– Creo que existe la clara posibilidad de que ya no tengamos edad para esto -dijo él en un susurro-, pero la verdad es que me encanta.
Le agradaba la ternura del momento, la promesa que contenía para más tarde.
La acompañó hasta el ascensor y sintió deseos de volver a besarla, pero se lo pensó mejor. No quería atraer la atención del empleado de recepción.
– Te veré por la mañana -le musitó.
Sarah hizo un gesto de asentimiento y William se inclinó hacia ella. Sarah levantó la mirada para encontrarse con la suya, sin saber qué le diría él a continuación. Al escuchar sus palabras, el corazón pareció detenérsele en el pecho. Apenas si fueron algo más que un leve susurro, y las pronunció demasiado pronto. Pero él no pudo hacer nada para evitarlas.
– Te amo, Sarah.
Hubiera querido decirle que ella también le amaba, pero ella se había retirado, y las puertas del ascensor se cerraron entre ellos dos.
7
Al día siguiente, tal y como habían planeado, fueron a la abadía de Westminster, y los padres de Sarah adivinaron que algo sucedía entre su hija y William. Sarah parecía comportarse de modo mucho más dócil, y William la miraba de otra manera, un tanto más posesiva. Mientras caminaban, alejándose de ellos, Victoria Thompson le susurró a su esposo:
– ¿Crees que ocurre algo malo? Sarah parece hoy algo alterada – dijo con un tono de preocupación.
– No tengo ni la menor idea -contestó Edward fríamente.
William regresó a su lado, para indicarles algunos detalles arquitectónicos. Tal y como había hecho durante su visita a la Torre, les ofreció toda clase de historias privadas y detalles interesantes sobre los diversos monarcas. Se refirió a la coronación que había tenido lugar el año anterior e hizo un par de comentarios benevolentes sobre su primo Bertie. Bertie, a pesar de todas sus protestas, se había convertido ahora en el rey. Como quiera que nunca se había preparado para desempeñar ese papel, se sintió horrorizado cuando su hermano David abdicó como rey Eduardo.
Más tarde, caminaron entre las tumbas y la madre de Sarah volvió a pensar que su hija parecía sentirse inusualmente serena. Los Thompson se quedaron un poco rezagados y dejaron a los dos jóvenes a solas. Al alejarse, vieron que Sarah y William se hallaban enfrascados en lo que les pareció una conversación seria.
– Te sientes inquieta, ¿verdad? -preguntó William, con aspecto preocupado, tomándole las manos entre las suyas-. No debería haber dicho nada anoche, ¿verdad? -Pero nunca se había sentido como ahora, con nadie; nunca había experimentado un sentimiento tan fuerte y, desde luego, tan fulgurante. Ahora se sentía como un muchacho, perdidamente enamorado de ella, y no podía evitar las palabras-. Lo siento, Sarah…, pero lo cierto es que te amo. Sé que puede parecerte una locura, y quizá pensarás que he perdido la cabeza. Pero es cierto. Amo todo lo que tú eres, piensas y deseas. -La miró entonces, con una verdadera expresión de preocupación, antes de añadir-: Y no quiero perderte.
Ella volvió hacia él unos ojos angustiados, y por la forma en que le miró dejó ver que también le amaba, pero también daba a entender que no deseaba que eso sucediera.
– ¿Cómo puedes decir eso? Me refiero a lo de perderme… En realidad, nunca podrás tenerme. Recuerda que soy una mujer divorciada, y que tú ocupas un puesto en la línea de sucesión al trono. Todo lo que sacaremos de nuestra relación es una buena amistad, o una aventura casual.
Por un momento, él se balanceó sobre los talones, sin dejar de mirarla y, al hacerlo, apareció en su rostro el atisbo de una sonrisa.
– Mi querida jovencita, si a esto le llamas tú casual, me gustaría que me explicaras qué consideras como serio. Nunca he sido más serio con nadie en toda mi vida, a pesar de que sólo acabamos de conocernos. Y esto, querida, no se corresponde con lo que pudiera considerar como una «aventura».
– Está bien, está bien -dijo ella sonriendo a su pesar, con un aspecto más hermoso que nunca-. Ya sabes lo que quiero decir. Esto no puede conducir a ninguna parte. ¿Por qué nos torturamos de este modo? Deberíamos limitarnos a ser buenos amigos. Yo me marcharé pronto, y tú tienes tu vida aquí.
– ¿Y tú? ¿A qué clase de vida vas a regresar tú? -Parecía sentirse muy enojado ante lo que ella había dicho -. ¿A esa granja miserable donde vivirás tu vida como una anciana? ¡No seas absurda!
– ¡William, soy una mujer divorciada! O lo seré pronto. Eres un tonto por haber llevado esto tan lejos -exclamó con evidente angustia.
– Quiero que sepas que no me importa nada lo de tu divorcio -replicó él con vehemencia-. Eso no significa absolutamente nada para mí, como tampoco lo significa la condenada línea de sucesión que tanto parece preocuparte. Porque todas tus preocupaciones se reducen a eso, ¿verdad? Has vuelto a dejarte confundir por esa que se casó con David.
Se refería, claro está, a la duquesa de Windsor, y ambos lo sabían. Y, además, tenía toda la razón. Sarah se había dejado confundir nuevamente por ella, pero era extremadamente obstinada en sus opiniones.
– Eso es algo que tiene que ver con la tradición y la responsabilidad. No puedes echarlo a rodar. No puedes ignorarlo o fingir que no existe. Y yo tampoco puedo. Es como conducir por una carretera cuesta abajo a toda velocidad y fingir que no hay ningún muro al final del camino. Está ahí, William, tanto si lo quieres ver como si no. Y tarde o temprano nos va a hacer mucho daño si no nos detenemos a tiempo, antes de que sea demasiado tarde.
No deseaba hacerle daño a nadie, ni a él, ni a sí misma. No quería dejarse arrastrar y enamorarse de él sin remisión. Eso no les conduciría a ninguna parte, por mucho que creyera amarlo, o que él la amara.
– Entonces, ¿qué sugieres que hagamos? -protestó William de mal humor sin gustarle nada lo que ella había dicho-. ¿Insinúas que debemos detenernos ahora? ¿Que no volvamos a vernos nunca más? Dios santo, no estoy dispuesto a hacer eso, a menos que me mires directamente a los ojos y me asegures que no sientes lo mismo que yo, que no te has enamorado de mí.
La tomó de las manos y la miró a los ojos, hasta que ella no pudo resistir su mirada.
– No puedo decirte eso -concedió Sarah en un susurro y luego volvió a mirarle-. Pero quizá sólo debiéramos ser buenos amigos. Eso es lo único que puede dar de sí nuestra relación. Prefiero tenerte como amigo para siempre, antes que perderte. Pero si insistimos en seguir adelante, en precipitarnos cuesta abajo de una forma tan peligrosa y estúpida, estoy convencida de que tarde o temprano todo aquello que conoces y amas se volverá en contra tuya, y también contra mí. Y entonces llegará el desastre.
– Ya veo la fe que tienes en mi familia. Mi madre es medio francesa, ¿sabes?, y el tema de la sucesión al trono siempre le ha parecido algo accesorio. Ocupar el decimocuarto puesto en la línea de sucesión al trono es una bicoca, querida. Podría renunciar ahora mismo y jamás lo echaría de menos. Creo que a cualquiera le sucedería lo mismo.
– Yo nunca permitiría que lo hicieras.
– Oh, por favor… Por el amor de Dios, Sarah, ya soy adulto, y debes creer que sé lo que me hago. Ahora mismo, tus preocupaciones son prematuras y absurdas.
Trató de tomárselo a la ligera, pero en el fondo ambos sabían que ella tenía razón. William habría renunciado a sus derechos de sucesión en un instante de haber creído que ella se casaría con él, pero temía preguntárselo. Había demasiadas cosas en juego como para arriesgarlas con tanta alegría. Nunca le había pedido a ninguna mujer que se casara con él, y ahora ya sabía lo mucho que amaba a Sarah.
– Buen Dios, todo esto resulta bastante extraño -comentó, bromeando, mientras regresaban al interior de la abadía en busca de sus padres-. La mitad de las mujeres de Inglaterra sería capaz de matar con tal de convertirse en duquesas, y tú ni siquiera deseas hablar conmigo por temor a que sea una especie de enfermedad contagiosa. -Se echó a reír, pensando en lo dócil que había sido siempre, y en lo reacia y amable que se mostraba Sarah-. Te amo, y lo sabes. Realmente, te amo, Sarah Thompson.
Y entonces la atrajo con firmeza hacia su pecho, para que lo viera todo el mundo, y la besó en medio del esplendor de la abadía de Westminster.
– William… -empezó a protestar ella.
Pero pronto se abandonó a él, abrumada por su poder y su magnetismo, y cuando finalmente la apartó, ella le miró a la cara y, por un instante, olvidó todas sus reservas.
– Yo también te amo, pero sigo pensando que los dos estamos locos.
– Lo estamos -asintió él sonriendo con una expresión de felicidad. Le pasó un brazo por los hombros y la llevó de regreso hacia la entrada principal de la abadía, en busca de sus padres-. Pero quizá se trate de una locura de la que no podamos recuperarnos nunca -le susurró en voz baja, ante lo que Sarah no dijo nada.
– ¿Dónde habéis estado? -preguntó Edward Thompson, fingiendo una preocupación que, en realidad, no sentía.
A juzgar por la expresión que detectó en las miradas de ambos, se dio cuenta de que se hallaban más cerca que nunca el uno del otro, y que todo andaba muy bien.
– Estuvimos hablando, paseando… Su hija le aturde a uno con suma facilidad.
– Más tarde hablaré con ella -dijo Edward sonriéndoles a ambos.
Luego, los dos hombres caminaron un rato, hablando del banco de Edward y de cómo se contemplaba en Estados Unidos la posibilidad de una guerra. William le habló del reciente viaje que había hecho a Munich.
Almorzaron en Old Cheshire Cheese, en el Wine Office Court, y tomaron empanada de pichón. Después, William tuvo que dejarlos.
– Les prometí a mis abogados que pasaría una tarde con ellos, lo que constituye una desagradable necesidad de vez en cuando -se disculpó por abandonarlos. Luego, le preguntó a Sarah si podían salir a cenar y a bailar, como la noche anterior. Al ver que vacilaba, él se mostró desconsolado-. Sólo como amigos, una vez más -mintió y ella se echó a reír.
Ya le conocía lo bastante como para saber lo que había detrás de sus palabras.
– Eres imposible.
– Quizá. Pero la verdad es que necesitas practicar un poco más el tango. -Ambos se echaron a reír, al recordar las numerosas veces que ella había pisado en falso entre sus brazos-. Nos ocuparemos de eso esta noche, ¿te parece?
– Está bien -asintió de mala gana, preguntándose cómo iba a poder resistirse.
"Joyas" отзывы
Отзывы читателей о книге "Joyas". Читайте комментарии и мнения людей о произведении.
Понравилась книга? Поделитесь впечатлениями - оставьте Ваш отзыв и расскажите о книге "Joyas" друзьям в соцсетях.