– Hola, es tarde -la saludó Logan entrando al cabo de un rato-. ¿Por qué no te vas a dormir?

– Por si Matt me necesita.

– No te preocupes, en estos momentos Chris está con él.

– Pero…

– Sigue nevando, pero, por lo visto va a parar dentro de unas horas. He vuelto a llamar al hospital y me han dicho que, en cuanto la carretera esté abierta, mandan una ambulancia a buscar a Matt.

Lily se quedó mirándolo, Logan abrió los brazos y Lily se refugió en ellos.

– Anda, venga, vamos a descansar un poco. Gwyneth y Sara lo tienen todo bajo control -insistió Logan.

Poco rato después, Lily estaba en la ducha, sintiendo la maravillosa agua caliente por su cuerpo dolorido. Sí, era cierto que la ducha le estaba yendo de maravilla, pero le faltaba algo.

Más bien, alguien.

Abrió la cortina y le indicó a Logan que entrara, lo que él hizo con ropa y todo. Entre risas, comenzaron a besarse lentamente y Lily se preguntó cómo era posible que en sus brazos se sintiera tan querida y deseada a la vez.

Capítulo Diecisiete

Una vez en la cama, Lily pensó que no debería recibir el peso de Logan sobre su cuerpo como si la vida le fuera en ello, pero no pudo evitarlo.

Había anochecido y no había luna, así que apenas entraba luz por la ventana, pero Lily veía la cara de Logan, veía sus ojos mirándola con amor y sintió algo que jamás había sentido por nadie.

– Lily -murmuró Logan besándola con ternura.

Lily no quería ni pensar en que aquélla iba a ser la última vez que estuvieran juntos, así que apartó aquel terrorífico pensamiento de su cabeza y se entregó a él por completo.

Logan entró en su cuerpo y se entregó también; le entregó a Lily su cuerpo, su corazón y su alma.

Al ver el inmenso amor que había en sus ojos, Lily sintió que el corazón le estallaba de felicidad.


Lily se despertó y consultó el reloj. Las cuatro de la madrugada.

Había dormido una hora.

Se giró y se quedó mirando a Logan, que estaba tumbado a su lado en la cama. Tras observarlo durante un rato, se levantó de la cama en silencio, se vistió y salió de la habitación pensando en aquel hombre que le había cambiado la vida en tan sólo una semana.

El hotel estaba completamente en silencio y, de camino a la sala de primeros auxilios, Lily paró en su despacho, donde vio que tenía un mensaje en el que desde el hospital le decían que la carretera estaba abierta y que la ambulancia iba de camino a recoger a Matt.

Logan no tardaría en irse.

Al llegar a la sala de primeros auxilios, Lily vio que Matt dormía apaciblemente. Sara se había echado a su lado y dormía también.

Estaban tan enamorados que era increíble verlos.

¿Cómo se había enamorado su hermana tan fácilmente y por qué a ella le costaba tanto?

Matt se quejó dormido e inmediatamente Sara se despertó y le acarició la cara para tranquilizarlo. Lily era consciente de que su hermana, de haber podido elegir, habría aceptado sentir el dolor de Matt para quitárselo a su marido.

Lily sintió que el corazón se le rompía.

Ella estaría dispuesta a hacer lo mismo por Logan. Aquello la hizo sentirse vulnerable. Aquello era imposible de soportar.

En aquel momento, sintió una mano en el hombro y, al girarse, se encontró cara a cara con Logan.

– Qué susto me has dado -sonrió llevándose la mano al corazón.

– ¿Qué te pasa? -le dijo Logan secándole la lágrima que le resbalaba por la mejilla y de la que Lily no era consciente.

– No lo sé.

– Claro que lo sabes -dijo Logan observando también a Matt y a Sara-. Los miras y quieres tener lo que ellos tienen. ¿Por qué no lo admites?

Lily se secó las lágrimas y se cruzó de brazos, pero Logan se limitó a mirarla con paciencia.

– Está bien, lo admito. Los miro y me gustaría tener lo que ellos tienen. ¿Contento?

– Lily, en esta vida, cuando quieres algo, hay que ir por ello, hay que arriesgarse.

Lily sintió que otra lágrima le resbalaba por la mejilla y se dijo que iba a ser la última.

– ¿Cómo?

– Teniendo confianza -sonrió Logan-. ¿Te acuerdas que te dije que creía que me estaba enamorando de ti?

– Como para olvidarlo…

– Bueno, pues ahora se qué es así. Lily, estoy enamorado de ti -admitió agarrándola de la mano y poniéndosela sobre su corazón-. Te prometí que no habría ataduras entre nosotros y estoy dispuesto a cumplir mi promesa. ¿Qué te parece? Me he arriesgado lo mío, ¿eh?

Lily sonrió.

– Pero tú vives en Ohio y yo aquí en Tahoe.

– ¿Y qué? A mí no me importa ir y venir y tú ya estás un poco harta de todo esto. ¿Por qué no vienes a Ohio y pruebas a formar parte de mi equipo?

A lo mejor Logan tenía razón.

– ¿Sabes una cosa Logan White? ¡Yo también te quiero! -declaró Lily.

Logan se quedó mirándola con la boca abierta y ambos estallaron en carcajadas al darse cuenta de que estaban más nerviosos que durante cualquier salvamento peligroso.

– Sí, Logan, de verdad, te quiero.

Logan la tomó entre sus brazos y se besaron apasionadamente.

– Esto es de locos -rió Lily.

– Desde luego.

– No va ser fácil.

– No.

– No sabemos si lo vamos a conseguir.

– Cierto.

– Pero yo quiero intentarlo -murmuró Lily abrazándolo-. Quiero ir a Ohio contigo y quiero que tú vengas aquí de vez en cuando.

En aquel momento, oyeron la sirena de la ambulancia que llegaba.

– Está amaneciendo -susurró Lily.

– Un nuevo día -contestó Logan besándola.

– Una nueva relación -contestó Lily.

Epílogo

Dentón, Ohio Tres meses después


Logan condujo hasta casa después de un atareado día de trabajo. Una repentina tormenta de granizo había provocado todo tipo de situaciones peligrosas y su equipo había estado trabajando veintidós horas seguidas.

Le quedaban dos días más de trabajo y, luego, tenía cuatro días libres.

Entonces, volvería a Tahoe.

A ver a Lily.

Se habían estado viendo muy a menudo. A Lily le había encantado Ohio y con su preparación no le había costado nada entrar a formar parte de su equipo, lo que les había permitido compartir varias aventuras durante los últimos meses.

Hacía ahora dos semanas que no la veía y a Logan se le estaba haciendo demasiado tiempo separados.

Logan llegó a casa pensando que, aunque le había prometido a Lily que jamás la haría elegir entre sus dos mundos, cada vez sentía más ganas de pasar más tiempo con ella.

Tras ducharse, se cambió de ropa y se quedó mirando la cajita que tenía en el armario. Al abrirla, estudió el diamante que contenía, lo acarició y rezó para que llegara pronto el momento de entregárselo a su amada.

Al oír que llamaban a la puerta, dejó el anillo en su sitio y fue a abrir.

Al hacerlo, se quedó de piedra.

Al otro lado de la puerta, Lily sonrió nerviosa. Logan no sabía cómo había llegado hasta allí, pero tampoco le importaba. De repente, todo era felicidad y, sin dudarlo, la tomó entre sus brazos y la besó.

– Te quiero y no podía estar sin verte -declaró Lily.

– No sabes cuánto me alegro de oírte decir eso.

– Ante todo, quiero que sepas que les he cedido mi parte del hotel a mis hermanas. Ahora, podré ir al hotel siempre que quiera, pero ya no tendré que trabajar allí. Las dos últimas semanas sin verte se me han hecho interminables y, dado que me encanta tu ciudad y trabajar contigo… ¿te he dicho que te quiero?

– Sí, pero puedes repetirlo todas las veces que quieras -rió Logan cerrando la puerta y comenzando a desnudarla-. Por cierto, me encanta esta costumbre tuya de no llevar nunca sujetador. Por favor, no te lo pongas jamás.

– Bueno, supongo que, cuando tenga hijos, no tendré más remedio…

– ¿Te refieres a tener hijos conmigo? -preguntó Logan muy serio.

– Eso espero porque, con lo guapo que tú eres, me saldrían unos hijos fabulosos.

Logan sintió que el aire no le llegaba a los pulmones.

– Entonces, ¿eso quiere decir que te quieres casar conmigo?

– Hombre, si me lo pides…

– Dios mío, Lily… espera un momento -dijo Logan tomándola de la mano y llevándola por el pasillo hasta su habitación-. Toma -añadió entregándole la cajita que tenía guardada en el armario.

Lily se quedó mirándola.

– Logan.

Logan abrió la caja. En su interior había un diamante de forma cuadrada montado sobre una estructura muy sencilla de platino.

– ¿Es para mí?

– Claro.

– Pero… madre mía, es precioso.

– Tan precioso como tú. Por favor, Lily, di que sí.

Lily sintió que una lágrima le resbalaba por la mejilla.

– ¿Qué te parece por supuesto que sí? Logan esperó a que Lily se pusiera el anillo en el dedo para agarrarle la mano y besársela.

– Te quiero -declaró.

– Nunca me canso de escucharlo -contestó Lily.

– No te lo vas a creer, pero, justo cuando has llegado, estaba mirando el anillo preguntándome cómo demonios iba a pedirte que te casaras conmigo, cómo iba a conseguir que fuéramos «nosotros» de manera oficial -dijo tomándola en brazos y dándole vueltas en el aire.

– Eso también me gusta cómo suena.

– A mí también me gusta, Lily. A mí también me gusta.

Jill Shalvis

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