– ¿Y para qué tienes que ir a Gloucester?
– Porque Brendan conoce allí a un tipo, que tiene un cobertizo donde poder dejar el barco para repararlo durante el invierno. Por otro lado, como está escribiendo un libro sobre la pesca del pez espada en el Atlántico Norte, aprovechará para quedarse y conocer los alrededores.
– Te repito que no sé nada de barcos.
La muchacha miró nerviosamente al coche que el hermano de Dylan les había dejado y al barco. Meggie tenía pensado romper su relación con Dylan aquel mismo día. No había tenido oportunidad de hacerlo en el parque de bomberos, pero después de dos días de darle vueltas al asunto, se había convencido de que lo mejor era romper con él cuanto antes.
¡Pero en un barco no podía hacerlo! ¿Y si se enfadaba? En un barco, no había sitio para correr. ¿Y si trataba de convencerla de que estaba equivocada? En un barco, no podría esquivar a Dylan. Lo único que él tenía que hacer era tocarla del mismo modo como lo había hecho en el parque para que ella cambiara de parecer.
Dio un suspiro profundo, pensando en que tenía que tomar una decisión rápida. O se iba a Boston en ese momento y se olvidaba para siempre de Dylan, o se pasaba el día en un barco con un hombre que tenía la capacidad de volverla loca con un simple beso. Parpadeó indecisa.
– ¡Oh, qué diablos!
¿Por qué tenía que resistirse a Dylan? ¿Por qué no aprovechar las cosas buenas de la vida? Ya podría romper con él al día siguiente, o al otro, cuando se cansara de cómo sabía su boca o del calor de sus manos en su cuerpo.
– Mi hermano Brendan hará la mayor parte del trabajo -explicó Dylan-. Conor y yo solo tenemos que ayudar en el muelle. Y la novia de Conor, Olivia, también vendrá con nosotros. Entre todos nos ocuparemos de llevar el barco, así que no tienes por qué preocuparte. Te lo pasarás bien, te lo prometo.
– ¿Me prometes que no te enfadarás si me mareo y vomito?
– No te marearás. El barco es muy grande y el mar está en calma. Además, no vamos a alejarnos mucho de la orilla. Pero si no te apetece, no tenemos por qué ir.
Pero ella había decidido relajarse y disfrutar del presente. Dylan la había invitado para que conociera a sus hermanos y ella no podía evitar cierta curiosidad. Los había conocido en el instituto, pero no los había tratado personalmente. Quizá, conociéndolos a ellos, entendería mejor a Dylan. ¿Qué mal podía haber en ello?
– ¡Eh, Brendan! Hay alguien merodeando en tu zona del muelle. ¿Quieres que lo arroje al mar?
Meggie se volvió y vio a un hombre alto y moreno en la cubierta del barco. Era tan guapo como Dylan y tenía los mismos ojos dorados que él. Al ver a Meggie, puso cara de sorpresa.
– ¿Quién es? -preguntó el hombre. Dylan agarró a Meggie de la mano.
– Meggie, este es mi hermano mayor, Conor. No sé si te acuerdas de él. Conor, esta es Meggie Flanagan… la hermana pequeña de Tommy Flanagan.
Conor esbozó una amable sonrisa y le dio la mano para ayudarla a subir a bordo.
– Me alegro de que hayas venido. Dylan señaló hacia la cabina del piloto, donde había otro hombre igual de guapo que los otros dos.
– Y ese es Brendan.
Brendan hizo un gesto con la mano a Meggie. Se quedó mirándola extrañado durante un rato y luego continuó con lo que estaba haciendo. Conor saltó al muelle y, segundos después, los motores comenzaron a sonar. Como un equipo bien organizado, Dylan fue a quitar las amarras de proa mientras Conor hacía lo propio con las de popa. En el último momento, ambos saltaron a bordo y el barco salió del puerto de Hull.
Una mujer rubia y guapa salió del camarote y se acercó a Conor, que se la presentó a Meggie como su novia, Olivia Farrell. Meggie nunca se había sentido cómoda con desconocidos, pero Olivia la hizo sentirse arropada. En un momento dado, la agarró de la mano y la llevó al interior del camarote, que era acogedor y limpio.
– ¡Qué bonito!
– Sí -dijo Olivia, sonriéndole. Luego agarró una cesta de mimbre y la colocó sobre la mesa-. Me alegro de que hayas venido. Me preguntaba cuándo íbamos a conocerte.
– ¿Conocerme? -preguntó Meggie, sentándose en la mesa para evitar así tener que mantener el equilibrio.
– Por el modo en que Dylan habló de ti el otro día en el pub, me dio la impresión de que ibais a empezar a veros a menudo – Olivia comenzó a sacar el contenido de la cesta y a dejarlo sobre la mesa-. Es un chico estupendo. Me alegro de que haya encontrado a alguien.
Meggie aceptó la taza de café que le sirvió Olivia. El café le asentó el estómago y le calentó las manos.
– Bueno, lo cierto es que solo hemos salido un día. Además, Dylan no parece un hombre al que le gusten las relaciones serias.
– Pero nunca antes había traído a ninguna amiga a estas excursiones. O por lo menos, eso es lo que me ha contado Conor. Eso significará algo, ¿no crees?
Meggie se encogió de hombros.
– Quizá. Pero los hombres como Dylan no se enamoran. O por lo menos, no para siempre.
– Parece que te sabes las historias de Seamus Quinn sobre los Quinn.
– ¿Qué quieres decir?
– Después de que su madre se fuera, Seamus Quinn les contaba a sus hijos por la noche historias sobre sus antepasados. Las historias siempre contenían el mismo mensaje: el enamorarse era una debilidad. Y los chicos las repetían una y otra vez cuando Seamus estaba en el mar. Brendan es el que mejor las cuenta, pero he oído que Dylan también es bueno… Me imagino cómo sería la vida de ellos de niños sin su madre -añadió, dando un suspiro.
– Dylan nunca menciona a su madre. ¿Tienen relación con ella?
– No. Seamus dice que se murió en un accidente de coche un año después de que los abandonara, pero Conor no se lo cree. No sé lo que pensará Dylan. Él oculta sus sentimientos bajo esa fachada simpática y cordial, pero creo que es al que más le afectan las cosas. Conor fue quien se encargó de criar a los chicos y Brendan ayudaba a su padre con el barco. Dylan no tenía ningún papel importante, así que aprendió a hacerse encantador.
– Sí, puede ser encantador. Algunas veces me atrapa ese encanto y hasta creo que me tiene un poco de cariño.
– ¿Y si fuera así? ¿Tú qué sientes por él? El rostro de Meggie se iluminó con una amplia sonrisa.
– Estoy enamorada de Dylan Quinn desde los trece años. Me gustó desde el primer día que vino a casa con mi hermano Tommy. Dylan era alto y muy guapo ya entonces y yo pensé que me moriría si él no me correspondía -de repente, se puso colorada-. No debería contarte esto.
Olivia se sentó a su lado y le ofreció galletas.
– No, no te preocupes. La primera vez que vi a Conor, sentí lo mismo. Me comporté como una colegiala. Todos los hermanos tienen algo irresistible. Son muy duros por fuera, pero por dentro son… frágiles.
– Algunas veces, no puedo pensar si él me mira. Y cuando me besa, yo… -Meggie se detuvo, pensando que quizá estaba hablando demasiado, pero Olivia la miró sonriendo.
– Lo sé. Yo intento resistirme a Conor, pero nunca lo consigo. Quizá los cuentos de Seamus sean verdad. A lo mejor esta familia tiene poderes mágicos.
Meggie asintió y luego dio un suspiro profundo.
– Algunas veces pienso que sigo enamorada de Dylan. Pero luego me enfado conmigo misma y trato de olvidarme de ello, porque sé cómo es él.
– La gente cambia y algunas veces merece la pena arriesgarse -se levantó y agarró a Meggie de la mano-. Vamos fuera; hace un día precioso.
Encontraron a Dylan y Conor en la cabina con Brendan. La vista desde la proa era espectacular. Meggie miró hacia la bahía y luego a la orilla, donde se veía el perfil de la ciudad de Boston, envuelta en una ligera bruma. El balanceo del barco era bastante pronunciado y Meggie se agarró al brazo de Dylan. Luego, cerró los ojos, dio un suspiro profundo y rezó para que no le entraran ganas de vomitar la galleta que acababa de tomarse junto con la taza de café.
Cuando abrió los ojos, Dylan la estaba mirando.
– Vamos abajo. Allí te sentirás mejor – dijo, ayudándola a bajar por la escalera-. ¿Qué tal?
– Mejor.
Dylan le pasó un brazo por los hombros.
– Estupendo.
Se quedaron en silencio un buen rato, ambos mirando el agua y respirando el aire salado. Las gaviotas volaban sobre ellos, sumergiéndose de vez en cuando en el agua en busca de la carroña que las barcas dejaban.
– Me gusta tu familia -dijo Meggie de repente-. Tus hermanos son muy simpáticos y Olivia es encantadora.
– Sí, lo es. Conor es un hombre con suerte. Y le estoy agradecido por ser el primero en demostrar que la leyenda de la familia es falsa. Al parecer, los miembros de la familia Quinn sí que pueden ser felices al lado de una mujer. Siempre que encuentren a la mujer adecuada.
Meggie se quedó un rato callada, pensando en si ella sería la mujer adecuada para él.
– Dylan, ¿por qué me has traído?
– No estoy seguro -contestó él, mirando al horizonte-. Solo sabía que, cuando estuviera en el mar, me gustaría tenerte a mi lado. Quería que vieras todo esto -añadió, mirándola de reojo-. Es parte de mí. Si no fuera por este barco, probablemente seguiría viviendo en Irlanda y sería una persona diferente -miró a su alrededor, como si estuviera hablando demasiado-. Cuando era pequeño, odiaba este barco.
– ¿Por qué?
Dylan se levantó y fue hacia la proa. Luego se volvió hacia Meggie y ella contuvo el aliento. Con el viento revolviéndole el cabello, Dylan parecía un dios antiguo. Era el hombre más guapo que había conocido y en ese barco, con el mar azul a su alrededor, parecía en su medio natural.
– Por este barco fue por lo que vinimos a América. Y también fue el culpable de que mi padre pasara semanas enteras fuera de casa -le explicó-. Este barco es el que hizo que mi madre se fuera y nos dejara. Este barco fue el culpable de todas las cosas malas que me pasaron de pequeño. Algunas veces, deseé que se hundiera en el fondo del mar para que nosotros pudiéramos ser una familia normal. Pero ahora que soy mayor, me doy cuenta de que no era el barco, sino lo que representaba: la soledad, el miedo y las privaciones.
Meggie se sorprendió de la repentina confesión de Dylan. ¿Qué pensaría Lana de ello? Tendrían que revisar su plan.
– ¿Qué le pasó a tu madre?
– No lo sé con seguridad. Conor cree que sigue viva, pero creo que a todos nos asusta un poco que sea cierto. Nos da miedo que la imagen que tenemos de ella no sea la real. Lo único que sabemos es que un día se fue y todo empezó a ir mal -esbozó una sonrisa-. Mi padre y sus historias sobre los Quinn… Lo único que tenía que hacer era mirar a sus hijos para darse cuenta de lo mucho que necesitábamos a nuestra madre. Por eso pasaba yo tanto tiempo en tu casa. Tu madre era siempre muy cariñosa conmigo y cocinaba mucho mejor que Conor.
– Y si un día apareciera, ¿qué haríais?
Dylan se quedó en silencio unos instantes, con la vista fija en ella. Meggie vio el dolor en sus ojos y, de repente, entendió al adolescente que una vez había sido él. Comprendió al muchacho que usaba su físico y su simpatía para hacerse un lugar en el mundo y para protegerse de los terrores de la vida.
Dylan volvió y se sentó junto a Meggie.
– La agarraría de la mano y no dejaría que se fuera nunca más.
Meggie sintió un nudo en la garganta. Por un momento, quiso creer que hablaba de ella. Se acercó y le dio un beso en los labios. Dylan puso cara de sorpresa y luego esbozó una sonrisa mientras apretaba su frente contra la de ella.
Meggie dio un suspiro profundo y besó de nuevo a Dylan, dejando a un lado sus dudas y preocupaciones. Quería disfrutar del presente y las sensaciones que calentaban su sangre en esos momentos. Ya decidiría qué iba a hacer más tarde. De momento, quería seguir soñando un poco más de tiempo.
– Así que esta mujer es Meggie Flanagan -murmuró Brendan, mirando hacia la proa.
Dylan miró por la ventanilla de la cabina. Meggie y Olivia estaban sentadas en proa, tomando chocolate caliente y charlando animadamente. Habían llegado, ya por la tarde, a Gloucester y Conor había ido a comprar algo de cena en el muelle.
– Desde luego, no es la Meggie Flanagan que yo recuerdo del instituto -añadió Brendan-. Era solo un año más pequeña que yo, pero no recuerdo haber visto nada en ella que sugiriera la belleza en que iba a convertirse.
– Es muy guapa, ¿verdad? Algunas veces pienso que podría mirarla durante horas y no aburrirme nunca.
Brendan le dio un golpecito a su hermano en el hombro.
– Parece que esa mujer te ha atrapado.
– Puede que sí, puede que no. Nos hemos visto varias veces desde lo del incendio, aunque solo hemos salido, oficialmente, una vez. Y todavía no puedo asegurar qué siente ella por mí.
– No puedes culparla. Ya sabes tu fama con las mujeres.
"La aventura de la venganza" отзывы
Отзывы читателей о книге "La aventura de la venganza". Читайте комментарии и мнения людей о произведении.
Понравилась книга? Поделитесь впечатлениями - оставьте Ваш отзыв и расскажите о книге "La aventura de la venganza" друзьям в соцсетях.