– Es maravillosa si te gustan las cosas ostentosas -interrumpió Kam.

Ashley le miró. Otra vez asomaba el resentimiento hacia la gente rica, y se preguntó qué razones ocultas lo habían provocado.

– Todo fue bien hasta que llegó mi familia -continuó Ashley, ignorándole.

– Vinieron a la boda?

Ashley asintió con la cabeza.

– Mi madre vino con su último no vio y mi padre con su novia. Nadie me prestaba atención.

Kam comenzaba a entender el problema. Ella deseaba ser el centro de atención durante su boda y al no conseguirlo, tuvo una rabieta y decidió escapar.

– Eres una niña rica y mimada, ¿verdad? -dijo, sarcástico-. Como no eras el centro de atención, decidiste escapar para volver a serlo. Como una niña pequeña deja de respirar y amenaza con ahogarse o un niño con comerse unos gusanos.

– No estoy mimada -replicó Ashley, indignada. ¿Cómo podía estarlo si nadie se había ocupado de ella en toda su vida?-. No lo hice para intentar reclamar su atención.

– Entonces ¿por qué lo hiciste?

Esa era una buena pregunta que Ashley no sabía cómo contestar.

– Te dio una pataleta -continuó Kam, con frialdad-. Te escapaste y acabaste aquí. ¿Qué vas a hacer ahora?

– No estoy segura -balbuceó Ashley

Una mujer a la escapada y sin un plan por delante, reflexionó Kam. Lo mejor sería que volviera a su casa y se enfrentara a la situación. Cualquier persona en su sano juicio haría eso. No tenía que esconderse para no casarse con Wesley. Debía tener la valentía de decir a los que amaba exactamente lo que sentía.

– Mientras tanto, tu familia debe estar preocupada -le recordó-. Probablemente están rastreando la zona en tu busca.

Ashley sacudió la cabeza.

– Me extrañaría. Llamé y dejé un mensaje diciendo que estaba bien. Además, estarán todavía en la fiesta.

Kam la miró, sorprendido.

– ¿Cómo van a tener una fiesta si la boda se ha cancelado?

Ashley soltó una carcajada.

– Los gastos estaban ya pagados y mi madre no desperdiciaría nunca una buena fiesta.

Kam notó que tras la risa se ocultaba un sentimiento doloroso. Por primera vez pensó que Ashley debía tener más razones de las que él había asumido. A pesar de todo, no quería sentirse involucrado en la situación. Ya habían hablado demasiado. Ahora que parecía más tranquila, le dejaría dormir. Probablemente por la mañana vería las cosas de otra manera. Apagó la luz.

– Buenas noches -dijo Ashley.

Kam se volvió hacia ella en la oscuridad.

– ¿Qué harás mañana? -preguntó.

– No lo sé -respondió Ashley, tras una pausa prolongada.

– No puedes quedarte aquí -dijo Kam, severo, deseando acabar con cualquier malentendido-. Tendrás que buscarte otro escondite.

– Lo sé -respondió Ashley, arrebujándose en suuento-. No te preocupes, desapareceré de tu vista lo antes posible.

Satisfecho de haber aclarado las cosas, Kain se quedó dormido, respirando acompasadamente.

Ashley, no pudiendo conciliar el sueño, lo observaba en la oscuridad. Aún estaba alterada, pero observar el cuerpo en reposo de Kam la hacía sentirse mejor. Ansió tocarlo, con la esperanza de absorber parte de su calma.

El cielo había quedado despejado, iluminado por la luna llena. El viento mecía los árboles tras las ventanas, proyectando sombras amenazadoras contra las paredes de la habitación. El mundo exterior era un reflejo de la inquietud que dominaba el corazón de Ashley.

Tenía que librarse de aquella dolorosa ansiedad, pero no sabía cómo hacerlo. Había estropeado todo, sus propios sueños, los planes de su madre, las maquinaciones de su padre. Tampoco podía volver con Wesley, ahora que lo había humillado frente a todos sus amigos.

En realidad, no deseaba volver, de eso estaba segura, pero se sentía culpable por haber acabado con las expectativas de todos ellos y por haber herido a Wesley.

Un sentimiento de desolación que no había sentido antes en su vida la invadió. Miró con envidia a Kam y tomó una decisión.

Sabía que a él no le gustaría. Debía intentar hacerlo en absoluto silencio para no despertarlo. Despacio, y tan quedamente como pudo, se levantó de la silla y se echó sobre la cama. Kam se movió. Ashley contuvo la respiración, pero al ver que no se despertaba, comenzó a relajarse.

Se aproximó tanto como pudo para sentir el calor de su cuerpo. Era todo lo que deseaba. Podía sentir su aliento y su calidez, pero no osó tocarlo. Ashley empezó a relajarse. Por primera vez desde que huyera de la iglesia, se sentía segura. Dejando escapar un suspiró, se estiró.

De pronto, Kam se movió. Ashley trató de esquivarlo, pero antes de que lo consiguiera él ya le había pasado un brazo por encima y comenzaba a acariciarle el hombro. Al ver que seguía dormido, Ashley no se preocupó. Su caricia tuvo un efecto mágico.

Ashley se preguntó qué tendría Kam para hacerla sentir tan cómoda. Tal vez estaba relacionado con la solidez de su personalidad. Era obvio que no era alguien que se dejara llevar por los acontecimientos. El tipo de persona que ella necesitaba ahora que su vida parecía inmersa en una agitación constante.

Sonriendo, cerró los ojos. En unos instantes, estaba dormida.

Capítulo Tres

Kam pensó que estaba soñando. Soñaba con algo suave y de delicado aroma que deseaba coger. Entonnces se despertó y miró a su alrededor.

Asombrado, observó su mano apoyada en el hombro de Ashley. ¿Qué hacía ella en su cama si la había dejado durmiendo en la silla?

El sol entraba a raudales en la habitación. Kam no se explicaba cómo él, que siempre se despertaba con el amanecer, había seguido durmiendo incluso con Ashley metida en su cama.

A la luz del día parecía aún más pequeña. Con el pelo esparcido sobre la almohada y sus largas pestañas haciendo sombra sobre sus mejillas, parecía vulnerable, y Kam no quería saber nada de ello.

Retiró la mano tan suavemente como pudo, suspirando tranquilo al ver que ella no se despertaba. Lentamente, salió de la cama.

Un sonido lo detuvo en seco. Horrorizado, oyó que le llamaban desde el salón.

– Kam, no me digas que todavía no te has levantado.

Kam dejó escapar una palabrota. ¿Acaso la racha de mala suerte no tenía fin?, pensó.

Tanbién Ashley había oído la llamada y le observaba ahora desde la cama con expresión de pavor.

– ¿Quién…? -comenzó, pero Kam la detuvo.

– Es mi hermana Shawnee -dijo, quedamente-. Me temo que tiene una llave de la casa. Quédate aquí. Voy a ver qué quiere.

Kam sentía no tener tiempo de ponerse unos vaqueros, pero no podía perder tiempo. Cuanto más tardara, más se arriesgaba a que Shawnee fuera hasta el dormitorio. Salió en pantalón de pijama. Se sentía estúpido. En su precipitación, se dió un golpe contra el marco de la puerta. Maldiciendo,se dirigió hacia el salón dando saltos de dolor.

– Cuida tu lenguaje -lijo su hermana-. Traigo compañía.

Kam contempló a la hermosa joven que venía con Shawnee. Parecía tímida y dulce, y claramente avergonzada de encontrarse con un hombre en pijama.

Shawnee se echó en brazos de su hermano, lo besó ruidosamente y se retiró para contemplarlo con mirada amorosa.

– Tienes un aspecto espantoso -dijo, maternal-. Menos mal que has venido a casa. Te pondremos en forma en un periquete.

Se volvió y atrajo a su amiga hacia ellos.

– Kam, esta es Melissa Kim. Es la nueva encargada del restaurante. Pasábamos por aquí y le dije que debíamos acercarnos para que conociera a mi hermano pequeño -dijo, a la vez que le guiñaba un ojo a Kam.

Kam miró los ojos verdes y risueños de su adorada hermana y calculó las posibilidades de cometer un asesinato. Desde que él había cumplido los treinta años, Shawnee aparecía con chicas que pudieran interesarle. Estaba decidida a casarlo. Se estaba convirtiendo en un verdadero problema.

– Encantado, Melissa -farfulló, dedicándole una leve sonrisa-. Shawnee, es un placer veros pero…

Shawnee se volvió hacia la habitación. Su larga trenza se balanceaba siguiendo sus movimientos. Todos sus gestos indicaban a Kam que Shawnee tenía algún plan, y que no se marcharía hasta que lo llevara a cabo.

– Estoy tan contenta de que estés de vuelta en Big Island -dijo-. Mitchell me dijo que venías a pasar unas cortas vacaciones y me puse a hacer planes de inmnediato. Lo primero era venir a saludarte.

– Gracias por venir -rspondió él cortesmente, respondiendo a la sonrisa de Shawnee.

Titubeó pero tomó una decisión que se dispuso a poner en práctica. No estaba interesado en conocer a Melissa ni en ningún otro plan que Shawnee le hubiera preparado. Mucho menos quería que cualquiera de las dos se encontrara con la mujer que se escondía en su habitación.

Se pasó la mano por el despeinado cabello y les sonrió tímidamente.

– Llegué ayer tardísimo -comenzó-. Tuve problemas con la luz por culpa de la tormenta y lo cierto es que estoy casi dormido.

Shawnee elevó la barbilla, amenazadora.

– No te preocupes por nada -dijo-. Mira lo que hemos traído.

Levantó la mano para enseñarle dos paquetes.

– Café y donuts -añadió-. Tal y como te gustan. Vamos a desayunar a la cocina.

Shawnee se dirigió hacia la cocina, pero Kam la tomó del brazo, atrayéndola hacia sí.

– Espera -dijo, susurrándole al oído-. No estoy vestido.

Shawnee hizo una mueca, indicando que aquello no tenía la menor importancia, y cogiéndole de la mano, lo llevó hacia la cocina.

– Ven y siéntate -dijo-. Quiero que comas y be bas y que luego nos acompañes a hacer unas compras.

Kam protestó, pero se dejó llevar. Shawnee le hizo sentarse a la mesa.

– No te procupes por Melissa dijo, mirando su torso desnudo-. A ella no le importa que no lleves camisa, ¿verdad? -añadió, haciendo un gesto a la joven.

Melissa se ruborizó. Kam miró intensamente a su hermana, pero ésta decidió ignorarle.

Mientras Shawnee preparaba las tazas y ponía la mesa, Kam se preguntó porqué siempre acababa haciendo lo que ella quería. Era ya un adulto independiente, pero en cuanto ella llegaba se convertía en un niño. Había crecido con ella, era como su madre. Pero la situación llegaba a ser ridícula.

Era difícil romper con los hábitos de toda una vida, pero tal vez aquella era la ocasión de hacerlo. Debía intentarlo, se dijo. Miró a Shawnee con ojos entrecerrados y espero a que le diera una oportunidad de hablar.

– Tienes que ver el nuevo teatro del hotel Shangri-la -estaba diciendo, sonriendo inocentemente-.Se me olvidaba decirte que Melissa no ha visto nunca una película policiaca. Deberías llevarla.

Kam dejó la taza sobre la mesa y la miró fijamente.

– No -dijo, con voz clara y firme. Shawnee le miró perpleja.

– ¿No? -repitió.

– No. Estoy harto de películas policiacas -añadió, sonriendo, pero mirándola con ojos enfadados-. Ahora me gustan más las películas de asesinatos en cadena. Cuanto más sangrientas mejor.

Shawnee le miró unos instantes inquisitva, luego su expresión se relajó y sonrió.

– Mientes -dijo, moviendo una mano en el aire-. Te conozco -miró a Melissa, quien parecía no enterarse de lo que pasaba, y añadió-. Da lo mismo.

– Vamos a hacer un picnic el domingo, ¿vendrás?

Era obvio que Shawnee tenía la intención de invitar a Melissa.

– No puedo -respondió Kam, secamente. Shawnee entrecerró los ojos para mirarlo.

– El lunes por la noche vienen a cenar Mack y Shelley.

Estoy ocupado -dijo Kam, no dejándole acabar la frase.

Shawnee levantó la barbilla, retadora. -¿Qué vas a hacer? -preguntó. Descansar.

Se miraron fijamente durante unos instantes. Shawnee se llevó las manos a la cabeza en un gesto de desesperación.

– Veo que hoy estás insoportable, así que lo dejaremos para otra ocasión.

Kam dejó escapar un suspiro de satisfacción. Era la primera batalla que ganaba con Shawnee.

– De acuerdo -dijo.

Los ojos de su hermana relampagueaban. No estaba acostumbrada a que su hermano se insubordinara.

– Se acaba de levantar -explicó a Melissa-. Te aseguro que mejora a medida que avanza el día.

– A mí me parece bien tal y como es -dijo Melissa, tal vez demasiado fervientemente.

Kam y Shawnee se miraron y tuvieron que reprimir una carcajada.

– Está bien -dijo Shawnee, dándose por vencida, pero decidida a hacer un último intento-. Tengo que ir al baño. Vosotros, mientras, hablad un rato.

Kam supo cuáles eran sus intenciones al instante. El problema era que tenía que ir a la parte de la casa donde estaba Ashley.

– ¡No! -exclamó, levantándose de su asiento.

Ella se volvió, haciendo una mueca.

– ¿Qué ocurre, Kam? Acaso crees que puede asustarme el estado en que esté tu baño -rió-. He criado a tres hermanos y a un hijo y sé bien de lo que sois capaces. No te preocupes.