– No estaba hablando contigo -le dijo Casey.

Jesse sonrió.

– Tiene razón, Jackson -dijo-. Bella, ¿cómo lo he hecho?

– Estuviste maravilloso -respondió ella. Era consciente de que todo el mundo los estaba observando.

– Eso es lo que me gusta escuchar. Ahora, necesito mi premio.

– Hoy no hay trofeos, ¿es que no te acuerdas? -respondió Bella, riendo.

– ¿Y quién está hablando de un trofeo? -preguntó Jesse. La hizo levantarse de su asiento y la tomó entre sus brazos-. Esta es la única recompensa que me interesa.

La besó larga y profundamente, con un gesto tan romántico que todos los presentes comenzaron a lanzar vítores de aprobación.

Vagamente, Bella escuchó los aplausos y los clics de las cámaras. No le importó. ¿Cómo le iba a importar cuando los brazos de Jesse la rodeaban mientras la besaba? Sintió que la electricidad le recorría todo el cuerpo.

Había ido a buscarla. La había besado delante de todo el mundo. Por primera vez en su vida, Bella se sintió como una princesa, como si importara de verdad. El corazón le dio un vuelco en el pecho. Se sintió más enamorada que nunca, algo que jamás hubiera creído posible.

Por fin, después de lo que le pareció una eternidad, Jesse rompió el beso y levantó la cabeza para mirarla a los ojos. A Bella le pareció ver… amor brillando en ellos.

Entonces, él sonrió. El momento pasó y ella no pudo ya estar segura de que hubiera pasado realmente. Inmediatamente, los espectadores los rodearon para felicitar a Jesse por su victoria. El rodeó los hombros de Bella con un brazo y la mantuvo a su lado.

¿La amaba? No lo sabía, pero el sol brillaba. Jesse la tenía abrazada y, por el momento, esto le resultaba del todo suficiente.


Más tarde, en casa de Bella, los dos estaban sentados en el primer escalón del porche, observando cómo las nubes ocultaban la luna y oscurecían así aún más la noche. Desde la casa de su vecina, la señora Clayton, se escuchaba un concurso de televisión que estaban poniendo en aquellos momentos. Por el contrario, la casa de Kevin estaba sumida en el más absoluto silencio.

Jesse respiró el aroma de los crisantemos, que ya siempre asociaría con Bella, y le rodeó a ella los hombros con un brazo. Esta se reclinó sobre él y le apoyó la cabeza sobre el hombro.

– Ha sido un buen día…

– Sí -afirmó ella-. Estuviste sorprendente en el agua.

– No está nada mal para un depredador empresarial, ¿verdad?

– No vas a dejar que me olvide nunca de eso.

– No. Creo que eso vale al menos seis meses de meterme contigo.

– ¿Seis meses?

– Por lo menos.

– Entonces, ¿crees que seguiremos juntos dentro de ese tiempo? -le preguntó ella,

– Bueno, sí. ¿Por qué no íbamos a estarlo?

Ella echó la cabeza hacia atrás y le miró el rostro.

– Simplemente no sabía lo que sentías. Lo que esperabas.

– No espero nada, Bella. Nos va bien juntos, ¿no?

– Sí.

– El sexo es genial.

– Sí -dijo ella, con una sonrisa.

– En ese caso, ya está -concluyó él. Era tal y como le había dicho a Justice. Le gustaba el hombre que era al lado de Bella. Sin embargo, sentía que ella dudaba y sabía que había vuelto a pensar demasiado. Estaba tratando de crear un plan. O de ver el futuro-. ¿Por qué deberíamos poner una etiqueta temporal a lo nuestro o definirlo de algún modo? Mira, nadie sabe lo que va a pasar de un día a otro, y mucho menos dentro de seis meses. Sin embargo, aquí, esta noche, no me imagino en ningún otro lugar.

Aquello era lo más cerca que había estado de decirle a una mujer que no quería perderla.

Ella lo miró durante un largo instante y sonrió.

– Yo tampoco.

Jesse sonrió también. Problema resuelto. Al menos por el momento.

Bella cambió de tema de repente. Jesse se preguntó sí lo habría hecho a propósito.

– Me han caído muy bien tu primo y su familia.

– Sí. Siempre resulta muy agradable verlos a ellos y a las niñas.

– Te envidio por ello.

– ¿Cómo dices? -le preguntó. Le dio un beso en la coronilla, animándola a seguir con aquel sencillo gesto.

– Tu familia. Estáis todos tan unidos… Además, a ti se te daban tan bien esas niñas.

– Son estupendas. No resulta difícil divertirse con ellas.

– Eso es cierto, pero muchos hombres no se molestarían en sentarse en el suelo con ellas para montarlas a caballito durante más de una hora.

Jesse se echó a reír. Al ver que ella se limitaba a mirarlo, la sonrisa le desapareció rápidamente de los labios.

– ¿Qué ocurre?

– He estado pensando mucho últimamente.

– Bien -susurró.

Ella tenía una expresión seria en el rostro, casi solemne. Jesse se preparó mentalmente para lo que pudiera acaecerle.

– Y he llegado a la conclusión de que no eres el hombre que yo creía que eras al principio.

– Me alegro de saberlo -afirmó Jesse con una sonrisa.

– Hay más, Jesse, ya sabes que yo nunca tuve deseos de expandir mi negocio.

– Sí. Me lo dejaste muy claro desde el principio.

– Bien. Pues he cambiado de opinión.

– ¿Cómo?

Eso sorprendió tanto a Jesse que no pudo evitar preguntarse si alguna vez podría entender a Bella. La observó, tratando de determinar sus sentimientos, pero ella estaba ocultando demasiado bien lo que pensaba.

Finalmente, sonrió, levantó la mano y acarició suavemente la mejilla de Jesse.

– He decidido unirme a King Beach. Me has convencido de que puedo confiar en ti, Jesse. Creo que juntos podremos hacer cosas maravillosas.

Jesse le tomó una mano y se la apretó con fuerza. Resultaba muy extraño, pero, durante las dos últimas semanas, se había olvidado por completo de la posibilidad de que King Beach absorbiera la empresa de Bella. Se había centrado demasiado en metérsela en la cama. El hecho de que ella realizara el anuncio tan inesperadamente lo dejó completamente atónito.

Se sentía muy emocionado. Llevaba semanas intentando que ella se atuviera a razones. Sin embargo, ahora que por fin había conseguido sus propósitos, se sentía algo… inquieto. ¿Por qué? Había comprado muchas empresas antes, pero para Bella, la situación hablaba por sí sola. Confiaba en él para que no arruinara con su trabajo lo que ella tanto amaba.

– No te arrepentirás, Bella.

– Lo sé. Creo en ti, Jesse.

De repente, una inesperada sensación de preocupación asaltó a Jesse. La apartó inmediatamente. Esto era lo que él había querido y lo había hecho mejor de lo que pensaba. No sólo tenía un negocio nuevo como parte de su empresa, sino que tenía a Bella.

¿Qué podía ir mal?


Tres días después de la exhibición, la vida había regresado a la normalidad en Morgan Beach. Excepto una cosa.

Jesse se sentía nervioso. No era normal. Al menos para él.

Le preocupaba su relación con Bella cuando por fin habían decidido comenzar a hacer negocios juntos. ¿Y si descubría que él había planeado seducirla sólo para hacerse con todo? Se sentiría dolida, enojada. No había esperado que este hecho le importara, pero así era.

Además, no podía soportar la perspectiva de perderla.

Sin embargo, mucho menos podía soportar la idea de estar ocultándole la verdad. Hacía mucho tiempo, había aprendido que los secretos salen a la luz tarde o temprano, cuando uno menos lo espera.

¿Qué demonios estaba él sintiendo en aquellos momentos? Bella había sabido llegarle al corazón. De hecho, Jesse ni siquiera se había imaginado nunca que sería capaz de sentir lo que estaba experimentando hacia ella, jamás se había creído capaz.

Durante años, se había mantenido al margen de las relaciones que tenían visos de convertirse en algo permanente. Con mucho cuidado y deliberación, sólo salía con las mujeres a las que les interesaba exclusivamente divertirse. Las que pensaban más en el futuro quedaban estrictamente fuera.

Entonces, ¿cómo diablos le había ocurrido a él algo así? ¿Qué era lo que iba a hacer al respecto?

Llevaba tres días manteniéndose alejado de Bella, tratando de comprender lo que sentía y lo que quería hacer al respecto. Aquel juego era completamente nuevo para él. Nunca antes había contemplado siquiera el futuro al lado de una mujer. Jamás lo había deseado. Sin embargo, en aquellos momentos, no podía imaginarse el resto de su vida sin Bella a su lado.

Dios sabía que no había querido implicarse tanto. Principalmente, había querido que Bella le demostrara algo a Nick Acona. En aquellos momentos, ya no sabía cómo controlar el asunto.

Se levantó de su escritorio y se dirigió a la ventana. Parecía que se estaba formando una tormenta, un tiempo meteorológico que encajaba perfectamente con su estado de ánimo. Jesse jamás se había considerado de los que se casan, pero Bella sí era de las mujeres que pensaban en el matrimonio. ¿Dónde les dejaba esto exactamente?

El matrimonio de sus padres no había ido nada bien, dado que su progenitor siempre estaba concentrado en su trabajo, y lo mismo le había ocurrido al de su hermano Justice, aunque en este caso nadie sabía por qué. ¿Cómo se suponía que podría él conseguir que funcionara?

– ¿Señor King?

– ¿Sí? -preguntó. Miró por encima del hombro, algo molesto por la interrupción. Vio que era Dave Michaels quien entraba en su despacho-. ¿De qué se trata, Dave?

– Tengo preparados ya todos los documentos para que Bella los revise y los firme.

– Muy bien. Déjalos sobre mi escritorio, ¿quieres?

Volvió a centrarse en la vista. Había convencido a Bella para que se uniera a él en los negocios. Para que confiara en él. En aquellos momentos, Jesse no podía dejar de sentirse culpable al respecto. Sin embargo, había ganado. Aquél había sido exactamente su plan: seducirla y persuadirla para que se uniera a su empresa. Todo había salido de acuerdo con sus planes. La había convencido para que compartiera con él lo más importante de su vida.

El único problema era que, mientras la seducía, él mismo había quedado atrapado, tal vez porque, en realidad, no quería estar libre.

Se mesó el cabello con una mano. Decidió que su vida había sido mucho menos complicada antes de instalarse en Morgan Beach.


Tenía dos clientas nuevas en su tienda, un nuevo pedido a punto de llegar y una bonita suma en el banco gracias a las ventas que había hecho el día de la exhibición de surf.

Entonces, ¿por qué no estaba más feliz?

Frunció el ceño y comenzó a colocar los nuevos bañadores en sus perchas. Conocía perfectamente la respuesta a esa pregunta: no había vuelto a ver a Jesse desde el día en el que accedió unirse a King Beach.

Por supuesto, había hablado con él por teléfono en varias ocasiones. Estaba muy ocupado. Tenía reuniones. Decisiones que tomar. Papeles que redactar. Le había dicho todo lo que debía decir y, cuando estaba hablando con él, todo tenía sentido. Las dudas empezaban cuando se quedaba a solas.

Si él sentía lo mismo que ella, ¿por qué se mantenía alejado de ella?

Sacudió la cabeza y trató de deshacerse de ciertos incómodos pensamientos en los que, cada uno, era peor que el anterior.

«Tiene lo que quería y ya no me necesita». Sacudió la cabeza. No le gustaba eso en absoluto.

«Seducirme siempre ha formado parte del plan, para bajar mis defensas y adueñarse de mi empresa». Este le gustaba menos todavía. Era imposible que hubiera estado fingiendo. ¿Sería posible que fuera tan buen actor?

No le gustaba estar allí sin hacer nada. Decidió que, lo mejor que podía hacer era ir a verlo y preguntarle qué era lo que estaba pasando. Eran socios, ¿no? En los negocios y en la vida. Si tenía preguntas, tendría que preguntárselas a Jesse. Después de todo, tal vez aquello no tuviera nada que ver con ella. Podría ser un problema familiar. Tal vez ella, podría echarle una mano.

Decidió que, en cuanto se marcharan sus clientas, iría a ver a Jesse para hablar con él.

En aquel momento, la puerta de la tienda se abrió. Bella levantó la mirada para ver de quién se trataba y vio que un hombre ataviado de traje y chaleco se acercaba al mostrador.

– ¿Bella Cruz?

– Sí. ¿En qué puedo ayudarlo?

– Me dan dado instrucciones para que le entregue esto -dijo, sacándose un sobre del bolsillo interior de la americana que llevaba puesta-. Que tenga un buen día.

Con eso, el desconocido se marchó. Bella abrió el sobre inmediatamente y sacó una hoja de papel doblado que había en su interior. Lo leyó. Volvió a leerlo.

Sintió que la sangre se le helaba en las venas y que un agudo dolor le atenazaba con fuerza el estómago. Las letras de la página se le borraron a medida que los ojos se le fueron llenando de lágrimas. Parpadeó para secárselas con determinación. No iba a llorar.

Aquello no podía ser verdad. No podía apartar la mirada de una serie de palabras en cuestión. Tenía que haber un error. Sin embargo, la lógica lo explicaba todo perfectamente. La razón por la que Jesse había estado evitándola, por ejemplo. La traición fue alojándosele en el corazón hasta que decidió que estaba a punto de explotar.