– Sí, es de por aquí y también es…

– ¿Idiota?

– Bueno, eso también, pero no, lo que iba a decir es que es el amigo de Lily, se lían y lo dejan, se lían y lo dejan.

¡Eso por preguntar!

Bueno, él no iba a estar en la estación más que unos varios días más y, en cualquier caso, Lily le había dejado muy claro desde el principio que lo suyo no era nada serio.

Tras subir a Pete y prepararlo para bajarlo hacia la ambulancia, Logan se fijó en que Lily se había hecho una buena herida en la mejilla y en que llevaba una muñeca apretada contra el abdomen.

– Te has dado contra las rocas, ¿verdad?

– Sí, he visto las estrellas -admitió Lily.

– ¿Y por qué no nos lo has dicho por radio para que bajáramos alguno a ayudarte?

– No pasa nada.

– Claro, a ti nunca te pasa nada.

– Exacto. ¿Se puede saber qué te pasa?

– Has puesto en peligro tu vida de manera innecesaria.

– ¿Innecesaria? Había un herido y alguien tenía que bajar por él. Suponía que, tú mejor que nadie, me iba a entender.

Lily tenía razón, pero Logan no estaba de humor.

– Ve a ponerte hielo -le indicó muy serio.

– Gracias -contestó Lily también muy seria antes de desaparecer.

Capítulo Diez

Tras bajar de la montaña, Lily se limpió las heridas, se vendó la muñeca y se sumergió en el trabajo.

Mientras lidiaba con todos los asuntos propios de la dirección del hotel, no podía dejar de pensar en que aquel ritmo de trabajo la estaba matando.

A media tarde, su hermana Gwyneth fue a verla y le comentó que Logan se había unido a un grupo de policías de Los Ángeles y a Lily le pareció un plan tan apetecible que terminó con el informe de contabilidad todo lo rápido que pudo y corrió a la cafetería, pero, para cuando llegó, el grupo ya se había ido.

– Les he dicho que hicieran la vereda oeste -comentó Matt mientras secaba vasos detrás la barra.

– Ah… sí, es muy bonita -contestó Lily sentándose en un taburete y ayudándolo con los vasos.

– Jamás hubiera dicho que ibas a correr detrás de un hombre.

Lily lo miró sorprendida.

– No es propio de ti.

– No es la primera vez que salgo con un tío.

– Bueno…

– ¿Qué me dices de Pete?

– Que viene por aquí solamente una o dos veces al año y que no requiere ningún compromiso por tu parte salir con él durante unos días.

– Matt, por favor cállate.

Matt sonrió y siguió secando vasos.

Lily decidió ir a visitar a Pete al hospital. Lo encontró, tumbado y dolorido, pero, en cuanto la vio, sonrió encantado.

– Has tenido suerte -lo saludó Lily mirándolo con ternura.

– ¿Por qué lo dices?

– Podrías estar muerto. Lo que has hecho antes ha sido una total estupidez.

– Oye, no habrás venido a verme para ponerte desagradable conmigo, ¿no? Se supone que si estás aquí es para tratarme bien -sonrió el esquiador rubio de apariencia sueca-. Sabes por qué nunca te he pedido que te cases conmigo, ¿verdad?

– ¿Tal vez porque la idea de encontrarte atado a una sola mujer te da escalofríos?

– Sí, bueno por eso en parte -suspiró Pete-. Esta mañana, cuando has bajado por el precipicio para rescatarme, cuando has puesto tu vida en peligro para salvarme, me he dado cuenta de una cosa.

– ¿De que eres un auténtico egoísta?

Pete sonrió.

– Sí, eso también. De lo que me he dado cuenta es de que eres una mujer estupenda y de que debería…

Lily le tapó los labios con un dedo.

– No lo digas.

Aunque llevaban saliendo un par de años, nunca habían sido una pareja de verdad. En parte, debido a que Pete era adicto a las mujeres y ella tenía alergia a los compromisos. Lo cierto era que llevaban ya varios meses sin tener nada y, mirándolo ahora, Lily sintió una tremenda ternura y afecto por él, pero ningún deseo.

– He venido a decirte que siento mucho que te hayas hecho daño. Espero que te mejores pronto, pero, cuando lo hagas, no vuelvas a esquiar en mis pistas.

Pete se quedó mirándola muy serio.

– ¿Me estás diciendo que lo nuestro ha acabado definitivamente?

– Exacto.

Pete sonrió y cerró los ojos.

– Cambiarás de opinión. No sería la primera vez.

– No, esta vez es diferente.

Pete dejó de sonreír y abrió los ojos.

– Es por ese esquiador con el que estabas hoy, ¿verdad?

– No, a ése sólo lo conozco hace unos días.

– Días, años, minutos… qué más da cuando es amor de verdad.

– No creo que tú sepas lo que es el amor de verdad.

Pete sonrió.

– Yo lo único que sé es que he hecho el idiota contigo y que ahora me arrepiento, pero te deseo de todo corazón que seas feliz.

– Lo mismo te digo.

– Lo seré en cuanto me haya curado un poco y pueda convencer a la enfermera de turno para que venga a hacerme una visita.

Lily se rió, lo besó y se despidió de él antes de volver al hotel. Una vez allí, fue a su apartamento y se dio una ducha muy caliente. Le dolía todo el cuerpo y lo único que quería era dormir.

Bueno, eso era lo que ella creía porque, en realidad, al meterse en la cama lo único que pudo hacer fue quedarse mirando al techo.

No, no quería dormir, lo que quería era…

Logan.

«Días, años, minutos… qué más da cuando es amor de verdad».

Las palabras de Pete retumbaban en sus oídos.

Lily se vistió y salió al pasillo.

Amor de verdad.

No, lo que ella sentía por Logan no era amor, ni de verdad ni de ninguna otra clase. Lo que ella sentía era un deseo desmesurado.

Pronto se encontró ante la puerta de la habitación de Logan. Una vez allí, pasó de largo. Al llegar al final del pasillo se dijo que sólo iba a ser sexo. Volvió sobre sus pasos, se colocó de nuevo frente a la puerta, tomó aire y levantó el brazo para llamar.

No fue necesario porque la puerta se abrió y Lily se encontró ante Logan. Detrás de él, la habitación estaba a oscuras y la cama deshecha, como si hubiera estado un buen rato dando vueltas.

¿Pensando en ella?

– ¿Te he despertado? -le preguntó.

– No -contestó Logan.

Lily sonrió y rezó para que Logan la tomara entre sus brazos, la tocara, la acariciara y la besara.

– ¿Ya has arropado a Pete?

Lily sintió que la sonrisa se le borraba del rostro.

– He ido a verlo al hospital, sí -contestó-. ¿Te crees que hay algo entre Pete yo?

– ¿Qué más da lo que yo crea?

Lily se quedó mirando a aquel hombre. Normalmente, le importaba un bledo lo que la gente pensara de ella, pero con él era diferente.

– Da y mucho.

– ¿Por qué? Soy como los demás clientes.

– Para mí, eres mucho más que un cliente.

– ¿Pero no habíamos dicho que esto no era más que un pasatiempo?

Lily se sintió atrapada en su propia red.

– Mira, si hubiera tenido un compromiso anterior te aseguro que no me habría liado contigo. Lo sabes, ¿verdad?

Logan se pasó los dedos por el pelo y no contestó.

Lily se dijo que era mejor que se fuera a la cama, a la suya, así que se puso en movimiento.

– Lily…

Lily se paró y se giró.

– Maldita sea -maldijo Logan-. Mira, haberte visto hoy en una situación tan arriesgada…

– Tú lo haces constantemente.

– Sí, ya lo sé, pero… -se lamentó Logan-. Por primera vez en mi vida, he entendido lo que era ver un salvamento desde el otro lado y lo he pasado muy mal, te lo aseguro. Lo siento mucho…

– ¿Tanto como para recompensarme? -lo interrumpió Lily besándolo.

– Claro que sí -contestó Logan mirándola intensamente a los ojos, haciéndola entrar en su habitación y cerrando la puerta.

Logan tenía intención de resistirse a ella, de verdad, pero le había bastado con mirarla a los ojos para notar que le fallaba la resolución.

Por supuesto, ni siquiera llegaron a la cama.

En cuanto se vio entre los brazos de Logan, Lily se apretó contra él y comenzó a besarlo con pasión y, sorprendido por el deseo de ambos, Logan la levantó y la apoyó contra la pared para tener las manos libres y poder acariciarla.

Y, acariciándola, ambos llegaron al maravilloso lugar de placer en el que habían estado ya la noche anterior.

Lily llevaba una sudadera y unas mallas. Logan se arrodilló ante ella y le bajó las mallas, encontrándose con unas braguitas tanga de color melocotón a las que no fue capaz de resistirse.

– Logan… -gimió Lily al sentir su lengua entre las piernas.

A continuación, lo agarró del pelo y separó las piernas para darle libre acceso. Verla así hizo que Logan se afanara en darle cada vez más placer. Tras deleitarla con todo tipo de caricias bucales, oyó cómo Lily dejaba caer la cabeza hacia atrás, contra la puerta, y percibió cómo movía las caderas al mismo ritmo que él la lengua.

Por fin, al cabo de un buen rato, se estremeció y explotó con abandono, momento que Logan aprovechó para colocarse un preservativo y, a continuación, Lily lo abrazó de la cintura con las piernas.

Logan sentía que el aire no le llegaba a los pulmones. La necesidad que tenía de aquella mujer era muy fuerte.

Logan sintió cómo el cuerpo de Lily daba la bienvenida a su erección y, en un abrir y cerrar de ojos, estaba inmerso en su interior, dejándose llevar y explotando con tanta fuerza que sintió un escalofrío por todo el cuerpo.

Logan tuvo que colocar una mano en la puerta para no perder el equilibrio. Exhausta, Lily relajó el cuerpo y dejó caer la cabeza sobre su hombro.

– Mmm…

Sí, mmm.

Logan sacó fuerzas para llevarla hasta la cama, donde se abrazaron y se quedaron dormidos inmediatamente.

Capítulo Once

Lily salió de puntillas de la habitación de Logan al amanecer y cerró la puerta con cuidado.

Una vez a solas en el pasillo, se apoyó contra la pared, cerró los ojos y suspiró encantada.

– ¿Ahora te dedicas a limpiar las habitaciones?

Lily abrió los ojos horrorizada.

Su hermana Gwyneth.

– Buenos días -la saludó-. ¿Qué haces despierta tan pronto?

– Desde luego, no estoy saliendo a hurtadillas de la habitación de un huésped. ¿Te has mirado al espejo?

Lily se encogió de hombros.

– ¿Has visto que tienes un chupetón en el cuello?

Lily empezó a andar, pero su hermana la agarró de la mano.

– Lily… -le dijo preocupada.

– No, aquí no. Si quieres que hablemos, en mi habitación. Me voy a duchar.

Cuando Lily salió de la ducha un cuarto de hora después, Gwyneth la estaba esperando.

– Ya me han contado lo del rescate de ayer de Pete -comentó-. ¿Por qué te empeñas en arriesgar la vida cuando tenemos gente contratada para eso?

– Pasaba por allí -contestó Lily yendo hacia su despacho.

– Lily, ahora tienes otras responsabilidades más importantes -le recordó su hermana.

– ¿Algo más? -se impacientó Lily.

– Sí, no deberías acostarte con los clientes y no deberías…

– No tengo tiempo para escuchar uno de tus sermones.

– ¿Te crees que esto es un sermón?

– Pues sí. Ya que lo preguntas, tiene toda la pinta. Te pasas el día diciéndome «No hagas esto, no hagas lo otro…»

– Mira, Lily, te quiero mucho, pero…

– Pero. Para ti, siempre hay peros en el amor. Gwyneth, ya estoy harta de que no te des cuenta de que he crecido. Hace muchos años. Abre los ojos. Por si no te has dado cuenta, puedo perfectamente con mi vida, soy dueña de ella, llevo las riendas.

Gwyneth sacudió la cabeza y a Lily le entraron ganas de gritar de frustración. Si aquello era amor, pesaba una tonelada. No era de extrañar que no tuviera la más mínima intención de buscar aquel sentimiento en su relación con los hombres.

– Tenemos reunión de personal -le recordó su hermana.

– Ya lo sé, la he convocado yo -contestó Lily entrando en su despacho.

Su intención era ponerse a trabajar inmediatamente para dar esquinazo a su hermana y que no le preguntara por Logan.

– Bueno, antes de la reunión tengo que echarle un vistazo a los folletos de verano… había dejado por aquí las fotografías que había seleccionado… ¿Dónde las he metido? -comentó en voz alta.

Lily había dejado las fotografías sobre la mesa, junto a un montón de documentos, para mirarlas a primera hora de la mañana. ¿Dónde demonios estaban? Últimamente, parecía como si alguien estuviera boicoteando su trabajo. Primero habían sido los carteles de «fuera de pista», luego lo del pedido a la panadería y ahora esto.

Miró a su hermana para comentárselo, pero, al ver la cara de Gwyneth, que parecía estar pensando «a ver si eres un poco más ordenada», comprendió que no era el mejor momento para compartir sus sospechas con ella.

– ¿Así que te estás acostando con otro esquiador?

Lily no contestó.