– Yo vivo al otro lado de la escalera. Me llamo Sadie Lewis. Enhorabuena, querida – añadió, extendiendo una mano en dirección a Olivia.

– ¿Por qué?

– Por tu matrimonio. Los dos parecéis muy felices.

– Lo somos. Muy felices -comentó Conor-. Después de todo, somos recién casados.

– En ese caso, os dejaré solos -dijo Sadie, como si hubiera entendido el mensaje-. Si necesitáis algo, no dudéis en pedírmelo.

– Claro que no. Adiós -dijo Conor, antes de cerrar la puerta.

Enseguida, Olivia se acercó a él y le dio un golpe en el hombro.

– ¡Vaya! ¿Por qué andarse por las ramas? ¿Por qué no le has dicho directamente que queríamos hacer el amor ahora mismo y que le agradeceríamos mucho si se marchaba?

– Pensé que era el modo más rápido de librarse de ella. Parece algo cotilla y las personas así siempre se quedan tanto tiempo como uno se lo permita. ¿Qué? ¿Estás avergonzada? Solo estamos fingiendo…

– No, pero no quería que esa mujer pensara que…

– ¿Pensara que estamos locos el uno por el otro?

¿Por qué no mencionaba lo que habían compartido? Olivia se mordió el labio para no hacerle directamente aquella pregunta. Ya sabía que Conor no era el tipo de hombre que revelaba sus sentimientos más íntimos.

– Tengo que cambiarme la venda -dijo él por fin-. ¿Por qué no preparas una lista de la compra y salimos por algo para cenar?

Con eso, tomó lo que habían comprado en el supermercado y se metió en el cuarto de baño.

Después de examinar rápidamente la cocina, Olivia redactó rápidamente una lista de alimentos que necesitaban. Cuando había escrito lo necesario para los nueve días que iban a estar allí, Conor todavía no había salido del cuarto de baño.

– ¿Conor? ¿Te encuentras bien?

– Sí -respondió él, desde el otro lado de la puerta-. Bueno, no.

Olivia abrió la puerta y lo vio, sin camisa, tratando de ponerse una venda limpia.

– Necesito ayuda. No puedo yo solo. Olivia lo contempló durante un momento. A la dura luz de la lámpara parecía aún más impresionante que en el barco. Se le notaba cada músculo, cada tendón… Olivia habría querido tocarlo, pero el sentido común le dijo que lo que debía hacer era ayudarlo.

El cuarto de baño era tan pequeño, que se vio obligada a cerrar la puerta para tener suficiente espacio para trabajar,

– Levanta el brazo.

Cuando lo hizo, Olivia contempló por primera vez la herida. Era una línea muy enrojecida, unida por una larga hilera de puntos.

– Parece muy doloroso.

– En realidad, no lo es tanto. Lo he desinfectado con el alcohol y me he puesto un poco de esa crema antibiótica que me dio el médico. Solo me duele cuando me giro.

Olivia colocó hábilmente la venda y la sujetó con esparadrapo.

– Ya está…

El cuarto era tan pequeño, que no pudieron evitar tocarse. El cuerpo de él se frotó contra el de ella, cuyos pechos se apretaron contra el torso de Conor. De repente, se encontró entre sus brazos y, rápidamente, él le capturó la boca con un frenético beso. Sin embargo, justo cuando ella se estaba permitiendo gozar con el sabor de sus labios, Conor se apartó de ella igual de súbitamente, como si quisiera hacerle parecer que el beso no había ocurrido.

– No deberíamos hacer eso.

– ¿Por qué no? -preguntó ella, sin soltarse del cuello de Conor

– Simplemente no deberíamos. Lo complica todo.

– No tiene por qué ser así. Lo que compartamos aquí queda entre nosotros. Nadie más lo sabrá.

En los ojos de Conor, vio una batalla entre el sentido común y los placeres carnales. De repente, él se apartó de ella.

– Tengo que marcharme.

– ¿Adonde? -preguntó ella, sorprendida.

– Tengo cosas que hacer.

– Iré contigo.

– Estarás más segura aquí.

– ¿Es que no tienes miedo de que pueda escaparme?

– No. Ya sabes los peligros que hay fuera, pero, si quieres marcharte, no puedo impedírtelo. Sin embargo, me enfadaré mucho si regreso y veo que me hirieron por una mujer a la que le importa menos su vida que a mí.

– Sí. Estaré aquí cuando regreses -afirmó Olivia, sintiendo que sería una traición marcharse después de lo que él había hecho por ella-. No tienes que preocuparte.

Ella se quedó en el cuarto de baño y escuchó cómo se alejaba hacia la puerta. Durante unos minutos, había creído que comprendía a Conor Quinn, pero entonces, él había vuelto a crear murallas a su alrededor, decidido a mantener las distancias entre ellos. Sin embargo, sentía que no podía culparlo. Después de lo que sabía de su niñez, no le extrañaba que fuera muy cauteloso con las mujeres.

– Debería encontrarme un tipo normal – murmuró, mientras se sentaba en la bañera.

Sin embargo, no quería un hombre normal, sino uno peligroso. Si los últimos días habían demostrado algo era que estaba empezando a gustarle el peligro.

El oficial de guardia reconoció a Conor en el momento en el que entró. Se acercó al mostrador de la cárcel del condado de Suffolk y sacó su placa. Sin embargo, no firmó, saltándose los estrictos requerimientos para cuando se visitaba a un prisionero. Conor había contado con el código de silencio entre policías.

– Quinn -dijo el oficial.

– Mullaney -replicó Conor.

– No esperaba que te presentaras aquí. He oído que están a punto de cortarte la cabeza. Has secuestrado a una testigo.

– Solo estoy haciendo mi trabajo. Se supone que tengo que mantenerla con vida hasta el día del juicio, pero parece que alguien del departamento la quiere muerta.

– Supongo que debería olvidar que te he visto esta noche.

– Y, de paso, también puedes olvidarte de que llamaste a Kevin Ford a una de las salas de interrogatorios por error y que dio la casualidad de que yo estaba en esa sala cuando entró.

– Si se enteran de esto, tu carrera en la policía habrá terminado.

– Sigo siendo policía y él es uno de los chicos malos. Hasta que llame a su abogado, solo somos un par de amigos charlando sobre una amiga mutua.

– Si alguien pregunta, yo nunca te he visto. Asegúrate de que nadie más te vea. Sala siete.

El oficial llamó al agente que estaba de guardia y luego dejó que pasara Conor. Como había estado en aquella cárcel cientos de veces para interrogar a sospechosos, sabía cómo pasar desapercibido. Entró rápidamente en la sala de interrogatorios y, unos momentos más tarde, un oficial sin uniforme llevó a Kevin Ford.

Ford iba vestido con el uniforme de la cárcel, pero, a pesar de todo, parecía estar completamente fuera de lugar. Sus gafas le daban el aspecto de un profesor de Harvard.

– No pienso hablar sin mi abogado. Y no voy a testificar contra Keenan, así que es mejor que no pierda el tiempo.

– Sí. Estoy seguro de que tu calendario social está muy lleno. Nada de lo que digas va a salir de esta sala. Oficialmente, no estoy aquí y oficialmente, no estamos hablando.

– ¿Qué es lo que quiere? ¿Lo envía Keenan?

– ¿Keenan? Supongo que ya te ha enviado a sus polis para hablar contigo. ¿Te envió policías uniformados o detectives?

Ford no contestó, pero Conor lo leyó en sus ojos. Alguien del departamento había ido a hablar con él.

– Bueno, no tienes que responder. Si te hubiera enviado a los tipos de más rango, estarías todavía más implicado en este asunto, ¿Sabes lo que no entiendo? Que un tipo como tú, elegante, sofisticado, con buenos modales pueda haber implicado en esto a Olivia Farrell. Ella no ha hecho nada más que confiar en ti. Eras su amigo. Y ahora los hombres de Keenan quieren matarla. Testificará y su testimonio os meterá a los dos en la cárcel durante mucho tiempo. Sin embargo, ella se pasará el resto de su vida mirando por encima del hombro.

– Yo no quería implicarla -susurró Ford. Con aquella confesión, Conor vio la verdad. ¡Kevin Ford estaba enamorado de Olivia!

– Entonces, ¿por qué lo hiciste?

– Yo compré la tienda de Charles Street. La hipoteca me estaba matando. Hice algunas malas amistades y, de repente, estuve a punto de perderlo todo. Yo no podía defraudarla, así que cuando Keenan apareció en escena, acepté su oferta. Al principio, se suponía que sería un acuerdo por poco tiempo, pero cuando estuve metido, no pude zafarme.

– Has dicho que un policía vino a hablar contigo, ¿no? -dijo Conor. Ford asintió-. ¿Y si yo encontrara un modo de que pudieras testificar contra Keenan y lo metiéramos en la cárcel durante los próximos veinte años?

– No voy a testificar.

– ¿Y si no tuvieras que cumplir condena? Podría conseguirte eso.

– Mi abogado dice que tal vez no tenga que cumplir condena.

– Tu abogado es muy optimista. El testimonio de Olivia te meterá en la cárcel y me atrevo a decir que no eres la clase de hombre que se desenvuelve bien en la cárcel. Aunque solo sea unos pocos años, te pasarán factura.

– ¿Por qué se preocupa usted tanto por mí?

– No me preocupo por ti, sino por Olivia. Intercambiaron una larga mirada. Conor supo que se entendían a la perfección. Los dos se habían enamorado de la misma mujer y tenían el mismo instinto de protegerla.

– Si puede garantizarme que no tendré que ir a la cárcel, testificaré contra Keenan.

– No le digas a nadie que hemos hablado de esto, ni siquiera a tu abogado. Voy a enviarte un detective para que hable contigo. Se llama Danny Wright y trabaja para los policías íntegros. Él lo preparará todo. Puedes confiar en él.

Conor se dirigió a la puerta y golpeó con fuerza la ventana. El guardia le abrió la puerta. Rápidamente, Conor se digirió a la salida, sin detenerse para hablar con nadie. Cuando salió al exterior, repasó de nuevo su plan.

Hasta aquel momento, cuando miró a los ojos de Ford, no había sido capaz de reconocer lo que sentía por Olivia ni había creído que pudieran tener un futuro juntos, pero ya lo sabía con toda seguridad. Estaba enamorado de Olivia. Solo hacía tres días que la conocía y ya quería pasarse la vida a su lado.

Sin embargo, no todo era tan fácil como parecía. Aunque quisiera que Olivia estuviera a su lado, no sabía si tenía un futuro que ofrecerle. Ni siquiera sabía cómo iba a salir todo aquello. Aun cuando Ford accediera al trato, él seguía enfrentándose a acusaciones muy graves, tanto que podrían costarle su trabajo. Sin empleo, ¿cómo podría planear un futuro para ellos?

– ¡Quinn!

Conor se dio la vuelta. Danny Wright se acercaba por la acera. Conor esperó a su compañero y señaló la calle en la que había aparcado su coche.

– ¿Qué estás haciendo aquí? -preguntó Danny.

– He venido a visitar a Kevin Ford.

– ¿Que has hablado con Ford? ¡Dios santo, hombre! Mira, no quiero cuestionar tus métodos, pero todo el mundo está hablando en la comisaría. Primero, desapareces con una testigo, una mujer muy hermosa, y ahora te pones a interrogar a los acusados.

– ¿Cómo sabías que yo estaba aquí?

– Me llamó Mullaney. Me dijo que viniera a recoger mis cosas. Tardé un rato en comprender lo que me decía, pero me di cuenta de que tenías que ser tú.

– Bueno, puedes decirme todo lo que quieras, pero, en estos momentos, no te voy a escuchar. Tengo otras cosas en la cabeza. Mira, Keenan tiene un infiltrado en el departamento. Es así como nos encuentran siempre. Kevin Ford sabe quién es. Le dije que tú irías a visitarlo. Quiero que averigües todo lo que puedas y que luego lo lleves a asuntos internos. Quiero que le ofrezcan a Ford un trato por su declaración. Así Olivia no tendrá que testificar.

– Pero y si…

– Hazlo. Y ten mucho cuidado. Danny asintió. Conor le dio un manotazo en el hombro y sonrió.

– Eres un buen detective, Wright -concluyó, provocando una enorme sonrisa en su compañero.

Entonces, se metió rápidamente en su coche y se marchó. Mientras se alejaba de la cárcel, respiró profundamente.

– Esto tiene que funcionar -murmuró. Era el único medio de asegurarse de que Olivia vivía a salvo el resto de su vida. En aquellos momentos, aquello era lo único que le preocupaba. En cuando a lo de su futuro juntos, tendría que pensarlo en otra ocasión.

– Un paso cada vez -añadió, suavemente.

Capítulo 7

Se había despertado en medio de un maravilloso sueño. Todo era cálido y cómodo, en aquellas pequeña vacaciones en Jamaica. Olivia sonrió y se acurrucó bajo el edredón que había quitado de la cama. La televisión brillaba en la oscuridad.

Durante mucho tiempo, estuvo entrando y saliendo de ese sueño. Se imaginaba a Conor tumbado en la arena, bañándose desnudo en el mar, haciéndole el amor en una hamaca…

Sería maravilloso tener una oportunidad como aquella para conocerse de verdad. Sin embargo, antes de que pudiera seguir imaginándose las vacaciones perfectas con el hombre perfecto, oyó que se abría la puerta. Olivia abrió los ojos y vio cómo Conor entraba en el apartamento.