilfarraba el dinero de su fideicomiso? ¿Y si decidía vender la tierra para conseguir dinero en efectivo?
El reloj del vestíbulo tocó la medianoche y sus pensamientos se volvieron aún más lúgubres. Cain era un nómada y ya había vivido allí tres años. ¿Cuánto tardaría en decidir vender Risen Glory y marcharse a otro lugar?
Trató de convencerse que Risen Glory estaba segura por ahora. Cain estaba preocupado por trabajar en el molino, de modo que no era probable que hiciera nada drástico de forma inmediata. Aunque estaba en contra de su naturaleza, debía tener paciencia.
Sí, Risen Glory estaba segura pero, ¿y ella? ¿Qué pasaba con el torrente de calor que hacía hervir su sangre cuando él la tocaba? ¿O la agitación interior que sentía siempre que lo miraba? ¿Se estaba repitiendo la historia? ¿La sangre Weston llamaba a la sangre Cain como había ocurrido ya una vez, en la unión que casi había destruido Risen Glory?
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