– Señoras -dijo Reid al entrar en la habitación-. tenemos compañía. -Gloria guiñó un ojo a Lori-. Mi hermano. Dos por el precio de uno, naturalmente, tiene pareja.
Lori quiso decir algo, pero no pudo. Con un par de frases la había dejado sin poder articular palabra. Era humillante.
Otro hombre entró en la habitación. Su parecido con Reid le permitió adivinar el parentesco. Lo acompañaba una mujer atractiva con una melena larga y castaña y los ojos azules.
– Habéis venido… -los saludó Gloria-. Walker, Elissa, me alegro de veros. Os presento a Lori, una de mis enfermeras. Lori, mi nieto y su novia. ¿Has traído a tu adorable hija, Elissa? Perdóname, pero no me acuerdo de su nombre.
– Zoe -respondió Elissa con expresión de perplejidad-. Está en el colegio.
– Mala suerte. A lo mejor puede venir la próxima vez. Los niños aportan mucha energía positiva a una habitación.
Lori vio la expresión de asombro infinito de todos y comprendió que tenía que irse. Gloria estaba poniendo en práctica sus propósitos. Tardaría algún tiempo en convencer a su familia de que el cambio era sincero, pero confió en que lo conseguiría.
– No le has dado un porrazo en la cabeza, ¿verdad? -preguntó Reid mientras salía con ella-. He revisado la medicación para cerciorarme de que no estabas drogándola.
Lori intentó pasar por alto su proximidad y la calidez de su aliento.
– ¿Por qué no aceptas sencillamente que ha querido cambiar?
– Deberías haber venido antes -dijo él-. La vida habría sido mucho mejor. La última vez que Gloria vio a Elissa, la amenazó con expulsarla y hacer que la detuvieran. Sólo porque se había atrevido a salir con Walker.
– Ya no es así.
Cuando entraron en la cocina, Lori se puso detrás de la mesa con la intención de que una barrera física la ayudara a conservar el dominio de sí misma, pero Reid le tomó la mano.
– Es por ti. Tú eres el motivo del cambio.
Era difícil pensar con sus dedos en contacto con los de él.
– Ella tomó la decisión. Yo sólo le hice ver que ser amable podría beneficiarla.
– ¿Por qué no quieres aceptar tu mérito?
– No hay tal.
Ella se zafó de su mano y retrocedió un paso. No quería seguir allí con él mirándola como si le importara. Como si ella fuera alguien especial en su vida. ¿Cómo iba a creérselo?
¿Por qué tenía que ser Reid? ¿Por qué no sentía una atracción física tan fuerte por otro hombre? Alguien que no estuviera tan lejos de su alcance. Le daba igual no conseguir a Reid, lo que no soportaba era dar pena; que si alguna vez él se daba cuenta de lo cautivada que estaba, sintiera compasión de ella.
Walker apareció al cabo de unos minutos a buscar café.
– Si no lo hubiera visto, no me lo habría creído -dijo a Reid.
Lori se dedicó a preparar una bandeja.
– Es una persona completamente distinta -siguió Walker-. Cariñosa, simpática… Me dijo que estaba haciendo muy bien mi trabajo y creí que era una broma.
– Te acostumbrarás -Reid sonrió.
– Espero que dure.
– Yo también, pero si quieres una respuesta con garantías, habla con la artífice.
Lori levantó la mirada y se encontró a los dos hombres con los ojos clavados en ella.
– No soy la artífice de nada -se encogió de hombros-. Gloria se sentía sola y tenía pena de sí misma. Yo le hice ver que la gente la evitaba porque era muy complicado soportarla. Le propuse que intentara ser más amable.
– ¿Nada más? -preguntó Walker-. ¿No hizo falta torturarla?
– Lo ha pasado muy mal -Lori sonrió-. El ataque al corazón, la recuperación de la cadera… Sufre y está vulnerable. Creo que esas dos cosas la han empujado a hacer algo distinto. Espero que los cambios sean definitivos, pero no puedo garantizarlo.
– En cualquier caso, es un milagro -afirmó Walker-. Te debemos una buena juerga.
Reid se acercó a ella y, antes de que se diera cuenta, le pasó un brazo por los hombros.
– Yo la vi primero. No lo olvides.
– Nunca crecerás, ¿verdad? -Walker sacudió la cabeza.
– No, si puedo evitarlo.
Dio un apretón a los hombros de Lori y la soltó. Walker y él volvieron a la habitación de Gloria con la bandeja y un plato con galletas. Se quedó sola en la cocina.
Capítulo8
Dani pidió su café y se apartó del mostrador para esperar a que la llamaran. Miró alrededor y se puso un poco tensa al ver a Gary. Estaba inclinado, con un bolígrafo rojo en la mano, sobre lo que parecía un montón de exámenes.
Dani se dio la vuelta e hizo un gesto con la mano al oír su nombre. Recogió el café y vaciló. Lo había pasado bien hablando con Gary hacía un par de semanas, pero no sabía si le apetecía saludarlo. A ella no le interesaba una relación sentimental con un hombre y, según su escasa experiencia, a los hombres no les interesaba ser amigos. Antes de que pudiera escabullirse, oyó que la llamaba. Se dio la vuelta y sonrió.
– Hola, Gary.
– Hola -él se cambió al asiento vacío que había al otro lado de la diminuta mesa-. ¿Tienes un momento?
Ella no dudó en asentir con la cabeza. Gary tenía algo especial, se dijo ella mientras se sentaba.
– Tienes mucho trabajo -dijo señalando los papeles-. ¿Son buenos?
– Algunos. Tenían que comparar tres religiones, pasadas y presentes, y encontrar similitudes y diferencias. Hay algunas páginas web que dan listas muy aceptables. Algunos de los alumnos las copiaron. No les va a gustar la nota.
– Me lo imagino. Acudir a Internet es más fácil que acudir a la biblioteca.
– Efectivamente. No me parece mal acudir a Internet para investigar, pero espero que asimilen lo que han aprendido y lo expresen con sus palabras.
– Parece razonable…
– A ellos no se lo parecerá -Gary sonrió-. ¿Qué tal tu búsqueda de trabajo?
– No tan bien como me habría gustado -Dani se encogió de hombros-. Rechacé un empleo muy tentador. Era un restaurante muy conocido y muy bueno. La comida era exquisita y el sueldo magnífico. En teoría, tenía todo lo que quería.
– Pero…
– Pero tuve una sensación curiosa. No me gustó el dueño. Ni siquiera puedo explicar por qué concretamente. Estaba un poco pagado de sí mismo, pero eso es muy normal en ese sector. Tenía algo, algo…
– ¿Sombrío? ¿Peligroso? ¿Amenazante?
– Gracias por la ayuda -contestó ella con una sonrisa-. En realidad era… frío. Los empleados parecían temerlo, pero no de una forma respetuosa. Era más bien como si creyeran que iba a fusilarlos al amanecer. Además, la cocina era demasiado silenciosa.
– ¿Como puede ser silenciosa una cocina? -preguntó Gary con el ceño fruncido.
– ¿Has trabajado en un restaurante?
– No.
– Son sitios disparatados; sobre todo, las cocinas. Es difícil trabajar con tanta presión. La gente que trabaja en la cocina es ruidosa y dada a los insultos, sobre todo si tiene talento. Sin embargo, ésa no era así y no me sentí a gusto. Rechacé el empleo y todavía no puedo creérmelo.
– A mí me parece que hiciste caso a tu intuición. Es importante encontrar el trabajo idóneo. Ayuda a definirte como persona. ¿Por qué ibas a querer pasar casi todo el tiempo en un sitio donde no estabas a gusto?
– Dicho de esa forma, me siento en sintonía con el universo -Dani lo miró fijamente.
– Lo estás. Dani, has hecho bien. No estás desesperada, no te conformes.
Él tenía una mirada firme y una expresión amable. Ella asintió lentamente con la cabeza.
– Tienes razón. Buscaré hasta dar con el trabajo idóneo. Quizá entonces no lamente los años que he desperdiciado.
– Eres demasiado joven para lamentaciones -replicó él con las cejas arqueadas.
– Te sorprenderías -Dani dio un sorbo de café-. Mi familia tiene restaurantes. Toda mi vida quise entrar en el negocio. Mis padres murieron cuando era pequeña y mi abuela me crió con mis tres hermanos. Mi relación con Gloria siempre tuvo algo tortuoso. Es mi abuela, pero era como si le cayera mal -se calló un instante-. Creo que debería dejar de hablar…
– Por mí no lo hagas -le tranquilizó él-. Escucho muy bien.
– Es verdad… -ella frunció el ceño levemente-. ¿Cómo lo haces?
Por un instante, habría jurado que él se sintió incómodo, pero luego, sonrió.
– Es un don. Sigue. Gloria era un bicho.
– Peor -ella sonrió-. Hice unos masters y volví a casa para trabajar en la empresa familiar. Tiene cuatro restaurantes. Dos de comida elaborada, un bar dedicado a los deportes y un sitio que se llama Burger Heaven. Me puso a trabajar allí y me pareció bien. Yo misma estaba deseando ponerme a prueba. Pero el tiempo fue pasando y yo no conseguía que me dijera nada de cambiarme a los otros restaurantes. Nada de lo que hacía la satisfacía -sacudió la cabeza-. Al final, me despedí.
– Hay algo más, Dani -él la miró con detenimiento-, pero si no te apetece hablar de ello, lo entiendo.
Ella le creyó. A él no le importaría que se marchara. Aun así, le apetecía contarle toda la historia, contársela a alguien que no fuera de la familia.
– Gloria y yo tuvimos una discusión terrible. Le exigí que me dijera por qué me tenía marginada. Me dijo que yo no era una verdadera Buchanan. Mi madre tuvo una aventura y yo fui el fruto. Nunca dejaría que trabajara en otro sitio que no fuera el Burger Heaven. Me dijo que yo no lo valía. Me despedí.
– Parece una mujer muy amargada.
– ¿Estás de su lado? -Dani parpadeó.
– No. Digo que si te crió y luego se negó a valorar tus posibilidades por algo que no es culpa tuya, es que su vida está llena de normas. Eso, normalmente, hace que la gente no sea feliz.
– No lo había pensado. Sinceramente, aunque te parezca una persona despreciable, no me importa que sea infeliz. Ha sido malvada conmigo durante mucho tiempo.
– Bueno, te despediste y ahora buscas algo que te guste.
– Sí, no me importa cuánto tarde.
– ¿Y tu padre? ¿También estás buscándolo?
– No -Dani dio un sorbo de café-. Me da miedo. Supongo que no sabía nada de mi existencia, pero ¿y si lo sabía y se desentendió?
No quería más rechazos por el momento.
– ¿Es motivo suficiente para no buscarlo? -preguntó Gary.
– Hasta ahora ha dado resultado.
– Es tu familia. ¿Hay algo más importante?
Ella pensó que era una buena pregunta.
– ¿Qué me dices de la tuya?
– Tengo dos hermanas casadas. Entre las dos tienen siete hijos -sonrió-. Me encanta ser tío.
– ¿No tienes hijos?
Se puso serio, pero en seguida se relajó.
– No me he casado.
Ella pensó que debía tener treinta y muchos años. Aunque no todo el mundo se casaba, era raro que Gary no lo hubiera hecho. Era estupendo. Era amable, sensible y se podía hablar cómodamente con él. El tipo de hombre que… ¡Claro! Era homosexual.
Lo miró con atención. Tenía todos los rasgos. Un trabajo normal, un aspecto impecable, interés en la conversación sobre asuntos reales, ausencia de chispa sexual…
El alivio dio paso a la satisfacción. Si era homosexual, podrían ser amigos.
– Habría cocinado… -dijo Madeline mientras Lori preparaba unos fideos con carne.
– Ya está -replicó Lori-. Tú has cocinado toda la semana.
– Cociné dos días, otros dos trajimos comida de fuera y el que queda comimos restos. No estoy abrumada por el trabajo.
– Tienes que descansar.
– Y tú tienes que intentar recuperar la respiración.
Lori metió la fuente con pasta en el homo.
– Respiro perfectamente.
– Pareces aterrada, como si fueran a bombardearnos en cualquier momento
– No sé de qué estás hablando -contestó Lori con una sonrisa forzada.
Era una mentira como una casa. Madeline sería muchas cosas, pero no era tonta. Era perfecta en todos los sentidos. Era como el resto del mundo querría ser. Lori ya lo había asimilado y sólo se permitía una ambivalencia mínima. Madeline no podía evitar ser guapa, lista y encantadora. De modo que cuando se dio cuenta de que no sabía cómo dominar sus sentimientos hacia Reid, decidió hacer lo único que se le ocurría hacer en esas situaciones: presentarle a su hermana. Él había estado insistiendo durante un tiempo y, al final, ella cedió. Lo había invitado a cenar y él había aceptado. Sabía perfectamente lo que pasaría en cuanto cruzara la puerta. Pasaría lo que había pasado siempre que había llevado a un chico, aunque no habían sido muchos. Miraría a Madeline y se quedaría prendado al instante. Después de la tercera vez, ella había dejado de llevar chicos a casa. Hasta ese momento.
Sería como quitarse un vendaje, se dijo a sí misma. Dolería un instante, pero se pasaría muy pronto. Vería que Reid caía rendido ante los encantos de su hermana y podría aniquilar sus sentimientos hacia él.
– No va a pasar -le advirtió Madeline.
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