Los días estivales se hacían más largos, y la ira de Kit había dado paso a la confusión. Él no la había tocado desde aquella noche de domingo después de su regreso de Charleston. Entre tanto, ella le servía las comidas, preparaba su baño, y superficialmente al menos, interpretaba el papel de esposa respetuosa. Él la trataba con cortesía. Pero ya no la llevaba a su cama.
Caminaba pesadamente por los bosques, con sus pantalones y las botas embarradas, con su escopeta Spencer metida bajo un brazo, y un saco de arpillera conteniendo codornices o conejos bajo el otro. Aunque él quería que estuviera en casa cuando regresaba, no le preocupaba que tuviera un comportamiento apropiado para una mujer el resto del tiempo. Pero ni tan siquiera en los bosques, se sentía contenta. Estaba demasiado nerviosa, demasiado confusa.
Llegó una carta de Elsbeth:
Mi querida, queridísima Kit.
Cuándo recibí tu carta contándome tu matrimonio con Major Cain, grité tanto, que realmente asusté a mi pobre Mama de que me hubiera hecho daño.
¡Eres una pícara! ¡Y pensar como te quejabas de él! Sin duda es la histoire d'amour más romántica que jamás he oído. Y una solución tan perfecta para todos tus problemas. Has conseguido a la vez Risen Glory y un marido amoroso.
Tienes que contarme si su proposición fue tan romántica como me imagino. En mi mente, te veo con un maravilloso vestido (el mismo que llevaste en la fiesta de graduación) y con Major Cain arrodillado delante de tí, con las manos en el pecho de manera suplicante, justo como lo ensayábamos nosotras. ¡Oh mi querida Kit (mi querida Señora Cain!), cuéntame pronto si mi imaginación hace justicia al acontecimiento.
Espero que estés encantada con mis noticias, aunque sospecho que no serán una sorpresa. ¡En octubre seré una novia como tú! Ya te he contado en mis otras cartas que últimamente paso mucho tiempo con el amigo de mi hermano, Edward Matthews. Es un poco más mayor que yo y hasta hace poco sólo me veía como a una niña. ¡Pero te aseguro que ya no lo hace!
Mi queridísima Kit, odio que estemos separadas. Como detesto que no podamos reunirnos y hablar con libertad de los hombres que amamos, tu Baron y mi querido Edward. Ahora que eres una mujer casada, podría preguntarte cosas que no me atrevo a preguntar ni a mi propia y querida Mama.
¿Realmente es la Vergüenza de Eva tan horrible como nos dijo la señora Templeton? Estoy empezando a sospechar que no es cierto, pues no puedo imaginarme nada repulsivo entre mi querido Edward y yo. Oh querida, no debería estar escribiendo esto, ni incluso a tí, pero estoy pensando mucho en ello últimamente. Lo dejaré ahora para no ser más indiscreta. ¡Cuánto te echo de menos!
Ta chère, chère amie.
Elsbeth
Durante una semana, la carta de Elsbeth miró a Kit acusadoramente desde su tocador. Se sentó para contestarla una docena de veces, sólo para volver a dejar la pluma. Finalmente no pudo aplazarlo más. El resultado, evidentemente no la satisfaría, pero era lo mejor que podía hacer.
Querida Elsbeth. Tu carta me ha hecho sonreír. Estoy muy feliz por tí. Tu Edward parece perfecto, el marido adecuado para tí. Sé que serás la novia más hermosa de Nueva York. Ojalá pudiera verte.
Estoy asombrada por lo cerca que tu imaginación está de la verdad en la proposición de matrimonio de Baron. Fue como has imaginado, hasta en lo del vestido de la graduación.
Perdóname por la carta tan corta, pero tengo todavía cientos de cosas que hacer esta tarde.
Todo mi amor
Kit
P.D: No te preocupes por la Vergüenza de Eva. La señora Templeton nos mintió.
Fue a finales agosto cuando Kit pudo acercarse a visitar el molino, y sólo porque sabía que Cain no estaría allí. Era tiempo de cosecha y él estaba en los campos con Magnus desde el alba hasta el anochecer, dejando a Jim Childs a cargo del molino.
Aunque Kit no había ido al molino desde la horrible noche que trató de destruirlo, siempre lo había tenido en mente. El molino la amenazaba. Ella no podía imaginar que Cain se contentara con dejarlo de ese tamaño, y cualquier expansión sería en detrimento de la plantación. Al mismo tiempo la fascinaba. Ella era una sureña nacida con el algodón. ¿Podrían las máquinas instaladas en el molino realizar el milagro con el algodón como una Cotton Gin? ¿O en cambio, sería una maldición?
Como todos los niños del Sur, conocía la historia del algodón mejor que la palma de su mano. La historia no entendía de credos o colores. Lo aprendían igual los ricos y los pobres, los hombres libres y los esclavos. Cómo el Sur fue salvado en sólo diez días. Mientras cabalgaba hacía el molino, lo recordó…
Fue a finales del siglo dieciocho, y las semillas del diablo estaban matando al Sur. Oh, se podría hablar sin parar sobre el valor del algodón de Sea Island, fibras sedosas y semillas suaves que se desgranaban tan fácilmente como el fruto de una cereza madura. Pero si no tenías el suelo arenoso de la costa, podías olvidar también plantar ese algodón de Sea Island, porque no crecería en cualquier otro lugar.
Plantaban tabaco, pero chupaba la fertilidad del suelo en pocos años, dejando la tierra yerma para otros cultivos.
¿Arroz? ¿Índigo? ¿Maíz? Eran buenas cosechas, pero no harían a un hombre rico. No harían a un país rico. Y eso era lo que el Sur necesitaba. Una cosecha de dinero. Una cosecha que hiciera a todo el mundo llamar a su puerta.
Fueron las semillas del diablo. El Sur cultivó la semilla verde del algodón por todas partes. Indiscriminadamente. No sólo en suelo arenoso con brisa marina. La semilla verde de algodón creció como un hierbajo. La pena fue, sobre todo, que esas semillas del diablo se adherían como erizos a las fibras en el momento de desgranarlas, como si las hubiera puesto el mismísimo diablo para reírse de los tontos hombres que trataban de separarlas.
Un hombre tenía que trabajar diez horas para separar de kilo y medio de semillas, unos quinientos gramos de fibra de algodón. Mil quinientos gramos de semillas para conseguir menos de quinientos gramos de fibra. Diez horas de trabajo. El diablo tenía que estar riéndose a mandíbula suelta de todos ellos.
¿De dónde iba a venir esa rica cosecha? ¿Dónde estaba esa cosecha que salvaría al Sur?
Dejaron de comprar esclavos y prometieron la libertad a los que tenían. Demasiadas bocas que alimentar. Ninguna rica cosecha. Las semillas del diablo.
Y entonces llegó un maestro de escuela a Savannah. Un muchacho de Massachusetts con una mente que funcionaba de forma distinta a la de los otros hombres. Soñaba con máquinas. Le hablaron de las semillas del diablo y aquellas fibras cortas, duras. Fue al cobertizo de limpieza y miró como trataban de arrancar con fuerza las semillas.
Kilo y medio de semilla para quinientos gramos de fibra de algodón. Diez horas.
El maestro de escuela se puso a trabajar. Le llevó diez días. Diez días que salvaron al Sur. Cuando terminó, había fabricado una caja de madera con algunos rodillos y ganchos de hierro. Tenía un plato metálico con ranuras, y una manivela en el lado que giraba de forma mágica. Los dientes enganchaban el algodón y lo sacaban por los rodillos, las semillas del diablo quedaban en la caja. Un hombre. Un día. Cinco kilos de fibra de algodón.
Se hizo el milagro. Una cosecha rica. El Sur era la Reina y el Rey Algodón estaba en el trono. Los plantadores compraron más esclavos. Ahora todos estaban ávidos. Cientos de miles de acres de tierra debían ser plantados con algodón de semilla verde, y necesitaban espaldas fuertes para eso. Se olvidaron las promesas de libertad. Eli Whitney, el maestro de escuela de Massachusetts, les había dado la máquina para desgranar el algodón, la Cotton Gin. Se hizo el milagro.
El milagro y la maldición.
Cuando Kit ataba a Tentación al riel y caminaba hacia el edificio de ladrillo, pensaba cómo la Cotton Gin había salvado al Sur, pero también lo había condenado. Sin esa desgranadora, la esclavitud habría desaparecido porque no hubiera sido rentable y no habría habido una guerra. ¿Tendría la Cotton Gin instalada en el molino el mismo efecto desastroso?
Cain no era el único que pensaba que era fundamental para el Sur tener sus propios molinos textiles en lugar de enviar el algodón en bruto al nordeste de Inglaterra. Y le seguirían más hombres. Entonces el Sur controlaría el algodón desde el principio hasta el final… lo cultivaría, lo desgranaría y finalmente lo tejería. Los molinos textiles podrían devolver la prosperidad que la guerra se había llevado. Pero como la desgranadora, los molinos también traerían cambios, sobre todo a plantaciones como Risen Glory.
Jim Childs le mostró el molino, y si tenía curiosidad por qué la esposa de su patrón aparecía de repente después de dos meses, no mostró ninguna señal. Por lo que Kit sabía, Caín no le había dicho a nadie que ella fue la que había tratado de incendiarlo. Sólo Magnus y Sophronia parecían haber adivinado la verdad. Cuando Kit se marchó, comprendió que una parte de ella estaba ansiosa por ver las enormes máquinas trabajar cuando el molino se abriera finalmente en octubre.
De camino a casa, vio a Cain de pie al lado de un carro lleno de algodón. No llevaba camisa, y su pecho brillaba con el sudor. Mientras le miraba, él agarró un saco de arpillera lleno de los hombros de uno de los trabajadores y lo vació en el carro. Entonces se quitó el sombrero y se pasó el antebrazo por la frente.
Los tensos tendones, nervudos, se ondulaban a través de su piel como el viento sobre el agua. Siempre había sido delgado y de músculos duros, pero el trabajo intenso en la plantación había definido cada músculo y tendón. Kit reconoció un agudo y repentino debilitamiento en sus entrañas, como si estuviera viendo esa fuerza desnuda apretada sobre ella. Sacudió la cabeza para librarse de la imagen.
Después de volver a Risen Glory, tuvo el capricho de cocinar, a pesar que el calor durante estos últimos días de agosto era opresivo y la cocina era como un horno. Hacía el final del día, había cocinado un guiso de tortuga, rollos de maíz y un pastel de jalea, pero no había podido sacudirse todavía su inquietud.
Decidió montar hasta el estanque y darse un baño antes de la cena. Cuando atravesaba el patio montada en Tentación, recordó que Cain estaría trabajando en un campo que tenía que cruzar para ir allí. Él sabría exactamente dónde se dirigía. En lugar de molestarla, el pensamiento la excitó. Dio un toque con sus talones en los flancos de Tentación y salió.
Cain la vio pasar. Levantó la mano en un pequeño y burlón saludo. Pero no se acercó al estanque. Ella nadó en las frías aguas, desnuda y sola.
Se despertó a la mañana siguiente con su ciclo menstrual. Por la tarde, su alivio por no estar embarazada había quedado desplazado por el tremendo dolor. Rara vez la molestaba su menstruación y nunca sentía tanto dolor.
Al principio trató de aligerar el dolor andando, pero poco después, lo dejó, y quitándose el vestido y las enaguas se metió en la cama. Sophronia le dio una medicina y Miss Dolly le leyó El secreto de la vida cristiana feliz, pero el dolor no disminuyó. Finalmente les pidió que salieran de la habitación para poder sufrir en paz.
Pero no la dejaron sola mucho tiempo. Cerca de la hora de la cena, la puerta se abrió y Cain entró vestido todavía con la ropa de trabajo.
– ¿Qué te ocurre? Miss Dolly me dijo que estabas enferma pero cuándo le pregunté que te pasaba, comenzó a balbucear y salió corriendo como un conejo de la habitación.
Kit estaba tumbada de lado, abrazándose las rodillas con el pecho.
– Vete.
– No hasta que no me digas que te pasa.
– No es nada -se quejó ella-. Estaré bien mañana. Y ahora vete.
– Maldita sea, me lo vas a decir. La casa está tan silenciosa como el salón de un velatorio, mi esposa encerrada en su dormitorio y nadie me dice nada.
– Es mi ciclo menstrual -murmuró Kit, demasiado enferma para sentirse cohibida-. Nunca me había dolido tanto.
Cain se giró y abandonó la habitación.
¡Bruto insensible!
Se agarró la tripa, y gimió.
Menos de media hora más tarde, se sorprendió al sentir que alguien se sentaba a su lado en la cama.
– Bébete esto. Hará que te sientas mejor -Cain la incorporó por los hombros y llevó la taza a sus labios.
Ella tragó y después jadeó.
– ¿Qué es esto?
– Té tibio con una fuerte dosis de ron. Te quitará el dolor.
Sabía asqueroso, pero era más fácil beberlo que montar un alboroto. Cuando suavemente la puso de nuevo en la cama, su cabeza empezó a flotar agradablemente. Ella era débilmente consciente del olor a jabón y comprendió que él se había bañado antes de volver junto a ella. El gesto la emocionó.
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