– Así que ya ves -había concluido ella-, que no era ningún profundo y duradero desaire, de ningún modo. No tengo ningún -agitó la mano- sentimiento adverso hacia los soldados por ello.
Él la había estudiado, observado su cara.
– ¿Así que no usas mi antigua carrera contra mi?
– ¿Por lo que ocurrió con Whorton? No.
El ceño de él se había hecho mas profundo.
– Si no fue que Whorton te diera calabazas lo que te hizo sentir aversión a los hombres y al matrimonio, ¿qué fue? -Había fijado su mirada en ella; incluso entre las sombras ella había sido capaz de sentir su crispación-. ¿Por qué no te has casado?
No estaba lista para responder a eso.
No le hizo caso, aferrándose a un tema más inmediato.
– ¿Es por eso que me hablaste de tu carrera, para distinguirte de Whorton?
Él la miró disgustado.
– Si tú no lo hubieras preguntado, no te lo habría dicho.
– Pero pregunté ¿Es por eso que tú contestaste?
Había vacilado, mostrándose reacio, entonces admitió.
– Parcialmente. Te lo habría tenido que decir alguna vez…
– Pero me lo dijiste esta tarde porque querías que te viera de forma diferente que a Whorton, diferente de como imaginas que le veo a él.
Tiró de ella hacia atrás y la besó. Distrayéndola.
Efectivamente.
Ella no supo lo que hacer con sus razonamientos -sus motivos, sus reacciones- de la pasada noche. No todavía. Sin embargo… Él obviamente se había sentido lo bastante amenazado por su experiencia con Whorton y cómo, pensaba, afectaría eso a su visión de los militares, para decirle la verdad. Romper con lo que, sospechaba, era un hábito y no ocultar ni esconder su pasado.
Un pasado que no estaba segura de si su familia conocía. Que pocas personas de cualquier tipo conocían.
Era un hombre con sombras tras él, aunque las circunstancias habían hecho que pasase a la luz y necesitaba a alguien -alguien que le entendiera, que podría entenderlo, alguien en quien podría confiar- además de sí mismo.
Ella podía ver eso, admitirlo.
Lentamente estirándose bajo las mantas, suspiró profundamente. A causa de la previa sugerencia de él, se había permitido imaginarse cómo seria estar casada con él; su respuesta a la visión había sido completamente distinta de lo que esperaba. A todos los pensamientos sobre el matrimonio que había tenido en el pasado.
Ahora… ahora que se imaginaba siendo su esposa, la perspectiva la atraía. Con la edad y la madurez de la experiencia, quizás había aprendido a valorar cosas, cosas como la apacible vida del campo, mucho más que lo que había previsto; se había ido dando cuenta gradualmente de que tales cosas eran importantes para ella. Le proporcionaban una salida para sus habilidades naturales, sus talentos organizativos y directivos; sin tales salidas se habría sentido ahogada…
Justo como, de hecho, se había sentido cada vez más ahogada en casa de su tío.
La comprensión fue no tanto un shock como un terremoto, uno que literalmente cambió todos los conceptos que, había pensado durante tanto tiempo, eran las bases de su vida. Darse cuenta de ello no era una cosa pequeña de entender, de absorber.
Los rayos de sol bailaban en el techo; la casa estaba despierta, el día la llamaba. No obstante permaneció en la envoltura de su cama y en lugar de ello abrió su mente. Dejó que sus pensamientos fluyeran libres.
Siguiendo hacia donde la condujeran.
Los sueños infantiles que había abandonado hacía tiempo habían revivido, sutilmente recreados, habían cambiado de modo que resultaban atractivos a la mujer que era ahora, esta vez eran adecuados para ella.
Podía ver, imaginar, comenzar a desear, si se lo permitía, una vida futura como esposa de Tristan. Su condesa. Su compañera.
Dando vueltas entre esos sueños, prestándoles la más grande fascinación y poder, estaba la tentación de ser la única, la única para él, quien podría darle todo lo que quisiera. Eso, muy posiblemente, era lo que él necesitaba. Cuando estaban juntos, ella podía sentir el poder de lo que había crecido entre ellos, que era una emoción más profunda que la pasión, más fuerte que el deseo. La emoción que les abrigaba en esos momentos tranquilos, intensos y privados.
Una emoción que compartían.
Era algo efímero entre ellos, algo más fácil de ver en aquellos acalorados momentos cuando ambos tenían sus defensas completamente bajas, aunque estaba también allí, asomando, como algo captado por el rabillo del ojo en sus encuentros más públicos.
Le había preguntado por qué no se había casado; la verdad era que nunca había considerado realmente la razón. Lo instintivo, la creencia profundamente sostenida, la única que había hecho que dejar a Whorton fuera tan fácil, era algo tan escondido en su mente, tanto que era parte de ella, nunca lo había sacado fuera para examinarlo, nunca realmente se había preocupado por ello antes. Simplemente estaba allí, una certeza.
Hasta que había aparecido Tristan, y mostrado todo lo que era ante ella.
Él le daba, ahora, el derecho a cuestionarse, a preguntarse por sus razones, a exigir que fueran oídas.
Era el momento de ver más profundo, dentro de su corazón, dentro de su alma, y descubrir si sus viejos instintos eran todavía válidos para el nuevo mundo en cuyo umbral ella y Tristan estaban ahora.
Él la había agarrado de la mano, la había arrastrado a aquel umbral, la había obligado a abrir los ojos y realmente ver… y no iba a marcharse. Simplemente retroceder y dejarla.
Él tenía razón; la atracción entre ellos no iba a perder intensidad.
No la perdía. Había crecido.
Apretando los labios, apartó las mantas, salió de la cama, y resueltamente cruzó hacia la campanilla.
Reexaminar y posiblemente reestructurar los principios básicos de la vida de alguien no era una empresa que pudiera lograrse en unos pocos minutos.
Desafortunadamente, a lo largo de ese día y los siguientes, apresurados minutos eran todo lo que Leonora podía encontrar. Aún cuando los acontecimientos de cada día que pasaba reforzaban y profundizaban la conexión entre Tristan y ella, la necesidad de revisar la razón de su aversión al matrimonio creció.
Sus lentos progresos en el asunto de Mountford, tanto en la localización del hombre enmascarado bajo ese nombre o identificarlo fuera quien fuera antes, solo añadió presión por la creciente actitud protectora de Tristan, que se desbordaba en la más primitiva posesividad.
Incluso aunque él batallara para ocultarlo, ella lo veía. Y lo entendía.
Intentó no dejarle pinchar su temperamento; sin embargo, parecía que no podía evitarlo.
Febrero finalmente cedió el paso a marzo; la primera indirecta de la primavera entró de sopetón para suavizar la desolación del invierno. La gente comenzó a volver a la capital en serio, para prepararse para la llegada de la próxima estación. Mientras antes los entretenimientos habían sido pocos, en gran parte informales, el calendario social se volvía cada vez más atestado, así como igualmente los eventos.
La invitación al baile de Lady Hammond fue la primera aglomeración del año. Llegando con Mildred y Gertie, Leonora esperó de pie pacientemente en la escalera que conducía al salón de baile, junto con medio centenar de personas que esperaban para saludar a sus anfitriones. Mirando a su alrededor, notó caras familiares, asentimientos, intercambios de sonrisas. Aún faltaban semanas antes de la temporada; el año anterior, estaba segura que la ciudad no estaba tan atestada a principios de año. Incluso en el parque…
– Querida, desde luego que vinimos aquí temprano.
La señora detrás de Leonora se había encontrado con una vieja amiga.
– Todo el mundo lo ha hecho, presta atención a mis palabras. O al menos, cada familia con una hija que sacar al mercado. Es bastante criminal el número de caballeros que hemos perdido en todas esas guerras…
La señora siguió; Leonora dejó de escuchar -le había abierto los ojos. Apiádense de los caballeros elegibles que todavía estén solteros.
Finalmente, ella, Mildred y Gertie llegaron a la puerta del salón de baile; después de hacer la reverencia a Lady Hammond, una antigua conocida de sus tías, siguió a Mildred y Gertie a una de las alcobas con sillas y butacas para acomodar a las carabinas y a la vieja generación.
Sus tías encontraron asientos entre sus amigas; después de desviar un buen número de maliciosas preguntas, Leonora se retiró.
Entre la muchedumbre, Tristan tenía algunas dificultades para localizarla; se había unido a la cola para llegar al salón de baile a la vez que ella llegaba a lo alto de las escaleras, lo que quería decir que todavía pasaría algún tiempo antes de que pudiera unirse a ella.
Esa noche, la muchedumbre era demasiado densa para deambular por el salón con solo asentimientos y sonrisas; ella tuvo que detenerse y charlar, intercambiar saludos y opiniones y conversación social. Nunca lo había encontrado difícil, quizás algunas veces aburrido, pero esa noche había tantos recién llegados a la ciudad, que había abundante gente con la que ponerse al día, a la que escuchar, con la que reír y con la que divertirse. Sin embargo, consciente de despertaba cierto grado de atracción en los caballeros que recientemente habían regresado a los salones de baile por haber levantado el interés de Tristan, no permaneció demasiado tiempo en ningún grupo, siguió yendo a la deriva.
Tratar con solo un lobo a la vez le parecía sabio.
– ¡Leonora!
Se volvió, y sonrió a Crissy Wainwright, una regordeta y actualmente un tanto pechugona rubia, que había sido presentada el mismo año que ella. Crissy había cazado a un lord rápidamente y se habían casado; embarazos sucesivos la habían mantenido lejos de Londres durante algunos años. Crissy se abrió camino a codazos entre la multitud.
– ¡Puf! -Alcanzando a Leonora abrió de golpe su abanico-. Esto es un manicomio. Y yo que pensaba que era sabio venir temprano.
– Parece que todo el mundo tuvo la misma idea. -Leonora tendió la mano a Crissy; se apretaron los dedos, tocándose las mejillas.
– Mamá va a sentirse molesta -bailándole los ojos, Crissy se fijó en Leonora-. Intenta adelantarse a las otras madres con hijas casaderas esta estación, tiene a mi hermana más joven para establecer y ha puesto su mirada en cazar a un conde.
Leonora parpadeó.
– ¿Y con qué conde la quiere casar?
Crissy se acercó más y bajo la voz.
– Parece que es una pobre alma que recientemente ha heredado y debe casarse antes de julio o perderá su riqueza. Pero conservará sus casas y sus criados, ninguno de los cuales sería fácil de mantener con el presupuesto de un pobre.
Un escalofrió le recorrió la espalda a Leonora.
– No lo había oído. ¿Qué conde?
Crissy se agitó.
– Seguramente nadie pensó en mencionártelo, tú no estás interesada en un marido, después de todo -gesticuló-. Yo siempre pensé que estabas bastante afectada, estabas en contra del matrimonio, pero ahora… tengo que admitir que hay veces que creo que tienes razón. -Su expresión se nubló brevemente-. De hecho, estoy aquí determinada a disfrutar por mí misma y no pensar para nada en el matrimonio. Si ese pobre conde está tan solicitado como parece, quizás le podría ofrecer un puerto seguro. He oído que es asombrosamente apuesto, una cosa poco frecuente cuando combinas riqueza y título.
– ¿Qué título? -Leonora la interrumpió sin escrúpulo; Crissy podía divagar durante horas.
– Oh, ¿No lo sabes? Es Trillingwell, Trellham, algo así.
– ¿Trentham?
– Sí, eso es. – Crissy la miró a la cara-. Has oído hablar de él.
– Te aseguro que no, pero te doy las gracias por decírmelo.
Crissy parpadeó, luego estudió su cara.
– Caramba, qué astuta, tú le conoces.
Leonora entrecerró los ojos como una rendija, no a Crissy sino a una oscura cabeza que podía ver avanzando hacia ella a través de la multitud.
– De hecho sí que lo conozco. -Lo que es más, en el sentido bíblico de la palabra- Si me perdonas… me atrevo a decir que volveremos a encontrarnos si permaneces en la ciudad.
Crissy agarró su mano mientras ella apretaba el paso.
– Sólo dime si es tan apuesto como dicen.
Leonora arqueó las cejas.
– Es demasiado apuesto para su propio bien. -Soltándose del apretón de Crissy, se mezcló con la multitud, para encontrarse directamente con el conde que tenía que casarse.
Tristan supo que algo iba mal en el instante en que Leonora apareció abruptamente ante él. Las puñaladas que salían de sus ojos eran difíciles de no ver; la punta del dedo que clavó en su pecho era algo más que señalar.
– Quiero hablar contigo. ¡Ahora! -Siseó las palabras, estaba claramente furiosa.
Él consultó su conciencia; permanecía limpia.
"La Dama Elegida" отзывы
Отзывы читателей о книге "La Dama Elegida". Читайте комментарии и мнения людей о произведении.
Понравилась книга? Поделитесь впечатлениями - оставьте Ваш отзыв и расскажите о книге "La Dama Elegida" друзьям в соцсетях.