– Gracias -dijo Brendan, a quien aquella chica le seguía resultando familiar.

Cuando la camarera se alejó, Amy se volvió hacia Brendan frunciendo el ceño.

– ¿Es de la familia?

– No -respondió Brendan.

– Pues se parece a vosotros. Pensé que era una prima o algo por el estilo -Amy sacó un paquete de su bolso-. Y ahora, quiero darte un regalo.

– ¿Qué es?

– Ábrelo y lo verás.

Él lo desenvolvió y vio que se trataba de un libro. En la portada podía leerse el título, escrito con unas letras doradas hechas a mano.

– Leyendas de los Poderosos Quinn – leyó en voz alta.

En la primera página, había un dibujo de un muchacho sentado en un árbol y, a su lado, una princesa dentro de una jaula.

– Tadleigh Quinn -dijo, asombrado.

– He cambiado el final del cuento -comentó Amy, sonriendo-. En la nueva versión, la princesa resulta ser una princesa de verdad y termina casándose con Tadleigh.

Brendan hojeó el libro, contemplando las bonitas ilustraciones que adornaban los cuentos.

– ¿Has hecho tú los dibujos? -preguntó, asombrado.

– Sí, tomé lecciones de dibujo cuando era pequeña.

– No sé qué decir -comentó Brendan, emocionado-. Nadie me había hecho antes un regalo así -Brendan la abrazó-. Es precioso. Y será algo que podremos compartir con nuestros hijos.

Luego la besó en la boca mientras pensaba en que, además de esos cuentos, les tendría que contar a sus hijos el del Poderoso Brendan Quinn. En él les relataría cómo había rescatado a la princesa Amelia y la había llevado a su bonito barco para que viviera para siempre con él.

Kate Hoffmann


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