Jonathan se detuvo brevemente para mirar sus caras, después continuó.
– Era demasiado vieja y frágil para hacer cualquier cosa sobre ello, y asumió que con la muerte de Cedric, le tomaría a sus herederos algún tiempo avanzar entre sus efectos personales y para contactar con ella o con sus sucesores, sobre el asunto. Me lo dijo para que estuviera preparado, y supiera sobre lo que era cuando llegara el momento.
Respiró hondo.
– Murió poco después, y me dejó todos sus diarios y documentos. Los guardé, por supuesto. Pero, entre una cosa y otra, mi trabajo para mis artículos, y que no había escuchado nada de nadie acerca del descubrimiento, más o menos me había olvidado de ello, hasta el pasado octubre.
– ¿Qué sucedió entonces? -preguntó Tristan.
– Tenía todos sus diarios en mi habitación, un día cogí uno y empecé a leer. Y eso fue lo que hizo preguntarme si ella tendría razón. Que lo que ella y Cedric Carling habían podido descubrir, además, era útil.
Jonathan se movió torpemente.
– Yo no soy herbolario, pero parece como que el ungüento que ellos habían creado ayudaría a coagular la sangre, especialmente en heridas. -Le echó un vistazo a Tristan-. Podía imaginar que pudo haber tenido aplicaciones absolutamente definitivas.
Tristan lo miró fijamente, sabía que Charles y Deverell hacían igual, y que todos estaban reviviendo el mismo día, reviviendo la carnicería en el campo de batalla de Waterloo.
– Un ungüento para coagular la sangre. -Tristan sentía su cara tensa-. Muy útil de hecho.
– Debimos haber mantenido a Pringle -dijo Charles.
– Podremos preguntar su consejo bastante pronto -contestó Tristan-. Pero primero déjanos oír el resto. Todavía hay mucho que no sabemos, como quién es Mountford.
– ¿Mountford? -Jonathon se puso blanco.
Tristan se agitó.
– Llegaremos a él, quien quiera que sea, a su tiempo. ¿Qué pasó después?
– Bien, quise bajar a Londres e investigar las cosas, pero le dije la verdad cuando me interrogó, definitivamente no podía dejar York. El descubrimiento había estado parado aproximadamente dos años, razoné que podría esperar hasta que terminara con mis artículos y dedicaría el tiempo apropiado para ello. Eso es que lo que hice. Lo discutí con mi patrón, el Sr. Mountgate, y también con el abogado de A.J., el Sr. Alford.
– Mountford -introdujo Deverell.
Lo miraron todos.
Hizo una mueca.
– Mountgate más Aldford igual a Mountford.
– ¡Santo Cielo! -Leonora miró a Jonathon-. ¿A quién más se lo dijo?
– A nadie -parpadeó, luego rectificó-, bueno no inicialmente.
– ¿Qué significa eso? -preguntó Tristan.
– La única otra persona que lo sabe es Duke, Marmaduke Martinbury. Él es mi primo y también heredero de A.J. su otro sobrino. Me dejó sus diarios y documentos y cosas de herboristas. Duke nunca tuvo interés por sus hierbas, pero su herencia estaba dividida entre nosotros dos. Y claro está, el descubrimiento era parte de la herencia. Alford se sintió obligado por el sentido del deber a comunicárselo a Duke, así que le escribió.
– ¿Duke le contestó?
– No por carta -Jonathon apretó los labios-. Vino a visitarme para indagar acerca del asunto. Momentos después, se fue, Duke es la oveja negra de la familia, siempre lo ha sido. Por lo que sé, no tiene una residencia fija, pero generalmente puedes encontrarlo en cualquier hipódromo llevando a cabo un carnaval. De alguna manera, probablemente porque estaba corto de dinero y en la casa de su otra tía en Derby, recibió la carta de Alford. Duke vino deseando saber cuándo podía contar con su parte en efectivo. Me sentí honorable, me limité a explicarle el asunto, después de todo, la mitad del descubrimiento de A.J. era de él. -Jonathon hizo una pausa, después continuó-. Aunque generalmente es desagradable, una vez entendió cuál era la herencia, parecía muy interesado.
– Describe a Duke.
Jonathan echó un vistazo a Tristan, notando su tono.
– Más delgado que yo, unas pulgadas más alto. Pelo negro oscuro, completamente. Ojos oscuros, piel pálida.
Leonora miró fijamente la cara de Jonathon, hizo un pequeño arreglo mental, inclinó la cabeza decididamente.
– Es él.
Tristan la miró fijamente.
– ¿Estás segura?
Leonora lo miró.
– ¿Cuántos hombres delgados, jóvenes, de pelo negro, -señaló a Jonathan- con una nariz como esa, esperas encontrar en este asunto?
Él crispó sus labios, suavizándolos inmediatamente. Inclinó la cabeza.
– Así que Duke es Mountford. Lo que explicaría unas cuantas cosas.
– No a mí -dijo Jonathon.
– Todo se aclarará en su momento -prometió Tristan-. Pero continúa con tu historia. ¿Qué pasó después?
– Nada en ese momento. Terminé mis exámenes e hice arreglos para venir a Londres, entonces recibí aquella carta de la señorita Carling, por medio del señor Alford. Estaba claro que los herederos del Sr. Carling sabían menos que yo, así es que adelanté mi visita. -Jonathon se paró, desconcertado, miró a Tristan-. Las hermanas dijeron que había enviado gente preguntando por mí. ¿Cómo sabía que estaba en Londres, y mucho menos herido?
Tristan le explicó, sucintamente, a partir el inicio de los sucesos que pasaron en Montrose Place, desde que comprendieron que el trabajo de ese A.J. Carruther con Cedric era la clave del interés desesperado del misterioso Mountford, a cómo habían rastreado y finalmente habían encontrado al mismo Jonathon.
Miró fijamente a Tristan, deslumbrado.
– ¿Duke? -Frunció el ceño-. Es la oveja negra, pero aunque es repugnante, malhumorado, incluso algo bruto, con fachada de matón, yo diría que hay un cobarde debajo su lengua arrogante. Puedo imaginarme que habría hecho más de lo que usted dice, pero honestamente no lo puedo ver hacer arreglos para golpearme hasta morir.
Charles sonrió con esa letal sonrisa que él, Tristan y Deverell, parecían tener en sus repertorios.
– Duke podría no serlo, pero la gente con la que probablemente está negociando no tendría ningún escrúpulo en disponer de usted si amenazaba con entrometerse.
– Si lo que usted dice es verdad -introdujo Deverell-, probablemente están teniendo problemas para mantener a Duke sin un rasguño. Eso encajaría perfectamente.
– La comadreja -dijo Jonathan-. Duke tiene un… bueno, un valet, supongo. Un criado. Cummings.
– Que es el nombre que él me dio. -Deverell alzó las cejas-. Tan listo como su amo.
– Entonces, -dijo Charles, alejándose de la chimenea- ¿ahora qué?
Miró a Tristan; todos miraron a Tristan. Quien sonrió, no agradablemente, y se levantó.
– Hemos aprendido todo lo que necesitábamos para llegar al grano. -Colocando sus mangas, miró a Charles y Deverell-. Creo que es el momento de que invitemos a Duke a reunirse con nosotros. Oigamos lo que tiene que decir.
La mueca de Charles era diabólica.
– Dirige el camino.
– Por supuesto -Deverell ya estaba en los talones de Tristan cuando éste doblaba hacia la puerta.
– ¡Esperad! -Leonora miraba el bolso negro, colocado en la silla, después levantó la mirada a la cara de Jonathan.
– Por favor dígame que tiene todos los diarios de A.J. y las cartas de Cedric allí dentro.
Jonathan hizo una mueca torcida, divertida. Asintió.
– Pura suerte, pero sí, los tengo.
Tristan dio marcha atrás.
– Que es algo que no hemos cubierto. ¿Cómo le cogieron, y por qué no tomaron las cartas y los diarios?
Jonathon lo miró.
– Pues que hacía mucho frío, apenas había ningún pasajero en el coche postal. Llegó temprano. -Miró a Leonora-. No sé cómo supieron que estaba en él.
– Habrían tenido que tener a alguien vigilándole en York -dijo Deverell-. ¿No cambió los preparativos inmediatamente después de recibir la carta de Leonora y se apresuró?
– No. Me llevó dos días organizarme. -Jonathon se sentó en la silla-. Cuando me bajé del coche, había un mensaje esperándome, diciendo que me reuniera con el Sr. Simmons en la esquina de Green Dragon Yard y Old Montague Street a las seis en punto para discutir un asunto de mutuo interés. Era una carta redactada con elegancia, bien escrita, papel de buena calidad, pensé que era de ustedes, los Carling, acerca del descubrimiento. Realmente no pensé que usted no podría saber que yo estaba en el coche del correo, pero en ese momento todo parecía encajar.
– Esa esquina está a unos minutos de la posada elegida. Si el correo hubiera llegado en su horario, no hubiera tenido tiempo para encontrar una habitación antes de ir a la reunión. En lugar de eso, tuve una hora para buscar por los alrededores, hallar una habitación limpia, y dejar mi bolso allí, antes de ir a la cita.
Tristan seguía teniendo su sonrisa desconcertante.
– Asumieron que no habías traído ningún papel contigo. Lo habrían buscado.
Jonathon cabeceó.
– Mi abrigo fue desgarrado.
– Así pues, no encontrando nada, le sacaron del cuadro y le dejaron morir. Pero no comprobaron cuando llegaba el carruaje, tsk tsk -chasqueó la lengua-. Muy descuidado. -Charles paseó hacia la puerta-. ¿Nos vamos?
– Por supuesto -Tristan se giró y se dirigió a la puerta-. Traigamos a Mountford.
Leonora observó la puerta detrás de ellos.
Humphrey se aclaró la garganta, atrapando la mirada de Jonathon, entonces señaló el bolso negro.
– ¿Podemos?
Jonathon ondeó la mano.
– Por supuesto.
Leonora estaba dividida.
Jonathon estaba obviamente decaído, exhausto, y sus lesiones lo estaban agotando; lo instó a que se recostara y se recuperase. Por sugerencia de ella, Humphrey y Jeremy se llevaron el bolso negro fuera de la biblioteca.
Cerrando la puerta de la sala detrás de ella, vaciló. Una parte deseaba apresurarse tras su hermano y su tío, para ayudarlos y compartir el entusiasmo académico de dar sentido al descubrimiento de Cedric y A.J.
Otra parte era atraída por la realidad, la excitación física de la cacería.
Debatió con sí misma durante diez segundos, luego se dirigió hacia la puerta principal. Abriéndola, la dejó sin el pestillo. La noche había caído, la oscuridad se cerraba sobre la tarde. En el pórtico, vaciló. Preguntándose si debería llevar a Henrietta. Pero la perra todavía estaba en la cocina del club; no tenía tiempo de ir a por ella. Miró con atención a través del Número 16, pero la entrada estaba más cerca de la calle; no podía ver nada.
No. Te. Metas. En. Peligro.
Los tres estaban delante de ella. ¿Qué peligro podría haber allí?
Se apresuró bajando los escalones delanteros y corrió rápidamente al sendero del frente.
Iban, asumió, a arrancar a Mountford de su agujero -estaba intrigada-, después de todo este tiempo, vería quién era realmente, qué clase de hombre era. La descripción de Jonathon era ambivalente; sí, Mountford-Duke-era un matón violento, pero no un asesino.
Había sido lo suficiente violento en lo que a ella concernía.
Se acercó a la puerta delantera del Número 16 con la precaución apropiada.
Estaba entreabierta. Forzó sus oídos pero no escuchó nada.
Miró con atención más allá de la puerta.
El débil claro de luna lanzó su sombra al fondo del pasillo. Eso causó que el hombre en el umbral del marco de la puerta de la cocina hiciera una pausa y girara.
Era Deverell. Le indicó que se mantuviera en silencio y que permaneciera detrás, después dio la vuelta y se perdió entre las sombras.
Leonora vaciló un segundo; permanecería detrás, simplemente no tan lejanamente detrás…
Con sus zapatillas sin hacer ruido sobre las losas, se deslizó dentro del vestíbulo y siguió la estela de Deverell.
Las escaleras que conducían a las cocinas y al nivel del sótano, estaban justo más allá de la puerta del pasillo. Desde su visita anterior acompañando a Tristan por la casa, Leonora sabía que el tramo de las escaleras dobles terminaba en un corredor largo. Las puertas de las cocinas y el fregadero daban a la izquierda; a la derecha daba la despensa del mayordomo, seguida por un sótano largo.
Mountford hacía un túnel a través del sótano.
Deteniéndose brevemente al pie de la escalera, se inclinó sobre la barandilla y miró con fijeza abajo; podía ver a los tres hombres moviéndose en la parte inferior, grandes sombras en la penumbra. La luz débil brilló en algún punto delante de ellos. Mientras se movían fuera de su vista, avanzó lentamente bajando las escaleras.
Se detuvo brevemente en el rellano. Allí podía ver la longitud del pasillo antes y debajo de ella. Había dos puertas en el sótano. La más cercana estaba entreabierta, una luz débil llegó más allá de ella.
Más débilmente, como un escalofrío a través de sus nervios, vino un constante scritch-scratch.
"La Dama Elegida" отзывы
Отзывы читателей о книге "La Dama Elegida". Читайте комментарии и мнения людей о произведении.
Понравилась книга? Поделитесь впечатлениями - оставьте Ваш отзыв и расскажите о книге "La Dama Elegida" друзьям в соцсетях.