Olivia inclinó la cabeza y sonrió. No se había equivocado.
Conor la llevó hasta la mesa del comedor, donde había dejado su ropa. Tras colocarla al borde de la mesa, sacó la cartera. Olivia agarró el preservativo que él había querido extraer y rasgó el envoltorio. Sin embargo, Conor se lo arrebató, como si sus caricias fueran mucho más de lo que pudiera soportar.
Tras situarse de nuevo entre sus piernas, lentamente la dejó encima de la mesa y empezó a chuparle uno de los pezones. Olivia suspiró, dejando que él tomara el control y gozando al sentir el cuerpo de Conor contra el suyo. Experimentó un delicioso placer cuando él le hizo el amor del mismo modo en que ella se lo había hecho antes.
Descubrió todos los puntos que la hacían palpitar y temblar de necesidad. Cuando finalmente saboreó el centro de su feminidad, acariciándolo suavemente con la lengua, Olivia se sintió más allá del pensamiento racional. Aquello era lo único que deseaba en la vida y él era lo único que quería y necesitaba.
– Por favor -murmuró Olivia, haciendo que él volviera a besarla en los labios-. Por favor…
Conor la acercó más al filo de la mesa y con una exquisita ternura, la penetró. Ella murmuró su nombre, arqueándose contra él, deseando que la condujera hasta el fin.
Conor se hundió en ella completamente y luego se retiró, como si quisiera hacer que lo deseara más. Con cada empuje, el movimiento se iba incrementando. Conor sentía que Olivia estaba cerca del clímax, pero sería él quien decidiera cuándo lo alcanzaba.
De repente, se detuvo en seco.
– No -gimió ella, retorciéndose contra él. Con un gruñido, Conor la agarró por las muñecas y se las inmovilizó por encima de la cabeza, sin salir de ella. Durante un momento, Olivia creyó que aquello era todo, que la había llevado al borde del placer para dejarla deseando todavía más. Entonces, él la besó dulcemente.
– Dime que me deseas -dijo él, mirándola con intensidad a los ojos.
– Te deseo -murmuró ella, gimiendo al sentir que Conor se iba deslizando al exterior.
– Vuelve a decírmelo.
– Te deseo. Te necesito, Conor, por favor… Cuando abrió los ojos, vio que la estaba mirando muy fijamente, pero con una expresión tan suave como una caricia.
– Dime que me amas. Solo por esta noche, dímelo.
Olivia sintió una gran emoción dentro de ella al escuchar aquella petición. Aunque él solo quería oír las palabras, sabía que había mucho más en su alma y en su corazón y que había una razón para que él necesitara escuchar aquellas palabras.
– Te amo -murmuró, tomando el hermoso rostro entre sus manos-. Solo por esta noche, te amo.
– Y yo te amo a ti -replicó él, besándola dulcemente-. Solo por esta noche.
Cuando los dos alcanzaron el éxtasis, Olivia se dio cuenta de algo. Cada uno formaba parte del otro. Pasara lo que pasara y fuera lo que fuera lo que los separaba, siempre les quedaría aquel momento tan maravilloso que habían compartido juntos.
El ruido lo despertó. Conor se maravillaba continuamente de cómo distinguía un ruido que le resultaba amenazador de otro que no lo era. En aquella ocasión, sus instintos se pusieron alerta. Olivia dormía plácidamente a su lado, desconocedora del peligro. Pensó en despertarla, pero decidió investigar primero.
Se levantó de la cama y recogió su pistola. Pensó en vestirse, por si acaso el intruso era una de las amigas de Lila Wright. Se limitó a ponerse solo los calzoncillos.
Salió lentamente del dormitorio y se asomó al salón. Los rayos del sol lo iluminaban todo. Entonces, los ruidos se fueron haciendo más altos. Si era uno de los hombres de Keenan, no estaba esforzándose mucho por ocultar su presencia.
Llegó a la conclusión de que los ruidos provenían de la cocina. Silenciosamente avanzó por el vestíbulo y entró en la cocina, con la pistola apuntando al pecho del intruso.
– ¡Quieto!
En aquel mismo momento, notó el olor a café. Entonces un hombre rubio, con una cazadora de cuero, levantó las manos y bajó la cabeza. En aquel momento, Conor reconoció a Danny Wright.
– ¡Maldita sea! ¡Podría haberte matado! Danny se volvió lentamente y, al ver la escueta indumentaria de su amigo, frunció el ceño. Sin embargo, no hizo ningún comentario. Solo se sonrojó un poco.
– ¿Que diablos estás haciendo aquí?
– Tenía que hablar contigo. Llamé, pero no contestó nadie. Por eso, utilicé mi llave. Me imaginé que, después de lo que los dos habíais pasado, se os habían pegado las sábanas.
– ¿Por qué estás aquí? -repitió Conor.
– Vine a decirte que el departamento ha hecho un trato con Kevin Ford, Va a testificar contra Keenan a cambio de una reducción de sus cargos. También lo entrevistó el departamento de asuntos internos y les dio el nombre del policía que trató de coaccionarlo. Ford tiene papeles y cintas que aportan suficientes pruebas como para meter a Keenan en la cárcel mucho tiempo. Olivia no tendrá que testificar.
– ¿Estás seguro?
– Claro. Ella era el único modo de conectar a Ford con Keenan. Con el cambio de actitud de Ford, muchos de los socios de Keenan decidirán declarar a cambio de favores. Está a salvo.
– De eso no podemos estar seguros hasta el día del juicio.
– Se dice por ahí que Keenan ya no está interesado en ella.
Conor se sirvió una taza de café y tomó un largo trago. Ya estaba. Podría volver a dejar a Olivia en su casa y los dos seguirían adelante con sus vidas. Lo que habían compartido la noche anterior se convertiría en un recuerdo.
– ¿Qué tal tienes el costado?
– Bien -respondió él. Casi se había olvidado.
– Hay algo más. El teniente quiere verte esta misma mañana.
– Supongo que quiere echarme una reprimenda por no fichar regularmente. O tal vez voy a tener que pagar toda las ventanas que se rompieron en el motel.
– Creo que es mucho más serio que eso. ¿Puedo hablar con libertad?
– Claro, los dos somos detectives, Danny. Compañeros. Yo no soy tu superior, a pesar de que sea unos años mayor que tú.
– Ya sabes que el capitán no es gran admirador tuyo. Después del incidente con ese delincuente, ha estado tratando de atraparte. Dice que no tienes respeto por la autoridad. Se dice que va a hacer que te investiguen y que tal vez presentará cargos contra ti.
– ¿Por qué?
– Descubrieron que fuiste a ver a Kevin Ford. Sus abogados dicen que tal vez lo amenazaste.
– ¿Se lo dijo Ford?
– No -respondió, mirando a su compañero de arriba abajo-. También cree que tú y… la testigo… estáis teniendo una relación personal. ¿Es cierto?
– ¿Qué te parece a ti?
– Que te estás acostando con ella. Y eso va contra todas las reglas tácitas y escritas que existen en el departamento de policía de Boston. Quiero que sepas que me gusta trabajar contigo, pero que me sentiría muy desilusionado si ocurriera algo que terminara con nuestro grupo de trabajo…
Conor sonrió al muchacho y le dio un golpe en el hombro.
– Puedes decirle al teniente que pasaré a verlo esta mañana para responder a todas las preguntas que quiera hacerme. Y si el capitán quiere investigar, puede hacerlo. No tengo nada que ocultar.
– ¡Danny!
Los dos hombres se giraron para mirar a Olivia, que estaba de pie al lado de la puerta de la cocina. Iba vestida con la camisa de franela de Conor y tenía el cabello revuelto. Él hubiera querido tomarla entre sus brazos y darle un beso, para empezar bien el día, pero se contuvo. La noche anterior había sido la última vez.
– ¿Qué estás haciendo aquí? -añadió-. ¿Has venido para protegerme?
– En realidad, Danny ha venido para darme un mensaje de mi jefe. Y ya se marchaba, ¿verdad, Danny?
– Pero puedes quedarte a tomar un café, ¿verdad? No hemos tenido mucha compañía últimamente -explicó Olivia-. Quería darte las gracias por traer mis cosas de la casa de Cape Cod.
– No tienes por qué dármelas -replicó el muchacho inmediatamente embelesado con ella-. Además, me llevé a mi casa ese guiso de marisco.
– ¿La paella?
– Sí. Estaba muy buena. Eres una buena cocinera.
– ¿Se ha puesto el fiscal del distrito en contacto contigo, Danny?
– ¿El fiscal del distrito?
– Danny tiene que marcharse, Olivia. Ya llega tarde a trabajar.
– Pero, ¿no debería yo hablar con el fiscal del distrito antes de testificar? -preguntó ella mientras se servía un café-. Al menos eso es lo que hacen en las películas. No puedo presentarme en el juicio y responder así como así a sus preguntas. ¿No tiene que prepararme?
– Sí… -respondió Danny-. Bueno, no sé… Supongo que eso depende -añadió. Conor le dio la vuelta y lo sacó a empujones de la cocina en dirección a la puerta-. ¿Es que no vas darle las buenas noticias?
– Vuelve a la comisaría -murmuró Conor-. Yo iré después.
Tras abrir la puerta, empujó a Danny suavemente hacia el exterior. Luego, se apoyó en ella, mientras pensaba en las muchas formas que tenía de decirle que ya no tenían que seguir estando juntos. Sin embargo, no podía hacerlo todavía. Necesitaba un día o dos más, lo suficiente para ver si lo que habían compartido sería capaz de sobrevivir en el mundo real, para ver si había algo de verdad en las palabras que él le había hecho repetir la noche anterior.
Quería creer que Olivia podía amarlo, pero tenía la pura verdad delante de los ojos. Eran de dos mundos diferentes. Él era policía, con un sueldo de policía y con la vida de un policía. Olivia se merecía mucho más que eso. Tenía que tener un hombre que la llevara a fiestas de sociedad, que le hiciera conocer amigos ricos y con el que pudiera tener una conversación inteligente, no un policía que hubiera tenido que tomar clases nocturnas para terminar sus estudios y que prefería los informes de policía a la buena literatura.
– Probablemente no debería haber salido mientras Danny estaba aquí…
– No pasa nada.
– ¿Y si dice algo?
– Danny sabe cuándo tiene que mantener la boca cerrada -respondió él. Entonces, fue al comedor a recoger su ropa. Tenía miedo de volver a mirarla, de volver a tomarla entre sus brazos y de hacerle el amor durante el resto del día.
– Puedo prepararte algo de desayunar.
– No hace falta. Lo siento. Tengo que marcharme. Mi jefe quiere verme esta mañana y no puedo tenerlo esperando.
Olivia asintió y lo observó mientras se vestía. Para cuando se puso los calcetines y los zapatos, se sentía muy preocupada. Conor agarró su cazadora. Luego, se inclinó sobre ella para darle un casto beso en la mejilla.
– No salgas. Volveré enseguida. Cuando llegó al vestíbulo del edificio, se apoyó contra una pared y murmuró:
– Deberías dejarla marchar mientras todavía puedes.
Sería tan fácil. Lo único que podía hacer era enviarle a alguien al piso para darle las buenas noticias. Ella recogería sus cosas y se marcharía. Así, él no tendría que volver a verla. Sin embargo, no pudo convencerse para hacerlo. Le haría demasiado daño a Olivia.
No. Esperaría. Un par de días más era todo lo que necesitaba para asegurarse. Entonces, podrían marcharse de aquel lugar y seguir con sus vidas. Tanto si terminaban juntos como separados, Conor sabría que les habría dado una oportunidad. Aquello era lo único que pedía. Una oportunidad.
Capítulo8
– ¿Por qué no podemos salir? -protestó Olivia-. Hace un tiempo precioso y no ha intentado matarme nadie desde hace días. ¿Por qué no podemos ir a dar un paseo, aunque sea en coche? ¡Podríamos salir a comer! Iríamos al campo, donde nadie nos reconocería. Me conformo hasta con uno de esos restaurantes en los que comes en el coche.
Conor la miró desde detrás del periódico. Llevaba muy callado varios días, distante, como si algo le pesara en la mente. Había ido en algunas ocasiones a la ciudad y había regresado aún más distraído, más tenso. Olivia había pensado que su preocupación se debía a que ella tuviera que declarar, pero no quería estropear los pocos días que les quedaban juntos, así que había decidido no hacer preguntas.
Las noches no habían cambiado. Los dos se olvidaban convenientemente de sus promesas y caían en la cama cada noche con más pasión que nunca. De hecho, Conor le hacía el amor hasta que casi no podían moverse, como si estuviera con ella por última vez. Después de cada una de las noches, Olivia esperaba que desapareciera por la mañana, pero Conor estaba siempre a su lado cuando se despertaba.
Ninguno de los dos había hablado del futuro, pero Olivia sabía que cada día que pasaba los acercaba más al fin.
– Por favor, deja el periódico…
– De acuerdo -accedió Conor-. Iremos a dar un paseo en coche. Te mostraré mi rincón favorito de Boston.
Olivia aplaudió encantada y fue corriendo al dormitorio por su abrigo. No le importaba que estuvieran corriendo un riesgo. Además, necesitaba una oportunidad de ver cómo se defendían sus sentimientos en el mundo real, de ver si estaban a gusto el uno con el otro o aquel mundo irreal estallaba en pedazos.
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