– Lo que tú quieras.
– Palomitas -decidió Lily girándose hacía la pequeña cocina.
Logan se quedó mirándola, pero ella prefirió ignorar aquellos ojos hambrientos que evidenciaban el deseo de aquel hombre por ella.
Lily metió la bolsa de palomitas en el microondas y se quedó mirándola atentamente mientras se hinchaba. Cuando el aparato le indicó que estaban hechas, sacó la bolsa, la abrió y se puso a comerse el maíz.
– Ven aquí a sentarte conmigo -le indicó Logan desde el sofá.
Lily se sentó a su lado, dejando una distancia prudencial, pero Logan se acercó rápidamente, tomándola entre sus brazos. A Lily no le pareció una sensación desagradable en absoluto.
– ¿Qué haces cuando no trabajas? -le preguntó Logan metiéndose unas cuantas palomitas en la boca.
Lily abrió la boca y la volvió a cerrar. Se rió.
– ¿Qué pasa? -quiso saber Logan acariciándole el hombro y el cuello.
– Quieres hablar y hacerme mimitos.
– Por supuesto.
Lily lo miró y vio que hablaba en serio.
Aquel hombre guapo, apasionado y sensual hablaba en serio. Ya se habían acostado. Entonces, ¿por qué no había salido corriendo?
– Casi siempre estoy trabajando -contestó Lily.
– ¿Y cuando termina la temporada de esquí?
– Viene la de senderismo y bicicleta de montaña.
Logan hizo una mueca de disgusto.
– Entonces, supongo que te pasarás todo el año rescatando gente.
– Sí, pero no siempre he trabajado a este ritmo. Sólo ha sido este último año, desde que murió mi abuela y me tuve que hacer cargo del hotel. Antes, era la directora de la patrulla de esquí y durante las demás temporadas dirigía las actividades.
– No puedes seguir a este ritmo, Lily. No puedes hacerlo todo tú sola.
Lily sonrió con tristeza.
– La verdad es que no me costaría tanto olvidarme de las actividades al aire libre si me gustara el trabajo burocrático.
– ¿Sales de la estación de vez en cuando?
– Bueno, de vez en cuando quedo con amigos en el pueblo y hacemos algo, pero no muy a menudo. ¿Y tú? ¿Tú qué haces cuando no estás trabajando?
– Llevaba años sin tomarme unas vacaciones -contestó Logan acariciándole la nuca, haciendo que Lily sintiera deseos de recostarse contra él y de ronronear como una gatita-. Lo cierto es que hacía años que no hacía lo que estoy haciendo ahora.
– ¿Llevabas años sin acostarte con una mujer?
– No, llevaba años sin tener vacaciones -rió Logan-. Aunque, para ser sincero, es cierto que llevaba años sin compartir con una mujer una sesión de sexo como la que acabo de compartir contigo.
– Lo mismo digo -sonrió Lily sintiéndose especial-. ¿Y por qué llevabas tanto tiempo sin irte de vacaciones? -quiso saber.
Logan se encogió de hombros.
– Me encanta lo que hago y no suelo sentir la necesidad de dejar de trabajar.
Ya.
Otra razón por la que Lily sentía aquella urgencia inexplicable de agarrarse a él y no dejarlo partir jamás. Aquel hombre amaba su vida, su trabajo, todo lo que tenía, sí, todo lo que tenía… a cientos de millas de distancia.
– A mis hermanos les encantaría este sitio.
– ¿Les gusta esquiar?
– Sí, aunque no tienen muchas oportunidades de hacerlo. Los dos son militares y están muy ocupados. Ahora mismo, Tom está en el Atlántico y Paul en el Golfo de México.
– ¿Os veis mucho?
– Si me hubieras preguntado esto hace unos años, cuando todavía vivíamos todos juntos, te habría dicho que demasiado. Mi padre también era militar y trabajaba mucho y, como no teníamos madre, yo tuve que hacer de mamá, de papá, de hermano mayor y de responsable máximo -sonrió Logan-. Me alegro de que esa época haya terminado.
Lily lo miró y se dio cuenta de que algo dentro de ella se había derretido. Acababa de bajar la guardia.
– Así que estás acostumbrado a que la gente te necesite, estás acostumbrado a llevar el peso de la responsabilidad. Me sorprende que no estés casado. ¿No tienes novia?
– Es difícil compaginar una relación estable con mi trabajo. Aunque muchas mujeres dicen que no les importa tener a su lado a un hombre que arriesga su vida constantemente, no es cierto. Es mucho pedir y yo no se lo he pedido a ninguna.
Así que Logan veía el amor como una obligación, algo que Lily entendía perfectamente. El amor era una obligación.
– ¿Y a ti qué te impide tener pareja? ¿Es por esa independencia que defiendes con uñas y dientes o por esa barrera que levantas a tu alrededor cuando alguien intenta acercarse demasiado?
– La verdad es que nada me impide tener pareja.
– Ya, se me había olvidado que tú no le tienes miedo a nada -contestó Logan con una sonrisa.
De alguna manera, Lily se había acurrucado contra su cuerpo, apoyando la cabeza en su hombro y dejando descansar la mano sobre su vientre, así que no le costó mucho deslizar la mano y llegar a su sexo.
Sonrió encantada cuando se endureció y, sin pensárselo dos veces, se sentó a horcajadas sobre Logan.
– ¿Otra vez? -rió él.
– Sí, otra vez.
Logan se despertó al sentir un cachete en el trasero.
Al abrir los ojos, se encontró con Lily completamente vestida y, por un instante, tuvo el instinto de ponerse en pie a toda velocidad y vestirse para irse a trabajar, pero pronto recordó que estaba de vacaciones.
– No te levantes -le dijo Lily-. Yo me tengo que ir, pero tú te puedes quedar. No quería dejarte una notita.
– Gracias -contestó Logan sinceramente agradecido.
Después de la maravillosa noche que habían compartido, no le habría hecho ninguna gracia despedirse de ella a través de una nota.
– Lo de esta noche ha…
Logan sonrió.
– Ha estado bien -concluyó Lily.
– ¿Bien? -se indignó Logan enarcando las cejas.
– Bueno, ha sido increíblemente increíble -admitió Lily.
– Ah, bueno…
– Sí, ha sido eso y mucho más, pero no sé si debemos repetirlo.
– ¿Por qué no?
A Logan le pareció ver un brillo especial en los ojos de Lily.
¿Incomodidad? ¿Miedo? ¿Qué demonios le pasaba a aquella mujer? Y, de repente, lo comprendió. Lily estaba asustaba porque no sabía si iba a ser capaz de que lo suyo fuera algo sin importancia, de no querer pasar a mayores con él.
– Mira, se suponía que todo esto era para que nos lo pasemos bien, sin buscar nada serio -le dijo Lily-. Yo sigo pensando que es una buena idea. En cualquier caso, es lo único que te puedo ofrecer.
– ¿Y qué te hace pensar que yo quiero más? A lo mejor, yo lo único que quiero también es pasármelo bien.
– ¿Es así?
No, no era así, no era suficiente.
– Sí -mintió Logan.
– ¿Me lo prometes? -murmuró Lily.
– ¿Le preguntas esto a todos los hombres con los que te acuestas?
Lily suspiró.
– ¿Se lo preguntas?
– No.
A Logan, todo aquello le pareció fascinante. Aquella mujer era fascinante. La tomó entre sus brazos y acarició su fascinante trasero, metiendo la cabeza entre sus fascinantes pechos.
– Nos vemos luego.
– ¿Me lo prometes Logan?
– Sí, te prometo que nos vemos luego -sonrió Logan.
– Logan.
– Está bien, te prometo que solamente eres un entretenimiento para pasármelo bien.
– Muy bien -dijo Lily dando un paso atrás, despidiéndose y marchándose.
Una vez a solas, Logan se dejó caer sobre la cama y se quedó mirando el techo. Aquella mujer era especial. No intentaba engañar ni jugar con él, decía lo que de verdad quería decir.
Maravilloso sexo.
Nada más.
Cualquier hombre apasionado como él estaría dando brincos de alegría, pero había algo en su interior que se apenaba al pensar que en unos días volvería a su vida normal, a su mundo.
Sin Lily.
Capítulo Nueve
Lily miró el reloj.
Las siete y media de la mañana.
Intentó no imaginar lo que podría estar haciendo en aquellos momentos si una hora atrás no se hubiera muerto de miedo al mirarse en los ojos de Logan.
Madre mía, qué cómoda se había sentido tumbada a su lado en la cama, abrazada a su cuerpo.
Precisamente por eso había decidido levantarse e irse.
Lo que necesitaba en aquellos momentos era aclarar la mente y solamente había una forma de conseguirlo.
Esquiando.
Lily se dirigió al vestuario y allí, para su sorpresa, se encontró con Logan. Al verla aparecer, fue hacia ella, la tomó entre sus brazos y la besó.
A pesar de que se habían pasado toda la noche besándose, tocándose y acariciándose, aquel simple beso hizo que Lily se excitara sobremanera.
– ¿Vas a salir?
Lily asintió.
– ¿Quieres que te acompañe?
– De acuerdo.
– Pareces sorprendida. ¿Acaso creías que no iba a querer verte?
– Bueno, yo creía que habrías tenido suficiente.
«Suficiente con haber estado desnudos toda la noche en la cama, suficiente con haberme vuelto loca con los dedos, con la lengua y con los dientes».
– A lo mejor, Lily, yo soy diferente.
– ¿Lo eres?
– ¿Te da miedo?
– A mí, nada me da miedo. Ya te lo he dicho.
– Qué mentirosa eres -sonrió Logan besándola de nuevo-. Por cómo me miras, parece que prefieres que volvamos a la cama en lugar de salir a esquiar -comentó a continuación muy seguro de sí mismo.
– De eso, nada. Prefiero esquiar.
– ¿Seguro?
«No».
– Por supuesto -contestó Lily tomando sus esquís y saliendo del vestuario sin mirar atrás para ver si la seguía.
Sentía los pezones endurecidos y la entrepierna húmeda, lo que demostraba que, efectivamente, era una mentirosa.
Tras dos horas maravillosas esquiando juntos, sonó el transmisor de Lily anunciando una emergencia. Un esquiador se había caído por un peligroso y escarpado barranco fuera de pista.
– Muy bien, ahora mismo voy.
– ¿Necesitas ayuda? -se ofreció Logan.
– Encantada -contestó Lily.
Se había levantado un fuerte viento y el helicóptero al que habían llamado para efectuar el salvamento no podía aterrizar, así que no había más remedio que bajar a buscar a la víctima.
Sin pensárselo dos veces, Lily se puso el arnés y se sujetó a las gruesas cuerdas que sus compañeros habían colocado.
En un abrir y cerrar de ojos, había desaparecido.
De repente, Logan se sintió tenso y nervioso.
– ¿Por qué ha bajado ella? -le preguntó a Chris.
– Porque así lo ha solicitado la víctima -contestó el compañero de Lily.
Aquello sorprendió a Logan.
De repente, una nube de nieve lo tapó todo, haciendo imposible ver a Lily, que seguía bajando. Logan tuvo que esperar a que la nieve se quitara para poder volver a ver con claridad. En cuanto la nieve desapareció, tanto Logan como Chris corrieron hacia el precipicio y se asomaron.
Lily estaba bien.
Logan había participado en salvamentos tan peligrosos como aquél en incontables ocasiones y siempre había mantenido la tranquilidad, pero ahora le estaba resultando de lo más difícil no perder la serenidad.
Ver a Lily colgando de una cuerda con el viento azotándola como si fuera una muñeca de trapo era insoportable.
De nuevo, el viento levantó remolinos de nieve. Logan no se veía ni las manos. Con aquellas condiciones climáticas, el rescate se estaba haciendo cada vez más difícil.
No veían a la víctima.
No veían a Lily.
A Logan, un hombre normalmente paciente, los treinta segundos que debieron de pasar hasta que la nieve volvió a asentarse de nuevo sobre el suelo se le hicieron una eternidad.
Al asomarse de nuevo al precipicio, vieron a Lily.
No se movía.
Chris gritó su nombre. Al instante, Lily levantó la cabeza, se limpió las gafas de ventisca y saludó con la mano.
– Está bien -comentó Chris visiblemente aliviado.
Logan se apresuró a ayudar a los dos compañeros de Lily que tiraban de la cuerda que la sostenía. En otras dos ocasiones el viento arreció y tuvieron que parar el salvamento; en las dos ocasiones Lily volvió a quedar colgada de la cuerda en mitad del abismo.
Pocas veces había estado Logan a aquel lado de una operación de salvamento y no le estaba gustando en absoluto.
Al final, Lily consiguió descender junto a la víctima.
– ¿Qué tal estás? -le preguntó Chris por radio.
– Enfadada -contestó Lily-. Y alucinada de que haya bajado por él.
– Bueno, lo ha pedido, ¿no? -dijo Chris exasperado.
– Sí, pero ahora mismo le estaba diciendo precisamente que es un estúpido y al parecer está cambiando de opinión. Bajad la camilla.
– ¿De quién se trata? -quiso saber Logan mientras el equipo de rescate bajaba la camilla.
– De Pete Wheeler. Supongo que habrás oído hablar de él, ha sido medalla de oro en dos ocasiones en las Olimpiadas extremas.
– ¿Es de aquí?
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