Lily lo miró a los ojos, esperando su respuesta, pero Logan no sabía qué contestar. Llevaba toda la vida cuidando de los demás, era algo natural en él y ahora estaba con Lily, una mujer más que capaz de cuidarse ella sola, lo que era algo completamente nuevo para él.
Aun así, aunque sabía que Lily se cuidaba sola, quería protegerla, quería que fuera una persona feliz. Para siempre. Aquello empezaba a preocuparlo porque su vida no estaba hecha para tener relaciones serias y duraderas.
– ¿Te parece que es demasiado que me preocupe por ti?
– Lo que me parece es que no debes olvidar que te vas en dos días -contestó Lily sentándose a horcajadas sobre él.
Logan alargó el brazo y comenzó a juguetear con uno de sus pezones, encantado de las sensaciones que producía en Lily, encantado de ver cómo le cambiaba el ritmo respiratorio y cómo reaccionaba ante sus caricias.
– No lo olvidaré -le prometió excitándola todavía más con sus manos.
– ¿Me quieres hacer callar?
– No, puedes seguir hablando todo lo que tú quieras.
– Muy bien, porque… oh, oh, sí… -murmuró Lily al sentir su erección dentro del cuerpo-. Se me ha olvidado lo que te iba a decir -añadió cerrando los ojos, echando la cabeza hacia atrás y comenzando a mover las caderas.
– Estupendo -dijo Logan dejando que lo montara.
Durante el penúltimo día de estancia de Logan en la estación, se produjo una gran tormenta de nieve.
Chris no tenía mucha gente y le pidió ayuda a Lily, que acudió presta y encantada por la mañana.
Logan fue con ella.
Después de comer, Lily tenía que trabajar en el despacho, así que Logan la acompañó y la despidió con un beso; un beso que la acompañó durante toda la tarde a pesar de que tenía dos reuniones soporíferas con sus hermanas.
Aquellas reuniones eran la excusa perfecta para criticar el trabajo de Lily y sus esfuerzos y, ahora que las fotografías habían desaparecido, sus hermanas dejaron muy claro que, para empezar, no creían ni que las hubiera hecho.
Tal y como estaba la situación, Lily decidió que no era el mejor momento para comentarles de sus sospechas de que había alguien boicoteando su trabajo.
En cualquier caso, no tenía ni idea de quién podía ser. Por supuesto, no sospechaba de ninguna de ellas porque, aunque criticaban sus esfuerzos y no confiaban en ella como directora del hotel, Sara y Gwyneth eran incapaces de hacer algo así.
¿Algún empleado disgustado? No, Lily conocía a todas las personas contratadas y sabía que nunca harían algo así.
¿Algún cliente que no había quedado satisfecho? ¿Aquellos gemelos a los que había amonestado por pelearse? No, ningún cliente tenía acceso a su despacho.
Aquella noche había quedado con Logan en el bar y llegó tarde porque hubo problemas con los ordenadores y, al llegar a la cafetería, Cari le pidió ayuda porque tenía una cita, así que Lily no dudó en ofrecerse a sacar la basura por él.
Con una bolsa negra en cada mano, Lily salió a la parte trasera del hotel y, admirando la belleza de la noche, se dirigió a los grandes contenedores.
Iba feliz, sonriendo encantada, recordando el breve encuentro que había tenido aquella tarde con Logan en el cuarto de baño de su despacho, sabiendo que tenía marcada la forma del grifo en la espalda y que él se había llevado sus uñas en los hombros.
De repente, Lily dejó de sonreír.
Una gran sombra se había interpuesto entre ella y los contenedores.
La gran sombra resultó ser un oso del tamaño de un coche que la estaba mirando y se había puesto de pie sobre las patas traseras.
Maldición.
A Lily se le cayó la linterna al suelo y, mientras la luz se apagaba, intentó recordar todas las normas de conducta en caso de encontrarse con uno de aquellos animales.
No salir corriendo, no gritar, no hacer gestos bruscos. Sí, una cosa era recordarlas y otra conseguir cumplirlas con calma.
No veía bien al oso, pero suponía que la estaba mirando de arriba abajo. Lily ni parpadeó. No podía ni siquiera respirar.
Por lo visto, había sorprendido al animal mientras rebuscaba en la basura en busca de comida.
– ¿Quieres la basura, bonito? -murmuró Lily-. Toma, toda para ti -añadió dejando las bolsas en el suelo y acercándoselas con la punta del pie.
El animal no se movió.
– Bueno, yo me voy a ir -comentó Lily intentando mantener la calma.
Al intentar girarse, oyó gruñir al animal y se quedó de piedra. Lily oía el latido de su corazón en los oídos. El oso había dado un paso hacia ella y le estaba enseñando los dientes.
A pesar de que hacía frío, Lily sintió cómo el sudor le recorría la espalda. Lo tenía tan cerca que veía brillar sus dientes, veía cómo se le hacía la boca agua.
A pesar de que había estado muchas veces en situaciones arriesgadas y comprometidas, Lily jamás había pensado en la muerte, pero, en aquella ocasión, no pudo evitarlo.
Entonces, se le ocurrió todo lo que echaría de menos. El hotel, sus amigos e incluso sus hermanas y, por supuesto, echaría de menos aquella última noche con Logan.
En aquel momento, oyó un estruendo metálico y el oso levantó la mirada. Lily dio un respingo. Obviamente, alguien estaba haciendo ruido para ahuyentar al animal. El oso se apartó ligeramente y Lily aprovechó para dar un paso atrás.
Cuando el ruido se hizo insoportable, el oso salió corriendo y Lily cayó al suelo. Logan corrió a su lado rápidamente.
– Dios mío, Lily, ¿estás bien? -le dijo tomándola entre sus brazos.
– ¿Eras tú el que hacía ruido?
– Sí.
– Estoy bien.
– Pues yo, no. Abrázame.
Lily oía el corazón de Logan latiendo aceleradamente y se abrazó a su cuerpo con fuerza. Estaba tan a gusto entre sus brazos que consideró la posibilidad de no soltarlo jamás.
Por primera vez en su vida, no era la montaña lo que le hacía sentirse bien sino un hombre.
Un hombre que se iba al día siguiente.
Capítulo Trece
Una vez dentro, sanos y salvos, Lily le aseguró a todo el mundo que no le había pasado nada y volvió a su trabajo.
Logan no podía dejar de mirarla.
Aquélla era su última noche juntos y, aunque se había prometido a sí mismo irse sin mirar atrás, dejar a Lily no se le hacía nada fácil.
¿Cuántas veces le había prometido que lo suyo no era más que una diversión? Si Lily le pedía aquella noche que se lo volviera a prometer, le mentiría.
Hacía mucho tiempo que Logan no se planteaba seriamente estar con una mujer.
Lily estaba sentada frente a la chimenea, en el brazo de un sofá, charlando y riendo con unos clientes, entregándose a ellos por completo. Era una mujer que se entregaba por completo a todo lo que hacía.
Excepto a él.
Pero él también se frenaba.
Sólo les quedaba una noche y Logan no quería frenarse en absoluto, quería entregarse a ella por completo así que se acercó, la tomó de la mano y se la llevó a los labios.
– ¿Qué puedo hacer por usted, señor White? -sonrió Lily.
– Lo que usted quiera, señorita Harmon -le contestó él al oído-. Siempre y cuando estés desnuda, claro.
Lily se sonrojó levemente.
– Y húmeda -añadió-. Te quiero muy húmeda.
– Discúlpenme -se despidió Lily de sus clientes.
A continuación, agarró a Logan de la mano y, entre besos y caricias, lo condujo hasta su habitación. Al llegar, sacó las llaves del bolso e intentó abrir la puerta, lo que no le resultó nada fácil porque Logan se había empeñado en distraerla.
– Logan, así no vamos a entrar nunca… -protestó débilmente al sentir sus manos sobre los pechos.
– ¿Quieres que pare?
– Sí, tengo que abrir la puerta.
– ¿Quieres que pare de verdad?
– No, no pares… -suspiró.
No había nadie en el pasillo y estaba a oscuras, así que Logan sonrió y deslizó las manos por la espalda de Lily hasta su trasero y le metió un par de dedos en la entrepierna.
Lily apoyó la frente en la puerta y arqueó la espalda hacia él.
– Por favor, ayúdame un poco.
Pero Logan decidió deslizar las manos en el interior de su sudadera y juguetear con sus pezones mientras la mordisqueaba el cuello.
– Oh -suspiró Lily-. Logan, no puedo abrir la puerta.
Logan comenzó a dibujar círculos con sus pulgares sobre los pezones de Lily y a ella se le cayeron las llaves al suelo.
– Agáchate a recogerlas -le indicó Logan.
Al hacerlo, aprovechó para agarrarla de la cintura y apretarse contra ella. Lily recogió las llaves y abrió la puerta a toda velocidad. Cuando estuvieron dentro de su habitación, apoyó a Logan contra la puerta y comenzó a besarlo por el cuello y a quitarle la camisa.
– Te voy a hacer mío ahora mismo.
Logan tenía intención de ir despacio, pero iba a ser imposible. Lily ya le había deslizado la camisa por los hombros e iba a por los pantalones.
– Lily… -murmuró cuando ella tomó su erección con una mano y comenzó a moverla.
A continuación, se arrodilló ante él y rodeó con su boca el miembro erecto de él. Logan se apoyó en la puerta y gimió de placer mientras Lily hacía virguerías con la lengua y los labios.
Ya en la cama, Logan se colocó encima de ella, le puso las manos por detrás de la cabeza y la sujetó mientras la desnudaba por completo y lamía cada centímetro de piel que quedaba expuesta.
– Esta vez vamos a ir despacio -dijo Logan haciendo un gran esfuerzo-. Quiero tomarte lentamente, muy lentamente y tú me vas a dejar… vas a mirar.
– Logan… -protestó Lily.
Sin embargo, Logan cumplió su promesa y se olvidó del tiempo mientras recorría todo el cuerpo de Lily, de pies a cabeza, con las manos y con la boca.
Lily disfrutaba de aquella dulce tortura y se concentró en las sensaciones mientras Logan iba bajando por su cuerpo, desde sus pechos, por su tripa, bajo vientre y…
Una vez allí, Logan le desabrochó los pantalones de esquiar y se los dejó en las caderas, dejando al descubierto unas braguitas amarillas.
Bueno, más bien, unas braguitas amarillas húmedas.
Completamente excitado ante aquella vista, se las bajó también y deslizó un dedo entre su vello público hasta encontrar el lugar perfecto que la hizo jadear de placer.
Lily intentó abrir las piernas, pero no podía porque tenía las braguitas y los pantalones en los muslos y se lo impedían.
– Logan, por favor.
– Disfruta -contestó Logan acariciándole el clítoris con la lengua.
Y Lily disfrutó, disfrutó plenamente de las caricias de Logan hasta llegar al orgasmo y, mientras lo tenía, Logan no dejó en ningún momento de lamerla, lentamente y, a continuación, le levantó las caderas y se introdujo en su cuerpo.
Y, mientras los dos se movían al mismo ritmo, Lily no cerró los ojos, algo que a Logan le encantó. Mirándose intensamente, gritando y respirando entrecortadamente, ambos llegaron de nuevo juntos al orgasmo.
Un buen rato después, se dieron una ducha y, dejándose llevar por la suavidad y la sensualidad del jabón, se acariciaron de una manera nueva y volvieron a hacer el amor.
– Como sigamos así, nos vamos a morir -murmuró Lily.
– Es una bonita manera de morir -contestó Logan.
A continuación, dibujó magia con sus dedos por el cuerpo de Lily, que se estremeció de placer.
– No pares, no pares.
– No tengo ninguna intención de hacerlo. Te deseo. Te deseo continuamente, nunca me sacio de ti -contestó Logan.
Nunca era una palabra muy fuerte, pero eso era exactamente lo que también le sucedía a ella.
Logan le tomó el rostro entre las manos mientras la penetraba y la hacía gritar. La besó y murmuró su nombre varias veces, sintiendo una emoción que no se podía describir con palabras mientras se vaciaba en su interior.
Y Lily lo siguió con placer, necesidad y amor.
Capítulo Catorce
Logan se despertó al oír que alguien maldecía como un descargador de muelles a su lado.
Era Lily.
Al incorporarse y mirar por la ventana, comprobó que la nieve lo cubría todo hasta una altura increíble.
– Nos ha sorprendido a todos. Incluso a los meteorólogos -le dijo Lily-. El parte dice que hay fuertes vientos y hielo además de nieve. No suele suceder, ¿sabes? Pero estamos completamente incomunicados. Los patrulleros están preocupados por si se producen avalanchas, la gente no se puede ir, el jefe de cocina está aterrorizado porque no podemos recibir comida… un horror, vamos. Ahora que lo pienso… no te preocupes, te llevaremos al aeropuerto y no perderás el avión -añadió sin mirarlo.
Logan suspiró, se levantó de la cama y fue hacia ella.
– Vaya, te he dejado una marca en el cuello -se lamentó Lily-. Anoche te mordí y te he dejado una marca.
– Así me acordaré de ti.
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